La construcción de la imagen del héroe en Latinoamérica corre paralela a los estudios de las guerras de independencia, es decir, un periodo de tiempo que se extiende, básicamente, entre 1808 y 1850. Es un dato común a todos los países latinoamericanos la existencia de una extensa producción literaria e historiográfica dirigida a la idealización de los héroes o próceres de la independencia. Toda esta literatura, que ha trascendido la cultura popular, ha sido utilizada fundamentalmente por la historia oficial para construir una historia nacional que incide e la ruptura más decidida con el pasado español. Ahora bien, si existen múltiples estudios sobre los numerosos artífices masculinos no ha sido sino hasta hace unas décadas cuando se ha estudiado y hecho visible el papel que jugaron las mujeres en este complicado proceso que dio como resultado cambios definitivos en el continente latinoamericano. Con el establecimiento en la academia de los Estudios de género, principalmente a partir de los años setenta, han surgido voces alternativas a las de la historiografía oficial, con el fin de revisar, para rescribirlo después, el imaginario de las mujeres que participaron en estas luchas; asimismo, se han interpretado desde los enfoques de género, numerosos documentos obviados por la historiografía oficial, todo ello con el objetivo de rescatar las estrategias de las que se sirvieron las mujeres latinoamericanas para contribuir a la causa independentista, superando y rebasando los controles y límites impuestos por el sistema patriarcal dominante, teniendo en cuenta condicionantes como la raza y la clase social, además del que nos ocupa en este trabajo: el género.
Más que la exaltación heroica de estas mujeres, a los estudios de género les interesa analizar y tratar la incidencia y la repercusión que estos acontecimientos han podido tener en la historia de las mujeres en Latinoamérica, después de doscientos años de independencia., sobre todo en los que afecta a su incursión y participación en la esfera pública y, por ende, en la política.
Una de las primeras historiadoras en investigar en este sentido fue Evelyn Cherpak, quien publicó en 1978 el artículo "La participación de las mujeres en el movimiento de Independencia de la Gran Colombia". Entre otras cosas decía:
este desprecio por la mitad de la población ya no se puede aceptar. Las mujeres no fueron espectadoras pasivas en este conflicto. Participaron en él y fueron afectadas por él como individuos, como madres y como esposas. Por lo tanto es necesario hacer una nueva estimación de la naturaleza de su contribución y de los efectos que tuvieron las guerras de independencia en su posición en la sociedad. Este enfoque habrá de conducir a un más completo conocimiento de la época revolucionaria (1978: 253).
En esta línea, uno de los trabajos más interesantes es el llevado a cabo por el grupo de investigación de las universidades de Nottingham y Manchester en Reino Unido. Lleva por título Gendering Latin American Independence. Women´s political culture, and the Construction of Gender 1790-1850 1 . Culminó con la publicación South American Independence: Gender, Politics, Text, en 2006. Cuentan con una exhaustiva base de datos donde se recogen diversos enlaces sobre bibliografía, documentos gráficos, discursos y textos políticos y más de 50 entradas sobre mujeres que tuvieron un papel determinante en las independencias de sus países. Una de estas investigadoras, Claire Brewster en su artículo "¿Amazonas o Inocentes? La contribución de las mujeres a la causa" afirma que clase dominante-los criollos-impidió que las mujeres tuvieran participación alguna en la vida pública tras los procesos de la independencia, a pesar del interés mostrado por muchas de ellas. Asegura además:
No se incluyó a las mujeres en las constituciones de las repúblicas recién nacidas, ni tampoco se las excluyó. Simplemente fueron ignoradas. Si algún historiador las nombra, es para decir que tuvieron un papel menor, de apoyo en la lucha por la independencia como esposas, hermanas e hijas o quizás sirviendo a las tropas como enfermeras, cocineras o prostitutas (2007: 1)
Para ilustrar esta problemática me voy a referir al caso de México, y concretamente a dos mujeres, Josefa Ortiz y Leona Vicario, ambas reconocidas como agentes activos en el movimiento de la independencia, aunque tratadas de forma muy oblicua y parcial desde la historia oficial. En este sentido, historiadores como Carlos María Bustamante, José María Luis Mora y Lucas Alamán, han proyectado una visión estereotipada de estas mujeres, con la intención de perpetuarlas en el imaginario cultural e ideológico a la sombra de los idealizados héroes nacionales, Morelos, Hidalgo, Guerrero, Mina, entre otros. De otro lado, diversas investigadoras como, Silvia Arrom, Asunción Lavrin, Ana Rosa Domenella, Nora Pasternac y Alicia Tehuancay desde los enfoques de género, han reconstruido tales imaginarios estereotipados para insistir y hacer visibles nombres, hechos, documentos, que inciden en la construcción de un imaginario femenino colectivo, revisado y alternativo, de suma importancia en posteriores estudios en relación con la contribución de las mujeres a la historia de América Latina.
