VII Festival de Creación Audiovisual
VISUAL 07 Ciudad de Majadahonda
A mis doce años permanecía los sábados en El CID, una sala de cine a escasas calles de mi casa, en el barrio El Gólgota, allá en Ipiales, Nariño, Colombia. No había más remedio que ver lo que había en el menú en vespertina, el único horario por entonces en que podíamos los niños ir a "leer cine"; eso le escuché un día a mi padre pues la mayoría de películas eran gringas y subtituladas. Mi viejo fue aficionado al cine mudo y dejó dicho que era el único y verdadero cine.
Un buen sábado comenzó El Cid a intercalar los western recalentados con el cine mexicano. Disfrutábamos mucho con películas de "vaqueros" y "mariachis"; pero, sobre todo, con "Viruta y Capulina", "Cantinflas", "Bluedemon" y "Santo", el enmascarado de plata. Largas jornadas aquellas de lucha libre y héroes tan encarnados como raros, o si no por qué "Santo" vivía dentro de una máscara defendiéndola como último trofeo en el rin, investigaba crímenes y despachaba malhechores sin quitársela jamás; los niños se sobrecogían sin saber qué sentía la heroína al ser besada por el enmascarado antes de terminar el film.
Estos son los recuerdos que evoca el afiche del VII Festival de Creación Audiovisual en Majadahonda, que tuvo como invitado el cine de México; antes estuvieron Argentina y Colombia. Varias son las imágenes que me asaltan, no únicamente por los enmascarados, sino por varios textos visuales y verbales que convocan: la organización, el programa y las estrategias promocionales. De hecho, una de las culturas que construye interculturalidad en medio de una globalización que homogeniza justamente es México, y quienes asistimos a este festival lo reconocemos una vez más. La cinematografía proyectada dice bastante de esa búsqueda en la identidad y la diferencia; en el drama de la individualidad y la épica popular; en la cotidianidad donde todo está mezclado y los sueños, esa mezcla de totalidad y deseo: Drama/Mex, de Gerardo Naranjo, 2006; El Violín, de Francisco Vargas Quevedo, 2006; Japón de Carlos Reygadas, 2002; Sangre, de Amat Escalante, 2005; En el hoyo, de Juan Carlos Rulfo, 2006 y Mezcal, de Ignacio Ortiz Cruz, 2005. De igual manera toda la muestra audiovisual seleccionada construye sentido en esta dirección.
El evento se abrió con un montaje escénico (performance de David Ymbernon) que justamente remite a la infancia a través de objetos y movimientos tan cotidianos como oníricos: se sueña lo conocido y cuando se recuerda ese exceso de la mirada y el oído, es ya poesía.
Los aplausos no terminan y el presentador lanza su gracia para desentramar el protocolo y homenajear a Gil Parrondo, el artista de los decorados cinematográficos, el hombre que ha obtenido casi todos los premios; no obstante, le faltaba el de toda su carrera artística: el "oscar" afectuoso del Festival Audiovisual de Majadahonda. Los aplausos tampoco acaban cuando se dispara el film de Gerardo Naranjo: Drama/Mex. Una película sugerente en el ímpetu confuso de la juventud y la derrota de la vejez; sincera en su relato tan realista como contenido por el nerviosismo de la cámara y porque algo está por estallar; pero no, ni un "muertito", acostumbrados como estamos a que no hay película buena si no hay violencia extrema. Bueno, violencia la hay pero natural, comprensiva, inevitable, jamás gratuita. El sonido rasgó más de un oído pero pasó por alto ante los espectadores que atrapados en el montaje de la imagen componían el rompecabezas, a veces muy cerca al documental o falso documental.
