Del Génesis al Apocalipsis, Cien años de soledad narra en clave bíblica la historia de una familia y un pueblo hasta su extinción. Es la biblia americana con muchos pasajes que hacen recordar el Antiguo Testamento, pero escritos no por un creyente, sino por un deicida de verbo prodigioso y magia creadora. Y quizá por eso, este libro tiene tantas interpretaciones como la propia Biblia, aunque a diferencia de ésta Cien años de soledad contiene la alegría y el sentido del humor proscritos en las religiones.
El lenguaje de García Márquez tiene mucho de bíblico. "Dios era verbo", dice el Génesis, y por ello la magia de Cien años de soledad radica más en la forma narrativa que en el fondo de la historia y sus personajes. Un compatriota suyo, el historiador Jorge Villegas (1932-1977) dijo que Colombia era un país de culebreros, refiriéndose a los encantadores de personas por el arte de la palabra que deambulan por los pueblos vendiendo toda suerte de chucherías. Son vendedores excepcionales dotados de un verbo impetuoso y seductor, capaces de vender cosas inútiles como si fuesen indispensables. Esta locuacidad extraordinaria sigue viva en el caribe colombiano y en la región cafetera del país, y de ella se nutrió García Márquez para crear su biblia americana. La realidad y el futuro se crean con palabras, y esto lo saben muy bien todos los que viven del verbo, como los sacerdotes, los abogados y los escritores.
Una biblia familiar, con Génesis y Apocalipsis, la escribió antes de García Márquez el autor alemán Thomas Mann, pero con menores resultados. En Los Buddenbrook una familia burguesa se extingue porque su último vástago comete el mayor pecado que le puede ocurrir a una estirpe de mercaderes y esto es abandonar los negocios y dedicarse al arte, a la música. La novela de Mann es excepcional, sobre todo porque la escribió con sólo 26 años, pero no ha conseguido los logros de Cien años de soledad quizá por falta de lenguaje bíblico.
Ahora la biblia americana, a los 40 años de su primera edición, se enfrenta a la misma situación de su antecesora, la Biblia de origen judío. Se ha convertido en la más vendida, pero acaso en la menos leída. Una suerte que ya viene sufriendo la otra gran novela del idioma castellano, Don Quijote. Tal vez Cien años de soledad entró demasiado pronto a la lista de textos de lectura obligatoria en los institutos, y ya sabemos que forzar a leer no parece hacerle mucho bien ni a los lectores ni a la literatura. Pero ahí está y ahí seguirá, como la Biblia, con un Génesis y un Apocalipsis tan sorprendentes como la magia del fuego más antiguo.