Para cualquiera que conozca la poesía de José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939) descubre de inmediato la fuerza y la potencia de un hombre comprometido con su tiempo, un poeta íntegramente entregado al extenuante campo de la búsqueda de lo poético en los límites crísicos de la desafección literaria. Por eso no extraña a nadie que el pasado año 2004 su obra encuentre el legítimo reconocimiento en Chile otorgándole en su primera versión el recién instaurado Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda.
Este premio, se sabe, ha sido instituido por el gobierno de Chile para celebrar la memoria del Premio Nobel chileno en el momento en que se cumple el centenario de su nacimiento. El otorgamiento del premio a José Emilio Pacheco por tanto adquiere especial relevancia en el marco de esa celebración sobre todo si se tiene como referencia el amplio mundo de la poesía iberoamericana. Para completar esta emblemática premiación debemos recordar que el jurado -constituido por personalidades literarias y críticas de la envergadura del mexicano Carlos Fuentes y el peruano Julio Ortega y por parte del gobierno de Chile, por el escritor Jaime Concha y el ministro José Weinstein- otorgó dicha distinción por la no poco significativa marca de la unanimidad.
José Emilio Pacheco ha sido un poeta y prosista muy prolífico. De hecho hoy por hoy ya cuenta con una cantidad nada despreciable de obras publicadas. Entre las poéticas podemos destacar aquí títulos como Los elementos de la noche (1963), El reposo del fuego (1966), Irás y no volverás (1973), Desde entonces (1980), Tarde o Temprano (1980) que reúne todos sus libros publicados hasta esa fecha incluyendo Aproximaciones (1958-1978). Posteriormente irá publicando otras obras poéticas como Los trabajos del Mar, Miro la Tierra, Ciudad de la Memoria, El silencio de la luna, Álbum de zoología, La arena errante, por citar algunas de ellas. Asimismo podemos citar aquí sus obras en prosa, tales como El viento distante, La sangre de Medusa, El principio del placer, Morirás lejos, entre otras.
Sobrevolando la obra de este flamante Premio Pablo Neruda, podemos señalar un aspecto general de su posición estética: su clara contraposición a lo que Octavio Paz llamó la tradición de la ruptura, mostrando con ello la distancia crítica y estética de Pacheco con relación a la condición modernista de la poesía que defendía el Nobel mexicano. Ahora bien, no podemos perder de vista el hecho que si bien José Emilio Pacheco no se deja incluir en el dictum de Paz es claro el reconocimiento de Pacheco a la obra del Nobel, como también a la de los otros grandes poetas mexicanos contemporáneos. Sobre este particular Julio Ortega nos cuenta cómo Pacheco explicita este reconocimiento en una respuesta escrita que le hiciera al conocido crítico norteamericano Harold Bloom en la que le confirma su valoración por lo heredado y su rechazo al hipotético parricidio en su obra:
"Yo no quiero matar a López Velarde ni a Gorostiza ni a Paz ni a Sabines. Por el contrario No podría escribir ni sabría qué hacer En el caso imposible de que no existieran Zozobra, Muerte sin fin, Piedra del Sol, Recuento de Poemas"
Para Pacheco, como se ve, resulta absolutamente necesario hacer esta aclaración, pues él se da cuenta que en épocas como la actual donde a la vuelta de cada esquina se nos anuncia el fin de la modernidad, el fin de la historia, el fin de la crítica, el final de esto y de lo demás allá, él inscribe su obra en lo que podríamos llamar el registro de la continuidad. Y esto comienza, como él mismo lo propone, recuperando la herencia y con ella la importancia y el reconocimiento al modernismo de López Velarde, a los grandes poetas del grupo Los Contemporáneos y a los poetas reunidos en la Revista Vuelta de Octavio Paz, o de ese rebelde chiapaneco que es Jaime Sabines. Detrás de todos estos compañeros de ruta Pacheco nos muestra lo lejos que está del ideal del poeta modernista que rompe con todos y con todo desconociendo lo heredado y partiendo desde cero: ese es el grado de madurez literaria de este poeta que no se deja etiquetar por las manidas simplicidades del esteticismo modernista.
