En el inmueble número 415 del jirón Moquegua de la ciudad de Puno, nació el poeta Carlos Oquendo de Amat. Esta casona del siglo XIX donde también se editó uno de los más importantes periódicos puneños, el diario El Siglo, fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación y de manera sospechosa fue anulada por el INC (Instituto Nacional de Cultura). Gracias a esta resolución, su actual propietario queda autorizado para demolerla y construir un hotel.
Creo que Oquendo de Amat si estuviera vivo y se enterara de que quieren derruir la casa en la que nació, cerraría los ojos en un gesto amargo, tragaría saliva y se declararía impotente para detener esa acción. Tal vez escribiría un poema sin acidez. Su casa de la ciudad de Puno convertida en un pequeño paraíso discurriendo entre las nubes. No lanzaría interjecciones, no miraría con rabia a quienes quieren perpetrar esa nefasta actitud. Sabía perdonar precisamente porque a él le escatimaron el perdón casi siempre. No obstante, si viera su casa derrumbada, si pudiera ver que la casa en la que vivió junto a sus padres los tres primeros años de su vida hecha añicos, sentiría como si le hubiesen cercenado un brazo con un solo golpe de alfanje. Qué dolor no en el brazo que borbota sangre. Qué dolor en el alma. El alma como una hermosa flor que ha perdido casi todos sus pétalos. Pero eso qué puede importar a quienes nunca supieron qué es poesía. A quienes sólo se preocupan por mejorar las dimensiones de su fortuna. Una casa vieja no tiene mayor importancia, tirarla y edificar un hotel, un alto edificio de departamentos. Que ahí nació un poeta, y que por lo tanto era considerada patrimonio cultural. La moneda nunca entenderá a la flor.
Esa casa de Puno en la que Carlos Oquendo de Amat vio por primera vez la luz, estaba resguardada por la consideración de bien cultural impuesta por resolución. Lamentablemente también esto tiene caducidad cuando la economía arrolla como un tanque los sentimientos. El Instituto Nacional de Cultura, en Lima, tendría que intervenir de forma contundente para alejar el peligro que pesa sobre la primera vivienda del poeta. No sólo defenderla de la actitud fenicia de quienes quieren destrozarla, propiciar que esa casa se convierta en tribuna, en museo o lugar íntegramente dedicado a la cultura. Permanecer indiferente ante esa desagradable situación hace pensar en insensibilidad, algo impropio de una institución representativa de la cultura de un país.