JOSEFA ORTIZ GIRÓN (1780-1829). Conocida con el sobrenombre de "La corregidora" debido al puesto ocupado por su esposo, Miguel Domínguez, en Querétaro, es hoy día aceptada como heroína por su actuación en el "grito de Dolores", pronunciado por Miguel Hidalgo y Costilla el 16 de septiembre de 1810, el cual inició el movimiento de independencia en México. No obstante, el historiador Carlos María Bustamante en su obra Cuadro histórico de la revolución mexicana de 1810, publicada entre 1821 y 1827, minimiza la actuación de Josefa Ortiz, señalando que en la conspiración septembrina de Querétaro, se detuvo al corregidor del lugar y también a su esposa "a la que el alcalde condujo a su casa para tomarle declaración y después la trasladó al convento de Santa Clara, a pesar de que se hallaba grávida" (Tecuanhuey, 2003: 74). Jose Luis Mora, por su parte, en su obra México y sus revoluciones (1836) destaca que se involucró en el último momento en la conspiración del cura Hidalgo. Asegura lo siguiente:
La mujer de Domínguez, que no tenía otras ideas de independencia que el odio a los españoles, luego que supo que se conspiraba contra los independentistas, se declaró por los conjurados y avisó con un correo particular a Hidalgo y Allende, haber sido descubiertos, advirtiéndoles el gran peligro que corrían. Se ignora si este paso fue dado con consentimiento de su esposo: pero los españoles de Querétaro, que llegaron a saberlo, dieron por supuesto que así sería, y el alcalde ordinario Ochoa arrestó al corregidor la noche del día siguiente, 15 de septiembre (Tecuanhuey, 2003: 75).
Por su parte, Lucas Alamán en su Historia de México, de 1849, confirma que el matrimonio Domínguez se había involucrado por propia voluntad en la conjura independentista relatando, con detalle, la activa participación de Josefa Ortiz, aunque sin nombrarla. Afirma, refiriéndose al corregidor, que "su mujer, persuadida del riesgo que la conspiración corría de frustrarse y todos los comprometidos en ella de ser aprehendidos, avisó al alcalde de la cárcel con la señal convenida y tras un zaguán cerrado transmitió al informante las ocurrencias para instruir a Allende de todo" (Tecuanhuey, 2003: 76). Si la imagen de los próceres mexicanos Hidalgo, Morelos, Allende, Guerrero o Mina ya estaba claramente consolidada desde 1823, la construcción de la imagen de las heroínas era por entonces inviable. Finalmente, Josefa Ortiz es reconocida públicamente como personaje clave en la independencia en 1891, al concluir el Segundo Congreso Nacional de Instrucción, que buscaba la uniformidad de la enseñanza de la historia en todo el país, de manera que su nombre fue incorporado a la lista de personalidades destacadas en la independencia de México.
