Inmanencia, una poética del desencanto

Por Enrique Bernales *
Boston University, USA

la forma más pura del deseo
es siempre una mutilación
Inmanencia

Enrique Bernales

A principios de la década de los noventa el escenario poético limeño era muy activo, así surgieron voces importantes dentro de la poesía peruana como Monserrat Álvarez con su libro Zona Dark, Victoria Guerrero con De este reino, colectivos poéticos como Neón que incluía a poetas como Miguel Ildefonso, Carlos Oliva, Paolo de Lima y otros grupos como Noble Caterva donde participó Roxana Crisólogo. Sin embargo lo que siguió fue un gran vacío. Ya no había recitales, ni grupos, todo se paralizó. De lo que fue la joven movida poética en Lima no quedaba nada, consecuencia también del miedo que desencadenó la represión brutal del régimen fujimorista durante la Guerra Civil que atravesaba por sus momentos definitivos. Ese vacío, sin lugar dudas, lo llena Inmanencia en 1998. Asimismo su aparición es simultánea al despliegue de la sociedad civil contra el autoritarismo fujimorista. Es en ese contexto que surge Inmanencia en la poesía peruana. Fue un momento muy especial, ya los grupos de poesía estaban en plena retirada, y de repente, reaparece una propuesta colectiva, esta vez con una nueva consigna "la sangre pagana ha vuelto", es decir, la poesía misma. Un libro rojo y misterioso que proponía como tesis principal un regreso al espíritu mágico del lenguaje poético inundó las calles de la capital y causó una amplia recepción en diferentes medios de comunicación, como por ejemplo: El Comercio, La República, el ya desaparecido Cambio, La Industria de Trujillo, la revista Caretas, entre otros. Inmanencia se caracterizaba, asimismo, por mezclar sus textos con la performance y con la creación de un concepto artístico denominado recital/ritual. Además para el grupo era muy importante la interacción que se podía generar con el público que acudía a los eventos que realizaba.

Así, a diferencia de sus pares poéticos de fines de los noventa en el Perú, Inmanencia, reivindicaba todavía la validez del grupo de poesía y de una propuesta colectiva, en reacción al desencanto que percibían sus integrantes por el triunfo del individualismo y del libre mercado en la sociedad peruana finisecular. En este sentido, el poeta y crítico Luis Fernando Chueca afirma:


A inicios de la década, grupos, como Neón, Estación 32, Geranio Marginal, Vanaguardia o Noble Caterva -casi una avalancha-, trataron de reeditar algunas de las estrategias de apropiación del espacio literario (recitales, revistas, presentaciones conjuntas, declaraciones) emprendidas en décadas anteriores por Estación Reunida, Hora Zero, La Sagrada Familia, Kloaka u Ómnibus. Esta actitud [...] enfrentaba una inocultable sensación de agotamiento [...] Aun algunos representantes de Neón, el grupo de mayor notoriedad y convocatoria, reivindicaron "la libertad de hacer la poesía que yo quiero" [...] hay que mencionar que al llegar a los noventa, los colectivos de todo cuño se encontraban en retirada o, cuando menos, probaban ya el sabor del desprestigio. Todo esto explica la corta, en algunos casos cortísima, duración de los grupos poéticos surgidos, y da luces para entender que la aparición de Inmanencia, -hecho que de por sí resulta paradójico-, a fines de la década, haya tenido signo opuesto: poética espiritualista y no "urbana", rituales y no actos, y poco afán de convocatoria (aunque sí de notoriedad, como sus pares inversos) permiten su caracterización más como un antigrupo: el reverso de una experiencia agotada. (3)

Hay que precisar que Inmanencia no solo era una expresión del desencanto ante la situación social y política del Perú de fines del siglo XX sino que también daba cuenta en su propuesta poética de un desencanto estético frente al rol hegemónico de la poesía conversacional en el Perú:


Esto es válido también para lo que sigue: el final, en los noventa, de la hegemonía de la dicción conversacional. "La poesía conversacional ha muerto", declaraba como acta de defunción la poeta y crítica Rocío Silva Santisteban en 1998 al iniciar el prólogo del primer libro del novísimo grupo Inmanencia. Aunque algunos meses después -y luego de comentarios-respuesta de otros críticos a propósito de la aparición de libros de jóvenes poetas identificables dentro de la clave coloquial- señaló que no debían tomarse tan en serio las palabras citadas, lo cierto es que la aparición de los libros de Inmanencia y la frase en cuestión daban cuenta de un hecho central que se sellaba a fines de la década: no la muerte de la poesía conversacional, no su agotamiento como registro válido para la poesía (que lo sigue siendo, incluso entre los jóvenes), sino el cuestionamiento de su posición como centro del canon poético peruano post-cincuenta. (Chueca 4)

Ahora bien, el libro Inmanencia de 1998 presenta los trabajos de los cuatro integrantes originales del grupo: Chrystian Zegarra, Carlos Villacorta, Florentino Díaz y mi persona. La preocupación primordial de su propuesta fue que el libro disolviera la individualidad de los autores, desjerarquizara el papel del autor y cediera el paso a una voz colectiva descentrada. En este sentido podríamos leer el libro como una ciudad rizoma de múltiples entradas, puntos de encuentro y disolución:


