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López Obrador ha considerado que se le ha usurpado la presidencia, y para denunciarlo utiliza palabras demasiado gruesas como "golpe de Estado". No hay nada en la decisión del Tribunal Electoral para mantener esa tesis, ni el recurso se ha ganado porque uno u otro tuviera mejores abogados o estrategia, como le ocurrió a Bush frente a Kerry en 2004. Su idea de una protesta permanente y un Gobierno paralelo sostenido en una discutible indignación popular no es viable. Lo que debe hacer es reconocer la derrota y dedicar sus energías a que el PRD influya desde el Congreso sobre unas políticas que deben hacer de la lucha contra la desigualdad social una prioridad.