Quizás en muy pocos colombianos contemporáneos se cumpla más puntualmente que en Harold Alvarado Tenorio la idea del poeta como punto de encuentro con la literatura toda. Hablo de aquella estirpe de autores que, como Octavio Paz y Jorge Luís Borges, hacen confluir naturalmente en su obra, tanto creativa como ensayística, un verdadero filón de referencias culturales y literarias que dan cuenta ante todo de su pasión definitiva por la poesía. En ellos es posible detectar - habida cuenta de sus matices particulares - que el ejercicio literario es concebido como una experiencia esencial en tanto que indicio de una búsqueda de las razones últimas del hombre y de sus actos e ideas. En ellos, como en Pavese, es dable equiparar sin ambages el oficio de poeta con el oficio de vivir 1.
Tal actitud conlleva de suyo a determinar una postura crítica frente a toda verdad estatuida y por lo mismo genera incomodidad y críticas acerbas de parte de las tendencias ortodoxas del pensamiento: la izquierda y la derecha - para hablar del reduccionismo más común en el ámbito de la escritura y el ejercicio intelectual -. En el caso de los autores mencionados, ambas tendencias políticas hicieron suyas y repudiaron las ideas y creaciones que ellos produjeron cuando éstas no se ajustaban a sus posiciones y conveniencias, que siempre son desvergonzadamente acomodaticias. Borges fue repudiado por el peronismo y por la izquierda, temido y evitado por las academias, entre ellas la sueca; Paz, quien en su juventud hizo parte de aquellos que adhirieron al sueño de la República Española o al surrealismo comprometido de André Bretón en sus últimos años fue tildado de reaccionario por buena parte de la llamada izquierda latinoamericana. En nuestro caso colombiano, Alvarado Tenorio resultó ser una piedra en el zapato de los académicos acartonados que no conciben la literatura como una experiencia (o forma de conocimiento, si ellos quieren) que puede y debe vivirse con fervor, sin que ello implique el abandono de la solidez profesoral que exige religiosamente la referencia a un canon dado y/o a exhaustivas bibliografías.
Alvarado Tenorio pareciera decir, con Alberto Moravia, que la poesía expresa lo reprimido en la sociedad ... Su función es contravenir todo arte oficial, cuyo papel es siempre represivo y equiparable a los Cuerpos del Estado 2. Sobra decir que esa contravención será de rigor frente a cualquier tipo de sistema ya que de suyo toda estructura de dicha índole, implica la imposición de ciertas leyes, de ciertos parámetros de conducta y aún de pensamiento.
Y es que una vocación así asumida, en ese diálogo abierto, intemporal y multicultural con diversos autores de la literatura universal, con diversas manifestaciones artísticas incluso (la pintura y el cine, cuando menos), conlleva desde un principio una gran riqueza humanística a la hora de sopesar cualquier aspecto de la realidad desde perspectivas que pueden ser incluso divergentes. Lo anterior habida cuenta de que, en términos generales, estamos acostumbrados a que se nos propongan enfoques monolíticos. En lo que toca al arte ello estaría determinado por la asunción de tendencias, corrientes, escuelas con sus respectivos prototipos e incluso con manifiestos e imposturas. Así, no es extraño encontrarnos aún con poetas que, quizás de buena fe, continúan sugiriéndonos el erigirnos en discípulos de, por ejemplo, las propuestas del expresionismo, el surrealismo, cuando no de algún istmo vernáculo. Cabe anotar aquí que el problema no radica en las bondades, pertinencia o justeza de dichas propuestas sino en el hecho de que su aceptación implica una consecuente adhesión a imperativos, radicalismos u ortodoxias ...
Creo que esa es la principal lección aportada por actitudes como las que jalona desde siempre Alvarado Tenorio. No en vano en sus numerosos artículos y notas es posible rastrear la presencia de autores tan variopintos como Henry Miller, Takobuku, García Lorca, al Mu'tamid, Joseph Brodsky, Ezra Pound, Carlos Barral, el ya citado Alberto Moravia, Julia Kristeva, Borges, Silva, Li Bai, Kavafis, Boris Pasternak o Aurelio Arturo ... Todos ellos, sin excepción, también entusiastas impenitentes de la libertad de acción y pensamiento y, por lo mismo, objeto de no pocas restricciones y censuras ... 3
Alvarado Tenorio nació en Buga, en 1945. Doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid se desempeñó como director del Departamento de Literatura Latinoamericana en Marymounth Manhattan College de Nueva York. Trabajó durante varios años en la editorial de Lenguas Extranjeras de Beijing, donde tradujo, con la ayuda de varios expertos de esa dependencia, numerosos poetas chinos, desde la antigüedad clásica hasta el presente. Ha vivido en México, Berlín, París, Estocolmo y visitado casi todos los países de América Latina. Fundó y dirigió el Departamento de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia, y desde hace varios años edita una de las revistas de poesía latinoamericanas de mayor prestigio ... 4 Viajero empedernido - como se puede ver - sus amigos reseñaban a veces con alegría y en ocasiones, con justificada preocupación, las noticias que les llegaban del poeta desde hospitales, tabernas, bibliotecas, restaurantes de alta cocina e instituciones educativas y culturales de diversos puntos del planeta. Como Barba Jacob o Raúl Gómez Jattín, creando su propia leyenda, esa otra parte de su obra.
