La crisis que estamos viviendo ha descubierto que el sistema económico mundial es imprudente y está cegado por la codicia, es inoperante a varios niveles, y tiene tanta fe en la libre regulación del mercado que se vigilan pocas cosas. Como dijo Warren Buffet, "cuando baja la marea se ve quien se estaba nadando sin bañador", y la marea ha bajado mucho.
La primera sorpresa fue el origen de la crisis. Hace un año, pocos sabían que un ninja era una persona con No Income, No Job or Assets; es decir, sin ingresos, trabajo ni propiedades. Tampoco sabíamos que una subprime era una hipoteca concedida a un ninja. Pero la burbuja inmobiliaria estadounidense se formó a base de conceder millones de hipotecas a quienes no podían pagarlas. Para entender cómo funcionó el sistema durante años, es necesario explicar que en los Estados Unidos no se presentan avales al pedir una hipoteca; en caso de no poder pagarla, se le dan las llaves del piso al banco, y ya está. Supuestamente esto debería bastar para que los bancos tuviesen cuidado con a quién conceden hipotecas, pero es que, mientras los tipos de interés fueron menores que la inflación, era muy rentable dar hipotecas de pago dudoso. El sistema funcionaba más o menos así. Cuando alguien vendía un piso por 100.000 dólares a un ninja, quien pagaba era el banco, y el ninja firmaba una hipoteca, que le obligaba a pagar al banco, digamos, 5.000 dólares al año. Al año siguiente los precios de los pisos habían subido un 10%; como el ninja no podía pagar, lo que hacía era rehipotecar su piso, con lo cual pasaba a tener un piso que valía 110.000 dólares, una deuda de 115.000 dólares (la nueva hipoteca más los intereses de la vieja), y 10.000 dólares en metálico (la diferencia entre los precios de las dos hipotecas); entonces usaba los 10.000 dólares para pagar la nueva hipoteca. El resultado era que debía 105.000 dólares, pero tenía una casa que valía 110.000, es decir, en cierto sentido había ganado sin poner dinero en el asunto. Todos salían ganando; el banco tenía un cliente que no era bueno pero estaba pagando, y el ninja se ahorraba un alquiler y, además, medio estaba comprando una casa.
Cuando la burbuja inmobiliaria creció tanto que los bancos estadounidenses se quedaron sin dinero, empezaron a convertir las hipotecas en títulos y venderlas al resto del mundo en forma de bonos. Los detalles de estas operaciones conseguirán que nadie quiera volver a oír hablar de "innovación financiera" durante decenios.
Pero finalmente los precios de las casas subieron tanto que ya nadie se atrevía a comprar pisos, y la burbuja hipotecaria reventó. En cuanto los precios dejaron de subir, los ninjas se encontraron con que no podían rehipotecar sus casas por un precio mayor, con lo cual dejaron de poder pagar, y empezaron a entregar llaves de casas a los bancos.
Hasta aquí todo había sido más o menos previsible, pero lo que nadie se había imaginado es la desquiciante cantidad de dinero que iban a perder todos los bancos del mundo y las compañías reaseguradoras en las diversas burbujas inmobiliarias (la burbuja de los Estados Unidos fue el detonante, pero se había formado burbujas en más países, como España). Todavía no se sabe cuánto dinero se ha esfumado en el aire, pero algunas estimaciones hablan de 5 billones de dólares.
De repente se tuvo la sensación de que se había construido el planeta a crédito y no había forma de pagarlo. Pero no se sabía cuántos bonos había comprado cada banco. Es decir, se sabía que muchos bancos iban a quebrar, pero no se sabía cuáles. Y aquí es donde la crisis inmobiliaria se convirtió, además, en una crisis de crédito: los bancos no dejaban dinero porque iban a necesitar todo el que tuvieran; y lo que resultó ser más grave, los bancos no se dejaban dinero entre ellos, porque existía el riesgo muy real de que el banco receptor quebrase y no pudiese devolver el préstamo.
Una vez los bancos dejaron de conceder todo tipo de préstamos, se formó la tercera crisis: la economía mundial quedó paralizada. Las empresas quiebran porque ni cobran ni pueden pagar, el paro aumenta, y según su grado de pesimismo, los expertos hablan de recesión, deflación, o depresión. Se ha formado la primera crisis económica global. Para intentar reanimar el mercado interbancario, es decir, para conseguir que los bancos vuelvan a prestarse dinero entre sí, se les ha "inyectado liquidez". Pero a pesar de las cantidades abrumadoras de dinero que los estados han dado a los bancos, la situación no ha vuelto a la normalidad, y conseguir préstamos sigue siendo difícil, por mucho que los tipos de interés hayan bajado.
