El caso de Jaime Siles no es habitual en el contexto de las Letras españolas en tanto en él confluyen diversas facetas: investigador, ensayista, traductor, crítico y profesor universitario, campos en los que nos ha ofrecido su aguda visión de las cosas. Catedrático de Filología Latina de la Universidad de la Valencia, lo fue con anterioridad de otras universidades españolas igualmente prestigiosas. Agregado cultural de la Embajada de España en Austria, desde 1983 hasta 1990, su labor trasciende el ámbito académico; y no podría ser de otra manera tratándose de un personaje tan vital como nos lo indica su trayectoria.
En su larga lista de títulos destacan, El barroco en la poesía española; Introducción al lenguaje y a la literatura latina o Más allá de los signos (de ensayo); Génesis de la luz, Canon, Alegoría, Música del agua y Semáforos, semáforos (de poesía), entre muchos otros más, así como sus traducciones de Paul Celan, Samuel Coleridge, H.R. Jauss, en concreto, su libro Experiencia estética y hermenéutica literaria que fue un punto de referencia para los teóricos de la literatura, por cuanto orientó la mirada hacia el lector, más que hacia el escritor, lo que permitió novedosas reflexiones en torno al proceso creador. Asimismo se le deben impecables ediciones de autores canónicos como Rafael Alberti, Agustín de Foxá, y de la Poesía española de los siglos XVI y XVII.
Su perfil de investigador, docente y promotor cultural incluye diversos premios y distinciones, como el haber sido catedrático honorario de la Universidad de Viena; Gastprofessor de las Universidades de Graz y de Salsburg, Visiting Professor de las Universidades de Madison Wisconsin, de Bergamo y de Berna, entre otras.
Como poeta ha sido distinguido con los premios De la crítica en 1983, por Música del agua; Internacional Loewe, en 1989, por Semáforos, semáforos; y el I Premio de Poesía Generación del 27 de 1999 por Himnos tardíos. Además, ha recibido La Gran Cruz de honor por los servicios prestados a la República de Austria.
Sin embargo, los premios y reconocimientos parecen importarle menos a Jaime Siles, mucho menos que su aventura poética, a la que se ha entregado con verdadera pasión. La poesía o la búsqueda del poema para él es una forma de conocimiento, más que un modo de decir. Su preocupación se centra en lo que constituye el poema, la materia del lenguaje, y no en las teorías que explican las causas que determinan su realización, para decirlo con sus palabras (y me remito a su texto "El yo es un producto del lenguaje").
Su recorrido poético empieza por una atracción de los elementos sensuales de la realidad, que se concreta en Génesis de la luz (publicado en 1969 cuando sólo contaba 18 años). En una primera fase, según nos dice, escribe bajo el influjo del idealismo cuyas líneas asimila durante su estancia en la Universidad de Tübingen. Resultado de esa experiencia es su libro Alegoría (1977) al que se suman Biografía sola y Canon que se inscriben dentro de lo que la crítica designa como "poesía pura".
En una segunda fase que se inicia tras la publicación de Música del agua (de 1983) -que él define como "el minimalista" (un libro que oscila entre la metapoesía y la poética del silencio)-, explora lo no dicho en el lenguaje. Así en Columnae y en Semáforos, semáforos -que considera libros de plena afirmación vital- la experiencia de la realidad se convierte en experiencia del lenguaje. Atrás queda el joven poeta que fue, pero en cambio, surge otro, que recupera el placer de las palabras, el disfrute y la sorpresa que ellas ofrecen, su íntima musicalidad; por esto, vuelve al metro, a la estrofa y al verso clásico, demostrándonos, una vez, su dominio del idioma, la plasticidad de la materia sobre la que trabaja. Es tal la complejidad de su proyecto y tan esclarecedora su exposición, que podemos incorporarla a nuestra experiencia y vivirla en versos suyos, como este tomado de su poema "Pasos sobre el papel" que me permito leer:
"Hoy todas las palabras me vinieron a ver. / Iban todas vestidas y yo las desnudé. / Tenían agua dentro y yo se la quité. / Bebí toda su agua y me quedó su sed. / No me quedó su habla: me quedó su mudez."
Heredero de Juan Ramón Jiménez y de Mallarmé, pero sobre todo de Nietzsche, ha pesado en él la necesidad de "repurificar" el lenguaje limpiándolo de sucias adherencias ideológicas, para volver la lengua a sus orígenes, en un intento por encontrar ese objeto perdido que corresponde a cada palabra, subrayando así la materialidad del lenguaje, sus límites, pero también su sensualidad y secreta musicalidad. Contrario a cualquier forma de totalitarismo se abre a las distintas vertientes poéticas y toma de ellas lo que más se ajusta a sus necesidades, desacralizando la cultura, humanizándola o clasicizándola como hiciera cierta vanguardia. Los temas de su poesía han sido siempre: el lenguaje como realidad y la identidad como problema y en esa dirección ha venido trabajando en una tercera etapa de su recorrido poético que incluye libros como Himnos tardíos ("Ángulos muertos") y Pasos en la nieve (2004) y en la que trabaja en la búsqueda del otro, de lo otro, consciente de que la poesía es "un ir hacia las cosas, hacia los otros, hacia lo otro y hacia el mundo, que procura de una absoluta comunión y comunicación con ellos y con él; ". Y cierro esta breve presentación con unos versos suyos de "Ángulos muertos" que expresan con más acierto lo que intento decir:
"Vivir al otro lado del poema / y no en la realidad, que es su reflejo. / Cruzar por esas calles / que están al otro lado de la vida. / Mirar sus parques y sus plazas / llenas de luz en las mañanas ebrias. / Sentir el movimiento de las hojas / dentro de un aire inmóvil circular. / Ver el destello de las aguas / de un río que discurre sin principio ni fin. / Ignorar lo que sé, / pensar que ya no existo."
Dos poemas de Jaime Siles
PROPILEO
A ti, idioma de agua derrotado,
a ti, río de tinta detenido,
a ti, signo del signo más borrado,
a ti, lápiz del texto más temido,
a ti, voz de lo siempre más negado,
a ti, lento silencio perseguido,
a ti, este paisaje convocado,
a ti, este edificio sugerido,
a ti, estas columnas levantadas,
a ti, los arquitrabes reflexivos,
a ti, las arquivoltas consagradas,
a ti, los arbotantes disyuntivos,
a ti, mar de las sílabas contadas,
esta suma de sones sucesivos.
PASOS SOBRE EL PAPEL
Hoy todas las palabras me vinieron a ver.
Iban todas vestidas y yo las desnudé.
Tenían agua dentro y yo se la quité.
Bebí toda su agua y me quedó su sed.
No me quedó su habla: me quedó su mudez.
Hoy todas las palabras me vinieron a ver.
Todas iban vestidas y yo las desnudé.
Ni debajo ni dentro había ningún ser
sino un lento perfume de luz sobre su piel:
un líquido contacto de tinta y de papel.
Nada más. Eso es todo lo que recuerdo ver.
Recuerdo las palabras: eran una mujer,
una luz, un perfume, una tinta, una piel.
Oigo pasos que vuelven y vuelven a volver.
No existen: vuelven sólo e insisten otra vez.
Las palabras son pasos dados sobre el papel
hacia nosotros mismos pero con otra piel.
Ellas y nosotros formamos un vaivén
en el tiempo que dura nuestro yo en otro quien.
En las palabras vive lo que vivió una vez
aunque nunca lo mismo tenga segunda vez.