El poeta limeño Antonio Cisneros (1942) es, reconocidamente, una de las grandes voces de la contemporánea poesía hispanoamericana. Su sentido crítico expresado por una aguda ironía ha merecido ya diversos textos de grandes ensayistas como Julio Ortega, Cornejo Polar y Mario Benedetti, entre otros.
Como cómplice de una generación - la de los años 60 - que comparte los sueños y las utopías de la política y la ideología que corrían el mundo en estas fechas, Cisneros empieza a escribir su obra poética en este enmarañado de discursos colectivos. Posteriormente, ya más maduro en su quehacer poético, hace la crítica del todo social (como antes, en su tercer libro Comentarios reales), pero ahora también se detiene en la crítica de sí mismo, de sus propias creencias, tanto políticas como literarias. Esta toma de conciencia es el motivo básico de sus cuatro artes poéticas -las que podemos considerar explícitas-, ya bastante significativo por el número de necesarias reflexiones meta-poéticas a que se dedica. Dichos meta-poemas reflexionan sobre los movimientos que le sirvieron de base y de punto de arranque y están enmarcadas por las características más peculiares de este poeta peruano, como son la ironía y la aguzada crítica. Así hay homenajes y parodia, apropiaciones y dialogismo.
La primera "Arte Poética" se incluye en su sexto libro, Como higuera en un campo de golf (1972), y demuestra la capacidad "disonante" de la poética de Cisneros, a través de una clara tensión entre la necesidad de trascendencia y la descripción grotesca con la cual muchas veces se manifiesta. Poema ambiguo, esta primera "Arte Poética" subraya la necesidad de comprometerse con la Realidad, con el mundo o la "lama" que subyace en el quehacer literario. Si la primera reacción al leerlo es la de sonreír, la segunda, después de una lectura más atenta, puede ser bastante melancólica. Veamos:
1
UN CHANCHO hincha sus pulmones bajo un gran limonero
mete su trompa entre la Realidad
se come una bola de Caca
eructa
pluajj
un premio
2
Un chancho hincha sus pulmones bajo un gran limonero
mete su trompa entre la Realidad
- que es cambiante -
se come una bola de Caca
- dialécticamente es una Caca Nueva -
eructa
- otra instrumentación -
pluajj
otro premio
3
Un chanco etc.
Siguiendo el ejemplo de una de sus más ilustres influencias, el poeta francés Baudelaire, Cisneros también desarrolla la estética de lo feo: ambos poetas parecen creer que la mejor forma de aprehensión del espíritu de una época es a través de su cara grotesca, la que desborda la monotonía de las formas circundantes, quizá mostrando su verdadera cara.
Tal vez por eso, en este y en otros poemas, Cisneros echa mano de un verdadero bestiario: chanchos, arañas, ratas, perros y gatos parecen refundar el rostro de lo cotidiano, asimilando y haciendo repercutir en el poema lo sombrío y lo extraño que recorre toda la realidad. Según Julio Ortega (1996: 15), la insistente presencia de este bestiario "supone un malestar cierto, no se trata de una fábula moral, sino de una exasperada y pesadillesca fractura de lo cotidiano."
Y aún sobre este aspecto podemos encontrar en el grotesco de su obra evidentes signos expresionistas - a lo Bertolt Brecht -, que añaden una gran fuerza de contraste a los versos, remitiendo, a veces, a las imágenes de la pintura alemana más ácida y satírica, George Grosz u Otto Dix.
La mezcla de léxicos tan diferentes, como son el escatológico (Caca, eructa, pluajj) y el filosófico (Realidad, dialécticamente, instrumentación), presentes en esta primera "Arte Poética", aclaran el tono irónico y, en este caso, irreverente - característica básica del movimiento beat norteamericano, que también aporta sus influencias a la poética de Cisneros.
