Zeus, el dios de dioses de la mitología griega, lo era también de Las leyes no escritas. Honrar a los muertos, respetar al enemigo, ser leal en la amistad o brindar hospitalidad a los viajeros entre otras, eran conductas protegidas por Zeus, quien castigaba duramente a quienes las inflingían. En el contexto griego, la muerte de Aquiles es una consecuencia de su conducta luego de haber matado a Héctor. Arrastrar su cadáver alrededor de las murallas y tratar de impedir que se le dé los funerales que merecía el primer defensor de Troya, le acarrean el castigo de morir a manos de Paris de un flechazo en el famoso talón; es decir, privado de la gloria de morir en combate como le correspondía a un héroe griego.
Esas eternas leyes no escritas son las únicas en las que creo y respeto. Por eso, la madrugada del sábado 18 de junio, en la que M. A. Vázquez y yo embarcábamos a Lima a nuestro último ponente terminaba para mí, mi papel de anfitrión en el congreso y las obligaciones que ellas implicaban. Desde la clausura del evento de Madrid se han dicho y escrito muchas cosas sobre él. Libre ya de mis responsabilidades me toca decir lo que pienso como un participante más.
Creo, que la manifiesta división en dos grupos que desde hace tiempo se plantea y se vive entre muchos narradores peruanos (aparte de ficticia) es achacable a ambos bandos y ha sido generada por diferentes motivos; el principal, que no se conocen ni se leen. El día que llegaron los primeros asistentes al congreso, dos de ellos preguntaban a un tercero cuál de los otros era Óscar Colchado. Eso llamó profundamente mi atención, ya que extrapolando la situación no me cabía pensar, salvando las diferencias -mayores en el desconocedor que en el desconocido- a Octavio Paz preguntando en un congreso de escritores mejicanos por quién era Juan Rulfo.
El discurso de inauguración de Mario Vargas Llosa, resucitando tras las denominaciones de telúricos y evadidos la vieja polémica entre comprometidos y puros y su exhortación a escribir, sosteniendo que para ello no es necesario ser un telúrico/comprometido -lo que en el fondo es cierto-, corre el riesgo de convertirse en el Caballo de Troya de quienes interpreten que lo dicho por Vargas Llosa es una patente de corso para que mediáticos, outsiders, arribistas y arrastristas literarios sostengan que no existen diferencia entre escritores y escribidores. Todos sabemos que las hay.
ANDINOS, CRIOLLOS, RIVAGÜERITOS Y EL CHANCAY CULTURAL
Aunque algunos hayan negado que la polémica entre andinos y criollos no existió; sí la hubo, pero mal enfocada desde la perspectiva de los denominados andinos. Es un error, de parte de este grupo de escritores, llamar criollo así, "al bulto", a todo escritor que no comparta su canon. Ya lo es reconocer sólo dos grupos en la compleja y diversa producción narrativa peruana, pues deja fuera del debate a otros escritores -entre los que me incluyo- en el que podemos participar de pleno derecho. Esta supuesta división tiene su origen en una lectura equivocada de Mariátegui. Por supuesto que hay criollos, criollos a la manera que lo fue Valdelomar. Para el otro grupo me parece más acertada la denominación de rivagüeritos, a la manera que lo planteó M. Gutiérrez en su trabajo sobre la generación del 50.
Pero el peor de todos es plantear este debate desde una perspectiva extraliteraria: la manipulación mediática que un grupo de escritores realiza con la narrativa peruana. Si bien es cierto que un sector de la prensa y otros medios de comunicación ofrecen una visión sesgada del proceso narrativo peruano, eso es algo que deberían tener asumido y dejar de portarse como el coro de Las suplicantes. La razón es muy sencilla. El chancay cultural -jamás fue una torta- es tan reducido que al repartirlo sólo se recogen migajas. Evidentemente no alcanzaría para todos. Es por ello que este grupo de escritores tiende a mostrar, elogiar y alentar sólo una parte. Y aunque parezca perverso, no es malo, están defendiendo sus frejoles. Si a los dueños de El Comercio, Perú 21 o Caretas les parece bien contratar para su sección cultural a Ampuero, Cueto o Tahys y/o promocionar determinada narrativa o escritores, están en su derecho. Frente a esta realidad sólo queda hacer tres cosas: jamás comprarlos, siempre leerlos y combatir sus posiciones todos los días desde otros medios. Como muchos de esos escritores -neoliberales algunos de ellos ¡Oh ironía griega!- no sobrevivirían a la competencia, se ven obligados a silenciarla. Esa es una muestra de debilidad, no de fortaleza.
