Els Joglars, con Albert Boadella a la cabeza, como de costumbre, han puesto en escena el entremés cervantino El retablo de las maravillas.
Los entremeses son pequeñas piezas teatrales que se realizaban en el Siglo de Oro para rellenar el tiempo muerto que se producía en los cambios de cuadros en las representaciones de las comedias. La particularidad de los entremeses cervantinos es que alcanzan una calidad teatral indudable en un formato breve y minusvalorado por su concepción original de entretenimiento y de relleno.
En este entremés, Cervantes pone de manifiesto la cretinez e ignorancia de la mayoría de las gentes que por sus complejos no se atreven a expresar lo que ven o lo que piensan sobre algo si difiere de lo que dice la mayoría. Lamentablemente, la sociedad del siglo XXI no ha evolucionado nada en este aspecto y la obra de Cervantes refleja perfectamente el comportamiento cobarde de las gentes en el mundo que vivimos.
Esta falta de seguridad es utilizada por manipuladores que sacan o intentan sacar buen provecho de esta falta de criterio y esta tendencia lamentable al aborregamiento de muy buena parte de la sociedad. Dice Boadella que "para que se produzca un retablo es requisito imprescindible que haya pícaros e incautos a los que engañar".
Cervantes, en este entremés, recrea un tema tradicional que ya aparece en El conde Lucanor de Don Juan Manuel y que posteriormente retomarán Andersen en El traje del emperador y Jerzy Kosinski en su novela Desde el jardín.
En el entremés cervantino, dos pícaros, Chanfalla y Chirinos intentan engañar al alcalde, el gobernador y al regidor de un pueblo, Juan Castrado, para sacarle el dinero, haciéndose pasar por cómicos que están dispuestos a deleitarlos y maravillarlos con un retablo en el que:
" ... ninguno puede ver las cosas que en él se muestran, que tenga alguna raza de confeso, o no sea habido y procreado de sus padres de legítimo matrimonio; y el que fuere contagiado destas dos tan usadas enfermedades, despídase de ver las cosas, jamás vistas ni oídas, de mi retablo".
En El retablo de las maravillas, del manuscrito sito en la Biblioteca Nacional de Madrid, Ocho comedias y ocho entremeses nuouos, nunca representados. Madrid, por la viuda de Alonso Martín, a costa de Juan Villarroel, 1615. (de f. 243v a f. 248 Br), página 224 r reproducido a continuación:
En el retablo de Boadella y compañía, la acción comienza en el siglo XVI, en el palacio de los condes de Daganzo. Éstos tienen un hijo memo y "mermado" al que convencerán de que gentes como él serán grandes personalidades en el futuro. Utilizando una amanita muscaria de grandes poderes alucinógenos, comienzan un viaje hacia el futuro donde visualizarán cuatro retablos en los que don José, el hijo "mermado", se convertirá en cuatro grandes personalidades.
Y aquí es donde, dejando un poco al lado el corsé cervantino, Els Joglars retoman su tono habitual y el hijo mermado, don José, pasa a convertirse en: José Mari Escrivá de Balaguer (no se le cita explícitamente), José Mari Daganzo, escultor abstracto de éxito, José Mari, excelso cocinero de vanguardia y en otro José Mari, el político todavía muy presente en la sociedad española.
En estos cuatro retablos se analiza y critica a la Iglesia, el arte contemporáneo, la cocina de diseño y la política actual, resumiendo todo este inflamiento de retablo en puro aire que sólo ven los acomplejados que no se atreven a decir lo que piensan por temor a ser diferentes e inferiores.
Podemos adivinar en escena a Monseñor Escrivá de Balaguer, Barceló, Tápies, Ferrán Adriá, Felipe González, Carmen Romero y José María Aznar (al que Boadella recoloca como repartidor de pizzas), entre otros personajes de la escena contemporánea.
A destacar el gran trabajo de Ramón Fontseré que encarna de manera magistral a todos los Jose Maris. Y el resto de la compañía que está absolutamente a la altura en cada momento, teniendo que representar a más de 40 personajes.
También resulta interesante la escenografía en la que, en primer lugar, se recrea un escenario propio de la Comedia del Arte, con trajes del siglo XVI, máscaras, iluminación tenue de candilejas.
Posteriormente, en cada retablo nos traslada a una situación actual. Para ello es muy útil la pantalla de proyección, que se utiliza bien y da diversas sorpresas agradables apoyando el juego escénico a lo largo de la representación.
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