Pachacutec: El último estadista

Por Mario Suárez Simich *
(Madrid. España)

A finales del siglo XIV las diferentes culturas desarrolladas a lo largo del tiempo en lo que ahora es el territorio peruano se habían organizado políticamente en pequeños señoríos, confederaciones y reinos que como forma de estado coexistían de manera indistinta en la amplia y compleja geografía. El concepto de territorio y los criterios para la expansión del mismo estaban limitados a determinados pisos ecológicos y a la barrera natural que son los Andes en relación a la costa y la selva, lo que refleja un entendimiento parcial de la totalidad territorial.

La aparición de un nuevo concepto de estado que supera estos criterios de regionalidad y opta por un criterio de continentalidad empieza a gestarse a principio del siglo XV; aproximadamente 120 años después, al morir Huaina Capac Inca, los quechuas habían forjado el único imperio al sur de la línea ecuatorial, que se extendía a lo largo de lo que hoy en día es el Perú, Bolivia, Ecuador y el norte de Argentina y Chile articulando política y económicamente casi toda la América del sur.

La revolución de Pachacutec Inca: la complementariedad

INCA PACHACUTEC

¿Cómo un pequeño señorío situado en el corazón de los Andes pudo lograr este desarrollo? Quinientos años después, los historiadores empiezan a comprender la revolución iniciada por un joven príncipe cusqueño que logró formar un estado que en muchos niveles fue superior al estado colonial español y al estado peruano del siglo XIX a la actualidad. María Rostworowski en el prefacio dedicado a Pachacutec en sus obras completas, sostiene lo siguiente:

"Los Andinos, y con esta expresión me refiero a los habitantes de la costa, sierra y selva, viven en entornos geográficos distintos pero que se complementan entre sí: se necesitan y a la vez se rechazan por sus diferencias. Extrañas circunstancias afectadas por el medioambiente que dificulta la integración."

Pachacutec comprendió e hizo comprender a su pueblo que esa complementariedad existente era la piedra de toque para transformar un señorío en un imperio. Este principio se vuelve razón de estado y cobra realidad en política. Esto hace que el Inca trascienda de político a estadista. A partir de ese momento sus acciones se desencadenan con un sentido y son un ejemplo no seguido en su momento por los españoles y en la actualidad por gobernantes peruanos.

Los Andes como columna vertebral de América

En la América de hoy ya nadie parece recordar una de sus constantes históricas iniciada por Pachacutec con sus conquistas de expansión y que siguieron los incas que le sucedieron en el gobierno: dominar el eje geográfico andino que va del lago Titicaca a Quito en su versión continental y que en el contexto del territorio peruano, va de Cusco a Cajamarca. En ese eje se libró la guerra de la independencia con las batallas de Junín y Ayacucho. Fue también el escenario de la heroica resistencia contra el invasor chileno en la Campaña de La Breña. Fue asimismo el teatro que escogió Abimael Guzmán para la guerra de Sendero Luminoso en los años 80. Quien logre dominar este eje domina el continente o domina el Perú. Pero Pachacutec comprendió que para mantener ese dominio era necesario crear una infraestructura, de esa necesidad surgen los llamados "caminos del Inca". Todos los cronistas coinciden en describir esos caminos como grandes obras de ingeniería y hasta algunos reconocen que eran mejores que los construidos por el imperio español en Europa. Buscar la complementariedad implica, en términos económicos, un intercambio; el intercambio sólo es viable por caminos y los caminos significan integración.

En el Perú de hoy existe una moderna autopista que sale de Lima para ir a las playas del sur y la carretera que la une con el centro del país, que es la zona que suministra los productos agrícolas indispensables, se encuentra en un estado lamentable. Desde esta perspectiva podemos comprender lo alejado que estaba de la realidad un político como Fernando Belaúnde Terry quien proponía una carretera marginal hacia la selva en una época donde la red viaria andina era más deficiente aún que la actual.

Ya en pleno siglo XXI el estado peruano, a diferencia del Inca, no domina total y eficientemente su territorio; hay ciudades, como Iquitos, a la que sólo se puede llegar en avión o lugares de la serranía de Lima, distante a unos 150 ó 200 kilómetros de la cuidad, a los que llegar significa un viaje de 5 o más horas. Desde Pachacutec a la fecha, ningún gobierno se ha planteado nunca construir una eficiente red viaria que una el Lago Titicaca con Cajamarca.

El imperio, un mérito de sus culturas

Maria Rostworowski

La anterior cita de Rostworowski es clara en el sentido de concebir como totalidad andina a todas las culturas que gestaron en el gran ámbito geográfico peruano y está destina a zanjar esa visión etnocentrista quechua que reduce el levantamiento del imperio sólo a este pueblo o por extensión a los que sólo se desarrollaron en las serranías peruanas. El historiador Jorge Basadre hace una aclaración semejante en su libro La multitud, la ciudad y el campo:

"Los incas no inventaron nada nuevo, su mérito reside en haber adaptado los conocimientos logrados por otras culturas a las dimensiones de un Estado".

A lo largo de su historia, determinados sectores de la sociedad peruana han fomentado políticas tendentes a enfrentar, para mantener divididos, a los habitantes de las consideradas tres regiones naturales: costa, sierra y selva. Los más recientes hallazgos arqueológicos como el de Caral apuntan a una línea más larga en la continuidad cultural e histórica peruana y cuestionan antiguos criterios de supremacía de una región sobre otra. Pachacutec como estadista supo encontrar, priorizar y ejecutar las medidas necesarias para transformar una realidad tan compleja como la de América del Sur. Como político se "apropió" de las soluciones culturales de otros pueblos y se las arrogó al suyo apelando al antiguo y universal derecho de conquista. Resulta imposible pensar que la cultura Inca se haya levantado sin la influencia de los Mochica-Chimú, Nasca, Paracas, Huarí o Colla. Estas soluciones, estamos descubriendo, son una creación colectiva de todas las civilizaciones prehispánicas; una prueba histórica de que fue y es posible vencer un medioambiente hostil y lograr la integración de todas sus regiones a pesar de su diversidad. En palabras de María Rostworowski:

"El profundizar en la historia costeña me permitió comprender el ande, puesto que la costa, la sierra y la selva forman un todo geográfico, diferente entre sí, que se rechaza y a la vez se complementa y necesita por su diversidad".

Quinientos años después de la fundación del estado Inca, han pasado por las páginas de la historia peruana muchos políticos que no han sido capaces de refundar la nación partiendo de objetivos nacionales que tengan como fin, desde una perspectiva moderna, una solución viable para integrar a sus habitantes y al país a la Historia con mayúsculas. De todas las desgracias que padece el Perú, la peor de ellas es su clase dirigente. Se hace entonces evidente decir que el último estadista peruano y de América del Sur fue Pachacutec Inca.

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Citas (*)




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15 de julio de 2006

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