También el uso significativo de las mayúsculas (que volverá en otros poemas), proyectan un mayor sentido irónico, ya que pone al ras del suelo los representantes de estos dos niveles conceptuales, tan diferentes entre sí, pero puestos en un raro y obligatorio diálogo impuesto por la palabra poética y, por otro lado, por la realidad. Así se une lo escatológico -Cacay lo filosófico -Realidad. Esta incursión que deambula entre uno y otro, forzándoles a un diálogo, causa aún más extrañeza si interpretamos que la figura del chancho es el mismo poeta. Y si se trata de un arte poética, se puede deducir que es el poeta el que mete su trompa entre la Realidad y a través de su digestión produce un premio - el poema.
Antonio Cisneros llega al borde de una irreverencia grotesca, y al desmontar la figura clásica del poeta - este poeta descrito por movimientos anteriores como siendo capaz de trasmutar y trascender la Realidad - pone en jaque un pilar fundamental de la escritura contemporánea en América Latina: el papel social y ontológico del escritor. Pero, por otro lado, confirma su acción en el plano de la realidad tanto literaria y filosófica como humana, ya que no llega a destruir la imagen del poeta transmutador de la realidad, pues al intentar ridiculizarla, la invierte y, en un sentido opuesto, la reafirma. El poeta es un cerdo que se alimenta de una Realidad escatológica y aún así produce sus premios. Si ha cambiado la realidad, también el escritor tiene que cambiar su relación con ella. La ironía se dirige a la Realidad y a los distintos y diversos discursos que se hacen sobre ella. El poeta es, netamente, su víctima y a la vez el verdugo de tantos discursos.
La lectura de este poema nos insta a pensar en la Realidad (también con mayúscula), en la cual vivimos. Poeta de extremada sensibilidad para captar la época, como él mismo lo afirma (1990:09) cuando dice que "tenía un alma de esponja, siempre presta al deslumbramiento", Cisneros plantea varias cuestiones muy actuales. Si la realidad es la que se ve, qué papel puede soñar la poesía, qué función puede realmente ejercer el poeta. Cada vez hay menos gente que se detiene a escuchar esa "otra voz" que habla desde la poesía, y que según afirma Octavio Paz (1990: 136) "es la Memoria hecha imagen y la imagen convertida en voz. La otra voz no es la voz de ultratumba: es la del hombre dormido en el fondo de cada hombre." La poesía es, pues, este silencio que es base y condición de supervivencia de todo ruido, de toda música, de todo arte. Pero, para los lectores que quedan, la voz lírica de las grandes obras, de los grandes pensadores, son como la tabla de salvación en un mundo que va camino de globalizarse y de transformarse en pura realidad virtual. La globalización, que tiene una raíz profunda en la historia del hombre, desde que éste salía a guerrear por los territorios vecinos en todas las geografías y en todos los tiempos, es el ápice de un proceso que se viene desarrollando marcado por la violencia y la destrucción. Construir un mundo nuevo ha sido siempre la destrucción de uno antiguo, a veces bastante mejor, y la modernidad es, tal vez, el momento cumbre de esta dialéctica entre la tradición y la ruptura. La realidad que vemos hoy es la de un mundo que se globaliza no por el diálogo, por la escucha del otro, sino más bien por el intento de hacer callar a todo lo que sea diferente o extraño. El "otro" es, como mucho, asimilado exóticamente, como un incremento superficial, lejos de todo valor real y más profundo.
Hoy día hacemos de lo ajeno lo propio, de lo distante lo cerca, pero nunca estuvimos tan alejados de la esencia de todas las cosas y de lo verdaderamente humano. Nunca fuimos tan claramente un chancho metido en la lama del mundo, intentando, quizás ilusamente, cambiarlo en otra cosa. Sólo la poesía (en su sentido más amplio), con todo un lenguaje que se escapa de la linealidad, de la superficialidad, de la virtualidad, y que zambulle en lo más profundo de lo que somos, nos invita aún a esta aventura, a este vértigo no siempre fácil, a veces muy doloroso, pero fundamental para desmontar la máscara histórica y social que todos llevamos puesta, y hacer despegar lo oculto que hay en el alma humana. Un humanismo que, seguramente, es el único camino a la inmortalidad, a la divinidad propia del hombre.
