El carnaval es en Bolivia la fiesta por excelencia y se celebra en todo el país, con diferentes modalidades, en unas más marcadas e importantes que en otras, pero igualmente significativas para la gente. Según los diversos matices que germinaron a partir de la unión de los significados del carnaval pagano-cristiano europeo y las celebraciones indoamericanas de la fecundidad de la tierra. Tal mezcla abrió nuevos cauces para los pueblos de esta parte del mundo que se aferraron a tan apreciadas formas de diversión. El período colonial, a la vez, apadrinó al carnaval y lo prohibió, combatiendo los actos pecaminosos con rezos en las iglesias, actividad que tuvo menos concurrencia que la de los carnavales.
Las características que hasta hoy han sobrevivido en las diversas formas de carnaval que se celebran se han formando merced a diferentes factores históricos, entre ellos el control social, la normativa y las concepciones sobre la religión, la conducta y la sensualidad. La barahúnda que representa esta fiesta fue más aborrecida por los gobiernos liberales que por los Coloniales, pues veían en estas fiestas sólo restos de barbarie. Actualmente, algunas voces del progreso en Bolivia en el siglo XXI continúan criticándolas.
Marcos Gonzáles Pérez (2005) enfatiza la adaptación de rituales y ceremoniales del carnaval a particularidades regionales, principalmente en su relación con el mestizaje cultural. Ello ha generado consideraciones y debates nuevos sobre la naturaleza y "razón de ser" de esta fiesta y sus especificidades. En América Latina, sin perderse lo lúdico, la fiesta puede servir para cumplir funciones sociales y realizar políticas de ajuste social en las comunidades. Lejos de ser simples diversiones y caricaturas, el carnaval permitiría la representación de la realidad social, bajo disfraces y máscaras. Los numerosos estudios que ya existen sobre el carnaval relevan el hecho de la ruptura de la cotidianeidad que abre una grieta para "capturar emociones, relaciones e ideas adormecidas" en el ritmo inevitable de la rutina. Asimismo es fundamental su aporte al ingreso a un espacio de "igualdad sustantiva" en las breves horas de la festividad, donde se consustancian también los dramas de los héroes corruptibles y perecederos como propone da Matta.
Gisela Cánepa en varios de sus trabajos sobre Máscaras en el Perú y, especialmente en Migración, fiesta andina y ciudadanía cultural se refiere a la calidad de instrumental político y cultural que puede tener la fiesta en situaciones de desigualdad. Por su parte Mirtha Pereira Vela en Migración y subcultura urbana observa el instinto de supervivencia de los migrantes que usan la fiesta y el ritual como espacio para abandonar el lugar de subordinación en el que han sido colocados, retornando fugazmente al ideal mítico del pasado. Estas diferentes propuestas teóricas y metodológicas instan a los investigadores bolivianos a buscar miradas y planteamientos en relación con las fiestas regionales y locales a partir de miradas desde adentro.
Al ser el carnaval de la ciudad de La Paz una fiesta de doble vertiente, europea e indígena es necesario aclarar algunas puntos de partida. Durante la Colonia y la república, incluso hasta mediados del siglo XX, la organización y manejo ideológico y cultural de esta fiesta fue el modelo europeo aunque participaban mestizos y obreros. Sin embargo, paralelamente aunque en un nivel poco oficial se realizaban también los carnavales indígenas en áreas suburbanas y rurales, pudiendo hablarse de un carnaval mestizo desde el siglo XIX y en realidad antes.
Los datos hemerográficos recogidos arrojan interesantes listas de comparsas de más de 100 años de carnaval de la ciudad de La Paz, que permiten plantear hipótesis de los grupos y clases sociales de la ciudad que participaban en la Fiesta. De hecho, ésta se encontraba dividida entre el día principal en que se presentaba las carrozas y comparsas de los elegantes en la Entrada del Carnaval y la presentación de grupos campesinos que llegaban a las provincias y actuaban en espacio distinto y en un día diferente.
En el análisis de esos 100 años de Carnaval que hemos emprendido, el contexto histórico, político y social es determinante. La Paz es la ciudad más importante de Bolivia desde principios del siglo XX, sede de gobierno y centro económico. Así, vemos períodos de alzas y bajas del interés y el entusiasmo según los años de crisis o grandes transformaciones como fue la revolución nacional de 1952. Y por cierto, una permanente polémica en relación a los modelos culturales y al sentido del carnaval de quienes participan como actores, espectadores y de los omisos a este llamamiento a la diversión.
