No se ha estudiado aún la repercusión que ha tenido y tiene la idea de Jorge Luis Borges de crear en Buenos Aires los conocidos como "talleres de narración", espacios donde se "enseñaba" a escribir a los aprendices de escritor.
Apunto una. Al salir del ámbito universitario para el cual se diseñaron y encontrar cabida en centros culturales de toda índole, cursos libres y hasta tertulias de café. Estos talleres lograron "democratizar" los otrora secretos de la narración; que no son tales, si no un aparato teórico-técnico que cualquier aspirante a escritor debe conocer y que cualquiera puede aprender y dominar si se lo propone y ejercita en ello. Esto, las lecturas, el oficio que da la práctica y una "dosis" de lo indefinible que es el talento, hacen a un escritor.
Esta "democratización" ha ido generando con el tiempo a potenciales escritores en todos los ámbitos de la sociedad. Logrando que muchos de ellos conviertan en ficción (literatura) su visión del mundo que le ha tocado vivir. Sólo por esto, hay que agradecerles su existencia.
Hago esta reflexión a propósito de libro de relatos Vampiros, ángeles, viajeros y suicidas (Kokoro Libros. Madrid, 2005) que comparten Pedro M. Martínez Corada, Guillermo Ortiz López, Raúl Roldán García y Juan José Vico Sampedro.
Creados, discutidos y corregidos en la tertulia-taller que comparten, los relatos son una clara muestra de lo sostenido líneas arriba. Compartiendo un mismo libro, podemos ver cómo todo el "verbo teórico" se hace "carne" en las diferentes formas por las cuales la ficción transforma sus respectivas realidades.
El amor-desamor desde una perspectiva de perdedor; de tono íntimo y confesional, casi ingenuo, de los relatos de Guillermo Ortiz López. La versatilidad que tiene Raúl Roldán García para ficcionar la historia, que lo lleva desde la fábula o la prehistoria al relato de aventuras todo ello aderezado con una fina mirada irónica. Las historias de vampiros y hombres lobo, o las anécdotas estructuradas como relatos en los que Pedro M. Martínez Corada demuestra solvencia técnica, y a quien el ejercicio del oficio puede convertir en un narrador interesante. O la buena y sentida prosa de Juan José Vico Sampedro, que delata la posesión de un universo propio así como una visión del mundo que intenta concientemente plasmar en sus relatos por diferente que sea en apariencia su temática.
Supongo que por costos editoriales han decidido publicar juntos; solución ingeniosa. Pero los relatos presentados por cada unos de estos nuevos narradores, con las limitaciones y carencias de todos los "nuevos", pueden sostenerse por sí solos.
Debemos agradecer a los talleres de narración, donde quiera que funcionen, el haberse convertido en el Caballo de Troya que lleva en su interior nuevos escritores; y dentro de cada uno de ellos, sus sueños. Que comparten con cada uno de nosotros a través de la lectura.