A partir de aquí, la crisis adquirió una personalidad propia en cada país, según el estado particular de su economía y las medidas adoptadas por sus gobiernos.
La crisis bancaria en Islandia, donde el peso de los bancos en la economía era demasiado grande, estuvo a punto de llevar al estado a la suspensión de pagos. El desastre se ha evitado gracias a un préstamo especial concedido por Rusia.
La crisis económica ha provocado dos cambios de gobierno en Bélgica.
En los Estados Unidos, de los cinco grandes bancos de inversión que había a principios de 2008, hoy sólo queda uno; todos los demás han quebrado o han sido comprados a precios de saldo. El cierre de uno de ellos, Lehman Brothers, fue especialmente cruento, debido a la enorme cantidad de bonos hipotecarios que habían vendido a todo el mundo y que de repente pasaron a no valer nada.
Varios bancos estadounidenses han declarado que usarán parte del dinero recibido del estado para dar dividendos; es decir, exactamente igual que si lo hubiesen hecho bien, hubiesen obtenido beneficios, y los repartiesen entre los accionistas, sólo que esto se hará con el dinero de los contribuyentes.
En España, no se sabrá qué bancos han recibido dinero del estado para no dañar su credibilidad. Tampoco se sabrá en qué lo emplean.
En Alemania se puso como condición para conceder ayudas a los bancos que éstos la solicitasen, y esta solicitud sería conocida públicamente (aunque no se divulgaría la cantidad concedida). El resultado fue que prácticamente ningún banco solicitó nada de los 400.000 millones de euros preparados, y hubo que modificar el plan de socorro. Obligados a decidir entre arruinarse y hundir a sus clientes, o a perder reputación, lo que hicieron los bancos fue ponerse todos de acuerdo en pedir la ayuda a la vez, para que ninguno sufriese más pérdida de credibilidad que los demás.
En medio de la crisis, se ha reavivado el debate sobre los sueldos astronómicos que cobran los directivos de las grandes empresas financieras, y las críticas se pueden dividir en cuatro frentes de ataque. En primer lugar, a la vista de los resultados, parece obvio que estos sueldos no han producido una creación de riqueza para las empresas. En segundo lugar, ha quedado patente que el recompensar a los directivos basándose en los resultados a corto plazo, se les anima a adoptar estrategias rentables a corto plazo y con riesgos desmedidos a medio y largo plazo. En tercer lugar, los contratos blindados hacen que se les paguen cantidades enormes incluso si arruinan sus empresas, con lo cual no hay relación entre lo que consiguen y lo que cobran. Por último, el sueldo de los ejecutivos es una cuestión privada entre ellos y los accionistas de la empresa... pero sólo hasta que el estado se ve obligado a intervenir inyectando dinero de los contribuyentes.
En 2007, los máximos ejecutivos de las 16 entidades más afectadas por la crisis de crédito ganaron en total 236 millones de euros, un 30% más que en 2005. A finales de 2007, cuando casi todos los grandes bancos de inversión empezaban a encarar enormes pérdidas, pagaron bonus comparables a aquellos repartidos en 2006, cuando los beneficios eran mucho mayores y la crisis no parecía inminente. Stanley O'Neal fue una de las primeras víctimas de la crisis subprime cuando se estimó en 2007 que su banco, Merryll Lynch, había incurrido en unas pérdidas de 8.000 millones de dólares; al ser despedido, se le pagó una gratificación de 161 millones.
En 2008, ya en plena crisis, quince ejecutivos de Wall Street cobraron cada uno más de 100 millones de dólares; en promedio, cada empleado de Goldman Sachs ha cobrado 210.000 dólares.
Pero lo realmente importante no son los sueldos, sino los bonus. Merryll Lynch destinó a 6.700 millones para premiar a sus empleados; Goldman Sachs y Morgan Stanley, 13.000. Los cinco grandes bancos de inversión (los tres citados más Lehman Brothers y Bear Stearns) pagaron a sus empleados 145.000 millones entre 2003 y 2007 como incentivos. Los primeros planes de rescate para estas compañías implicaron inyectarles un billón de dólares.