Somos cáscara que guarda un fruto, y la poesía nos despierta para el desafío de redescubrirnos en una mejor condición, más armónica y dialógica. Octavio Paz compuso toda una teoría de que la poesía sería "el antídoto de la técnica y del mercado". Y sobre el poema nos decía aún que "es un modelo de supervivencia fundada en la fraternidad - atracción y repulsión - de los elementos, las formas y las criaturas del universo" (1990: 138). Podemos entonces añadir que, en el poema, se encuentran y se reconcilian varios elementos enemistados desde hace mucho tiempo. El poema, y la nueva realidad construida en él, está hecho del acuerdo de las cosas más dispares, más ajenas. La simplicidad de esta fórmula es la propia esencia de la poesía, y de hecho no deja de proponer una posible salida de este callejón en el que está metido el hombre contemporáneo y más específicamente latinoamericano. Dejamos que concluya a Octavio Paz (1990:138): "Espejo de la fraternidad cósmica, el poema es un modelo de lo que podría ser la sociedad humana." En sintonía con lo dicho, escuchemos los últimos versos del "Arte Poética", de otro poeta peruano, Javier Heraud (1997: 252):
Y la poesía es un relámpago maravilloso, una lluvia de palabras silenciosas, un bosque de latidos y esperanzas, el canto de los pueblos oprimidos, el nuevo canto de los pueblos liberados. Y la poesía es entonces, el amor, la muerte, la redención del hombre.
Esta es la labor de los grandes hombres, sean poetas, pensadores, filósofos, religiosos. Son ellos nuestros mejores compañeros, los que nos llevan de la mano hasta el otro lado de nuestra limitada condición, los que facilitan el tránsito entre los mundos del vacío y de lo lleno, del cuerpo y del espíritu, de lo vano y de lo imperecedero, ofreciéndonos la posibilidad de aquella complementariedad añorada desde siempre por nuestra humana condición de falta y orfandad. Lo que nos ofrece el poeta, el premio que ha podido sacar de la realidad es, irónica y contradictoriamente, nuestro esfuerzo de supervivencia.
Una gran parte de la obra poética de Antonio Cisneros está compuesta como crónicas de viaje. Nada más adecuado para un poeta que hace de la vida y de la poesía un peregrinaje por el mundo. Son, de hecho, crónicas de un observador, de un flaneur contemporáneo - "ensayos frustrados" según Benedetti (1988: 245) - sobre la realidad y el progreso.
En su segunda Arte Poética "Londres vuelto a visitar (Arte Poética 2)", vemos esta otra característica fundamental de la obra de Antonio Cisneros: una poesía narrativa que va, cada vez más, camino de la crónica. De la relación con temas del cotidiano, el sujeto poético parte hacia reflexiones sobre movimientos y figuras literarias, extrayéndoles de su "importancia" académica para los tránsitos del día a día. A las meditaciones del "flaneur ensayista" se mezclan las preocupaciones más cotidianas. El límite entre la reflexión y la simple observación se suspende, pues el yo lírico penetra estos ámbitos indistintamente.
Por qué demonios tuve que volver a buscar esos muertos que ya otros habían enterrado. 8 Gloucester Road, 10 Redcliffe Gardens, Earles Court, Nevern Square Metro de Sloane. Coliseos después de los cristianos, cáscaras de huevo destruidas y armadas a lo largo de todo mi destierro. "Las ciudades son las gentes que dejas". Y que había dejado sino cuentas del Kensington, la casa sin pagar. [...] Pero es bravo saber cómo y cuándo se pasa de ese Antes De Cristo al Después De, si uno sale a la calle el día 1 (siendo el siglo primero) y cree que es un viernes 24 (esto suena a Vallejo) y encuentra un Daily Mirror en el Metro y se entera que es jueves. De ahí la explicación por qué Bernini perdió su clientela - próspera, al día en las noticias - haciendo planos amplios, detallados del Gran Renacimiento cuando el mundo pasaba al corral del Barroco. Ahora lo sabemos. Elsham Road. Allí está la casita donde íbamos a ser / felices como chanchos. [...]
