Son escasos los poetas que se permiten el lujo de desafiar al tiempo como ocurre con Carlos Oquendo de Amat ( Puno 1905 - Navacerrada, España 1936) quien ha alcanzado este año su primer centenario. En cuanto a su breve obra compuesta por un sólo libro " 5 metros de poemas" que contiene escasamente dieciocho composiciones poéticas, (aparte se conocen algunos otros poemas más desparramados por revistas, diarios y olvidos), se ha mantenido incólume a lo largo de 80 años, que se cumplirán el próximo 2007. Todo parece indicar que la permanencia del poeta y su obra seguirá en la memoria no sólo de los peruanos, Oquendo hace ya tiempo que ha alcanzado la internacionalidad, lo demuestran las traducciones y, sobre todo, las continuas reediciones del mencionado libro que en los últimos diez años han sido más numerosas que en anteriores.
Por lo general tras la desaparición de un escritor, poeta, artista, cae sobre su recuerdo un telón de silencio. Se produce un vacío temporal de difícil cálculo en cuanto a su duración. Raro es el que después de su muerte sigue intacto en la memoria colectiva como si nada hubiese pasado. Con Oquendo ese silencio fue prolongado. Se le citaba muy de pasada, aparecían uno o dos poemas suyos en alguna antología y sus datos biográficos, casi siempre se citaban equivocadamente. Era todo un misterio. En los años cuarenta y cincuenta se podía oír mención de su nombre pero sin atinar a decir con claridad de quién se trataba, cuándo había nacido, dónde y cómo había muerto, todo esto se empezó a saber a finales de los años sesenta, cuando Mario Vargas LL., en su discurso al recibir el premio "Rómulo Gallegos" en Caracas lo cito como ejemplo de escritor apasionado, y alabó su emoción y pensamiento político.
A partir de esa bella mención realizada en Venezuela ya fue imposible olvidar el nombre de Oquendo. Y tras ese apellido sonoro resaltó el no menos atractivo título de su poemario. Así empezó a quebrarse esa costra de olvido que lo que estaba envolviendo y separando de la cotidianeidad literaria. Los artículos, las fotos, las biografías han ido formando una cadena luminosa que ha conseguido desterrar la oscuridad en que se mantuvo al poeta durante tres década por lo menos. En los últimos diez años la preocupación no sólo por conocer la diminuta obra del poeta sino también cómo fue su vida se ha multiplicado. En Lima, Madrid, Buenos Aires y otras ciudades se le ha recordado este año que se cumplían los cien años de su nacimiento y no se duda que con motivo de los 80 de su libro se produzcan actos similares.
Queda demostrado por lo tanto que no se necesita una obra extensa, que la cantidad no priva sobre la calidad, y que Oquendo emerge del silencio gracias, especialmente, a esos dieciocho poemas contenidos en su libro. Se ha especulado algo acerca de lo que hubiera podido hacer de haber vivido más tiempo, sobre todo, de haber podido vivir sin preocupaciones de salud y economía. Este tipo de especulación no ayuda en nada a la recuperación de la imagen del poeta o a la interpretación de su obra, es algo menor hasta casi frívolo. Lo real es que Oquendo pasó por la vida como un relámpago y dejó una huella con brillo que hasta ahora perdura.
Es muy válido preguntarse si la obra de este poeta tan tierna como emotiva coincide con su forma de vida. Un ramillete de flores frescas que transluce más que alegría admiración, emoción ingenua, magia, misterio, ternura. Mientras que su vida casi siempre ha sido presentada como una cadena de sacrificios, como el doloroso discurrir de interminables eslabones en los que está cincelado el hambre. Una vida que es la cara opuesta de esa rozagante poesía, de esa sucesión de imágenes a veces estrictamente cinematográficas, en otras deliciosamente irreales. ¿Precursor del realismo mágico? Tal vez, pero sobre todo continuador de esa caravana de emociones que fue la etapa del surrealismo y de muchos otros ismos. De ese fervor por la técnica, que en Oquendo se aprecia a través de su apasionamiento por la cinematografía.