Merrill Lynch fue rescatado de la quiebra por Bank of America, que lo compró a mediados de 2008. John Thain, consejero delegado de Merrill Lynch, cobraría 200 millones de dólares en caso de que fuese despedido por Bank of America. Pero quizás esta cantidad no sea suficiente; se ha sabido recientemente que poco antes de cerrarse la venta a Bank of America, Merrill Lynch entregó a sus ejecutivos miles de dólares en bonos.
Poco después de que AIG, una compañía reaseguradora, fuese rescatada de la quiebra por la Reserva Federal, que le inyectó 85.000 millones de dólares, sus ejecutivos pasaron una semana de vacaciones en un lujoso hotel de California, donde se gastaron medio millón de dólares. Como respuesta a las críticas, la compañía se defendió diciendo que estas vacaciones eran un premio por la venta del departamento de seguros de vida y que estaban planeadas desde hacía un año, pero esto no es creíble, dado que 7 de los 10 principales ejecutivos de la compañía estuvieron presentes.
Otro tipo de empresas que han perdido muchísima credibilidad como consecuencia de la crisis son las agencias de calificación, encargadas de evaluar imparcialmente los riesgos de diversos negocios. No vieron venir la crisis, y una vez llegada no se atrevieron a rebajar la calificación de los grandes bancos. Por ejemplo, el día anterior a la quiebra de Lehman Brothers, los bonos de este banco seguían teniendo la máxima calificación; precisamente los que esparcirían la crisis subprime por todo el mundo.
Dada la curiosa tendencia de las agencias de calificación norteamericanas a rebajar la calificación de todos los bancos salvo los norteamericanos, numerosas entidades han empezado a rescindir sus contratos con ellas. Por ejemplo, varios bancos pequeños y cajas españolas pagaban 80.000 euros anuales a Standard & Poor's para que hiciese un seguimiento de sus negocios e hiciese pública su calificación. Sin embargo, cuando las calificaciones conseguidas son peores que las de bancos americanos a punto de quebrar, no ayudan precisamente a que el banco tenga prestigio. Hace un año habría sido inimaginable que un banco rescindiese uno de estos contratos, porque habría parecido que tenía algo que ocultar y por eso no quería ser calificado; sin embargo, este año se ha visto que no pasa nada por prescindir de los servicios de ciertas agencias, y más y más bancos europeos están siendo calificados sólo por Moody's; en España, los primeros fueron Banco Pastor, Bancaja y CAM, pero ha habido más.
Y no son sólo los bancos. Antes, cuando las agencias de calificación norteamericanas rebajaban la estimación de beneficios de grandes empresas europeas, el veredicto se aceptaba en silencio, como si fuese un castigo caído del cielo. Pero ya no; en varias ocasiones, algunas empresas que se han sentido tratadas injustamente han respondido con tanta ferocidad, que las agencias de calificación han anunciado que revisarían sus previsiones.
Algunos ejecutivos han renunciado voluntariamente a sus bonus, pero no han sido muchos. En Francia, el presidente Sarkozy ha puesto como condición para que los bancos reciban ciertas ayudas estatales que reduzcan el pago de dividendo y, además, que sus ejecutivos renuncien voluntariamente al cobro de bonus.
Jérôme Kerviel, un operador de futuros del banco francés Société Générale, saltó a la fama el 24 de enero de 2008 cuando se supo que había hecho perder a su banco unos 5.000 millones de euros al realizar operaciones perdedoras. Kerviel, con 31 años, no tenía realmente posiciones de responsabilidad. Según el banco, Kerviel violó las medidas de seguridad de sus sistemas informáticos, pero él declaró que todo el mundo lo hacía y que sus jefes sabían lo que ocurría. Dado que llegó a mover hasta 50.000 millones de euros, es fácil preguntarse en qué consisten exactamente los sistemas de control del banco.
En realidad, Kerviel no es un caso aislado. Evan Dooley, un operador de MF Global, la mayor plataforma de intermediación de futuros y opciones del mundo, hizo perder en febrero a la compañía 141,5 millones de dólares. Y Groupe Caisse d'Epargne, una cooperativa de cajas francesas, perdió 600 millones de forma parecida. Estos incidentes tienen un precursor famoso: en 1995, uno de los operadores de futuros del Barings Bank en Singapur incurrió en pérdidas de 800 millones de libras, a consecuencia de lo cual el banco quebró.
La bolsa de Bombay se desplomó un 7% el día que se supo que la empresa Satyam había defraudado 1.000 millones de dólares, simplemente inflando sus resultados. Satyam es la cuarta empresa tecnológica más grande de la India.
Polaroid se declaró en suspensión de pagos en diciembre tras conocerse un fraude de 1.380 millones de euros cometido por sus ejecutivos.
