ULTRAJE es ironía y cinismo: subversión. Nada tiene que ver con lo edulcorado, con tanta poesía hipócrita que pulula en el planeta. Summa del cuerpo del poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio, tiene su axis expresivo en la visión irónica, en la lucidez escéptica. Asisten cada una de la razones a Wiliam Ospina al sostener que "Alvarado Tenorio es un poeta cuya presencia es siempre memorable, cuyo lenguaje es siempre inquietante, cuya alianza de vitalidad y pasión arrebata la vida a la prisión de los relojes y pone en ella siempre un color nuevo, un sabor y un matiz para los que no bastan las palabras del hábito".
Dentro de la literatura iberoamericana actual, sin esquemas cronológicos ni oscuros nacionalismos, la poesía escribe una suerte de eclecticismo crítico donde la muerte de los "istmos"-de las poéticas cerradas- ha dado buen sitio a un estilo que se caracteriza por su dinámica incorporativa, discriminada pero abierta. La obra de Alvarado Tenorio, su Summa del cuerpo, ilustra excelentemente esta tendencia ajena al desgastado sentido de progreso, de que un poeta supera a sus predecesores.
La "tenaz melancolía" se extiende desde el poema inaugural, "Desperdicio", donde el autor ruega "que el pasado caiga desde nosotros". Si un signo nos guía por este magnífico puñado de versos, es la exaltación mordaz de lo lúdrico, el afán de la juventud.
El tópico latino del ubi sunt se esconde aquí tras el biombo baudeleriano de un erotismo que es "el cuerpo detenido en un lecho de aroma", que es un "temporal de suavidad". La invocación del poema "Tú", el juego metafórico con la receta de cocina en "Black Fish Day", simultáneamente es la tristeza de "Café Beach Café" donde la primera estrofa da el anhelo:
El amargo sabor de los sueños
volverá para darte una muchacha
con el pelo suelto
contando recibos del paso del día.
Ese curioso erotismo que exalta la alegría de la carne, como en el poema "Happy New Year", no excluye un lirismo que se inscribe en la mejor tradición modernista, como disfrutamos en "Luna de Ayer". El sentido visual, privilegiado obsesivamente a lo largo del libro sobre los demás sentidos, asciende en "Fotos" y en "La tarde va cayendo en su gris". Asciende como Icaro y desciende como Orfeo. Busca la mirada en "Tardes"- "la escasez de una mirada"- y la encuentra en "Noche de Octubre" cuando cuenta que "obtuvo solo una mirada".
El más íntimo testimonio que dejan estos poemas parece estar en el verdadero temor que Alvarado Tenorio siente ante la posible pérdida de lucidez. Lo aterroriza el no darse cuenta, el ser incapaz alguna vez de extrañarse brechtianamente de sí mismo, de sus propios actos.
Una amarga serenidad se respira, una vitriolesca ironía se experimenta. Así en el poema "Objetos" una lucidez demoledora, sencillamente terrible lo lleva a decir "Los hombres, querido mío,/son otros tantos objetos de nuestra voluntad". O en "El tiempo pasa en vano", cuando resume la impresión disfrazada de consejo y dice "Sal bien de mañana/con la máscara aceitada de sonrisas/ y mala leche". O en Santa Fe de Bogotá ", que termina con una ácida afirmación: "Sólo los locos ululando en las plazas/ son felices".
La obsesión de la juventud, entre la realidad y el deseo que se desprende del homenaje implícito a Luis Cernuda, tan cerca a la vez de Gaitán Durán y del cubano Gastón Baquero, hace de Alvarado Tenorio, por aparente paradoja, un nostálgico. "Hoy, después de tantas lunas/ mi alma vuelve a ti/ fugaz gacela sobre un llano de olvido/ donde siempre estás"- dice en el poema "Dolora". Ese olvido se convierte en presencia. Está en los llanos de la memoria afectiva, desde otra actualidad, recreado en su eterna fugacidad. De ahí el "siempre" y la "gacela", la permanencia y la huida.
A veces declamatorio, a veces enfático, a veces enumerativo, su coloquio transita entre las mejores voces de la poesía colombiana de hoy. Contra la "vida barata" que nos rodea allá y aquí, en cualquier parte del fin del milenio, sus versos "como muelas de joven caballo", forman su única patria. Harold Alvarado Tenorio, alimentado de una cultura que va de Eliot a Kavafis , del Tao al Budismo, de Borges a Onetti, ultraje permanente, es uno de sus proverbios, es un "cuchillo de pedernal". ¿Acaso los ultrajes no son una de las escasas formas de mantenerlos despiertos?