Hace poco, Perú21 publicó un extenso texto de Miguel Gutiérrez sobre el Congreso de Narradores Peruanos en Madrid. A propósito del congreso, quisiera recordar aquí la generosidad y buen criterio de Jorge Eduardo Benavides y Mario Suárez, dos de sus organizadores,y la calidad de muchas de las ponencias que se presentaron.
En un pasaje de su texto, Miguel afirma que en el Congreso hubo "algún escritor" que se limitó a presentar su última novela. Que un escritor hable de su trabajo en un congreso de escritores no es extraño. Ocurre en todoslos congresos internacionales. Si hay algo que los escritores estamos autorizados a compartir es aspectos generales de nuestro trabajo (las fuentes, los procesos de escritura, la conversión de personajes de carne y hueso en ficticios, etc.). Los escritores no somos necesariamente estudiosos de la literatura, capaces de hacer análisis o panoramas literarios. En algunos casos, podemos afrontar esa tarea pero no siempre es lo nuestro. En los congresos de antropólogos o historiadores o músicos, por hacer un paralelo, todos comparten siempre aspectos de sus investigaciones, proyectos y obras.
En otro pasaje, Miguel afirma que en el Perú existe una secta hegemónica, que impide la difusión de los escritores "andinos". La acusación es insólita. La existencia de una secta supondría una conjura sincronizada entre escritores, periodistas, editores y directores de diarios, editores de libros -en confabulación permanente-contra los escritores andinos. Cabe agregar que la hipotética secta debe ser muy inútil, pues los medios mencionan y reseñan obras de Miguel y de otros muchos escritores. La única secta real que existió aquí fue la de la revista Narración, que juzgaba y condenaba escritores en base a su supuesta ideología.
Aunque reconoce que el Perú es diverso y que ha dado obras buenas, mediocres y malas, al final de su texto Gutiérrez declara/'estoy por el desarrollo y el esplendor de la literatura andina". ¿Y por qué solo por la literatura andina? ¿No podríamos "estar" también por la literatura de los pueblos selváticos y costeños? ¿Y por novelas nacida de la variedad de habitantes de Lima y otras urbes? ¿Y no deberíamos esperar también el desarrollo y el esplendor de obras fantásticas, de ciencia ficción, novelas de atmósferas privadas, prosas poéticas, novelas policiales, obras históricas? ¿Y qué de la literatura escrita por exilados? Declararse a favor de un único tipo de literatura es construir una trinchera en un campo de batalla inexistente. Las palabras de un buen libro se quedan grabadas en los corazones de sus lectores, vengan de donde vengan. Una novela, cuento o poema bien logrado es un organismo vivo cuyos rayos nos iluminan siempre. Debemos "estar" pues solo por la buena literatura, la que surge de la soledad esencial de sus creadores. De lo contrario, corremos el riesgo, entonces sí, de caer en una visión sectaria, y habremos perdido, en realidad, toda esperanza.