Un falso rumor de bancarrota hundió la cotización de United Airlines un 99,9%; sus acciones llegaron a comprarse y venderse por un céntimo, el mínimo permitido por el sistema informático.
El precio del petróleo casi alcanzó en verano de 2008 los 150 dólares por barril, pero a finales de año bajó hasta los 35 dólares. La inflación también tuvo altibajos enormes a lo largo de 2008; al principio del año rozó el 6%, pero acabó en el 1%.
Otro activo que tuvo una gran variación de precio fue Volkswagen. Como prácticamente todas las empresas del mundo, su cotización en bolsa bajó a lo largo de 2008 (con los altibajos normales), y debido a varias circunstancias, parecía seguro que iba a bajar mucho más. Así pues, muchas personas vendieron acciones de Volkswagen a crédito. Es decir, vendieron primero acciones que no tenían, con la intención de comprarlas después más baratas. Hay varias formas de hacer esto; la más sencilla es alquilar acciones a alguien que esté decidido a no venderlas, y que pida a cambio un interés; una vez alquiladas, se venden, se espera un tiempo, se compran más baratas, y se devuelven al propietario original. En octubre, hasta el 15% de las acciones de Volkswagen estaban vendidas a crédito. Pero resulta que sólo el 37% de las acciones de Volkswagen cotizaba en bolsa; el otro 63% de las acciones pertenecía a Porsche y al gobierno de Sajonia, que las tenían "apartadas de la circulación". Ese 37% es un free-float relativamente pequeño, como veremos. Resumiendo: en octubre, de cada 100 acciones, 63 no jugaban, 22 estaban en la situación normal, y 15 habían sido vendidas a crédito y tenían que ser recompradas. Pero entonces, Porsche anunció de repente que había adquirido un 31% de las acciones de Volkswagen en opciones. De pronto la situación cambió radicalmente: de cada 100 acciones, 94 no jugaban, y 6 habían sido vendidas a crédito 2 veces y media. Esto quería decir que cada acción de Volkswagen en bolsa tenía que ser comprada dos veces y media por aquellas personas que las habían vendido a crédito. Inmediatamente se generó un "pánico comprador"; esta graciosa expresión se refiere a que quienes quieren comprar son víctimas del pánico porque el precio sube y sube, de la misma forma en que, en circunstancias más habituales, quienes quieren vender son víctimas del pánico porque el precio baja y baja. Varios factores se confabularon para que la subida fuese aterradora; el primer día, las acciones de Volkswagen subieron un 146%; el segundo, un 64% sobre lo ya subido. Las acciones llegaron a valer 1.000 euros, y Volkswagen se convirtió de repente en la empresa más cara del mundo. Todos aquellos que habían vendido a crédito tuvieron que comprar las acciones 4 veces más caras. Las pérdidas de los especuladores fueron cuantiosas.
¿Quiénes perdieron dinero con Volkswagen? Los tres mayores damnificados fueron Morgan Stanley, Goldman Sachs y Société Générale, tres bancos que ya hemos mencionado antes, que ya habían recibido salvajadas de dinero del sistema para poder seguir ofreciendo créditos, y que no sólo no habían ofrecido créditos, sino que habían usado los fondos recibidos para apostar en contra del sistema, vendiendo a crédito, y habían vuelto a perder. Estos tres bancos, después, han recibido más inyecciones de capital, porque si no tienen liquidez no pueden prestar dinero; lo más gracioso es que siguen sin prestar.
Bernard Madoff, un gestor de fondos de Manhattan, estafó unos 50.000 millones de dólares a quienes le confiaron su dinero, mediante un esquema de Ponzi: el dinero de los nuevos clientes se usaba para pagar los intereses de los viejos. Madoff se movía en los ambientes más exclusivos, y casi todas las víctimas de sus estafas son millonarias. De hecho, a veces rechazaba como clientes a inversores adinerados que no tenían el suficiente abolengo. Madoff era judío, y entre sus víctimas hay numerosos judíos y organizaciones judías, como la Fundación para la Preservación de la Memoria del Holocausto. De hecho, Madoff estafó tres millones de dólares a su hermana, que ha tenido que poner a la venta su casa. Supuestamente, Madoff fue denunciado por sus propios hijos, aunque es muy posible que esto fuese sólo una estratagema para salvar en lo posible a la familia. El día anterior a que saliera todo a la luz, Madoff mandó a varios de sus clientes unos paquetes de joyería y relojes por valor de un millón de dólares; también se ha sabido que tenía planes para enviar a amigos y familiares unos 120 millones de euros, pero fue detenido antes de hacerlo.