Silvia Arrom en The Women of México City (1790-1857), estudio publicado en 1985, presenta algunos detalles interesantes respecto a esta mujer señalando que Josefa Ortiz de Domínguez, "La Corregidora", desafió a su marido, el Corregidor de Querétaro Miguel Domínguez y al Virrey al celebrar tertulias a las que acudía entre otros el escritor José Joaquín Fernández de Lizardi. En 1810, Ortiz, que en ese momento estaba encerrada en su casa por orden de su marido, oyó por casualidad que los conspiradores habían sido descubiertos. Se las arregló para enviar un mensaje a Ignacio Allende que en ese tiempo estaba implicado en un llamamiento a la rebelión independentista. Parece ser que cortó las palabras y las pegó una tras otra porque era ilegal que las mujeres escribieran. Un acto tan atrevido y audaz la llevó a la cárcel durante cuatro años. Sin embargo los republicanos continuaron reuniéndose en la casa de Ortiz para clamar contra el General Iturbide 2 .Josefa Ortiz es conmemorada en una estatua erigida en la Plaza de Santo Domingo en la Ciudad de Méjico y cada septiembre su imagen aparece junto a las de Hidalgo, Allende, Morelos y Guerrero en las celebraciones patrióticas. Por último, esta mujer ha jugado un papel importante en la construcción de la historia de las mujeres en Latinoamérica ya que en los años cincuenta se convirtió en un símbolo para la obtención del derecho al sufragio femenino en México y otros países de continente 3.
LEONA VICARIO (1789-1842). La historia oficial confirma que jugó un papel definitivo durante la lucha por la independencia en Méjico, pero su construcción como heroína ha sufrido distintos vaivenes, como lo demuestran los discursos y oraciones cívicas, emitidos cada 16 (ahora 15) de septiembre para conmemorar el "grito de Dolores" en México. La primera vez que se incluyó a Leona Vicario en este homenaje al lado de los héroes de la patria fue en 1843, cuando Mariano Otero declaraba que Leona Vicario de Quintana "nos ha dejado después de haber mostrado que las mujeres, tiernas y delicadas, que nacen bajo el cielo de los trópicos, igualando la grandeza de ánimo y la sublime piedad de las nobles romanas, ha desaparecido después de haber llorado lo que todos sabemos" 4 . En el discurso, la imagen de Vicario aparece estereotipada, de acuerdo a los ideales patriarcales del momento y ninguna mención se hace de su participación en la insurgencia. Asimismo, el historiador conservador Lucas Alamán propagó en diversos medios de la época que Leona Vicario se había unido a la causa independista exclusivamente por amor a su marido, Andrés Quintana Roo, más que por afinidad hacia los insurgentes, usurpándole así cualquier agencia en la independencia. Esta versión se repitió en las crónicas oficiales posteriores, hasta el punto de que en 1928 se publicó un libelo en el que se ponía en duda sus intereses revolucionarios 5 . Fueron tantos los ataques directos contra esta mujer que tuvo que enfrentarse directamente a ellos mediante la publicación de su autodefensa en el periódico de Quintana Roo, El Federalista Mexicano. Con la misma intención escribió en 1831 una carta a Lucas Alamán en la que se expresaba de esta manera:
Confiese Sr. Alamán que no sólo el amor es el móvil de las mujeres; que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los sentimientos de la gloria y la libertad no les son extraños... Por lo que a mí toca, sé decir que mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas, y en este punto he obrado con total independencia... Me persuado de que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas , y a las que por efecto de su educación hayan contraído un hábito servil. De ambas clases hay también muchísimos hombres. 6