La normativa oficial permite la disposición de cuatro días feriados dedicados a esta festividad por lo que la adhesión o rechazo a ella se convierte en una temática de exploración. En este trabajo privilegiamos un aspecto central relacionado con los actores sociales: ¿Quiénes son los carnavaleros? que de algún modo toca una canción de carnaval muy conocida:
estos carnavales quien inventaría,
el pepino alegre de la sastrería
La información sobre los carnavaleros de la primera mitad de siglo XX, pese a faltar muchos detalles, ofrece un panorama muy rico al revisar el número y los nombres de las comparsas participantes:
. Desde comparsas de 10 a 20 componentes en la primera década a partir de 1905, con nombres de grupos musicales como Estudiantina Verdi y Estudiantina Española, de amigos, en torno a nombres carnavalescos: Bohemios, Clavel Encarnado, Sordomudos, Duelistas revoltosos, Terroristas, Sobrevivientes del Titanic en 1913. Pero también con denominativos relacionados con películas o personajes famosos en el tiempo y nominativos de países: Holandeses , Troyanos, Rusos, Babilonios. En este universo de nominaciones internacionales, aparecen sólo los Nevados del Illimani y Los Nadies como representativos de lo local y hacia 1920, este número se incrementa con los Loritos de la montaña, Cututos, Karhuanis, Mis Ñatos, Los Huachos, Los Llokallas, Hijos de Larico, Hijos del Illimani, Las Kataris, Los chiriguanos, Los yayas, Los compadritos Saca Pica. Pero la contraparte occidental continúa dominante mostrando la influencia de cada período. En 1920, Los Tangos y Tongos; en 1921, los Nobles de Arrabal y también una influencia extranjera mas específica como The Black cat club. Encontramos en los años de 1929 a 1931, los carnavales más concurridos por comparsas, que tienen de 50 a 100 personas.
Figuran también en los registros comparsas femeninas de 1929 a 1931 con Las divas de dulce mirada, Excéntricas del siglo XX, Las hijas del sol, Las 13 porte bonheur, Hijas del amor, Mariposas del paraíso, Se va la lancha de la sociedad.En los años siguientes a la guerra del Chaco (1932-1936), los carnavales no se llevan a cabo y años más tarde podemos ver un renacimiento de la fiesta, entre 1939 y 1948, con la participación de 50 y 80 comparsas, en las que resaltan los grupos musicales como el centro musical Kolla andinos, junto con los Gitanos, Granaderos, Andaluces, Gauchescos presumidos, Happy Youth. Podemos observar un incremento importante de comparsas con apelativos en idiomas nativos: Tuti Huanuchos, Auqui churatan waras, Wiñay, Wayños yapos llocallas, Careros huaynas, Auqui auquis, Callejero huaynas, Ckuno killo huaynuchos, Huanuchos de curahuara, etc, El carnaval de 1948 todavía registra mas de 80 comparsas con características semejantes, y de allí, hasta 1952 la información refleja una caída del interés en la fiesta relacionada con el estado de descomposición social. Del 52 en adelante cambiará completamente el modelo del carnaval de la primera parte del siglo XX
Se puede advertir, en una mirada de larga duración, cuán relacionada está la fiesta con la historia de cada sociedad al ser un escenario de representaciones de las diversas caras escondidas de una sociedad fragmentada y jerarquizada como la boliviana. Por esta razón, el estudio del Carnaval significa una aproximación de indudable riqueza pues permite el análisis de la expresión de profundas contradicciones, anhelos y confrontaciones que afloran en el ámbito de la permisividad que caracteriza a esta fiesta. De la búsqueda y reconocimiento de identidades y la organización de grupos, asociaciones y redes sociales que a través de la fiesta fortalecen un orden determinado o buscan su derrocamiento por enrevesadas estrategias.
En medio del resurgimiento del carnaval en las diferentes regiones de Bolivia, el de La Paz mantiene su definición de celebración lúdica y hedonística. Pero su antigua alianza con las elites urbanas que se disfrazaban elegantemente y ensayaban pasos de foxtrot en los bailes nocturnos, después de desfilar en las calles más céntricas en elegantes carrozas, ha cedido al empuje popular y a la migración rural de los grupos folklóricos, que han tomado en la lucha por el poder, el espacio simbólico de la ciudad.