Volviendo a esa extraña actitud, tal vez sólo capricho de yuxtaponer la obra sobre el poeta o el poeta sobre sus propios versos, el resultado obtenido da escalofríos, conturba si se mantiene la imagen del joven hambriento que vive gracias a las mínimas ayudas de sus amistades. Cómo un hombre que ve el desfile de días angustiosos, de tristeza sin pausa, de pobreza inconmensurable puede escribir esa delicia de poemas, hacer una magnifica selección de delicadezas con la que construir un mundo tan especial. Uno conociendo la vida del poeta y leyendo su obra, puede imaginar que los días sin pan distorsionan la realidad y llegan a dictar ditirambos maravillosos. Hasta decir que la inanición podría equivaler a la drogadicción, alejando al hambriento de su triste discurrir por la vida. Cuando lo que todos sabemos es que el hambre sólo conduce a la destrucción. Entonces la pregunta que surge es si Oquendo era un mago que convertía su doloroso vivir en delicioso juego casi infantil.
La imagen de un Oquendo atormentado por la miseria de los paupérrimos techos que lo cobijaban, encerrado en una soledad muda, transido por la tristeza de no poder culminar ninguno de sus deseos, que es la que se ha venido mostrando, no coincide con ese jardín musical y colorido de los veintitantos poemas salidos de su pluma. Corresponde más bien a la de un adolescente travieso que recorre todo el alfabeto una y un millón de veces para formar palabras que componga el rostro de la alegría, del placer, del ensueño. También podría ser que ese retrato de Oquendo no sea el válido, que haya otro Oquendo, un Oquendo que estaba escondido, agazapado detrás de escenas cinematográficas, de exaltadas exclamaciones de amor, de elucubraciones endeudadas por la colaboración de elíxires especiales. Y ese es más o menos el retrato que recientemente ha mostrado un libro cuyo escueto título es el de Oquendo a secas y su autor otro poeta llamado : Rodolfo Milla.
A pesar de las biografías que se han publicado, tras algunos ensayos aunque breves que se han escrito sobre su obra, y la ya considerable cifra de artículos ofreciendo visiones varias de poeta y poemas, todavía la geografía Oquendo presenta provincias en tinieblas o rincones como desconectados de la base de su difusa personalidad. Su raudo paso por el existir es el que recibe todas las culpas de ese desconocimiento. Hay como una prioridad para enfrentar más sy vida que su obra, parecería que una extraña pereza impidiera el surgimiento de ediciones críticas de su obra. Se sigue esperando con ansiedad el análisis crítico de los dieciocho poemas del libro, y los diez o tal vez doce dispersos en páginas perdidas de diarios y revistas.
De la perduración
En el
Tiempo.
Muchas veces cuando se recuerda no un poema sino un verso a los dos años de publicado surge la admiración. Han pasado más de setecientos días y esas palabras siguen aferradas a la memoria de todo un colectivo. La reverencia es mayor si no se trata de un verso sino de todo un poema o de todo un libro de poemas que, aunque no se recuerde verso a verso si se tiene en cuenta en su conjunto. Diez, veinte años para el recuerdo de un libro es muy de agradecer y se hace casi obligatorio establecer las causas por las que se mantiene en la memoria. Mucho mayor razón para sorprenderse muy gratamente por los ochenta años que va a cumplir 5 metros de poemas en 2007, y las perspectivas de vitalidad o mejor longevidad que lo rodean.
¿Maestría, magia, azar? Cuál es el motivo de la persistente existencia de un libro. Sin ninguna duda su calidad. La calidad que podríamos denominar maestría trae la magua, el azar, la buena suerte puede aparecer en algún momento, como también la suerte en forma negativa, pero luego esa extraña circunstancia queda arrinconada, pierde importancia y da paso exclusivamente al valor del libro. En el caso de Oquendo a la calidad de sus poemas. No hay colaboraciones extrañas, el tiempo se encarga de disolverlas si las hubiese habido, queda escuetamente la producción literaria ante los ojos y la sensibilidad del lector. Eso es lo que manda, lo que determina que una obra o un solo poema pueda trascender en el tiempo, Y a veces no sólo seguir discurriendo sino revigorizarse, alcanzar la aprobación o la admiración en grado superlativo.
Se puede aceptar que en la obra poética de Oquendo, como en toda obra sea en verso o en prosa, hay desniveles, unos poemas mejor que otros. Y yendo por ese camino llegar a la conclusión de que el soporte para la permanencia en el tiempo de 5 metros ... se halla en tres o cuatro de ese pequeño total que nos ofrece el vate puneño. "Madre", ejemplo de ternura. "Poema", la emoción del amor."New York" deleite visual y ritmo contagiado de cinematografía. Y "Poema del manicomio", confesión y confusión del provinciano ante la vitalidad de la urbe. Si cuatro poemas de un libro atraviesan la línea divisoria de dos siglos y se instalan en el más nuevo con aspecto de claras posibilidades de trascendencia hacia un futuro nada breve, se tiene que aceptar que es de calidad insoslayable.
