Lo esencial es lo que perdemos: Borges el poeta (*)

Por Bridget Kevane (**)

(Montana State University, EE.UU)

Moneda de Borges

“Nadie rebaje a la lágrima o reproche

Esta declaración de la maestría

De Dios, que con magnífica ironía

Me dio a la vez los libros y la noche.”

(“Poema de los dones,” De Poems of the Night)

“La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)

puede ser el tiempo de nuestra dicha.

El animal ha muerto o casi ha muerto.

Quedan el hombre y su alma.

Vivo entre formas luminosas y vagas

que no son aún la tiniebla.”

(“Elogio de la sombra,” De Poems of the Night)

“Yo, de niño, temía que el espejo

me mostrara una cara o una ciega

máscara impersonal que ocultaría

algo sin duda atroz. . .

Yo temo ahora que el espejo encierre

el verdadero rostro de mi alma,

lastimada de sombras y de culpas,

el que Dios ve y acaso ven los hombres”

(“El Espejo,” De Sonnets)

“Quiero olvidar los muchos borradores

a cuya difusión me he resignado;

quiero olvidar mi módico pasado

y gozar de estos años, los mejores,

de aceptada ceguera y de no avaro

amor inmerecido.”

(“1984” De Sonnets)

Estos versos tan inesperados y angustiosos provienen de dos nuevas colecciones de poesía de Jorge Luis Borges que serán publicadas por la editorial Penguin Classics en el 2010. Los tomos, uno titulado Poemas de la noche y el otro Sonetos son un conmovedor testimonio de nuestro conocimiento de Borges como hombre, y Borges como poeta.

Borges

Borges, como autor de cuentos cortos tan complejos como problemas de geometría, es una figura familiar para nosotros. Pero Borges como poeta menos. Borges es, así mismo, conocido por relatos que incitan a la actividad mental. Su narrativa, a veces impenetrable, está inmersa en juegos de la imaginación, historias dentro de historias, personajes de otros tiempos y lugares, laberintos y espejos, minotauros y confabulaciones de la mente que dejan al lector perplejo y alerta (si no fatigado). Por añadidura, la narrativa de Borges es al mismo tiempo seria, erudita y está repleta de ocultas referencias a otros escritores, ideas, temas y símbolos. Pero estas dos colecciones traen a la luz a un Borges expuesto y mundano, un Borges que está tan preocupado y amedrentado por la tarde, la noche y la muerte como el resto de nosotros. También nos presentan a un Borges que considera la poesía como un acto gozoso, un hecho cuya finalidad última es simplemente ser sentido por el lector como lo opuesto a lo analizado o interpretado. Esto supone para los lectores un alivio más que bienvenido. El lenguaje de Borges siempre ha sido rico, maravilloso y degustable. Su habilidad para engarzar palabras inesperadas, su vasto vocabulario, su sintaxis, han sido siempre deleitables. Pero para ser sinceros su trabajo también ha podido ser impenetrable, forzando al lector a volver sobre su prosa una y otra vez. Ahora, sin embargo, como lectores, podemos desprendernos de esa angustia y simplemente disfrutar tanto de sus dotes lingüísticas como de la belleza de su trabajo.

Poems of the Night, editado por Efráin Kristal, un profesor de Literatura de la Universidad de Los Ángeles de California, reúne más de cincuenta poemas de Borges desde 1922 hasta 1985. Ésta es la primera vez, según el profesor Kristal, que la poesía de Borges se presenta temáticamente. Y aún hay más. Según este profesor, “si usted lee su poesía completa, está claro que podrían ser reunidas varias antologías en diferentes tomos. Sería posible, por ejemplo, crear una hermosa selección de los poemas de Borges sobre figuras literarias conocidas y desconocidas o también sería posible crear una espléndida antología de la Argentina de Borges o de los poemas uruguayos”.

 Barrio de Palermo, desde la calle Jorge Luis Borges

Pero para el profesor Kristal, organizar la poesía de Borges sobre el tema de la noche es un paso importante. La noche es y ha sido una constante en su poesía. ¿Por qué? Porque la caída de la noche sobre el mundo es lo más parecido a la pérdida de visión de Borges. La noche no es la única preocupación de Borges. También le atañen al poeta las horas que suavizan la dureza de la noche, como el anochecer y el amanecer, y los sueños que él considera dones (ya sean o no pesadillas) los que muchas veces dan vida a su poesía, al acto poético.

El resultado es una conmovedora colección de poesía que habla de esas asombrosas horas antes del amanecer. También contiene algunas nuevas traducciones que nunca se han hecho, y que “podrían ser nuevas incluso para los especialistas en Borges,” añade el profesor Kristal. Por ejemplo, el poeta y académico escocés Alastair Reid tradujo una de esas poco conocidas piezas: un poema acerca de un sueño que tiene lugar en Edimburgo. “Sueño soñando en Edimburgo” comienza con un sueño. “Antes del alba soñé un sueño que me dejó abrumado y que trataré de ordenar.” El poema termina con algo parecido a un proverbio: “No hay un segundo que no esté royendo una serie.”

