Si bien en el mundo de la vida cotidiana la vivencia del humor no debe representar (no representa) un problema para los seres humanos, las condiciones de lo epistémico obligan a ir más allá de las definiciones de los diccionarios -valiosos desde la lingüística, pero insuficientes cuando se quiere precisar un término que involucra tantas disciplinas del saber-. Por ello, abordaremos el problema semántico sobre la adecuada significación del humor y los usos sinonímicos que lo oscurecen y relativizan, restándole unidad cultural y dificultando el avance consensuado de su estudio en el mundo de la episteme.
No somos los primeros en evidenciar la insuficiencia del étimo humor para comprehender todos los significados que se le adjudican. Ana María Vigara, por ejemplo, nos acerca de forma humorística a esta ambigüedad en su artículo Podréis quitarme todo, menos el miedo, El humor y su(s) sentido(s) en el acto de la comunicación, donde aprovecha una viñeta de Máximo para sugerir que, sobre esta ambigüedad, ni Dios tiene la última palabra.
"¿Y qué diablos es el humor?", se preguntaba, con la mejor de las paradojas fraseológicas, el mismísimo Dios desde una viñeta de Máximo (El País, 27-5-1990). "Quizá ni Dios lo sabe, pero seguramente casi todos intuimos cómo se manifiesta y hasta nos atrevemos a dar una respuesta -humana- que nos parece buena por aproximación: el divino Dios todopoderoso tiene sentido del humor, y lo muestra revelándonos su ignorancia y apelando precisamente a su más peligroso enemigo, ese que quiere ser como él y anda tentando, fastidiando y engañando a todo el mundo. Los diccionarios lo dirían (lo dicen) de otra manera, sin duda, pero así es seguramente como mejor lo entendemos los limitados seres humanos: con ejemplos. No lo hemos detectado, el sentido del humor, en los animales -quizá porque aún no los comprendemos lo suficiente-, y eso nos hace sentirnos superiores: los únicos seres inteligentes y conscientes además de serlo de toda la creación".
Necesitamos avanzar un poco más en la determinación de esa ambigüedad u "oscuridad conceptual" que ni Dios mismo precisa, porque no creemos que el humor sea esa cosa "misteriosa" que algunos seres humanos, y entre ellos algunos caricaturistas, quieren conservar como tal, para usufructuar exclusivamente el ejercicio de ese "don" que les ha insuflado el Espíritu Santo. Porque aún en territorios tan "misteriosos" como el humor y la risa, creemos, con Vigara, que algunos de esos términos se pueden explicar y entender como un ejercicio pleno de la voluntad constructora de sentido.
Begoña Carbelo también subraya la oscuridad conceptual de los términos en torno a la risa y el humor:
"Los textos que hacen referencia a las teorías del humor confirman la existencia de un problema semántico, ya que se refieren indistintamente a fenómenos como la risa, lo cómico, el humor, lo divertido o el ingenio, y mezclan la ironía, sátira y paradojas con otros formatos. De todas las clasificaciones y teorías existentes acerca del humor ninguna es perfectamente satisfactoria (Ruch,1998), y muchos investigadores concuerdan en destacar tres grupos de teoría tradicionales: teoría de la incongruencia, teoría de la superioridad, y teoría de la descarga o liberación de la tensión". (Carbelo, 2006:20)
A partir de esta aseveración, Carbelo revisa el estado de la investigación del sentido del humor. Pero antes de avanzar en las evidencias teóricas sobre la disfunción conceptual en el étimo humor nos interesa ir apuntalando la distinción y limpieza de ese término acotando las palabras que Carbelo señala como sinonimias y mezclas conceptuales: lo divertido, el ingenio, la ironia, lo cómico, la sátira, la paradoja (metacomprensión del problema que nosotros compartimos en su totalidad). Veámoslo:
Lo divertido es una condición de apreciación del humor por parte del sujeto; un ejercicio cognitivo y consciente, aunque intuitivo, de los fenómenos externos que nos producen reacciones humorísticas positivas (funnyness) e incluso negativas (aversiness) en la que sin embargo encuentra placer. Pueden resultar divertidas, por ejemplo, situaciones extremas como saltar en paracaídas, montar en una montaña rusa, así como asistir a una película de miedo. Situaciones que producen estrés en el sujeto y generan adrenalina, y que sin embargo, suscitan grandes cantidades de placer y por ello son divertidas.
