18 jul (Perú.21) Hasta que a Fernando Ampuero le salió el acusete que ya estábamos previendo, como antes lo había hecho Mirko Lauer en un programa televisivo, porque no pudo descalificar de otra manera a Miguel Gutiérrez.
Para colmo, lo apoya un escudero (Alonso Alegría) que incluso desconoce que las broncas literarias son norma aquí y en el extranjero, sacando pechito porque sus amigos agotan ediciones de doscientos ejemplares, mientras que Miguel Gutiérrez lleva varios miles vendidos de La violencia del tiempo y Oswaldo Reynoso ha olvidado cuántas ediciones de Los inocentes ha vendido solamente en colegios. El lío doméstico merece otra explicación. A pesar del desopinado Alegría y de los vaticinios de Lauer (entrevista echadaza de Marcel Velásquez en Ajos&zafiros No.3/4,2002), de que los escritores provincianos y la provincia están casi en extinción, en los últimos diez años se han organizado seis encuentros regionales, con ferias de libros de edición local y ventas más voluminosas que las de Alfredo Bryce en Wong.
En Cusco, narradores como Mario Guevara venden libros bilingües (español/inglés) en el aeropuerto y en hoteles de turistas, mientras que la editorial de la Universidad de San Marcos concentra su mercado en el interior del país, donde no han entrado los regios. Pero esto no debe llevar a autores como Zein Zorrilla, Luis Nieto y al sorprendente chalaco-andino Dante Castro a levantar ghettos como la secta de Ampuero. En la década del 30 del siglo pasado, Mariátegui reclamaba una escritura con visión de país, Gamaliel Churata sugería un discurso "híbrido",y Arguedas el de "todas las sangres".Es la tradición que hemos recogido del grupo Narración, en los años 60, y de Hora Zero, en los 70, con el "poema integral". Entonces, es frívolo que resentimiento y narcisismo expliquen que los "andinos" exijan derecho de piso en las páginas controladas por los regios. Resentido es quien cree que Jorge Pimentel digita a su hijo, Jerónimo, cuando este comenta divertidamente (Caretas, 26 de mayo) las aberraciones poéticas de Ampuero; y narcisista quien afirma que alguien se muere por recibir un acróstico suyo (Somos,25 de junio). Al estupendo poeta fundador de Hora Zero lo llamamos loco, pero masoquista no es.
En lo personal, las catacumbas donde habito son mi trabajo diario y puntuales publicaciones en Venezuela (una antología sobre HZ preparada con Roberto Bolaño) y en Inglaterra (la traducción de Cementerio general, por David Tipton y Allita Kelley). No escribo artículos porque fui vetado en el diario La República (adivinen por quién) por intentar responder a Abelardo Oquendo. Después, pretendí colaborar en un semanario, pero su editor, un amigo mío, me recriminó por teléfono: "Para qué te peleas con Ampuero, pues". Para darle una idea de cómo me encanta el polvo del olvido,le diré que hace poco me autoexcluí de una antología prologada por Raúl Zurita (La letra en que nació la pena) por no compartir páginas con sectarios de todo pelaje, incluidos allí, como lo reconoce Mauricio Medo; y decliné (también Pimentel) a la invitación del decano de la Facultad de Literatura de la Universidad de Guadalajara, Dante Medina, de viajar a la feria de esa ciudad. ¿Pero por qué el 'chauchiller' de las letras peruanas, Alonso Ruiz Rosas, no invitó a Verástegui, a quien Ampuero considera su amigo, y a Zurita, un gran poeta? Por vendetta y racismo.
César Vallejo decía que la vida es más importante que el arte, pero cómo explicarles a los regios que su obra, de calidad "ahí nomás", nunca saldrá de las fronteras, como el vals. ¡Y órale, mis muchachitos, nos vamos todos a Guadalajara!