A destacar en este párrafo el tono desafiante y provocador de Vicario, que resiste y enfrenta los estereotipos patriarcales; ella se erige en portavoz de las de su género, alabando virtudes como la libertad y la independencia, escasamente reconocidas y aceptadas por la ideología masculina dominante en lo que concierne a las mujeres. A partir de 1894, con la biografía de Jacobo Sánchez de la Barquera, publicada en el diario La Patria Ilustrada, se fortaleció la trascendencia del papel jugado por Leona Vicario en la Independencia. Finalmente, en 1910, aparece la meticulosa biografía escrita por Genaro García: Leona Vicario. La heroína insurgente, en la que se muestra un imaginario femenino desprovisto de todo interés económico y sí potenciado con los ideales de libertad e igualdad. Por la biografía de Genaro García sabemos que Vicario era huérfana, de familia pudiente, que desafió a su tío y tutor monárquico y entregó gran parte de su fortuna a la causa rebelde. Compró armas y también las pasó de contrabando, además de enviar información en clave a los insurgentes y soldados reclutados. Fue capturada y durante su juicio, en 1813, admitió haber leído libros prohibidos por la Inquisición, entre ellos, un discurso del benedictino español Benito Gerónimo Feijóo y Montenegro 7 . Fue encarcelada y sus propiedades le fueron confiscadas, pero escapó y se unió al ejército de Morelos en Oaxaca, ayudando a planear estrategias, administrando las finanzas y cuidando a los heridos. Se casó con Andrés Quintana Roo, antiguo actuario judicial de su tío y vivió en el territorio que lleva el nombre de su esposo hasta el final de sus días enfrentándose a las críticas de los conservadores que la desacreditaron continuamente, menospreciando su participación en la insurgencia. Se le concedió una hacienda y tres casas en la Ciudad de Méjico para premiarla por su contribución y como compensación por sus pérdidas. En 1828, la ciudad de Saltillo fue temporalmente renombrada Leona Vicario en reconocimiento a sus esfuerzos; cuando murió en 1842, se le rindieron los máximos honores y el general Santa Anna encabezó la procesión funeraria 8 .
A tenor de lo expuesto, es obvio que Vicario se vio sometida a diferentes presiones provenientes de los estamentos conservadores que la atacaron, tanto a ella como a su marido, Andrés Quintana Roo. En los últimos años, y desde los enfoques de los estudios de género se han recuperado documentos de Leona Vicario, principalmente sus cartas y los artículos escritos en distintos periódicos mexicanos con el fin de defenderse de los ataques de que era objeto; asimismo, se han revisado otros textos emitidos por la historiografía oficial con el fin de sacar a la luz los verdaderos motivos que durante años opacaron el papel desempeñado por esta mujer en la independencia de México. Silvia Arrom y Alica Tecuanhuey, entre otras, señalan el afán de lucha interminable de esta mujer, capaz de desafiar los modelos tradicionales construidos para las mujeres de la clase acomodada en el siglo XIX en México.
Sin duda alguna, el imaginario femenino que ha circulado desde hace dos siglos en torno a las distintas luchas de independencia en Latinoamérica ha ido cambiando con el paso del tiempo. En las últimas décadas se ha llevado a cabo la recuperación y publicación de textos emitidos por las propias mujeres, en los cuales se plantea su decisión de tomar parte activa en la vida pública y, por ende, en la política. Evely Cherpack en su artículo La participación de las mujeres en el movimiento de independencia de la Gran Colombia, 1780-1830, constata que un grupo de mujeres se ofreció para unirse a los ejércitos y, como muestra, presenta la carta que en Octubre de 1811, veintiuna mujeres de la provincia de Barinas, en Venezuela, enviaron al gobernador, con el título: "Representación que hace el bello sexo al gobierno de Barinas", Gazeta de Caracas, 5 de noviembre de 1811". En la carta se comprometían a alistarse en el ejército republicano. Entre otras cosas, aseguraban refiriéndose a ellas mismas:
No ignoran que V.E., atendida la debilidad de su sexo, acaso ha procurado eximirnos de las fatigas militares: pero sabe muy bien V.E. que el amor a la patria vivifica a entes más desnaturalizados y no hay obstáculos por insuperables que no venza. Nosotras, revestidas de un carácter firme y apartando a un lado la flaqueza que se nos atribuye, conocemos en el día los peligros a que está expuesto el país; él nos llama a su socorro y sería una ingratitud negarle unas vidas que sostiene. El sexo femenino, Señor, no teme los horrores de la guerra: el estallido del cañón no hará más que alentarle: su fuego encenderá el deseo de su libertad, que sostendrá a toda costa en obsequio del suelo Patrio 9 .