El ingenio o agudeza (Gracián) puede ser explicado como una actitud del sujeto para producir reacciones humorísticas en el Otro-significante, participándole su particular forma de enjuiciar la realidad. El ingenio como actitud requiere un uso consciente (apreciación del humor), por parte del sujeto, de significaciones y códigos de la realidad del habla y las objetivaciones semióticas de la risa. El ingenio se convierte así en una actitud del sujeto que se manifiesta en una particular forma de enjuiciar la realidad.
Las siguientes anécdotas sobre Borges, uno de los grandes maestros del ingenio y la agudeza, sin duda, servirán de ejemplo:
Borges firma ejemplares en una librería del Centro. Un joven se acerca con Ficciones y le dice:
-"Maestro, usted es inmortal".
Borges le contesta:
-Vamos, hombre. No hay por qué ser tan pesimista.
Roma, 1981. Conferencia de prensa en un hotel de la Via Veneto.
Además de periodistas, están presentes Bernardo Bertolucci y Franco María Ricci. Borges, inspirado, destila ingenio. Llega la última pregunta:
-¿A qué atribuye que todavía no le hayan otorgado el Premio Nobel de Literatura?'
- A la sabiduría sueca.
En una entrevista, en Roma, un periodista trataba de poner en aprietos a Jorge Luis Borges. Como no lo lograba, finalmente probó con algo que le pareció más provocativo:
-¿En su país todavía hay caníbales?
- Ya no - contestó aquél -, nos los comimos a todos.
Borges y un escritor joven debaten sobre literatura y otros temas. El escritor joven le dice:
-Y bueno, en política no vamos a estar de acuerdo, maestro, porque yo soy peronista.
Borges contestó:
-¿Cómo que no?... Yo también soy ciego.
La ironía, la sátira y las paradojas las podemos precisar como mecanismos del ingenio (voluntad en acción, actitud, forma particular de enjuiciar la realidad) y estructuras narrativas conscientemente apropiadas y aprendidas por el sujeto, presentes predominantemente en la esfera de las mediaciones (realidad del habla y objetivaciones semióticas de la risa). Una voluntad en acción que aprovecha lo cómico inserto en lo social y lo convierte a través de mediaciones recargadas (caricatura) en efectores de la risa subjetiva.
No agotaremos la terminología relacionada en este sucinto análisis, de las aparentes sinonimias del concepto humor registradas por Begoña Carbelo, pero, su breve relación invita a concluir, en un primer momento, que cuando se trabaja la risa simbólica como fenómeno humano complejo digno de ser estudiado (la geliá), es necesario deslindar los étimos que la definen, estableciendo diferencias entre los fenómenos que pertenecen a cada uno de los ámbitos del sistema circular de la risa en el escenario de la cultura, así como a los mecanismos que la hacen posible en cada uno de ellos; recordando, además, que los ámbitos, como esferas del modelo, no son estáticos, sino que se superponen y complementan. Y, quizá especialmente, por esa misma superposición, es preciso diferenciar entre el mecanismo y el fenómeno.
El humor y el sentido del humor son todavía, como lo señala el profesor suizo Willibald Ruch (1996: 11), conceptos demasiado folklóricos y, como tales, son constructos demasiado vagos e imprecisos al ser abordados desde el punto de vista científico. Para Ruch, el término humor puede tener algún valor comunicativo en el lenguaje común, pero precisa ser convertido en un constructo científico del que se pueda dar cuenta con satisfacción desde sus características formales y de contenido. Por ello, queremos acercarnos, en primer lugar al término humor y a su significación predominante en el mundo de la vida cotidiana, para entender, desde el mundo de la episteme, otras significaciones que oscurecen su potencialidad teórica, investigativa y práctica.
En el contexto del Premio Notarios del Humor, promovido por el Gabinete de la Imagen de la Universidad de Alicante (2007), consultamos personalmente a los caricaturistas gráficos (los caricatógrafos sobre su comprensión del humor. Citamos dos testimonios que nos ayudarán a acercarnos a la concepción que predomina en un contexto particular de la risa simbólica como es la caricatura gráfica (caricatografía):
"Dentro de lo que puede ser humorístico... lo cómico produce risa, lo humorístico no siempre produce risa, lo humorísitico está más relacionado con el pensar, el sentir y el expresar un sentimiento que puede ser más o menos gracioso, pero ahí termina. Ahí termina o ahí sigue. Sin embargo en lo cómico no, lo cómico produce una reacción de risa y nada más, el humorístico se necesita un conocimiento más avanzado para poder razonar lo que es un sentido humorístico. En lo cómico es generalmente una expresión rápida que llega por los ojos".