William Ospina, por su parte, apunta también a otra faceta no menos diciente de su personalidad, toda vez que ella nos habla ineludiblemente de su propuesta poética, la cual, como en otros casos memorables de la poesía, no se agota tan sólo en su palabra escrita sino que la desborda y alimenta. La fortalece y la refrenda.
Dice Ospina: Los antiguos esperaban que no sólo los versos sino la presencia física del poeta lograran cambiar en algo el sabor de la vida cotidiana, y produjeran la sensación de una alteración, de una sorpresa, de un extravío en el fluir monocorde del tiempo ... 5 Desde su primer libro Pensamientos de un hombre llegado el invierno (1972), la crítica no ha dejado de resaltar el innegable maridaje entre el autor y su obra, entre su vida y su palabra. Y es que desde sus mismos títulos es posible intuir ese rasgo particular, aunque no único. Véanse así Recuerda cuerpo (1983), Libro del extrañado (1985) o El ultraje de los años (1986), sin dejar de mencionar Summa del cuerpo (2002), en cuyo prólogo William Ospina traza un muy preciso perfil del poeta.
La máscara, como en Pessoa o, más cerca aún, como en el Raúl Gómez Jattín de Hijos del tiempo (1989), es quizás la única forma a través de la cual Alvarado Tenorio vela o disimula su irrecusable propensión a apartarse de lo sancionado. Anota a este respecto Juan Gustavo Cobo Borda: ... Se ha internado, a través de diversas máscaras poéticas, en una búsqueda que si bien alude a la literatura tiene como foco de atracción, obsesivo y recurrente, el deseo 6. En tal sentido se mueven estos versos de su poema "Pericles Anastasiades", en el que hace alusión al amigo de juventud de Kavafis:
Vagos, son ya, los rostros de su rostro
vaga, también, la forma de sus manos
lejos, está, su aliento de mi boca
su pequeña estatura
sus quince años
Sólo un ayer ocupa mi memoria
nuestro pequeño amor
nuestro pequeño mes
hace diez lunas
De repente
en la alta noche
sus ojos, de púrpura vestidos,
sus labios
labios de un amor apresurado
sus largos brazos
brazos de inolvidable carnadura
aparecen
!Cuanto he perdido buen Dios
Cuanto he perdido!
Darío Jaramillo, quien al igual que Cobo Borda hace parte de sus compañeros de generación, nos remite también al recurso de la máscara, a la búsqueda de una voz otra: Poesía de la experiencia, la de Alvarado Tenorio es una poesía exploratoria de voces que dan el mismo tono que dictan sus entrañas 7.
Muchos de sus lectores perciben también la recurrencia u obsesión de esta poesía en lo que toca a los goces y apetitos del cuerpo, a la sensualidad exacerbada sin aspavientos y sin culpas, natural como pidió en su momento ese otro cantor colombiano del tema erótico que fue Jorge Gaitán Durán. Cabe aquí remitirse de nuevo a algunos títulos suyos como Recuerda cuerpo o Summa del cuerpo.
Recalca una de estos lectores, poeta también y afín en muchos momentos a sus propuestas, la tristemente recordada María Mercedes Carranza: Alvarado Tenorio centra su temática en el deseo, en la sensualidad y la atracción de los cuerpos; se trata de un deseo gozoso sin consideraciones seudo metafísicas: la euforia de la carne y la nostalgia del goce. Es la suya una palabra que se regodea en nombrar, enumerar circunstancias, fechas, cuerpos, texturas. Alvarado Tenorio o la sensualidad de la palabra 8. La última frase hubiese podido darle nombre a éste artículo, haberle servido de leit motiv de no ser por el hecho de que si bien reconozco este aspecto de su poesía, no puedo dejar de lado su preocupación insistente por el desgaste, la orfandad y la caída frente el paso del tiempo, tal es posible seguir en un poema titulado "M. M. C.", según se dice dedicado a la propia María Mercedes Carranza:
Miro tu rostro.
Imagino que habríamos sido felices
si fuera joven
como tú,
sin un pasado,
sin las convicciones que compramos al tiempo.
Miro tu rostro
y confirmo
que nada tiene ya sentido:
tu hermosura debería ser mi sal de cada día
tu juventud me haría vivir otros veinte años.
Miro tu rostro
y me pregunto:
¿Quién estableció esta rutinaria separación de edades?
¿Quién la fidelidad como hierro inamovible?
¿Quién nos quitó la realidad
y sólo nos dejó el deseo?