A partir de 1952, en que las elites propietarias sufrieron un severo golpe, el carnaval público nunca más fue igual. El gobierno del MNR organizó fiestas populares y en cierto modo decayó el carnaval tradicional a lo largo de las dos décadas de gobiernos nacionalistas y posteriormente dictatoriales, surgiendo nuevas formas de diversión.
En los años 80, en pleno periodo neoliberal, políticas municipales promovieron el retorno del Pepino, uno de los personajes centrales del carnaval tradicional y más tarde otra medida de la Alcaldía de La Paz propició una entrada carnavalera paralela, llamada J'iska Anata (o carnaval indígena), intentando dar mayor realce y un día especial a los grupos campesinos que llegaban de las provincias. A la larga, en estas últimas décadas, el J'iska Anata ha ganado mayor protagonismo que el carnaval tradicional que conserva el día domingo para la entrada principal, mientras que el J'iska Anata se realiza el lunes. Pero a esta última celebración, además de los grupos indígenas con sus trajes e instrumentos autóctonos, han empezado a unirse todo tipo de comparsas y agrupaciones de distintos géneros de danzas y músicas: diablos, morenos, caporales, aproximándose a las grandes festividades del Carnaval de Oruro y del Gran Poder de La Paz.
Con mayor legitimidad que el gobierno municipal rigen las Asociaciones de Conjuntos Folklóricos que agrupan a todas las comparsas que bailan en las diferentes fiestas. En el caso de La Paz, tanto las comparsas que bailan en el Carnaval como en el Gran Poder, tienen sus propias Asociaciones, pero muchas comparsas participan en ambas fiestas. Con precisión de relojería, el siguiente domingo de la despedida del Carnaval, empiezan los ensayos y primeras reuniones bailables del Gran Poder. Fenómeno que al igual que el Carnaval de Oruro mueve varios millones de dólares y alcanza a gran parte de la población de La Paz.
La Asociación de Comparsas del Carnaval Paceño inscribió en la fiesta de 2008, alrededor de 20 comparsas. Al igual que los bailarines que participan en el Gran Poder, los carnavaleros pertenecen a los sectores del gran comercio informal, del transporte pesado, los bordadores, gremiales, en gran medida la nueva burguesía aymara de alto poder adquisitivo. De hecho, desde el inicio de los ensayos de Carnaval, se suceden casi día a día las fiestas de cada comparsa, de cambio de pasantes, de elección de directivos y de una serie de rituales dirigidos al incremento del prestigio y el poder social. Curiosamente, las autoridades y la prensa, y en consecuencia, el público, tienen la imagen de un carnaval tradicional paceño disminuido, específicamente en cuanto a la entrada principal del domingo versus el nuevo carnaval indígena J'iska Anata. Lo que ocurre en realidad es que se ha producido una transformación en los modelos estéticos y culturales en relación al antiguo sector social dominante. El carnaval criollo y mestizo ha cambiado sus antiguas formas de celebración aproximándose más a lo indígena y a lo popular, manteniendo es cierto, una empobrecida imagen de lo criollo -citadino y occidental- que se ha reubicado en fiestas o bailes privados o las generaciones jóvenes que se incorporan a las fiestas populares, pero ya no las dirigen.
Pese a la falta notable de interés de la Alcaldía en promover esta otrora famosa entrada, del domingo, y ocupada en organizar otras actividades del Carnaval, especialmente la del J'iska Anata, el desfile de niños, etc, los nuevos grupos ascendentes de la burguesía chola, celebran el Carnaval con todas las formalidades que han sido adoptadas por ellos. Todas las figuras, disfraces y vestimenta de las comparsas giran en torno a los tres grandes personajes que actualmente forman parte de lo constitutivo del Carnaval Criollo Mestizo del siglo XXI -el pepino, el ch'uta y la chola-. Usaremos el término de Carnaval criollo-mestizo para diferenciarlo justamente del carnaval indígena que ha sido fundado con una intención política de auspiciar un mayor espacio a esta parte de la población, aunque en realidad, los participantes del carnaval criollo-mestizo son migrantes e hijos de migrantes indígenas de segunda o tercera generación que han llegado de las provincias paceñas y se han establecido con éxito en la ciudad adoptando una cultura mestiza y acercándose con fuerza a distintos factores del mundo globalizado. En primer lugar, sus actividades comerciales están directamente relacionadas con la importación de productos, vehículos y equipos electrodomésticos, de informática y muy especialmente de las telas importadas, parte de un gran comercio transoceánico y adornos utilizados para la confección de los trajes, así como a grupos de gremiales de venta de carne y otros productos.