En este poema reaparece la figura del chancho, que vuelve del primero para aclarar su relación con el yo poético que es, en este y en otros casos, autobiográfico. Sin embargo, se le añade a este animal y a todo lo que él representa (en este poema y también en la primera arte poética, en un claro diálogo intratextual), un tono de ingenuidad, como cuando Julio Cortázar se refería a una "felicidad avícola".
Por todas esas cosas nunca vale la pena volver a las ciudades (ni habitarlas). Y aquí, en la frontera con Italia, otra reja rechina. Es el Mistral, es la gorda extranjera que te eructa. A veces piensas que si fuese la Muerte también te alegraría (y esto resuena a Heraud). Y en Lima rechinaban esas rejas, y una y otra vez eran la misma, la redonda impostora, la que eructa : Ceniceros repletos, el humo como un choro entre su concha (bajo el viejo silencio del primer cigarrillo), y en la calle te es la misma vaina treparte al colectivo que va al Norte, treparte al colectivo que va al Sur ("un laurel viejo de las manos del propio Virgilio y de manos de Erasmo una medalla rota"). Me parece mentira que no aprendas. Ya van a repetir - si lo repite - que rampas entre tonos y entre temas de algún Romanticismo. Sea el Arte Poética El libro de mis libros se acabó.
La voz poética reconoce, más bien sesgadamente, haber sido influenciada por un espíritu romántico, como si hubiera sido alimentada por una savia que viene desde este movimiento anglosajón que, de hecho, se ha extendido como un río formando incontables afluentes en toda la posterior poética occidental (más claramente en algunos ismos de las vanguardias). Sin embargo, no deja de expresarse a través de la ironía. Vuelve a aparecer el chancho de la primera "Arte Poética", pero ahora bajo la forma de una "gorda extranjera que te eructa". También el viento "Mistral" nos lleva a las influencias poéticas que llegan desde el extranjero, como vientos que pasan, o como ruidos escuchados a lo lejos ("otra reja rechina"), y que en Lima formaban ya su grupo de seguidores .
Aunque vienen marcadas por un campo semántico que demuestra incomodidad y malestar, las influencias extranjeras son inevitablemente absorbidas por el yo lírico como partes de su paisaje poético. Por otro lado, el aparecimiento de dos versos que "suenan" a Vallejo y a Heraud demuestra una consciente interlocución con estas dos voces peruanas de simbólica expresión. En este poema vemos desde donde se vienen forjando los versos de Antonio Cisneros: por una vía extranjera -a lo Pound y Brecht, por ejemplo- y por una vía nacional- Heraud y Vallejo. La rama cisneriana crece alimentada por esta savia extranjera y local, pero luego madura encontrando su propia voz y sus propios registros.
Otra de las tensiones claves de la poética de este autor es la formación de un yo lírico individual que se hace, a la vez, colectivo y despersonalizado. En la obra de Cisneros, este sujeto se revela ambiguo: su poesía es lírica si concebimos el lirismo como la "unidad de poesía y persona empírica" (Friedrich, 1975). No obstante, este yo lírico ya no pertenece al individuo, se colectiviza, se diluye también como en Baudelaire, entre la muchedumbre. Pero no por eso estará menos marcado: en muchos de sus poemas, Cisneros cita a su familia, a su esposa e hijos, que surgen, contradictoriamente, como representantes de un todo mucho más colectivo que individual, pues sus preocupaciones y ansiedades se confunden con los temas conflictivos de la época.
Según afirma Julio Ortega (1996: 12):
Al desplazar la dicotomía modernista entre poesía del ser y poesía del estar, Cisneros se encuentra hablando desde el no-centro de la poética posmoderna, aquella que no cree ya en la obra totalizante ni en el poeta oficiante sino que practica el texto operativo, hecho por nuevas voces y preguntas, de ironía reductiva, de hablantes permutables, de sensibilidad desasida en la condición vulnerable del sujeto transitivo. [...] Pero la persuasión intelectual y la autoridad misma del lenguaje no eliminan la inquietud íntima, el desasosiego de la conciencia que se traduce en una voz que no se fija. [...] El sujeto que habla aquí -ese yo que testimonia su propia materialidad- está libre en su discurso; en él se construye palabra por palabra.
