La salsa llegó,
la salsa llegó,
para ti salsero.
(estribillo de la canción "La salsa llegó",
del grupo colombiano Alfa 8)
La salsa llegó y se quedó, está aquí en Madrid, donde, si se cuentan las grandes y medianas discotecas de toda la Comunidad y se le añaden los innumerables sitios pequeños, generalmente lugares de concentración de comunidades nacionales dominicanas, colombianas, peruanas, ecuatorianas etc. (con la excepción de mi comunidad, la cubana, que es la única que no se reúne, por problemas políticos), si reunimos, repito, los sitios de todos los tamaños, hay más de cien. En Leganés, por ejemplo, donde vivo, hay seis discotecas de salsa en la plaza de toros La Cubierta y una a menos de doscientos metros de dicha plaza. Y a las seis de la mañana de viernes, sábados y domingos, a muy pocos metros de la plaza, abre uno de esos sitios conocidos como after hours, para los salseros resacosos e insomnes.
Hay un boom de salsa en España en general y en Madrid en particular, pero, ¿cómo llegó la salsa a la capital del país?. Cuando yo arribé a esta ciudad a finales de 1995, esta fiebre ya estaba instalada y había contagiado a muchos madrileños. La gente iba a clases y después salían a bailar. Mi primera visita fue a un lugar que ya no existe llamado Sugar (el local es ahora un restaurante mexicano, en el elitista barrio de Salamanca). Ahí me encontré con un cubano al que le traía cartas de su familia y me invitó a pasar por otro sitio, Ozona Disco.
Después fueron cerrando algunas discotecas y abriéndose otras. Las que se abrían lo hacían con un ritmo de crecimiento mayor que las que cerraban, por lo que cada vez había más. En estos momentos, si pensamos en discotecas grandes en Madrid ciudad, con capacidad para varios cientos de bailadores, podemos mencionar a la que en estos instantes es la más antigua de Madrid, la ya citada Ozona Disco, junto con Azúcar, Tropical House, Randall y Cats (únicamente domingos y martes, el resto de noches están dedicadas a otros bailes). En las ciudades de los alrededores, el lugar más grande probablemente sea La Antigua, en Alcalá de Henares, una ciudad suficientemente poblada como para que tenga sentido apostar por un local de estas dimensiones.
Después hay sitios medianos, bastante cosmopolitas, entre los que destacan Parche, Jala-jala, Fantasy, Juanchito, New Family, Boogaloo (San Fernando de Henares), Casco Antiguo (Alcalá de Henares), Salsabor (Móstoles) y La Cubana (Alcorcón). De las decenas y decenas de lugares pequeños, a veces un bar con un mínimo espacio para bailar, no voy a mencionar nombres, pero los barrios en los que se han asentado grandes masas de latinoamericanos, están llenos de ellos. Cuatro Caminos es el ejemplo más claro, pero la zona de Oporto también alberga varios.
Ante esta avalancha de lugares para bailar que sobreviven, evidentemente, porque hay público para ellos (latinoamericano y español), surge la inquietud de saber cómo y cuándo llegó la salsa a Madrid. Mis indagaciones no me han permitido responder categóricamente la pregunta.
Evidentemente parece haber sido una cosa de muy poco a poco. Yo recuerdo a principios de los años 80, que la orquesta Los Van Van, la más popular con diferencia en Cuba, vino de visita a España. Cuando regresó, se comentó mucho en La Habana que no había gustado, que habían dado conciertos en lugares con muy poco público y que en general no habían logrado un espacio en Madrid. Actualmente, cada vez que Los Van Van vienen, arrasan.
Cuando presiono a los ahora fanáticos de la salsa para que me digan cuál es su primer recuerdo de esta música, obtengo una respuesta unánime: la canción Ojalá que llueva café. El gran músico dominicano Juan Luis Guerra nos regaló ese himno por 1990, en un disco del mismo nombre. El genial quisqueyano tiene la facultad de gustarle hasta a aquellos que confiesan que no les gusta el merengue. No sé si el propio Juan Luis habrá venido entonces de gira a España (sé que lo ha hecho con posterioridad), pero más o menos por esa época empezaron a venir músicos de más o menos renombre en el universo salsero y lograron llenar los sitios.
Buscando información por aquí y por allá he encontrado un concierto que puede ser el primer gran evento de salsa en esta ciudad con amplio respaldo de público. El 30 de marzo de 1991, varios músicos llenaron el Palacio de los Deportes de la Comunidad. Fueron ellos las hermanas merengueras dominicanas Milly y Joselyn Quezada con su grupo Los Vecinos, Roberto Torres y su orquesta, Raphy Leavitt y La Selecta, Johnny Pacheco con Héctor Casanova y el Gran Combo de Puerto Rico. Por esa misma época Gilberto Santa Rosa dio un concierto que es muy recordado por todos los asistentes. Desgraciadamente para mí, la única vez que lo vi en vivo me llevé una decepción tan grande que probablemente no vuelva a intentarlo de nuevo.
El resultado de conciertos como esos, fue la proliferación de lugares para bailar esa música. Parking, Mogador, Vaivén, Salsipuedes (en el mismo local se encuentra ahora, después de una temporada dedicada a otras músicas, la discoteca Jala-jala, Caché, El Café del Mercado, Caribe Plaza y otros que han dado paso a los sitios actuales, paso que como se ve, a veces ocurre hasta en el mismo inmueble.
¿Quedamos entonces en que Juan Luis Guerra tiene una gran parte de divina culpa en la expansión del virus salsero? Tal vez es una conclusión injusta con quienes le precedieron en la cocción de un guiso con salsa picante y sabrosa, pero sirva su nombre como símbolo unificador al que agradecer que los latinoamericanos podamos conservar parte de nuestra cultura, mientras intentamos abrirnos paso lejos de nuestras raíces; y también que muchos españoles hayan caído rendidos ante el cocinado con punto de sal y especias más sabroso que pies humanos hayan bailado: LA SALSA.