Este primer testimonio -enunciado desde la lengua coloquial y sus implicaciones- nos recuerda la hipercodificación que diferencia, sin fundamento alguno, entre el humor y lo cómico a partir de expresiones y reacciones más o menos inteligentes. Para estas comprensiones popularmente difundidas, lo cómico es inmediato, torpe, vulgar; y el humor es inteligente, sosegado y elevado. Comprensiones que no compartimos y a las que queremos encontrar las razones históricas de tal error conceptual.
En el mismo escenario consultamos a Francisco "Paco" Ibáñez la diferenciación entre lo cómico y el humor. Ibáñez es uno de los caricatógrafos españoles de mayor trayectoria internacional por sus tebeos de "Mortadelo y Filemón", personajes que han sido llevados incluso a la gran pantalla.
"En esas profundidades nunca me meto. El humor podrías decir es más como una especie de sátira, es más quizás el humor que cultiva El Jueves, que hace humor sobre esas determinadas cosas que ocurren en el país, lo que llamo lo cómico, aunque las cosas del momento, el gag, el sketch/, o como lo quieras llamar. Yo nunca paro mientes en todo eso."
Yo recuerdo que hace mucho tiempo, en la antigua editorial, que se hablaba del humor. Precisamente el Dire, me hablaba del humor. Cuando yo le hablaba al Dire, le decía, "Señor González", así se llamaba el interfecto, "Señor González, igual que estáis comprando cosas de fuera para publicarlas aquí en el país, si vendieras lo nuestro para que viéramos algunas `perritas` que podamos nosotros también reír". Total, que él me decía: "No, no, Ibáñez, mire usted, tenga usted en cuenta que el humor -y hablaba de humor- el humor que se exige, el humor que gusta, el de allende nuestras fronteras, en Alemania, sobre todo en los países nórdicos, y tal, por ejemplo, no tiene nada que ver con lo nuestro y eso no puede gustar". Y yo le decía: "Para mí, humor hay de dos clases, el que te hace reír y el que te hace llorar". Así sencillamente. Yo el humor que hago, el que me ha gustado siempre es traspasar aquellas deliciosas peliculitas, aquello que se llamó el `celuloide rancio´, aquellas peliculitas del Jaimito, del Harold Lloyd, del Charlot, yo que sé, de mil personajes; era aquello en que no tenía gran importancia el tema en general, sino que tenía importancia cada minuto de proyeccción en que ocurría un gag, sketch o situación nueva, aquello que era bonito, era aquello pasado a la historieta lo que yo cultivaba. Si esto ha gustado en todo el mundo tiene que gustar también. Que no, que no, que no. Hasta que se intentó. Y al cabo de cuatro días, bueno, sobre todo en la República Alemana era récord en ventas, los tirajes eran de no sé cuantos millones y tal. Y yo le decía al señor gonzález ¿ve cómo pasó? Y el me decía: vale, vale. Y a partir de aquel momento se ha publicado en todA Europa con distintos nombres. Yo nunca paro mientes en todo eso y ¿sabe que haría yo con esas dos palabritas?, las metería en una bolsa, la revolvería bien y con ellas haría otro tebeo de Mortadelo y Filemón.
Y si un hombre que ha tenido éxito mundial en la historieta, no se preocupa por las definiciones y claridades terminológicas, ¿no sería el momento de cerrar la investigación y declararnos interdictos o interfectos? Y la respuesta es: no. Porque a nosotros nos interesa sobre todo la meta-comprensión, que excede en mucho a la aplicación intuitiva de los códigos, a lo cual es a lo que recurre un exitoso de la historieta como Ibáñez. Pero sus palabras nos sirven para comprobar que Ibáñez sí distingue intuitivamente el humor que te hace reír o llorar, de la situación cómica que genera un gag, y de su transcripción (encodificación o mediación) al lenguaje de la historieta (subgénero de la caricatura gráfica). Y en esas claridades, que se deducen de las palabras de Ibáñez, están presentes los tres ámbitos en los que circula la risa simbólica: el ámbito del sujeto (el humor como aquello que te hace reír o llorar) el ámbito de lo social (el gag extraído de lo cómico) y el ámbito de las mediaciones (era aquello pasado a la historieta lo que yo cultivaba).
