Peruanas en París: Construyendo identidades

Anaïs Ortega *
(París, Francia)

París gargola

Maribel asegura que votó por Alan García en las últimas elecciones y aprueba totalmente las políticas de control de la inmigración que proponía el presidente francés Nicolas Sarkozy cuando aún era candidato. La paradoja radica en el hecho de que Maribel, joven trujillana de 27 años, con dos años de estudios de pedagogía, trabaja ilegalmente en París. "¿Por qué apoyo las posiciones de Sarkozy? Porque si yo estuviera en su lugar y este fuera mi país, yo haría lo mismo. Es injusto que Francia se llene de inmigrantes..." Y la inmigrante Maribel dista mucho de ser una excepción. La gran mayoría de las mujeres peruanas que viven y trabajan en la capital francesa presentan un perfil conservador y una difusa identidad antinómica, desgarrada entre una voluntad de ser como los europeos y el deseo de que sus hijos no olviden sus orígenes.

Según datos de la oficina de Estadísticas del Ministerio del Interior en Francia había aproximadamente cuatro mil peruanos en situación regular al 31 de diciembre de 2005. Por su parte, el Consulado del Perú registra 10.700 inscritos en esa oficina para esa fecha. Se trata de un flujo migratorio joven y en edad laboral (entre 30 y 44 años) y cada vez más femenino. Un 60 por ciento de los inmigrantes peruanos en París son mujeres. Y no es raro que así sea: según el Fondo de Naciones Unidas para Población (UNFPA) en los últimos 40 años el número de migrantes de sexo femenino ha igualado, a nivel mundial, aquel de los hombres. Si se toma en cuenta que dentro de la población africana y medioriental el número de mujeres que decide, sola, dejar su país para aventurarse en el mundo desarrollado es aún limitado, las cifras sólo se explican porque una mayoría de asiáticas y latinoamericanas viajan solas y no a la sombra de un marido, de un hermano o de un padre. A partir del año 2000, el número de mujeres inmigrantes en Europa sobrepasó el de los hombres. La progresiva feminización de la inmigración se explica por el incremento en la demanda de mano de obra para el sector que algunos especialistas llaman Care Economy": servicio doméstico, cuidado de niños y ancianos, aunque algunas se dediquen también a actividades del sector terciario (meseras en restaurantes, asistentes de cocina) o incluso -en menor escala- a la prostitución. Por otra parte, el envejecimiento poblacional europeo favorece también la búsqueda de apoyo en mujeres jóvenes dispuestas a trabajar para poder enviar dinero a sus familias.

Según el informe de la Primera Reunión Pan Europea de los Consejos de Consulta del Perú en Europa, las mujeres constituyen el eje migratorio peruano. Ellas son las primeras en salir del país y abrir una brecha para la posterior reunificación familiar. Representan casi el 70 por ciento de los inmigrantes peruanos en la capital francesa.

peruanos en París

Las razones de la aventura europea

La inmigración laboral peruana se inicia aproximadamente a mediados de los años 80 y es solamente durante la década siguiente que Europa se convierte en un destino preferencial para el peruano. Hasta entonces, la emigración económica había elegido Estados Unidos como destino principal. La explicación de este cambio es preciso encontrarla en un factor exógeno: Estados Unidos endureció sus controles migratorios con la promulgación, en noviembre de 1986, del Inmigration Reform and Control Act dirigido tanto a los trabajadores legales como a los indocumentados. A esto se agrega la imposibilidad para el trabajador inmigrante de acceder a los servicios de protección social, de salud y de educación norteamericanos.

La situación en Europa es más sencilla. Y España -que tiene interesantes acuerdos bilaterales con el Perú en este terreno- da facilidades especiales inclusive para la obtención de la nacionalidad (dos años de residencia legal para iniciar el trámite). La mayor parte de países europeos permite el acceso a los servicios de educación y salud, con los mismos derechos que los nacionales. A esta situación se agrega la demanda creciente de mano de obra en Europa. Cuando, ya en los 90, Madrid endurece los controles en el aeropuerto de Barajas, los peruanos optan por modificar sus vías de ingreso y se dirigen al territorio español por tierra, cruzando las fronteras (Portugal, Francia y Alemania se convierten, por aquellos años, en puntos de tránsito). Muchos deciden quedarse en el camino y eligen Francia. manos peruanas

Pero son las condiciones endógenas las que constituyen el motor fundamental que empuja a las mujeres a dejar el país: los altos niveles de desempleo y subempleo, la inseguridad (más aún en la etapa de guerra interna), la incertidumbre en relación a la familia y a los hijos. En su gran mayoría las mujeres que llegan solas a París están convencidas de que ganarán más, aún realizando trabajos para los que están sobrecalificadas. Es el caso de Yessica, una mujer de 35 años: estudió magisterio en San Marcos y trabaja como mesera en un restaurante. En Lima había ejercido cinco años como profesora y el sueldo no le alcanzaba para ayudar a sus padres y alimentar a sus hijos a pesar de combinar el magisterio con la venta de seguros de vida. En París, como mesera, gana algo más de 1.000 euros (más de 1.300 dólares) cantidad que le permite enviar una parte a su familia y vivir con lo que le queda. "Conozco muchos compatriotas que son ingenieros, abogados, pero acá no pueden ejercer y trabajan de cualquier cosa. Por eso, mi meta es traer a mis hijos para que se eduquen aquí y puedan vivir y trabajar en Europa", asegura Yessica. Ella pudo instalarse en Europa porque fue contratada desde Lima para cuidar a una persona de tercera edad en España. Encontró que el sueldo no era suficientemente bueno como para justificar el sacrificio y se decidió por París, donde tenía algunos contactos.