Los elementos centrales del despliegue de gastos realizados con motivo del Carnaval son los trajes uniformados para los diferentes ensayos, con un alto contenido estético y simbólico, uso de valiosas joyas, gasto suntuario en consumo de bebidas, contratación de varias bandas y conjuntos electrónicos que señalan una inversión económica en determinados valores sociales y culturales y dan forma a una identidad criolla mestiza específica.
Los tres personajes que dominan el carnaval paceño -Pepino, Ch'uta y Chola- representan una parte del imaginario amplio y cambiante que tienen los paceños, creadores y recreadores de numerosas e importantes danzas, músicas y máscaras: los Pepinos, descendientes criollos de los pierrots europeos, tienen un total contenido local, de personaje alegre, dicharachero, pero también triste y desdichado, mientras que el Ch'uta -de identidad discutida- reconocido tanto como poblador nativo o como el pongo que tenían los señores en tiempos anteriores a la reforma agraria, ya no es el servidor humilde que habría dado origen al ch'uta bailarín, pues se asemeja en ciertos rasgos al pepino, por su picardía. Tan notoria es esta calidad que se le aplica el adjetivo de "ch'uta cholero", es decir, va acompañado de dos cholas a las que hace girar en su paseo triunfal. Y la Chola, mujer mestiza que ha adoptado desde el siglo XVIII la pollera como símbolo emblemático de pertenencia a una identidad diferente. Los tres grandes personajes participan no sólo en la entrada sino en el entierro del Carnaval, pero además de su faceta de participación pública en la programación oficial, tienen un ciclo y una intensa vida al interior de sus organizaciones, haciéndose dueños de las calles y grandes salones de fiestas de más de un barrio, bailan, desfilan, se lucen, cantan sus huayños carnavaleros con enorme sentimiento, pues las letras, los recuerdos y las melodías se entremezclan.
El trabajo etnográfico realizado, complementario de la investigación histórica, hemerográfica y de archivos fotográficos, ha permitido a los investigadores, penetrar en mayor profundidad en este nuevo carnaval paceño que tiene características específicas respecto de otros carnavales tanto del exterior como de otras ciudades del país, pues posee una trama interna vinculada con la identidad y el imaginario de la mestizada sociedad paceña. Estudiar el Carnaval de La Paz en un período de larga duración, más de un siglo (1904-2008) significa penetrar en el sentido de reversión social de una sociedad que ha cedido a otros sectores el espacio público central mediante el concepto de fiesta, y propicia anualmente la aproximación comunitaria pero reproduce o incide en el restablecimiento de distinciones entre clases sociales, renovando así la reconstrucción del poder simbólico.
En la perspectiva de las transformaciones históricas del país, la fiesta ha sufrido cambios transcendentales mostrando su dinámica y su apego al acontecer del mundo, a la vez que sigue siendo una caja de tesoros del pasado.
En las últimas décadas, el retorno de lo indígena y recientemente el acceso al poder del primer presidente indígena ha hecho posible la ocupación de mayores espacios simbólicos en los distintos ámbitos de la sociedad, incluyendo la fiesta, paralelamente a la salida del escenario festivo público de las elites o su incorporación resemantizada al mismo. Pero nos interesa poner en evidencia la existencia de la diversidad y la imparable capacidad de renovar y renombrar las cosas, de recrear y reinventar las diferencias pese a la tendencia homogeneizadora del mundo globalizado.
BIBLIOGRAFIA
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Paredes Candia, Antonio (1982) De la tradición paceña. Folklore y tradiciones de la ciudad de La Paz. Ediciones Isla, La Paz.
Pereira Vela Mirtha (2007) Migración y subcultura urbana. Procesos de desestructuración de la identidad comunitaria de origen. Reunión anual de Etnología (RAE), MUSEF. La Paz.
FUENTES
PERIÓDICOS
El Diario, La Paz, 1907-1960
La Razón, La Paz, 1917-1952