A pesar de que Madoff no era un personaje conocido por el público, había sido presidente del NASDAQ (el mercado de valores tecnológicos norteamericano), y tenía una gran fama de ser el tipo de inversor que conoce a todo el mundo y está enterado de todos los secretos. Consiguió engañar a casi todo el mundo durante 40 años. Sin embargo, hubo varias ocasiones en las que las autoridades recibieron denuncias en las que se decía explícitamente que estaba llevando a cabo la mayor estafa de Ponzi de la historia. La SEC (el organismo regulador en EEUU) llegó a hacer algunas inspecciones, pero no encontraron nada importante fuera de lugar; Madoff se valió de su experiencia como presidente del NASDAQ para evitar ser descubierto. Una de las razones por las que los competidores de Madoff sospechaban de él era la uniformidad de los beneficios que conseguía: tanto en años buenos como en años malos, Madoff siempre conseguía alrededor del 10% a sus clientes; de hecho, el primer denunciante fue otro gestor de fondos a quien sus jefes habían espoleado para que obtuviese los mismos resultados que Madoff. Otro bróker alertó a la SEC cuando descubrió que, para que unas declaraciones de Madoff fuesen ciertas, tendría que haber usado más derivados de los que existían en circulación.
No es una casualidad que la estafa de Madoff haya salido a la luz en mitad de la crisis; precisamente ha ocurrido ahora porque los inversores empezaron a retirar su dinero de los fondos de Madoff por temor a sufrir pérdidas, y al llegar al momento en que la gestora de Madoff se quedó sin efectivo, pero sus clientes seguían pidiendo reembolsos, no le quedó más remedio que reconocer la verdad. Varios expertos anunciaron que este mismo fenómeno volvería a repetirse, y, efectivamente, otras estafas de "chiringuitos" han sido descubiertas, aunque ninguna comparable en tamaño a la de Madoff. Las mayores hasta la fecha han sido otros dos esquemas de Ponzi: el de Joseph S. Forte, otro gestor de fondos que estafó 50 millones de dólares a 80 inversores, y una organización que estafó unos 23 millones de dólares a miles de inversores de la comunidad haitiana en EEUU.
Los afectados de Madoff en España no podrán recurrir a la CNMV (Comisión Nacional del Mercados de Valores, el regulador de nuestros mercados) porque contrataron los fondos a través de bancos intermediarios radicados en Suiza. Eso sí, cuatro entidades reguladoras europeas deberían haber supervisado las cuentas de los fondos de Madoff, y sin embargo, nadie dijo nada.
El estado Austríaco tuvo que hacerse cargo de Medici, una banca que gestionaba 4.000 millones de euros pero que perdió 1.500 millones en el fraude de Madoff.
Varios expertos han declarado que el problema no es que no haya regulación en los EEUU para evitar estos problemas, sino más bien que nadie se encarga de que la regulación existente se aplique.
La máxima condena que puede caerle a Madoff son 3.4 millones de dólares de multa y 20 años de cárcel. Pero no es probable que acabe en prisión, debido a su edad.
Las 300 mayores fortunas radicadas en Suiza han sufrido unas pérdidas estimadas (en enero de 2009) de 46.000 millones de euros (la mayoría de estas personas no tienen nacionalidad suiza, sino que tienen ahí su residencia por motivos fiscales). Los 6 mayores millonarios rusos han perdido 80.000 millones de euros. En India y China las pérdidas han sido menores en cantidad, pero mucho mayores en proporción.
Adolf Merckle se suicidó lanzándose a un tren como consecuencia de las pérdidas sufridas. En particular, perdió 400 millones apostando a la baja de Volkswagen; ésta operación fue la que acabó de arruinarle. Merckle llegó a ser el quinto alemán más rico, su fortuna se estimó en 7.000 millones, y en sus empresas trabajan 100.000 personas. Dos días después de su muerte, los bancos le concedieron un préstamo que había solicitado.
El libre mercado no ha sido capaz de autoregularse. Las organizadores reguladoras no han regulado ni inspeccionado. Cuando los bancos desconfían, no prestan ni aunque se les dé el dinero. Los sueldos caros no aseguran una buena gestión, de hecho aumentan el riesgo a largo plazo. Las agencias de calificación no califican bien. Es el Estado quien apuntala el sistema capitalista, y no al revés.