Las peruanas dejan el Perú porque necesitan ganar más para mantener a sus familias, pero también porque imaginan que un futuro mejor se les abrirá a ellas y a sus hijos en el mundo desarrollado y están dispuestas a correr cualquier riesgo para alcanzar este sueño. Su nivel de formación es más elevado que aquel de otras emigrantes originarias de África o del Medio Oriente y esperan conseguir los papeles para, alguna vez, ejercer una profesión aquí.

El perfil de la inmigrantes

El caso de Yessica -que llegó a Europa con papeles- difiere de aquel de Yajaira, quien debió ingresar como clandestina. "Empecé estudios de contabilidad pero no hice más que dos años. Salí encinta y tuve que ponerme a trabajar como vendedora ambulante. Después logré tener un puesto en el mercado y empecé a juntar mi platita. Primero viajó mi marido que había sido soldado y se enroló en la Legión Extranjera. Pero para poder acompañarlo tuve que dejar a mi hijito con mis padres y pasarlas negras". Yajaira (31 años) debió comprar una visa clandestina en Ecuador porque era menos cara que en el Perú (donde puede llegar a costar seis o siete mil dólares, asegura). Fue detenida por la policía en la frontera y devuelta al Perú al constatar el pasaporte falsificado. Pero eso no la detuvo. Volvió a iniciar el trámite fraudulento y alcanzó finalmente el sueño de ingresar a Francia. Pudo estudiar el idioma gracias a los cursos gratuitos para extranjeros dictados por Traperos de Emaús y a los seis meses trabajaba como doméstica. Sueña con traer a su hijo para que se críe en un país "lleno de cultura" y pueda estudiar y trabajar aquí legalmente.

manos inmigrantes

La mayor parte de las entrevistadas describen la cultura francesa como una curiosa combinación de María Antonieta, la Tour Eiffel y la Catedral de Notre Dame, es decir, una suma de clichés y de monumentos. Pero la mayoría también comparte una visión racista e intolerante de la inmigración, cegándose ante su propia situación: "Sarkozy tiene razón", asegura, "aquí hay demasiado inmigrante. Debe haber más control. Yo soy ilegal, pero él tiene razón. Es injusto que un país se llene de inmigrantes que reciben más ayudas que un francés. Yo me pongo en el lugar de Sarkozy (¡!!!), no trato de que me acepte porque sí. Yo comparto sus ideas. Además, ¡¡ hay que ver las cosas que hacen esos árabes y esos negros!!".

Yajaira expresa una decepción frente a la clase política peruana que comparte la mayor parte de las entrevistadas. Dice haber votado por Alan García porque había que darle una "segunda oportunidad". "De todos modos va a robar. Yo sé que no hay presidente honesto, todos roban. El que entra roba, pero al menos que haga algo por el país".

Como Yajaira, la mayor parte de las inmigrantes pertenece a las capas más pobres de la clase media urbana (lo que la sociología americana llama el lower middle class) y podría decirse que su salida del país responde a estrategias familiares de la clase media urbana. Pero se trata de provincianas de segunda generación. Todas son hijas de obreros de ciudades de provincia, establecidos en la costa peruana. La mayor parte de ellas ha pasado por Lima (o vivido largo tiempo en la capital) antes de tomar la decisión de cruzar el océano. A pesar de que muchas de ellas poseen un nivel de formación técnico o medio, jamás ejercen su profesión aquí. Esto se debe esencialmente a las dificultades existentes para revalidar los estudios y la formación adquirida en el Perú. Según el Informe del Ministerio de Trabajo y de la Cohesión social francés (diciembre 2006) un 89 por ciento de las mujeres extranjeras trabajan como empleadas en el sector terciario. Las peruanas siguen este patrón. Pero muy pocas tienen los papeles en regla.

En cambio, suficientemente informadas del trabajo que realiza el consulado peruano en París, no temen inscribirse en él para votar o para realizar trámites administrativos. Esto no siempre fue así y aún persiste un porcentaje de inmigrantes que teme acercarse a las autoridades diplomáticas peruanas debido a su situación de indocumentados.

A pesar de ganar sueldos que no siempre sobrepasan el salario mínimo francés (1.000 euros) efectúan remesas regulares al país. Estas remesas constituyen en la actualidad un importante aporte en términos de ingresos de divisas para el Perú.

Adaptación e integración. ¿Camino al desarraigo?

