El reencuentro personal con el poeta Alvarado Tenorio en la oportunidad de su más reciente visita a Barranquilla fue verdaderamente gratificante, como gratificante ha sido el reencuentro con su poesía, en especial con la que está contenida en éste su más reciente libro titulado Summa del Cuerpo, que es, desde luego, una summa de su poesía, y que fue presentado en nuestra ciudad en el marco de la programación cultural de la Biblioteca Piloto del Caribe. Ocasión que ha servido para renovar en este modesto lector de su poesía la experiencia que significó la lectura de estos mismos poemas cuando hace casi 20 años, 19 para ser exactos, fueron publicados en su mayoría por vez primera bajo el bello título kavafiano de Recuerda Cuerpo. El ejercicio de cotejar las ediciones y mirar qué poemas estaban y ahora no están, o qué nuevas intervenciones hay en unos y otros, es uno de esos quehaceres de lector que nos ayudan no sólo a disfrutar la historia secreta de una literatura, sino a entender también un poco el alma de los poetas que queremos.
Summa del Cuerpo es así entonces una rigurosa selección, una síntesis sin concesiones, extraída de las seis partes que conformaban la edición original de Recuerda Cuerpo, en la que ahora hallamos inclusive algunos textos ajustados sabiamente por la madurez y la experiencia de este poeta que no dudamos en considerar no sólo como uno de los más destacados de su generación, la que él mismo llamó en un interesante ensayo la generación desencantada; como no es sólo tampoco uno de los más importantes escritores de la literatura colombiana contemporánea; tendríamos que decir más bien que es uno de los artistas definitivos de la que, para bien o para mal, es la tradición cultural y artística de este país.
Harold Alvarado Tenorio es un poeta, ensayista, cronista, periodista y traductor, que en su poligrafía ha dejado en nuestra literatura la huella de una fuerte personalidad, de una exquisita sensibilidad e inteligencia, y el desafío de una valentía y honestidad que subvirtió la media tinta y la pacatería de mucha poesía colombiana con la que no pudieron siquiera los escándalos y los chistes efectistas del Nadaísmo. En Alvarado Tenorio toda esa franca asunción hedonista y sensualista del cuerpo y del sexo que encuentra en su poesía un territorio al mismo tiempo propicio para el goce ilimitado y profundo del amor pero también para lo abyecto, no es otra cosa que una sincera invitación a la libertad poética del cuerpo, misma que por sincera puede quedar cabalmente expresada en los siguientes versos de Kavafis: "No es para cuerpos tímidos / la voluptuosidad de estas llamas".
Pero como tampoco es sólo sobre el cuerpo donde se escribe esta poesía, como no es un cuerpo inscrito y escrito solamente en y por el deseo, hay que decir también entonces que es un cuerpo que se encanta en la música de Mendelssolm, en el timbal y la flauta, en la obertura solemne de 1812, en los tangos de San Telmo en Buenos Aires, y en las danzas folclóricas de los días de junio; disfruta también del paisaje de otros cuerpos y viaja ansioso por diversos parajes del planeta hacia una naturaleza igualmente deseada, pansexual.
"Somos en razón de que deseamos", dijo alguna vez Octavio Paz, y esta idea del poeta mejicano me permite ver en este libro de Alvarado Tenorio la pretensión de una totalización del universo y de la vida por virtud de lo que siente y percibe la voraz vitalidad de un poeta que no quiere perderse de probar y conocer, hasta la absoluta saciedad, todo lo que la vida le presenta en términos de procesos sensibles: cuerpos de hombres o mujeres, paisajes, ciudades, otras literaturas, las lunas de todos los cielos, las noches, otras lenguas, otras lecturas, sabores de platos exquisitos, o de cuerpos, la belleza o el deterioro, un palacio o una pocilga...
Summa de su poesía y de su vida, este libro es también la más completa síntesis de su escritura, de una manera de representar su pensamiento y su sensibilidad con un estilo sometido a un riguroso proceso de adelgazamiento y purificación en el que sólo lo esencial, la palabra ciertamente presentida, sentida y meditada, tiene la posibilidad de ser discurso poético. Así, la poesía de este cuerpo vivo y escrito ostenta una engañosa elementalidad en la que ya se ha prescindido de toda vana palabrería y de toda pretensión retórica para decir entonces la poesía con todos los riesgos de la palabra elegida. Elementalidad, pureza y claridad que a nuestro poeta le representan la más cualificada afinación para cantar un universo de complejas percepciones y emociones, sofisticadas referencias culturales, vivencias o experiencias presentidas por una sensibilidad a la que nada le ha sido ajeno.
Sin embargo, para todo ello el poeta sólo parece tener una inteligencia que conoce a fondo el ejercicio del arte literario, un cuerpo sabio a fuerza de vivirlo todo, y la poesía, la que invita a los espléndidos banquetes de los sueños y a las no menos espléndidas vigilias de la realidad,... la detestada, la leprosa, la purulenta, la mejor de las hembras, la mejor madre, la mejor esposa, la mejor hermana, y la más larga y gozosa de las noches, como Alvarado Tenorio tan certeramente la define.