07 jul (Perú.21)
Ciertos narradores de calidad promedio han convertido un tema francamente menor (narradores limeños y/o urbanos vs. narradores andinos) en un lío de proporciones, no por la inteligencia que exponen sino por el deseo irresistible de hacer sentir su poder en los medios.
Ese es todo el asunto: lo que pretenden pasar por una gran polémica apenas nos revela su precaria percepción de país si uno tuviera que compararlos con el limeñísimo Julio Ramón Ribeyro o con los provincianos Mario Vargas Llosa y José María Arguedas, que han dejado libros memorables más allá de sus huellas geográficas.
La supuesta especialización excluyente delata asimismo incapacidad literaria y suspicaces asociaciones. No es casual que los señores hoy polemistas, por si se necesitara saberlo, manejan las páginas culturales de los principales diarios limeños y algunos espacios televisivos donde se citan unos a otros hablando en nombre de la cultura peruana cuando sólo se representan a sí mismos. Por eso Miguel Gutiérrez, de lejos mejor novelista que los polemistas, ha aludido a una secta.
Pero, ¿cuál es el fondo de su vigorosa polémica? No existe. Ya que uno de ellos sostiene, tal vez razonablemente, que los narradores andinos no muestran la calidad de Arguedas y Alegría, ¿cuál de los narradores urbanos que cita, incluyéndolo, está a la altura de Vargas Llosa, Ribeyro y Bryce? Ninguno. Entonces para qué tanto ruido. Para sacarle lustre a su medianía.