La gran mayoría de inmigrantes posee una identidad desarticulada. Hijas de andinos (arequipeños, ayacuchanos, cajamarquinos) es una primera generación que se abre a la vida urbana limeña. Antes de haber logrado construir su nueva identidad mestiza viajan a Europa, sin conocer la lengua del país que van a habitar (salvo en el caso de España, donde el acento "sudaca" es fácilmente identificable y genera una infravaloración en términos sociales). Estas mujeres trabajadoras deben soportar el peso de la diferencia, el handicap de ser trabajador inmigrante -es decir, espacio de todos los fantasmas de la intolerancia europea-, la dificultad agregada de ser ilegal y mujer en un medio en el cual el machismo no ha desaparecido.

calles de París

Así, estas mujeres establecen su socialización en Francia en función de tres círculos concéntricos: el primero está constituido por otras peruanas en la misma situación, a saber, otras inmigrantes peruanas. El segundo círculo está integrado por latinoamericanas inmigrantes, esencialmente andinas (bolivianas y ecuatorianas) y también colombianas. El tercer círculo, aquel que parece más distante, menos accesible, está compuesto por los europeos de medios obreros en general, incluyendo la nacionalidad del país de residencia. Una trabajadora inmigrante no frecuenta a una estudiante universitaria peruana becada en París, inclusive si la primera ha realizado estudios universitarios antes de venir.

Curiosamente esta socialización reproduce aquella que vivieron sus padres como inmigrantes andinos en las grandes ciudades de la costa: en un inicio se reúnen entre paisanos (entre compatriotas, en este caso) para celebrar fiestas locales, para degustar la gastronomía regional, para hablar del terruño. La segunda generación, criada en medio urbano, pierde progresivamente estos lazos. Aquí ocurre lo mismo: muchos de los hijos de estas inmigrantes hablan poco y mal el castellano, para orgullo de sus padres que suelen bautizarlos con nombres franceses. La inmigrante desea que su hijo se asimile a la vida francesa. De hecho, aquellas que no tienen marido peruano, sueñan con formar familia con un francés. Y las que lo tienen están orgullosas de ello. Marta, por ejemplo, no teme afirmar que a ella siempre le han gustado "los blancos" y que sus hermanos tienen "la piel más clara" que ella.

La voluntad de formar parte del "Mundo desarrollado" las empuja a sobrevalorar todo lo que es francés: la "cultura", las relaciones de trabajo, las formas de confort material. Esta figura se acompaña de un desprecio a las formas de vida peruanas, a los valores existentes en el país, a los comportamientos. Así, todas se quejan del "machismo" de sus compatriotas, de la explotación, de los bajos salarios, de la miseria, de la violencia que han dejado en el país. Paralelamente se expresa una falta de confianza en las instituciones políticas y económicas. Muchas entrevistadas mencionaron la corrupción de los políticos peruanos, asumiendo frente a este problema una suerte de conformismo, una resignación hija de la impotencia.

Lo que resulta paradójico es que, a pesar de su declarada admiración por todo lo francés, frecuentan esencialmente a otros peruanos. Y dicen no sentirse a gusto cuando se vinculan a parejas mixtas.

Niños

En cuanto a sus convicciones religiosas, todas se dicen católicas, salvo alguna que otra vinculada a algunas de las diversas iglesias cristianas (evangelistas, Testigos de Jehová, etc.). Y dicen querer educar a sus hijos (o a los hijos que tendrán) en estos valores religiosos. Generalmente ignoran que la educación pública francesa es oficialmente laica.

En términos del trabajo no calificado que realizan, todas se dicen decepcionadas. Al mismo tiempo son conscientes de que muy difícilmente podrán conseguir puestos acordes con su formación: "Lo que quisiera", dice Maribel, "es perfeccionar mi francés, conseguir mis papeles para estar legal y empezar desde abajo, como todo el mundo, por ejemplo como caissiere (cajera) en un supermercado. Así, poco a poco, como tengo estudios de contabilidad, iría mejorando para llegar a ser jefe de una sección o algo así. Porque limpiar el piso todo el tiempo, no es algo que a mi me guste". Lo que ignora Maribel es que esta difícil situación de sobrecalificación no sólo la viven los inmigrantes peruanos. Muchos jóvenes universitarios franceses se ven obligados a realizar trabajos muy por debajo de su formación, con contratos precarios (de duración a tiempo determinado, CDD) y salarios congelados. Pero soñar no cuesta nada y es a veces necesario para sobrevivir.


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* Anaïs Ortega. Estudiante en el DESS del Instituto de Altos Estudios de América Latina (Sorbonne Nouvelle- Paris III). Memoria de Maestría L'immigration des femmes péruviennes en France. De 1998 à nos jours. El presente artículo ha sido condensado y traducido del francés por Leyla Bartet .En la introducción la autora precisa que casi no existe bibliografía sobre la inmigración peruana en Francia por lo que el trabajo ha sido realizado sobre la base de entrevistas.



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20 de febrero de 2008

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