Por Consuelo Triviño Anzola
Poeta, crítico de arte, narrador, Álvaro Miranda (Barranquilla, Colombia, 1945) sorprendió a los lectores con un insólito relato inspirado en personajes ligados a las gestas independistas americanas, La risa del cuervo (1984). Una novela en clave de humor, y a la vez una evocación poética de la tragedia de un continente derrotado por la voracidad, la ambición desmedida y el individualismo, al que se debe no sólo su desgarrada división en pequeñas repúblicas sino también su patética soledad. José Félix Ribas, tío político del Simón Bolívar, es buen ejemplo ello. Vencido por las tropas realistas en 1814, traicionado por un esclavo, fue ejecutado brutalmente por el español Francisco Tomás Morales. La cabeza frita en aceite, ensartada en una pica para escarmiento de los republicanos y enviada a Caracas envuelta en el gorro frigio que llevaba como emblema, cuando se unió a la causa patriótica demostrando, coraje, audacia y valor. La figura del héroe trágico es el punto de partida de esa exploración del más allá conjurado por los románticos, con la figura del cuervo como leitmotiv. El cuerpo de Ribas va por un lado y la cabeza, por otro, mezclándose con los alimentos terrestres, escuchando los rumores de la multitud, presenciando la barbarie de la guerra que es producto de la ambición, del ansia de poder, pero sobre todo de la estupidez humana. Así, la conciencia de Ribas sigue los sucesos posteriores a su ejecución y viaja en el tiempo, mientras su cuerpo se deshace, al igual que el de Manuelita Saenz, la eterna enamorada del Libertador y de otros personajes que yacen bajo la tierra donde ya no importa su condición. Fundiéndose con el humus terrestre, anidan en sus esqueletos cangrejos, serpientes y todo tipo de alimañas para quienes la carne humana es un festín. Bajo la tierra yacen realistas, patriotas, aventureros, viajeros, como en Barón de Humboldt, empeñado en describir la naturaleza americana, mientras era atacado por voraces e implacables mosquitos; o traidores y espías como David Curtius DeForest cuya locura lo llevó a dedicarse a la crianza de las aves más exóticas, todos ellos se funden y confunden con el cosmos en una orgía de vida y muerte que borra las fronteras entre la realidad del sueño. Quizás sea este el mayor mérito del narrador, además de otros como la irreverencia ante la muerte, su lúdica creatividad que rompe toda regla lógica para hacernos sentir el influjo de lo erótico, la fuerza del deseo, la capacidad de soñar y la vocación poética que yace en la materia humana aún en su inevitable proceso de descomposición. Elogiada por la crítica literaria en su país, la novela es para unos "la búsqueda de una salida a la muerte" (Augusto Pinilla), para otros "queda flotando en un fondo de locura sobre el cual tenía que dibujarse la epopeya americana" (Ariel Castillo). Parodia descarnada del romanticismo, La risa del cuervo es, desde mi punto de vista, una vuelta de tuerca a todo lo que hasta ahora entendíamos por Romanticismo en cuanto locura de amor, deseo de trascendencia, desafío a las fuerzas naturales, tenebrosa irrupción en el más allá y sentimiento patrio, tal y como se vivió en tierras americanas. No es gratuito que el relato se cierre con la imagen del cuervo dictándole a Poe el paradigmático relato: "El reloj, siempre detenido a las doce, a pesar de la oscilación del péndulo, invitaba a aquel ebrio a que se sentara y continuara su escritura. 'Virginia', decía el hombre y ella sentía sobre el espaldar de la silla el continuo aletear del ave que graznaba por encima del escritor de sienes profundas, ojos claros y ondulados cabellos. 'Nunca más, nunca más', decía el ave ..."
Álvaro Miranda, La risa del cuervo, Bogotá, Editorial El faro del tiempo, 2007, 177 páginas
LA AUTORA
Socióloga y escritora, Leyla Bartet estudió Periodismo en las universidades de Estrasburgo y La Habana, Lingüística en la Universidad de San Marcos y Sociología en La Sorbona. Ha publicado los libros de cuento Ojos que no ven (PEISA, Lima 1997) y Me envolverán las sombras (PEISA, Lima 1998).
Leyla Bartet obtuvo el Premio de Cuento Café Libertad de Madrid (2000) y el Premio Relatos de Mujer (2001) otorgado por la Alcaldía de Bilbao. En 1994 y 2001 recibió menciones honrosas en "El cuento de las 1000 palabras" de la revista Caretas. Ha participado en la Antología de Escritoras Latinoamericanas publicada en París por Indigo-Côté-Femmes en el 2006. Sus cuentos están traducidos al sueco y al francés.
En el campo de la sociología, ha publicado El mundo árabe y América Latina (Madrid, 1997), libro del que es coautora, y Memorias de cedro y olivo. La inmigración árabe al Perú de 1885 a 1985 (Lima, 2005). Ambos han sido traducidos al árabe por el Center for Arab Unity Studies, que los publicó en julio del 2005 y enero del 2007, respectivamente.
Acerca de su obra literaria, el escritor Fernando Iwasaki dice: "Sus relatos son ricos en registros, hallazgos y obsesiones [...]. De hecho, ahora que una gran mayoría de escritoras se empeña en construir un 'discurso' para sus personajes femeninos, uno agradece que Leyla Bartet sólo se proponga dotarlos de 'voz'. La 'voz' tiene la frescura de la espontaneidad, la austeridad del asombro y la intensidad del deseo, mientras que el 'discurso' no participa de ninguna de estas virtudes y casi nunca es literario sino más bien panfletario".
EL LIBRO
En lo más íntimo de su experiencia, todo ser humano sabe que existe otro yo acechante al que suele ignorar y que, por lo general, se disuelve en el tedio de la rutina, en el bullicio de la urbe o en el culto de las convenciones. Sin embargo, la vida puede dar un vuelco inesperado cuando ese otro que nos habita aparece en la oscuridad de nuestras propias soledades para, en un instante, trastocarlo todo.
Leyla Bartet ha compuesto una nueva y magnífica colección de cuentos, mediante los cuales tiende un asedio a uno de los enigmas que, especialmente en nuestro tiempo, ejerce fascinación sobre personas de toda edad y condición: ¿En qué momento se han de quebrar los diques que tan eficazmente contienen a ese ser perverso que también es parte de nosotros?
Misterio y erotismo recorren las páginas de este libro en el que, con gran manejo del suspenso y notable capacidad narrativa, la autora nos invita a explorar las pulsiones básicas que determinan el rumbo de nuestras vidas. Ambiguos y secretos, sus personajes se entregan a la pasión y al desenfreno, y se despojan de toda atadura cuando acuden al encuentro de situaciones definitivas, como asesinatos, traiciones, venganzas y locura.
Como sucede en Ojos que no ven (1997) y Me envolverán las sombras (1998), A puerta cerrada ofrece una lectura mágica e intensa.