Este trabajo es un rizoma, una madriguera [...] Por eso ingresaremos por cualquier entrada. Ninguna entrada es más importante que otra [...] Solo el principio de múltiples entradas previene de la irrupción del enemigo, el significante y de aquellos intentos por interpretar un trabajo que está abierto a la experimentación. (Deleuze, Kafka, 3, traducción mía)

El libro se presenta como una máquina deseante de producción poética por el que corre un flujo desterritorializador que libera y disuelve a los signos de su convención, pero que inevitablemente lleva consigo su efecto contrario, su desencanto, el gesto reterritorializador que codifica e instala los mismos signos en un territorio significante y evitan que sigan fluyendo libremente:


Como corolario de esta ley, existen dos movimientos, por un lado, los flujos desterritorializantes, por otro lado, la violenta y artificial reterritorialización. Mientras más la máquina capitalista desterritorializa los flujos para extraer la plusvalía de ellos, más sus aparatos represores, como las burocracias y las fuerzas de la ley y el orden, los reterritorializan, absorbiendo en el proceso una parte más grande de plusvalía (Deleuze, Anti-Edipus, 34-35, traducción mía)

Todo flujo desterritorializador y liberador genera un movimiento que reterritorializa, codifica, Deleuze lo llama el cuerpo sin órganos, allí se configura el desencanto que rodea la atmósfera de los poemas del libro Inmanencia. Inmanencia busca desterritorializar los límites artificiales de la escritura poética pero termina restaurándonos en ellos. Es decir que la propuesta liberadora de la poesía ritual de Inmanencia ya traía como germen su sistematización y por consiguiente, el desencanto y el agotamiento de la tesis fundacional de su poética:


En el principio era el ritual. La primera palabra brotó de un balbuceo, de las gargantas de hombres afiebrados que se rebelaron contra el silencio, subvirtiendo su tiranía. El ritual fue inherente a su existencia. La naturaleza destilaba una energía de la cual ellos participaban; como el lago que absorbe la luz candente de los astros y la refracta. Así, la palabra nació como canto, invocación, espíritu transmutado; adherida a un orden supremo, busco armonizar con este. La primera palabra fue una sistematización del caos. (Inmanencia 10)

En el manifiesto del grupo "En el principio era el ritual" fluye una corriente de deseo liberadora, el balbuceo erótico que acaba con la tiranía y la muerte representada por el silencio. Así la palabra, a través de su dispersión plurisignificante, se confunde con la energía que de la naturaleza fluye: canto, invocación, espíritu trasmutado. No obstante, los poetas terminan por atrapar a la palabra en una prisión del sentido y fulminan su gesto liberador, reterritorializándola: la primera palabra fue una sistematización del caos.

Ahora bien, Inmanencia no acaba en un desencanto final que clausura al gesto liberador utópico de su propuesta poética. Todo lo contrario, su misma composición rizomática, más bien es campo de batalla donde despliegan sus fuerzas tanto los flujos liberadores de sentido y el afán codificador de la reterritorialización. En este sentido, en la ciudad rizoma que crean los poetas a ocho manos, en sus centros alternativos, unas veces vence el autoritarismo del significante, el cuerpo sin órganos, que busca sumir el experimento en la desolación y el desencanto; sin embargo, las más de las veces regresa y prevalece sobre la muerte, la utopía liberadora de sentido:



            [...]
El disolver de la conciencia
El disolver de mí mismo
el disolver del Todo
[...]
Y Dante
cerró el círculo
quebrando su conciencia
[...]
no más hay que borrar las huellas no más
            no más espejos hay que quebrar los rostros no más espejos
            (Inmanencia 20, 76, 91)

Finalmente, hay que precisar que Inmanencia no solo no se adscribió a ningún registro estético hegemónico, sino que tampoco reterritorializó el lenguaje de su poesía con pretensiones de generar una nueva práctica canónica. Todo lo contrario su gesto estético desterritorializador reafirmaba una opción plena por la experimentación y la libertad creativa a fines del siglo XX.

Obras Citadas

Bernales, Enrique y otros. Inmanencia. Inmanencia: Lima, 1998.

Deleuze, Gilles y Felix Guatarri. Anti-Edipus: Capitalism and Schizophrenia. Translation by Robert Hurley. New York: The Viking Press, 1977.

- - -. Kafka: Toward a Minor Literature. Translation by Dana Polan. University of Minnesota Press: Minneapolis, 1986.

Chueca, Luis Fernando. "Consagración de lo diverso: Una lectura de la poesía peruana de los noventa." 1 de Octubre de 2006. http://www.letras.s5.com/lp160105.htm

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* Enrique Bernales. Estudió Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Formó parte del grupo poético Inmanencia con quienes publicó Inmanencia (1998) e Inmanencia: Regreso a Ouroborea (1999). En el año 2000 fue invitado a participar del Primer Junio de Poesía celebrado en Mexico D.F. Publicó su primer libro individual en el 2003: 21 poemas/ Cerridweny en el 2005 ha publicado las antologías de poesía, Los relojes se han roto: poesía peruana de los noventas y La alineación de los planetas: siete poetas peruanos en Boston. Hasta el 2004 se desempeñó como director de la revista de cultura latinoamericana Intermezzo Tropical. Actualmente estudia un doctorado en Literatura Latinoamericana en Boston University.



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15 de febrero de 2007

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