En esta carta se apunta un discurso ambiguo y doble: de un lado se identifican con los estereotipos que las han enmarcado a lo largo de siglos de historia patriarcal; sin embargo, lo que interesa destacar es su osadía para dirigirse a las autoridades masculinas y ofrecerse como agentes favorables a la lucha. Evelyn Cherpak se plantea si se trata de un ofrecimiento de participación sincero o de una táctica para avergonzar a los hombres y animarles a reclutarse. Se sabe que el ofrecimiento fue rechazado por Nicolás Pumar, secretario del gobierno provincial0 . No obstante, lo más importante es constatar que en 1811 se imprimió, de forma deliberada, en la prensa de Caracas una carta que planteaba el problema de la participación femenina, puntualizando que la debilidad construida en el imaginario cultural no debería impedir su intervención en la lucha activa e incluso física en la insurgencia.
De otro lado, con el fin de analizar el imaginario femenino construido durante las luchas de la Independencia, las investigaciones desde los enfoques de género han tenido muy en cuenta la revisión e interpretación de los documentos emitidos por los próceres en relación con la participación de las mujeres. El discurso que Simón Bolívar dirigió al ejército de liberación de Venezuela, en 1813, donde elogió la contribución de las mujeres de la provincia de Trujillo ha sido objeto de diversos análisis. Entre otras cosas decía lo siguiente:
Vencedores de Carache, sabed que el pueblo que venís a rescatar es tan digno de vuestros heroicos sacrificios que todo él está lidiando por la libertad, o padeciendo por ella, hasta el sexo bello, las delicias del género humano, nuestras amazonas han combatido contra los tiranos de San Carlos, con un valor divino aunque sin éxito. Los monstruos y tigres de la España han colmado la medida de la cobardía de su nación, han dirigido las infames armas contra los cándidos y femeninos pechos de nuestras beldades: han derramado su sangre: han hecho expirar a muchas de ellas, y las han cargado de cadenas, porque concibieron el sublime designio de libertar a su adorada patria. ¡Las mujeres, sí, soldados, las mujeres del país que estáis pisando combaten a los opresores y nos disputan la gloria de vencerlos! Y con estos ejemplos de singular heroísmo en los fastos de la historia ¿habría un solo hombre en Colombia, tan indigno en este nombre, que no corra veloz a engrosar nuestras filas, que deben marchar a San Carlos, a romper las prisiones en que gimen esas verdaderas Belonas? 11 .
El discurso de Bolívar insiste en el imaginario estereotipado de las mujeres, ya que las califica de "delicias del género humano", "el bello sexo", "nuestras amazonas", "nuestras beldades" y "verdaderas Belonas". Se ha interpretado que el tono empleado por Bolívar tenía como fin arengar a los hombres-mediante la alusión en los términos mencionados a las mujeres-para conseguir que se unieran al ejército insurgente 12 . Otra posible interpretación es que, más que plantear una actitud general hacia las mujeres, Bolívar se expresa en estos términos con el fin de desacreditar a los españoles. Lo cierto es que haciendo uso de un léxico grandilocuente, que evoca hazañas épicas, Bolívar se excede en figuras retóricas que construyen un imaginario femenino estereotipado con el fin de incitar a los hombres a la guerra y, en ningún caso, reconoce en las mujeres capacidad de agencia para intervenir en materia política y pública.