Kristal divide la cuidadosa selección de poemas en tres partes que revelan la transición de Borges desde un hombre con el don de la vista a un hombre con el don de la ceguera. En su introducción, el profesor Kristal da detalles sobre esta división. En Poemas de la noche (1922-1957), el poeta da prioridad a su camino visual, que comienza con el capricho de nuestros ojos. La segunda edición, El don de la ceguera (1958-1977), corresponde a “el periodo en el que él comenzó a componer poesía en su mente porque no podía ver más”. También toma su título del poema de Borges “El poema de los dones” que habla de cómo la ceguera le afectó como escritor. La última parte, Esperando la noche (1978-1985), está marcada, en contrapartida, por poemas que hablan del sentido del tacto en ese momento esencial para el poeta, y marcan una “serenidad última” encarando la muerte:

“Vivimos descubriendo y olvidando

Esa dulce costumbre de la noche.

Hay que mirarla bien. Puede ser última.”

(“La Cifra,” En Poems of the Night)

Caminito, barrio de La Boca

Desde el mundo de las sombras de los poemas nocturnos, somos despertados por la recopilación completa de los sonetos de Borges por Kessler. Kessler, un poeta que vive en San Francisco, California, cree que para Borges la poesía fue “el último y primer modo de expresión, su género principal, su pasión principal.” La ficción narrativa de Borges, dice Kessler, empezó a mitad de su carrera lo que podría explicar la razón por la que su poesía contiene un sentido más profundo de inversión personal (autobiográfica) y un tono íntimo. “Realmente ,” dice Kessler, “encontramos a un escritor más sentimental del que estamos acostumbrados a encontrar en prosa. Borges, obviamente, no es sólo una mente desmembrada explorando ideas metafísicas o abstractas o figuras históricas o míticas sino también una persona con preocupaciones existenciales sobre el amor, el conocimiento, la mortalidad, preocupaciones comunes a la mayor parte de los individuos.” Los sonetos prueban esto. Aunque más acorde a su forma de escritor de relatos cortos —los sonetos son escuetos y precisos— ellos están ligados a su ceguera y a una serie de preocupaciones sobre la muerte también. Borges encontró en el soneto una forma muy útil de expresar su poesía como llave para puertas cerradas. La forma mecánica del soneto era fácil de recordar. Así nuestro Borges podía aprender de memoria sus poemas, produciendo poesía desde la oscuridad de su mundo:

“On His Blindness”

Al cabo de los años me rodea

una terca neblina luminosa

Borges

que reduce las cosas a una cosa

sin forma ni color. Casi a una idea.

La vasta noche elemental y el día

Lleno de gente son esa neblina

De luz dudosa y fiel que no declina

Y que acecha en el alba. Yo querría

Ver una cara alguna vez. Ignoro

La inexplorada enciclopedia, el goce

De libros que mi mano reconoce,

Las altas aves y las lunas de oro.

A los otros le queda el universo;

A mi penumbra, el hábito del verso.

 Obelisco de la Avenida 9 de Julio

En general los sonetos de Borges no son tan existencialistas o mundanos como los otros poemas más humanos y más dramáticos sobre la noche con sus sueños y dones y muertes. Pero sí que revelan otro aspecto de Borges. La introducción de Kessler es una revelación por dos razones: para alguien que trabajó sobre la narrativa corta de Borges, aquí Kessler cita a Borges cuando dice: “¡Diviértete! ¡Disfruta! La poesía es puro placer” diciéndole al lector que es una experiencia emocional, que el lector tiene que sentir la poesía y no, por el contrario, pensar, analizar o llegar a comprender desde qué espejo o laberinto estamos experimentándola. No. Para Borges, la poesía es una gratificación instantánea, lo cual no significa que esos no sean poemas borgianos, pues sí que lo son. Pero a quién le importa entenderlos o no.

Cuando le pregunté a Kessler qué es lo que el lector común puede esperar encontrar en la poesía de Borges, él respondió que probablemente nada. Pero para los lectores “abiertos de mente o curiosos” dice que “los sonetos de Borges son tan placenteros de leer como aquellos de Shakespeare, de Wordsworth o Keats.” Él añade que Borges como poeta es, en muchas ocasiones, “más íntimo, personal o conservador. Pienso que de muchas maneras llegamos a ‘conocerlo’ mejor en sus sonetos y sus poemas que en su ficción”.

Borges

Así que, dada la fama de Borges, ¿por qué su poesía fue mayormente rechazada? Kessler atribuye la negación de su poesía a que “la gente generalmente está menos interesada en la poesía que en la prosa narrativa”. También lo achaca a la reputación de Borges como un narrador de ficción que hace difícil para los lectores asumir que también es un poeta importante “comparable en importancia a cualquiera de sus contemporáneos, incluido Neruda y Vallejo.”Kristal está de acuerdo y dice que la poesía de Borges, generalmente menos barroca que sus historias, “se ha deslizado fuera del radar de muchos lectores potenciales” quienes le ven sólo como un escritor de relatos cortos.

Para finalizar, y lo que Kessler y Kristal dejan muy claro con estas colecciones, es lo que Borges pensó de sí mismo como poeta y también como escritor, preocupado por los sentimientos y emociones que la noche trae y que la mañana es capaz de borrar, por la mortalidad y por las preguntas sin respuesta de la vida. Aunque tendamos a verle como creador de ficción en el más alto nivel, él se vió a sí mismo como el poeta pensador y sensible. Esta revelación es, verdaderamente, un regalo de la noche.


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(*) Artículo traducido del inglés por John Thompson y Verónica García Moreno de la Montana State University.

(**) Bridget Kevane es profesora de literatura Latinoamericana y Latina en la Universidad del Estado de Montana (Montana State University). Es directora del departamento de lenguas y literaturas. Ha publicado libros y artículos sobre la literatura latinoamericana y la literatura Latina de los Estados Unidos.



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20 de noviembre de 2009

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