La selección documental fue de variada calidad, aunque de entereza por parte de los realizadores convocados. La mayoría de audiovisuales son realizaciones que crean atmósferas conflictivas, donde se presta la cámara para que individuos o grupos humanos comuniquen vivencias, frustraciones o anhelos. Documentales básicos pero emotivos. Algunos, como es de esperar, son experimentaciones que involucran radicalmente el punto de vista, el fluido narrativo o el montaje ideológico. Hay quienes le apostaron a descubrir nuevas formas enunciativas donde la cámara, el montaje y/o la música, más que complemento, son personajes que tocan el cuerpo del espectador y lo obligan a meditar. De cualquier manera, son textos audiovisuales que conflictúan las noticias y los acontecimientos diarios que aparecen en los periódicos que ya nadie lee o en los noticiarios televisivos tan espectaculares que a nadie conmueven: la inmigración y su épica en montaje-puzzle intenta ir más allá del llano testimonio, pues quienes sobreviven a cruzar el desierto y más tarde el mar, para encontrar el vacío racista saben cual ha sido su tragedia y cuál será su precio. La pobreza contada desde la alegría de vivir cada día como si fuera el último. El sueño de los niños que invocan el ¿qué quieres ser cuando seas grande? como paliativo para la desesperanza de los pueblos que se extinguen ante los ojos con-sumidos de las grandes ciudades. El orgullo de la tierra y sus costumbres a lomo de motocicletas viejas que parodian los "road movie" con humor espontáneo y guiños al western, que recuerdan las andanzas de aquel viejo loco con su escudero por las tierras de La Mancha, la de gigantes y molinos de viento. La biografía en rompecabezas que deja ese sabor a quienes somos cuando no somos otra cosa que inmigrantes de una familia a otra: hijos aquí, hijos allá; de todos y de nadie; interesantes documentales sobre la identidad que rayan con el metadocumental o con el falso documental. Esta abscisa es aprovechada por el nuevo cine para reflexionar sobre los Reality Show y lanzar una crítica a la sociedad televisiva, advirtiendo de la amenaza que se cierne sobre la vida privada y la cotidianidad más íntima.
Otro acierto es la selección de cortos de ficción. Hasta hace poco se pensaba que el enfoque documental representaba la realidad y sus aconteceres con mayor fidelidad que la ficción. Al primero se le valora la subversión del pensamiento y la urgencia de actuar del espectador, su compromiso con la realidad. Al segundo se le reservó como arte y, además, se le asigno la estética que trasciende la subjetividad, bien como divertimento o para alcanzar algo más elevado. La realidad se confunde con la ficción desubicando el punto de vista y el lugar mismo donde late la enunciación; al quebrarse la narración se fragmenta el relato, y entonces todo cabe, todo puede darse cita al audiovisual. Sin duda la estética manierista soporta muchas de las obras presentadas; cuando esto ocurre la reflexión pulsa de forma irónica y a veces perversa (la cita y la imitación), pero también hay sitio para la estética audiovisual posclásica, aquella cámara que sin ocultar ya nada ante los ojos vacíos del espectador, continúa enfocando hasta meterlo en un juego pulsional escópico como si se tratará de un videojuego. Hay cortos que bien podrían estar en uno u otro lado: ser documental y/o ficción; ser tan intimista (cercano a la auto-biografía) como abierto al flujo social (cercano al video-acción).
La selección hace pensar sobre lo complejo de quienes tienen que elegir el material audiovisual e intentar clasificarlo por género, formato o estética. Claro que muchos realizadores y/o directores etiquetan desde un principio su producto a fin de encontrar la percepción y crítica justa. Pero, aún así, lo que importa es que las expresiones como los géneros se han intertextualizado y devorado entres sí, o digámoslo antropológicamente, se han interculturalizado. Este último concepto es importante para entrar en los sentidos que hoy circulan en los procesos audiovisuales. Los cortos, las experimentaciones, el net art -con excepciones netamente puristas-, involucran textos de varias culturas que se superponen (verbo-icónicos); varios idiomas (aunque sea el español y el inglés los que predominan); personajes de cuatro continentes que son o bien "naturales" o invocados por los actores; situaciones que van desde lo más inverosímil hasta lo más habitual; riqueza musical que nos hace pensar en un carnaval internacional de sonidos, instrumentos y voces; contextos históricos diversos incluso en un mismo audiovisual; costumbres, dialectos y hasta varias formas de humor. De suerte que la expresión y comunicación audiovisual no tiene frontera; es más, parece que transgredir sus propios límites de producción, realización y recepción, fuera la apuesta estética de últimas horas. El cine, el documental, el arte de red y las experimentaciones han sido englobadas en ese concepto cada vez más denso que circula y articula el mundo intercultural e internacional: el audiovisual.
Y los premiados fueron todos españoles -no hubo selección audiovisual de otros países-, excepto por el país invitado (México) y por los artistas de Net Art:
Ficción: For(r)est in the des(s)ert / Luiso Berdejo
Experimental: Benelux / Gonzalo Munilla
Documental: Tierra Incógnita / Lluis Escartín
Net Art: Karaoke deathmatch 100 / M. River y T. Whind
Coge la cámara y corre: Mijo / Pablo Ballester