Otro ejemplo de la reticencia de Bolívar a la participación activa de las mujeres en la esfera política son dos cartas dirigidas a su hermana María Antonia en julio y agosto de 1826. La primera de ellas dice así:
Mi querida Antonia,
[...] Tú no debes meterte en ningún partido, ni bueno ni malo: quiero decir que no te metas a hablar de nada lo que pasa. Es muy impropio de señoras mezclarse en los negocios políticos; y si tus hijos se meten a hablar, hazlos callar o échalos de tu casa. [...]
Adiós mi querida Antonia. 13
Podría interpretarse esta misiva como el deseo de proteger a la hermana menor, pero, teniendo en cuenta las circunstancias que rodeaban a la familia Bolívar-perteneciente a la sociedad criolla más pudiente y educada-se concluye que la participación de las mujeres en la política era mal visto e inaceptable para Bolívar, como lo fue, a tenor de otros documentos examinados, para el resto de los próceres latinoamericanos.
La segunda carta se presenta en estos términos:
Querida María Antonia,
[...] Te aconsejo que no te mezcles en los negocios políticos ni te adhieras ni opongas a ningún partido. Deja marchar la opinión y las cosas aunque las creas contrarias a tu modo de pensar. Una mujer debe ser neutral en los negocios públicos. Su familia y sus deberes domésticos son sus primeras obligaciones. Una hermana mía debe observar una perfecta indiferencia en un país que está en estado de crisis peligrosa, y donde se me ve como al punto de reunión de las opiniones. [...]
El señor Guzmán te entregará un retrato mío.
Guzmán te dirá mil cosas de mi parte. Sobre todo no te metas en nada de política. [...]
Tuyo Simón. 14
Sin entrar a juzgar los sentimientos y afectos del líder independentista en relación al registro que usa en las epístolas a su hermana, parece claro que las mujeres, para Bolívar, debían mantenerse en el espacio establecido por la ideología patriarcal y permanecer de igual manera en el mismo. Si bien, la actitud del Libertador cambió een años sucesivos, no cabe duda de que en la ideología patriarcal intransigente y represiva se halla el origen de los problemas a los que se enfrentaron las mujeres que quisieron tomar parte activa en los procesos liberadores, como por ejemplo, Josefa Ortiz y Leona Vicario en México, Javiera Carrera en Chile y Juana de Azurduy en Bolivia y Argentina.
Cuando nos acercamos a la conmemoración del bicentenario de los procesos de independencia en Hispanoamérica, un hecho es cierto: una gran cantidad de mujeres desafiaron los modelos tradicionales de comportamiento femenino en el siglo XIX y contribuyeron como agentes decisivos en los movimientos insurgentes. No obstante, el clima que siguió a la independencia propició la continuidad de diferentes regímenes patriarcales y jerárquicos en las diferentes repúblicas, lo cual contribuyó a la exclusión de las mujeres de los asuntos políticos y públicos. A pesar de las dificultades, las mujeres en Hispanoamérica han intervenido en política y han hecho oír su voz en la vida pública de sus países, principalmente en las última décadas. En la actualidad, superando y resistiendo los fuertes condicionamientos de género, raza y clase social que todavía persisten doscientos años después, es notoria la presencia de las mujeres en la vida pública y política, con los casos de Chile, Argentina, México, Nicaragua, Colombia entre otros; si bien es cierto que todavía queda mucho por hacer, no cabe duda de que estudiar y revisar la contribución de las mujeres en el bicentenario de las luchas patrióticas, es un paso más en el complicado camino que hace posible el empoderamiento de género en los espacios postcoloniales. En definitiva, este trabajo es un homenaje a las heroínas de las independencias hispanoamericanas del siglo XIX, teniendo en cuenta que al rememorar su afán y su empeño por obtener la libertad en todos los órdenes, se ha revisado, para reconstruirlo, un imaginario femenino colectivo, solidario y heroico, pero también, su homónimo democrático, comprometido, público y, por ende, político.
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