Para los escritores peruanos, todo tiempo pasado fue peor
Por: Yolanda Vaccaro
"Dicen que para los viejos todo tiempo pasado fue mejor. Yo creo que en el ejercicio de la literatura, para los peruanos todo tiempo pasado fue peor. Descubrir la vocación literaria en el Perú de los años 50 era descubrir un páramo. No digo que hoy los escritores jóvenes tengan una vida fácil pero antes la situación era profundamente desmoralizadora porque afectaba a la esencia misma de la vocación". Así lo apuntó ayer Mario Vargas Llosa al inaugurar el Primer Congreso Internacional de Narrativa Peruana que, hasta el próximo viernes, reúne en la Casa de América de Madrid a casi 40 escritores peruanos residentes en Perú, España y otros países. Vargas Llosa dedicó su disertación a comparar la situación de la literatura peruana de los años 50 y 60 con la literatura que se empieza a producir a partir de la década de los 70. Según resalta, en contenido, los escritores peruanos de los 50 y 60 estaban más preocupados por su calificación como escritores telúricos o evadidos: "A algunos escritores obscenamente jóvenes les sorprenderán los temas que nos llevaban a polemizar en los años 50, como el de la evasión y el arraigo. Había que decidir si queríamos ser un escritor telúrico para dar una identidad cultural a nuestro país, o un escritor evadido, una palabra que se usaba para descalificar literaria y moralmente. Evadido era el que escribía de cosas intemporales, literatura fantástica por ejemplo, sin repercusión sobre el presente. Recuerdo haber tenido un verdadero desgarramiento frente a este problema. Yo no era ni evadido ni telúrico. Siempre he sido realista".
"Otro tema central entonces --recuerda Vargas Llosa-- era la utilidad de la literatura. ¿Tiene efectos sobre la vida, la historia? ¿Había que hacer política desde la literatura? Estos temas han desaparecido en Latinoamérica. Creo que los escritores de las nuevas generaciones han aprendido mucho y ya no tienen esas visiones estereotipadas sobre el hecho literario. Un escritor hoy conoce la importancia que tiene la forma. La forma es donde se decide todo. La literatura sí tiene efectos sobre la vida pero no se pueden planificar, prever y mucho menos medir objetivamente. Ningún escritor joven cree ingenuamente hoy que con una narración se puede revolucionar la realidad, como creíamos en los años 50". El tema moral, resalta el escritor, "ya no es un problema, como sí lo era en los años 50".En este marco Vargas Llosa apunta un "ejemplo dramático, terrible: el de José María Arguedas. Él trató hasta el final trágico de ser puro, algo que lo llevó a unos desgarramientos atroces y creo que sacrificó su vocación literaria". lll "El suplemento El Dominical de El Comercio era fundamental para los escritores jóvenes. Allí podían tener la satisfacción de verse impresos porque todos los domingos publicaba en primera página un cuento. Era la tribuna a la que aspiraba llegar un escritor peruano joven. Cuando me publicaron un cuento que se llamaba "El Abuelo", yo no cabía dentro de mi cuerpo de la vanidad. Tenía la sensación de que ya era un escritor, había llegado a lo máximo a lo que podía aspirar un autor: publicar en El Dominical. Abelardo Oquendo, que dirigía la parte literaria, había decidido que uno era escritor".