De ninguna manera se puede dejar encerrado en un paréntesis como si se tratara de un cuarto oscuro, el hecho de que el autor del libro que nos ocupa haya escrito esos versos entre la adolescencia y la primera juventud. Nos encontramos con reflexiones propias de la madurez junto a deliciosos juegos con aspecto de ingenuidad. Oquendo hace conjugar la gravedad de algunos de sus poemas con el impresionante estallido de colores y emociones de otros que parecen rayos que no vienen del cielo hacia la tierra sino al revés. En ese conjunto poético que desde la distancia parece de una llamativa igualdad y que ya aproximando los cinco sentidos se empiezan a descubrir las diferencias, la diversidad de tendencias que maneja, podría hallarse la explicación de esa edad avanzada del octogenario libro.
El solo verso : "Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura", conmueve inevitablemente. Es la esencia del amor filial, es el hermoso agradecimiento de un hijo a su madre. Se le prefiere ante todos los demás, pero eso no impide que haya también ovación para el imaginativo : "Mary Pickford sube por la mirada del administrador" o los dinámicos y frenéticamente enamorados: " Mírame / que haces crecer la yerba de los prados". Son esos los poemas que se abren paso entre los años, como es a la vez el conjunto contenido en el libro el que avanza sin saber de pausas hacia el horizonte ilimitado.
Finalmente
Quién y cómo es
El poeta.
No hay muchos Oquendo de Amat pero tampoco se queda encerrado en una sola imagen. Las biografías y los muchos artículos que enfocan su personalidad nos muestran casi como una constante al joven prácticamente famélico que recorre Lima en busca de un techo bajo el que cobijarse. De acuerdo con manifestaciones de quienes vivieron en aquellos años y conocieron al poeta, todo fue penuria con breves interregnos en los que imperó el sentido del humor.
Para hacer el retrato de Oquendo no es conveniente guiarse por sus poemas, lo que se obtendría tras esa operación sería la figura de un hombre joven y sonriente, que vive un maravilloso sueño permanente, que ama la fantasía antes que la realidad, y que se permite el lujo de poder vivir dentro de un mundo muy particular. El mundo que le dictan sus sueños. Algo exquisito que resulta imposible para la inmensa mayoría por no decir para todos los seres humanos. Nos tenemos que guiar por las informaciones de gente de aquella época, por lecturas, versiones epistolares u hasta deducciones que surgen como consecuencia de versiones contrapuestas.
Dentro de ese esquema del hombre sufriente hay algunas variantes. El Oquendo de los años veinte no es el mismo que el de los años treinta. El primero podría considerarse blando, dulce, soñador, un ser que flota en el ambiente. El de los años treinta que ya casi no está dentro del mundo literario sino que pertenece a la vida política, aparece como un joven contumaz luchador. Un fervoroso creyente de ideología capaz de ayudar a mejorar la vida en general. Hombre valiente que no le teme sa la cárcel, a las tortitas, a ningún tipo de las vejaciones a que gente como él puede ser sometida, y que tuvo que pasar por esos duros trances sin que tal violencia mermara su contumacia.
Desde las palabras de Mario Vargas en Caracas, mostrando como ejemplo de escritor a un Oquendo a quien la desgracia no puede frenar su ímpetu de realizar su obra, nos hemos acostumbrado a ver esa imagen, tenemos como una fotografía de un muchacho delgado más que por naturaleza por el hambre, a un hombre que vive de ayudas de amigos. Que mal vive deambulando por las calles de Lima, y que alimenta su espíritu y sus ansias de conocer el mundo de la poesía yendo a las bibliotecas que antepone a los restaurantes, algo casi prohibitivo para él.
Hay un motivo por el que esa foto de Oquendo se hace borrosa o por el que es difícil captar su imagen con nitidez. Entre marzo de 1936 cuando muere y 1970, cuando Vargas Llosa lo hace resucitar al citarlo como ejemplo de escritor han pasado treinta y cuatro años de silencio. Nadie ha hablado de ese poeta que publicó 5 metros de poemas, pocos son los que conocen este libro, y en consecuencia se produce un vacío que se estuvo llenando a base de suposiciones. Se daban variedad de fechas de su nacimiento, se le hacía combatir en la guerra civil española, y se mencionaba su final como poeta para convertirse en exclusivamente activista político a la muerte de su maestro José Carlos Mariátegui. A partir de las palabras de Mario Vargas nace el mito, se habla de la camisa colorada que compró para que lo amortajaran con ella. De sus impresionantes días de desespero en el último sanatorio en el que estuvo internado. Y se aceptó plenamente la visión del desheredado de la suerte.