Su tercera "Arte Poética" también pertenece a Como higuera en un campo de golf (como la anterior), y se titula "Homenaje a Armando Manzanero (Arte Poética 3)". Este homenaje al cantante popular y romántico podría alcanzar al poeta José María Eguren, por el tono lírico que les une, y porque ambos forman parte de las herencias infantiles y adolescentes del poeta.
Ya no sé si esta tarde vi llover es de armando manzanero o es el canto primero de mi primera infancia y de nada han servido las sílabas contadas y vueltas a contar la guerra santa contra el lugar común de nada el amor viejo por el viejo arnold schoenberg
Siguiendo la línea anterior de lo que podríamos llamar una "crónica íntima", Cisneros se lanza en una reflexión poética hacia los íconos más representativos de la política y la ideología de la época. Es el poema en el cual más claramente se notan las críticas sobre los ensueños de su juventud y de su generación. El poeta se da cuenta de los cambios y de las incertidumbres del mundo, y pasea por los recuerdos más personales y colectivos, responsables por la formación del hombre contemporáneo. Este poema de analogías tan armónicas y melódicas, como sería una canción o un bolero de Armando Manzanero, tiene un tono bastante más suave y confesional. Su "Arte Poética 3" se mueve entre el estilo epistolar y las meditaciones más prosaicas a la vez que reflexivas, como en un diario.
El poeta sufre el vértigo de quien mira hacia atrás. Esta mirada que busca el pasado tanto personal como estético (y nuevamente colectivo), permite un matiz melancólico que no es muy común en sus composiciones. Se trata de un poema collage, donde cada conjunto de versos se va uniendo al anterior por la musicalidad y por la reflexión nostálgica. La resonancia de los versos del compositor mexicano Armando Manzanero se escucha ahora desde la voz lírica de Antonio Cisneros, en un mestizaje intertextual que hibridiza y descaracteriza los límites de autoría.
Al final del último verso citado, Cisneros pasa del nivel más popular a un nivel más erudito de la música, pues introduce la figura de Arnold Schoenberg (no en vano la presencia del creador del dodecafonismo "atonaliza" el poema y la otra vertiente musical aludida en él). A ambos compositores, sorprendentemente, les unen las letras minúsculas. Este recurso sígnico les iguala dentro del poema, como esferas distintas aunque igualmente participativas de sus memorias y gustos personales. De hecho, esta aparición musical refleja un rasgo de la poética cisneriana, que se mueve como un péndulo entre distancias aquí conectadas y puestas en complementariedad por la palabra poética. Así es con las oscilaciones del tiempo, que va de lo mítico o de la memoria al presente más vivo, como también vincula diferentes instancias culturales de lo popular y lo culto, o los registros de lo colectivo y lo individual, como vimos antes, y como volveremos a ver en este fragmento:
no es cosa de explicarse como mann o la muerte en venecia "así a la tarantella del café dejé dormir al crítico que yo era" sólo que ya no hay lenin ni martí que puedan devolverme la casa de ayacucho (no esa casa) y los ojos tranquilos los libros son adobes de una torre que nunca edifiqué tu peaux lire en francais in english too a gran velocidad en castellano mas ya no hay corazón que aguante a robert lowell ni hay más hígado libre qué mal le fue a vallejo y sin embargo creía (y su buen poco) en "las auroras rojas de los pueblos" ahora a cada almuerzo me negocian con mi tribu y mis animalitos como al canal de suez los votos de la onu los cohetes de combate el puerto de hong kong
La reflexión del poeta se encamina ahora hacia los íconos más representativos de la realidad política e ideológica de América Latina. La voz poética afirma que "ya no hay lenin ni martí que puedan devolverme la casa de ayacucho [...] y los ojos tranquilos". Las certezas del inicio de la generación poética de Cisneros, la de los años 60, ya no le sirven de base y utopía. Todas las dudas en cuanto a la política tanto local como mundial expresadas en los versos anteriores ya no pueden permitir "los ojos tranquilos". El poeta se da cuenta de los cambios y de las incertidumbres del mundo, y pasea por sus recuerdos uniendo lo personal y lo colectivo que se forjaron como base ontológica del hombre latinoamericano.