La confrontación entre andinos y rivagüeritos, y en general la de todas las tendencias de la narrativa peruana debe darse en plano literario, en el de los textos, con trabajos críticos profundos y desapasionados. Si como sostiene Ricardo Virhuez, las últimas novelas de Bryce son malas y aburridas, que lo demuestre con un estudio. Si Colchado, Castro, Bossio o Reyes Tarazona no merecen ser tomados en cuenta, que también lo demuestren. Que ambos bandos dejen ya de tirarse los coturnos a la cabeza y que abandonen ya la crítica impresionista de gacetilla o tertulia de café. Ninguna tendencia representa plenamente al Perú, todas son sólo una parte de ella. Decían los griegos que los dioses ciegan a aquellos que quieren perder; ya no es así, lo que hacen ahora es darles más ambición que talento.
DINA PÁUCAR, EL MERCADO ALTERNATIVO Y EL CANAL 7
En este contexto y entre líneas es que hay que leer la ponencia de Iván Thays y su referencia a la cantante Dina Páucar. Consciente de lo reducido del chancay cultural y para no poner en riesgo el mercado oficial ni las ventas de los rivagüeritos -me gusta el término-. Nos pide al resto de escritores que creemos un mercado alternativo, "chicha" en su versión, en el que podamos vender nuestros libros sin molestarlos. Esa es una posición que descansa en el miedo a la competencia en paridad de oportunidades, creo que hay que leerla así. Pero a diferencia de los que trabajan en medios privados, Iván lo hace en la televisión pública. Lo que significa que su sueldo sale del bolsillo de todos los peruanos y que ello lo obliga a una pluralidad en sus contenidos. Si no fuera así, -miren que va en condicional- todo el ímpetu con que se critica y se demanda a otros medios en los que no hay nada que hacer, podría ser canalizado para exigirle una mayor difusión de la variedad de la narrativa peruana en un canal que es de todos.
Creo que no es necesario insultar a nadie para decir lo que se piensa y a Iván se le ha insultado desde algunas páginas. Lamento esto, como lamento que Iván lo haya hecho desde la tribuna del congreso comparando una "cáscara de nuez" con el cerebro del crítico González Vigil. Pero también esto tiene una interpretación. Lo que en Virhuez son sólo exabruptos, en Thays es una estudiada estrategia para desacreditar a González Vigil y quitarle el puesto de "crítico oficial" y poder dictar lo que él entiende por canon. Los cánones no se establecen desde el gacetilleo o en una hora de programa a la semana incluyendo los comerciales, es un trabajo intelectual serio y riguroso.
CANTO XXII, LA MATANZA DE LOS PONENTES POR ALONSO CUETO
Parafraseando el refrán: no critica el que quiere sino el que puede. Alonso Cueto, en un artículo de Perú 21 sin más trámite y en una columna, calificó de "irregular" el contenido de las ponencias presentadas durante el congreso. Respetaría su opinión si hubiera asistido a la mayoría de ellas y no sólo a aquellas en las que participaban sus compañeros de grupo. Si no se hubiera ido de museos y toros con Ampuero y demás satélites. Ellos dos fueron "invitados" por la organización -ellos saben qué significan las comillas- y lo mínimo que podrían haber hecho es participar plenamente en el congreso, es lo que le correspondía como "invitados", así lo dictan las Leyes no escritas. Pero no sólo no lo hicieron, sino que además Cueto criticó al resto de sus compañeros, a la mayoría de ellos sin siquiera oírlos, y con el agravante de haber sostenido él mismo la más pobre de las ponencias; que ni siquiera fue una ponencia, sino que confundiendo a la organización del congreso con su agencia literaria, se despachó un soliloquio de promoción de su última novela. Espero que venda mucho en España, ya que le debería entonces a la organización el 10% de lo que gane. Pero no fue tan trágico como lo pinta Cueto. Hubo ponencias buenas, regulares y algunas malas, pero el balance fue positivo. Hasta una genial, la de Carlos Herrera, quien recurriendo al cubo de Rubic pudo ilustrar la compleja variedad en la que pueden dividirse los universos narrativos del Perú de hoy. Muy buena la de Paul Firbas sobre Gregorio Martínez o la de José Antonio Bravo sobre narrativa histórica. Y así una larga lista que obvio por motivos de espacio.
Empecé este artículo con una observación personal y termino con otra. Escuché de un escritor la peregrina idea de que el hecho de publicar en una gran editorial era suficiente argumento para sostener que aquellos que eran publicados por éstas, eran mejores que aquellos que publicaban en las pequeñas o se autoeditaban, como casi el 85% de narrativa peruana. A él y a quienes piensen como él les recuerdo el refrán: Lo que natura no da, Alfaguara no presta. Espero haber satisfecho a los dioses.