La última biografía de Oquendo, escrita por Rodolfo Milla, nos presenta a un Oquendo pobre pero encantado de la vida. El buen humor y la tenacidad parecen ser sus características principales. El hambre no está ausente pero no es su compañero cotidiano, al menos eso es lo que se desprende de esta biografía que no sólo lo aleja de escenas patéticas, también lo muestra como un aplicado estudiante de la Facultad de Letras, que culmina sus estudios y actúa con gran decisión en defensa de los derechos del alumnado sanmarquino en particular y nacional en general. Esta es la imagen que se opone con más firmeza a la muy difundida que ya hemos visto. Nuevos intentos biográficos, más enfoques sobre su vida y si obra, ayudarán a despejar dudas e ir aclarando cómo fue el verdadero discurrir por la vida de Oquendo de Amat.
Sus influencias,
Las ediciones de
Su único libro.
Como si hubiera un arrepentimiento por el largo tiempo a que el olvido sometió el recuerdo del poeta, a partir de los años ochenta se empieza a producir una actitud totalmente contraria. Las ediciones de 5 metros de poemas aumentan. Las biografías y los artículos y hasta las tesis universitarias crecen. Hay gran curiosidad por saber cómo era el autor de unos llamativos poemas casi eléctricos por estar hechos en los moldes de vibrantes ciudades o de fogosas películas, pero también de versos tan delicados como apasionados que muestran la otra faz del poeta.
Posiblemente Oquendo no influye en la poesía de generaciones posteriores a la suya. En primer lugar porque durante varias décadas estuvo en total reposo y nadie habló de él, escasamente se le tuvo en cuenta para antologías de poesía peruana y se elegía su poema "Madre". Y cuando se le empieza a conocer mejor su obra ya pertenece a un rico pasado pero sirve más que para influir para ser estudiada. Y esto último es lo que tendría que practicarse más. El estudio que lleve a planteamiento críticos. Por ahora los hay pero parciales y aun no ha aparecido el libro que estudie detenidamente sus poemas.
También las traducciones que se han hecho de 5 metros ... , así como de los pocos poemas de Oquendo que no integraron ese libro, no están en proporción con su calidad. Hay una versión al inglés aparecida en la revista El Paseante de Madrid. Se han traducido al holandés siete de sus poemas. También hay traducción parcial al italiano, y de algún poema al francés. Existe una curiosa (por lo poco difundida que está esa lengua) publicación con una década de poemas al asturiano o también conocido como bable. Pero al igual que el libro crítico se espera el de esta pequeña obra llevada a otras lenguas europeas.
Se calcula que aparte de la edición original de 5 metros ... se deben haber realizado algo más de quince ediciones y que no todas se han hecho en el Perú, varias de ellas son de fabricación de fuera de los límites geográficos peruanos. Dos se han llevado a cabo en España, en Madrid en ambas ocasiones. Una en Argentina, otra en México. Y entre las ediciones peruanas algunas han cumplido con las caprichosas características que quiso el poeta, otras se limitan a ofrecer los dieciocho poemas. Las dos ediciones más recientes, procuran el máximo acercamiento a la edición príncipe.
La edición madrileña de El taller del libro, cumple tanto con la tira de papel plegado con la que Oquendo pretendía dar imagen de una cinta cinematográfica, como con el formato que no se respeta en todas las ediciones. También en Madrid y en los años ochenta se publicó la valiosa edición de editorial Orígenes, en la que existe el papel plegado pero no hay fidelidad respecto al formato. En Lima se ha aplaudido siempre la edición de Petroperú. Y muy recientemente en Arequipa se ha publicado este libro manteniendo severamente la imagen del original, pero con el, para muchos, error de hacer correcciones gramaticales a varios de los poemas. Algo que no procede y que no sé aun a qué criterios obedece.
Oquendo y sus poemas están en plena recuperación. Los cien años del poeta y los ochenta de su libro que se cumplirán en 2007 merecían este serio entusiasmo que parece gozar de buenos horizontes.