La decepción y la melancolía configuran el tono fundamental de todo el poema. No obstante, en los últimos versos que serán citados a seguir, el yo poético retorna al verso de Armando Manzanero -sin ningún aviso previo al lector y desde luego contando con su total complicidad-, lo que vuelve a incluir aquel matiz irónico y desenfadado que le es propio, sin que con esto se pierda el hilo reflexivo que venía tejiendo:
esta tarde vi llover vi gente correr y no estabas tú y si a usted no le importa un carajo / no escribo para usted soy yo quien sembró el árbol tuvo el hijo escribió el libro y todo lo vi arder cien años antes del tiempo convenido.
En un claro diálogo con Baudelaire (con su "hipócrita lector"), Cisneros afirma que "no escribo para usted". La formalidad del tratamiento "usted" contrasta con la palabra "carajo", de uso mucho más coloquial, además de añadir la simplicidad del vox populi que aparece luego en seguida, como cita ahora ya absorbida por el poema. El uso de las minúsculas ayuda a configurar el carácter híbrido de esta composición, que no distingue nada, y absorbe todas las voces sin prejuicios. Complementando lo dicho, afirma Julio Ortega (1996: 12) que en la poética de Cisneros "el hablante ya no es un exiliado interior ni uno exterior: desde el poema, está en el mundo; y desde este mundo, en todos los lenguajes que puedan decirlo en el poema."
Además de eso, precisamente por incluir variadas voces y registros, incluye fácilmente a todos los lectores que se ven descritos desde una u otra margen. Poética de ensamblajes, "registra la temperatura emotiva de la conciencia de vivir en esta parte del mundo. Y lo hace con la distinta y peculiar entonación de nuestras propias voces" (Ortega, 1996). A ella accedemos desde distintas condiciones, y en ella nos vemos reflejados en un fabuloso espejo ontológico. Su lectura es, claramente, una mirada in profundis de nuestra más amplia condición. En sintonía, afirma Julio Cortázar (1994: 67) que
la poesía tiene su historia militar, sus conquistas y sus batallas, el verbo es legión y carga, y la vida de todo hombre sensible a la palabra guarda en su memoria incontables cicatrices de esos profundos, indecibles arreglos de cuentas entre el ayer y el hoy, entre lo artificial y lo auténtico.
La última "Ars poeticae 4" forma parte de El libro de Dios y de los húngaros y, a pesar del título en latín, está compuesta en inglés. ¿Y por qué Cisneros la escribe en este idioma? Tal vez porque sea esta la lengua intermediaria en su relación tanto poética como personal establecida con los "otros". Este poema es, por lo tanto, el que más claramente nos pone en entredicho la cuestión de la identidad. En el triángulo formado entre poeta-libro-amigos, los premios son la confirmación de esta amistad en el primer momento del poema, para en el segundo tornarse su contradicción.
1 A man wants to publish a book to be loved by his friends. The book is published. A man wants to win a prize to be loved by his friends. The prize is won. 2 A man wants to lose the prize to be loved by his friends. A man wants to shut his mouth to be loved by his friends. 3 The prize is no forgotten, the book's still on sale.
En "Ars poeticae 4" oímos claramente la voz de Antonio Cisneros, quien se quedó más de una década sin publicar nada de poesía. Por otro lado, se puede pensar también que este callarse es un recurso para conquistar el amor de sus amigos, debido al hecho de que su obra irónica y transgresora pueda sentirse, muchas veces, como algo chocante y agresivo.