El goce, sí. Pero igual el desencuentro. Ambos puntos de llegada (o de partida) que en modo alguno se excluyen en tanto que hacen parte de la biografía natural del ser humano. Así lo aprecia también el poeta venezolano Gabriel Jiménez Emán: Una poesía íntimamente ligada a la fatalidad es la de Harold Alvarado Tenorio, a la fatalidad del cuerpo, en relación con la ineluctable presencia del tiempo ... 9. Hay quienes van y ven más allá, tal sucede con el maestro venezolano Juan Liscano, recientemente fallecido. Quienes descubren que entre ese goce y ese desencanto (no en vano Alvarado Tenorio acuñó para sí mismo y para sus más cercanos coetáneos y coterráneos en las letras el remoquete de Generación desencantada), se impone su personalidad múltiple, compleja, marcada por las lecturas y los viajes y - como no - por el disfrute de los placeres, pero en la conciencia del desgaste y de la soledad que vienen de su mano. Detrás de la diatriba, la osadía verbal, el desplante, la inmediatez, se oculta una tenaz melancolía, el lúcido desencanto del que sabe demasiado, la reciedumbre de saberse solo ... 10
Pero falta aún tomar nota de otra arista de su registro poético y vital. El que hace referencia directa a su gesto subvertor frente a las ideas y a la estética de su tiempo, quizás el aspecto que - en ciertos ámbitos - más incomoda y/o genera opiniones encontradas. La sociedad y su retórica, sus ídolos de pies de barro, las imposturas, los intereses creados, son señalados sin miramientos por el poeta. Desde su poesía, en sus ensayos y notas, viene ejerciendo una fuerte corriente de disentimiento, aquella que en última instancia debe caracterizar siempre la labor del verdadero escritor, del intelectual, del artista. La poesía de Harold Alvarado Tenorio intenta levantar la alfombra que ha tendido la costumbre, para mostrar lo que se oculta bajo ella: todo aquello que no se menciona, que se evita a todo trance en la pulcra poesía colombiana 11. Podemos retomar en este punto las apreciaciones de William Ospina en torno a la presencia, incluso física, del poeta, a su personalidad concreta pues ello es algo a lo que no han sido ajenos la mayoría de sus lectores, amigos y detractores. Aquí, como en muy pocas otras ocasiones, contamos con una voz cuya sinceridad - aún cuando pueda estar equivocado - es incuestionable. Nunca más cierta la afirmación hecha tantas veces por el gran poeta chileno Jorge Teillier: la poesía no se vende porque no se vende. Harold Alvarado Tenorio ha dejado en nuestra literatura la huella de una fuerte personalidad, de una exquisita sensibilidad e inteligencia, el desafío, la valentía y la honestidad con las cuales subvierte, día tras días, la pacatería que caracteriza a buena parte de la poesía colombiana 12.
Referencia obligada para cimentar las ideas que en torno al poeta vallecucano hemos ventilado lo constituye su libro Fragmentos y despojos, citado antes en el presente artículo. En dicha obra podrá encontrar el lector un recorrido vertiginoso por los hitos culturales y literarios que determinan la rosa de los vientos que gobierna sus pasos. En lo que toca a la poesía encontramos siempre una suerte de juego especular que da cuenta del grado de compromiso asumido por el poeta frente a cualquier tipo de cerrazón ideológica o artística. Este libro es un ejemplo de independencia intelectual y de bizarría. Porque el ejercicio poético no puede estar ajeno a la sinceridad de la voz y de la consecuencia estética. Hay un momento en que ambas se hacen una. Tomemos para terminar, la lúcida mirada que nos ofrece en torno a Aurelio Arturo. Un gran poeta que al decir de Alvarado Tenorio ha sido manipulado y aún tergiversado, evitándose de esta manera su reconocimiento definitivo e impostergable.
Arturo es, en apariencia, un poeta que rechaza la realidad ... Pero no hay tal. En sus poemas aparecen los nombres de hombres ciertos, de trabajadores, de bogas, de cortadores de árboles. De hombres que se mueven entre el silencio, el amor y la soledad, los veranos, el viento, las noches, las sequías, las palabras, las lluvias, los tambores y los sueños ... La música y los asuntos de sus poemas hicieron que los jefes de las banderías poético - políticas de entonces vieran en él al rival por excelencia ... Debió sentir la derrota en esos años de auge del más torvo y perverso clientelismo poético... Arturo, que había estudiado Derecho, que tenía cinco hijos, y no estaba dispuesto a vender su alma al diablo prefirió quedarse en casa y no asistir más a cócteles ni a recitales 13.
Como Arturo, Alvarado Tenorio no está dispuesto a vender sus palabras ni su independencia tanto intelectual como vital. Su apuesta es por la poesía, él quiere merecerla. Ahora falta que sus lectores merezcan también al poeta y a lo que significa serlo en plenitud.