Quizás esto nos permita aceptar la cercanía en algunos de los pasajes de su variada y extensa obra con la de ese otro gran poeta latinoamericano que es el poeta peruano Carlos Germán Belli. Así lo destaca Jorge Rodríguez Padrón cuando encuentra en ambos poetas una común vocación por usar "elementos pretendidamente antipoéticos". Esta conexión lo comunica con otro de los grandes poetas contemporáneos de nuestra lengua, el poeta chileno, Nicanor Parra, padre de esa escritura conocida como antipoesía. Efectivamente la fuerza de los versos de Pacheco muestran esa clara filiación al nuevo cuño estético y literario que se había empezado a instalar en nuestra al comenzar la segunda mitad del siglo XX después del agotamiento de las grandes voces modernistas. Este cambio de actitud se deja apreciar en toda su extensión en textos como de "H & C" de José Emilio Pacheco:
En las casa antiguas de esta ciudad las llaves del agua tienen un orden diferente Los fontaneros que instalaron los grifos hechos en Norteamérica dieron a C de could el valor de caliente La H de hot les sugirió agua helada ¿Qué conclusiones sacar de todo esto? - Nada es lo que parece - Entre objeto y palabra cae la sombra (ya entrevista por Eliot)
Incluso hay textos donde la distancia crítica de Pacheco desata con un humor extremo el arraigado musgo de las percepciones estéticas mostrando con ello la radical contraposición que puede haber entre los propios poetas y sus lectores. Inmerso en diferentes momentos de la historia Pacheco deja sentir su profundo escepticismo ante lo que pudiéramos llamar el devenir de lo literario. Así se aprecia desde diferentes lugares como en el hetrogéneo poema que tituló "Sentido Contrario" cuyo primer subtítulo es: Lugones a los Ultraístas
Hablo una lengua muerta y siento orgullo de que nadie me entienda
Y un poco más adelante, bajo el subtítulo de Dante se lee:
Al ver a Dante por la calle la gente lo apedreaba Suponía que de verdad estuvo en el infierno
Más radicalmente se aprecia esta disposición escéptica e irónica sobre la textualidad cuando el propio Pacheco, un poco más adelante, en este mismo texto arremete contra las pretensiones de los poetas precedentes, que al igual que los otros quisieron o soñaron con dejar sus huellas a la posteridad. Contra las poéticas de la trascendencia Pacheco se conecta con las fuerzas más vivas de la tradición de posguerra donde su escepticismo, sin embargo, no se hunde en la desesperación lírica sino que se abre hasta la más saludable de las herramientas críticas: el humor y la lucidez. Así lo expresa con este subtexto de "Sentido Contrario" paradójicamente titulado Lost generation
Otros dejaron a la "posteridad" Grandes hazañas o equivocaciones Nosotros Nada dejamos Ni siquiera espuma.
Y para terminar el extenso poema, Pacheco concluye con la estocada final, donde lejos de la autocomplacencia se proclama la derrota definitiva, claro que con la salvedad de quien sabe que la lucha es siempre permanente, como en Antiguos compañeros se reúnen:
Ya somos todo aquello Contra lo que luchamos a los veinte años
Inserto pues en el registro de la distancia crítica José Emilio Pacheco nos lega una poesía legítimamente heredera de lo mejor que nos trajo este siglo de revoluciones y demoliciones, siglo de rupturas y juegos done el espacio de la voz poética parece irse apagando cada vez más, tanto en sus formulaciones líricas como en sus fundamentos esteticistas.
José Emilio Pacheco en:
En resumidas cuentas
La arena errante: Poemas 1992 - 1998
No me presguntes como pasa el tiempo
Los trabajos del mar
El reposo del fuego
Ciudad de la memoria
El viento distante
Islas a la deriva
Los elementos de la noche
El silencio de la luna
Miro la Tierra (Poemas 1983 - 1986)
Tarde o temprano (Poemas 1958 - 2000)
Las batallas en el desierto