Lo que sí importa es que este idioma intermediario (el inglés), alcanza el otro más distante, tal vez con mayor profundidad, tal vez como un último pedido a ser escuchado. Podría ser un canto de cisne, un rogar por reconocimiento, o una gran ironía de la alteridad. De cualquier forma, este recorrido trazado por sus cuatro "Arte Poéticas" nos muestra el largo camino de la tradición estética e ideológica de las cuales ha participado, en constante diálogo, crítico y consciente. El paseo por estos cuatro poemas, que tienen en común el hecho de que son reflexiones en verso o meditaciones poéticas, permite una visión bastante amplia de la obra literaria de Antonio Cisneros, de sus planteamientos, homenajes y parodias; de sus apropiaciones y diálogos, en fin, de su fina ironía y de su sentido trasgresor de la realidad poética e identitaria de América Latina.
En todos estos contextos, la naturaleza o los objetos, es decir, el mundo concreto y perceptible, están siempre en diálogo con la voz poética, en un movimiento pendular que oscila entre lo interior y lo exterior, entre lo conceptual y lo sensorial, entre lo privado y lo colectivo. Antonio Cisneros hace de los objetos el otro de su yo poético, el otro para la formación de una conciencia propia. Su escritura lírica se vuelve el espacio dialógico entre el yo y el otro, marcada por una asimilación que pone en obligatorio diálogo a objetos, lugares y discursos históricos, y donde el mundo exterior adquiere autonomía y sentido propios, haciéndose sujetos en este mismo diálogo. De este mundo exterior se puede destacar la ciudad, que testimonia la vida privada y familiar del poeta, a la vez que la absorbe y colectiviza. Y de ninguna manera intenta amenizar esta tensión, más bien al contrario, se deja traspasar por ella, enfatizándola. En un comentario sobre Canto ceremonial contra un oso hormiguero, Cisneros (1990: 09) afirma:
Necesitaba un espacio donde se reunieran los datos del alma y del cuerpo. El hígado, el corazón y la cabeza. La historia doméstica, la historia de la colectividad. Creo que en una buena medida lo logré. El lenguaje se bambolea entre la solemnidad y la jerga, en medio de un optimismo socarrón. Así transcurrían mis días en la vida real.
Entre la absorción de la realidad circundante y la reflexión ensayística se encuentra la palabra poética. Como ha dicho Baudelaire, "el poeta pinta lo sorprendente de las cosas", produce la arquitectura invisible del pensamiento, disponiendo a través de los versos las imágenes de sus percepciones.
Recreador de paisajes humanos y pintor de imágenes plásticas, de extremada visualidad, Antonio Cisneros se despega de la realidad local a través de la colectivización de sus idiosincrasias, y se sumerge en la belleza que hay tanto en lo más sutil como en lo más grotesco, para a partir de ella extraer el material de su poesía-crónica-ensayo. De hecho, la poética de Cisneros es una experiencia radical de nuestro tiempo, de nuestra condición y, por otro lado, una osada invitación de reconstrucción estética e ideológica de nosotros mismos.
Autor de poemas polifónicos, este poeta peruano abre espacio para que entren en su obra una multiplicidad de conciencias-voces, lo que posibilita el desplazamiento del yo lírico a través de la diversidad que subyace en la formación histórica y mítica peruana. Si en un primer momento, con su tercer libro Comentarios reales, se muestra claramente insatisfecho con el peso de ese pasado, y la trasgresión de todos los mitos se presenta como única salida posible para el desarrollo de este imaginario peruano aún tan preso a las mallas de los traumas, en las próximas obras la palabra poética antes tan envuelta en agresividad se tornará, cada vez más, irónica y relativizadora, y ahora ya no sólo del pasado y sus mitos, sino de la propia visión del poeta sobre todo. En este sentido, pasa a absorber la duda y el miedo colectivos, para diluirlos en un nuevo magma recién descubierto: la relación dialógica con el otro, tanto estético como ideológico.
