A lo largo de los últimos años he estado andando en círculo alrededor de la literatura peruana. Había alguna barrera que no me dejaba entrar en el amplio mundo que expone su literatura. Un poco frustrada, no era capaz de racionalizar por qué no acababa de entender lo que estaba estudiando o lo hacía desde una perspectiva que no me satisfacía porque era consciente de que faltaba algo. Este Congreso me ha dado la oportunidad de romper la línea que delimitaba ese círculo que me mantenía al margen y comenzar, al menos, un camino hacia el interior. Y es que la literatura peruana no puede comprenderse si no se conoce a las gentes que la hacen. Es un reflejo directo de la vida real, de las personas y de la historia que se vive día a día en cada punto del país. Agradezco la oportunidad de seguir ahora avanzando en su estudio y espero que con un mejor criterio y resultados.
Hay que hacer balance, es obligado pero a la vez odioso porque siempre resulta simplificador y porque habrá omisiones que aunque involuntarias son siempre inconvenientes. Yo no estoy de acuerdo con que "comimos todos en el mismo plato", como se dice en el editorial de este número, sino que mi sensación fue que todos entendimos que era importante estar ahí, reunirse y "sentarnos a la mesa juntos, comer y dar de comer lo que había, lo que cada uno tenía". Aunque la Historia lamentablemente siempre deja cicatrices profundas que son difíciles de olvidar, mi balance es que todos las dejaron a un lado, al menos durante un tiempo, para favorecer el buen discurrir del Congreso y en favor de la literatura peruana que, en ese momento, pasó a ser la de todos. El proyecto era común al margen de cualquier consideración y aunque pese a algunos. Sobre todo a aquellos que han hecho críticas devastadoras -las cuales, curiosamente, siempre han provenido de personas que no habían participado en nada durante el Congreso ni para bien ni para mal (ni siquiera para hacer preguntas u observaciones)-.
Tengo que agradecer la presencia de todos y cada uno de los ponentes y de los asistentes y muy especialmente la de aquellos que creyeron en el proyecto desde el principio y cubrieron ellos mismos sus gastos generosamente, dado que el presupuesto con el que contábamos no podía abarcar todo lo que hubiéramos querido.
El Congreso ha suscitado todo tipo de comentarios. En este país en el que me ha tocado nacer y estoy escribiendo estas líneas, la sociedad ha llegado a un punto tal de tontería que parece de mal tono expresarse de manera clara y más o menos vehemente sobre lo que se piensa, pero me parece más positivo que, como sucede en este caso, se tenga la necesidad de decir y emocionarse si surge, lo que se crea conveniente. Y seguro que el resultado de todas las opiniones, encontradas o no, hará avanzar y evolucionar las cosas hacia nuevas perspectivas y nuevas posiciones.
En mi retina siempre quedarán un montón de imágenes de esta semana en que nos reunimos en Madrid, de las que voy a extraer esta pequeña muestra. (Para los que no tuvieron la oportunidad de estar y quizá no sepan de qué estoy hablando, pondré una nota a pie de página):
La imagen de Fernando (1) haciendo cócteles imposibles y diciendo "olé" a las niñas que pasaban por la calle en la noche de primavera madrileña. Sandro (2), aunque nos viéramos muchas veces en una mañana, nos gustaba saludarnos. Pepe y Pochi (3) que con su presencia hacían sentir a todo el mundo como en casa. La entrada de Dante (4) a la mesa de la Narrativa de la Violencia con su gorra "¿no protocolaria?". La entrada del Embajador del Perú (5) en España a ese mismo acto pero en otro momento y también sin protocolo. Miguel (6) relajándose y compartiendo con todos un pequeño trozo de su corazón. La mujer de Miguel (7) intentando sin conseguirlo que bebiera el pisco sour "a la forma del Callao" (con lo que me gusta a mí un pisco). Mario (8), desde su tribuna, compartiendo su experiencia de vida de escritor. Rosa (9), completamente alucinada cuando se llenó la casa que en este momento le ha tocado dirigir, recibiendo a un grupo tan nutrido de gente (no pensó ni por un momento que íbamos a ser tantos) con libros para ceder a los fondos de la Biblioteca Nacional. Cariños a Oscar (10), mi hijo te agradece la historia de Cholito. Todavía me río cuando me acuerdo de un comentario posterior al congreso escrito y publicado por Iván (11) sobre el moderador español de la mesa sobre las Narrativas Regionales "lanzándose al cuello" de uno de los ponentes que dijo que Bryce le parecía aburrido. Eugenio (12) preguntándome cómo se decía en castellano "jalar gente" para un acto y yo absolutamente incapaz de encontrar la palabra equivalente que utilizamos a este lado del charco. En fin, muchas imágenes más que sería muy largo seguir enumerando aquí.
El proceso de organización del Congreso ha sido largo y laborioso. Durante este periodo ha habido de todo, incluso desencuentros inesperados pero también, como era esperable, nos ha traído a todos muchos encuentros nuevos. Particularmente creo que me he quedado perdida en medio del Atlántico. Espero ir poco a poco ganando las dos orillas de nuevo.