A partir de ahí, la poética cisneriana rompe las fronteras del Perú y se mezcla, antropofágicamente, a las realidades de otras fronteras. El primer derrumbe agresivo y casi adolescente se vuelve, cada vez más, la reflexión crítica del hombre más maduro, pero sin nunca abandonar esta "poética de la identidad", que vuelve su mirada hacia el pasado, pero ahora ya definitivamente marcada por los ojos del hombre contemporáneo. Sin embargo, a esta visión realista se suma la visión poética que, al negar el pasado lo reafirma en un sentido nuevo: cada negación es un intento de adaptarlo a las urgencias mundiales del imparable proceso de globalización. Si negar el pasado es negarse a sí mismo, vivir en él supone, por otro lado, vivir encarcelado en la memoria, otra posible forma de negación. La cuestión de la identidad, en esta poética, es la que se pregunta: "¿cómo no traicionar a uno mismo, cómo no perdernos en las trampas del otro, ya que este otrotanto puede ser el presente como el mismo pasado?" Porque hoy estamos en el "entre-lugar", en la frontera, sin que seamos ya el Imperio Inca, y tampoco el ciudadano de la aldea global .
El escenario sobre el cual se funda la palabra poética de Antonio Cisneros es el de la ironía, siempre un terreno movedizo. Este recurso se vuelve el instrumento de abertura y de relajación que le permitirá una "acción" poética sobre dichas cuestiones. Los versos afilados por la ironía pretenden herir toda linealidad y toda cotidianidad preestablecidas y anquilosadas. En el drama irónico de Cisneros brillan la visualidad y la reflexión, en la formación de poemas-pinturas que se entrecruzan con poemas-ensayos, concediendo a la poesía no sólo una interferencia estética sino también político-ideológica.
Así, lo que vemos en su obra, desenvolviéndose como hilos de un mismo ovillo, son planteamientos históricos diacrónicos y tentativas sincrónicas de entendimiento de un sujeto lírico e histórico que tanto presenta la información como se posiciona frente a ella de forma crítica, aunque esta evaluación es siempre ambigua, nada didáctica y tampoco ingenua. Pero este "teatro de la ironía" depende mayormente del lector. Si él no la comprende y se vuelve cómplice y actor del drama poético, de la misma manera que el autor, la poesía se petrifica y se deshace en un hermetismo sin sentido. Poeta y lector se tienen que complementar en una interlocución que tiene un blanco muy claro: la crítica histórica, estética e ideológica.
La poética cisneriana, como toda gran poética, nos insta a recorrer toda una vía ontológica a través de su lectura: en ella nos descubrimos a nosotros mismos como seres históricos. La pregunta por el ser americano incluye planteamientos estéticos, históricos e identitarios. De hecho, mucho más que un resultado de tantos conflictos, se trata de una obra desafiadora y osada. En lugar de aceptarlos y de lamentarse por ellos, Antonio Cisneros quiere enfrentarlos con la única arma de que dispone: la palabra poética. Parece coincidir con Octavio Paz, cuando éste afirma, en El laberinto de la soledad, que "la historia tiene la realidad atroz de una pesadilla; la grandeza del hombre consiste en hacer obras hermosas y durables con la sustancia real de esa pesadilla."
Referencias bibliográficas
* Diana Araujo Pereira (Río de Janeiro, 1972) se ha doctorado en literaturas hispánicas por la Universidad Federal de Río de Janeiro, en convenio con la Universidad de Sevilla. Actualmente es profesora e investigadora de posdoctorado en la misma universidad de Brasil. Es traductora y poeta (Otras palabras-Outras palavras, RJ: 7letras, 2008). Ha colaborado con poemas, crítica y traducciones en diversas publicaciones (www.lagioconda.art.br, www.revista.doc, Revistas Cult, Sibila, Poesia Sempre, Et cetera, K Jornal de Crítica). Ha organizado el libro Palabras en ristre: reflexiones literarias de la Guerra Civil Española (RJ: Faculdade de Letras UFRJ, 2009), y con Mariluci Guberman el volumen de ensayos Provocações da Cidade (RJ: Faculdade de Letras UFRJ, 2009).