Sobre lo que debemos preguntarnos (y a lo que debemos encontrar respuesta) es sobre el proceso histórico que condujo a la ambigüedad denominativa. Y si lo entendemos, tal vez podamos recuperar el sentido original y funcional del concepto ´humor´, y así conseguir que tenga efectos pragmáticos en el mundo de la episteme y también, progresivamente, para el mundo de la vida cotidiana, a través de procesos paulatinos y sostenidos de divulgación y restitución contextualizada del sentido original. ¿Como es posible que hayamos borrado las fronteras conceptuales que nos permiten brindar al humor un escenario de gran propiedad semántica y pragmática, escenario que es, desde nuestra metacomprensión, el ámbito del sujeto?
La síntesis del desarrollo médico, filológico y pragmático sobre el concepto de humor nos la brindan Antonio Llera y Fátima Coca en dos ensayos sugestivos que recogen y sintetizan una búsqueda teórica sobre este término, su trasunto etimológico y sus implicaciones históricas y pragmáticas: "Una aproximación interdisciplinar al concepto de humor" (Llera, 2003) y "La influencia de lo social en la concepción de lo ridículo-cómico a través de la comedia" (Coca, 2005).
Paracelso quema simbólicamente, en 1526, los escritos de Galeno y proclama una medicina basada en la simbiosis entre el cuerpo y el alma. De este vínculo entre lo fisiológico y lo temperamental da noticia el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico (s. v. húmedo) : "del latín -umor, -oris, "líquido", "humores del cuerpo humano", pasa en la Edad Media al genio o condición de alguien que se suponía causado por los humores vitales". Es en Inglaterra donde se fragua el tercer eslabón de la cadena fisiología-psicología-literatura, si bien la relación humor-literatura va a ser en principio puramente terminológica. La palabra humour es en Europa, entre finales del siglo XVI y mediados del XVII, una palabra ómnibus. Aprovechando la enorme popularidad alcanzada por el término, Ben Jonson acude a él para promocionar su doctrina de la comedia clásica. Ben Jonson lee con entusiasmo los Caracteres de Teofrasto, y a partir de la publicación en 1598 de Every Man in his Humour, piensa en utilizar la teoría de los humores para fundamentar un teatro de tipos, a partir de las cuatro categorías básicas: el Colérico, el Atrabiliario, el Impulsivo y el Flemático. En todos los casos se trataba de personajes que eran víctimas patológicas de su temperamento (Llera, 2003: 615).
Como puede verse, la peculiaridad etimológica de la palabra humor radica en una triple transición: En un primer lugar, se encuentra circunscrito al campo médico, pero ya en la Edad Media se aplica al "temperamento", y a finales del siglo XVI, en Inglaterra, volvemos a encontrarnos con el término en un marco ya literario (el teatro de Ben Jonson); partir de ese momento, su significado va a ensancharse o restringirse según los autores, países y épocas, concluye Llera.
Rastreando también la etimología de la palabra humor, Fátima Coca (2005:149) evidencia cómo se ha desdibujado su interpretante original atribuyéndole diferencias peyorativas respecto a lo cómico. La asociación de lo cómico con lo bajo y lo vulgar ha provocado su desvalorización cultural y social. Este ha sido el pensamiento clasicista del siglo XVIII en España, que desde el tono serio y autoritario que le es afín a un régimen monárquico absoluto ha desvalorizado la cultura de lo cómico ligándolo a los aspectos más precarios del ser humano. En este proceso, Ben Jonson fundió y confundió los términos de humor provenientes de la medicina aprovechándolos como elementos narrativos en la creación literaria de sus obras teatrales. Y en la medida en que la denominación de este tipo de teatro fue ganando aceptación en la tierra inglesa, el humor se convirtió, a través de un largo proceso cultural, en sinónimo de ingenio literario que emparentó con el chiste y la gran literatura cómica "inteligente".
Esta nueva e inadecuada comprensión del humor encontró en la época victoriana un excelente caldo de cultivo para borrar el sentido connotativo de su referente primario. Monárquica y moralista, la época victoriana consolidó el nuevo contenido semántico; y la sonrisa y la carcajada encontraron usos y comprensiones opuestas y excluyentes en la ética deontológica de esa sociedad en ascenso imperialista. Se consolidó así un uso lingüístico que redujo progresivamente la carcajada a lo cómico y éste a lo vulgar, lo degradado; y el humor, ahora separado de su etimología inicial, a lo elevado, lo inteligente, lo deontológicamente aceptable. Tal categorización, que respondía bien al moralismo victoriano, se extendió progresivamente a los usos y costumbres del planeta de sus dominios, sin la crítica filológica, ética y política que tal uso lingüístico entrañaba como "gusto de clase".
Tal significado ha permeado tan profundo en la conciencia de los seres humanos del siglo XXI, que no es extraño encontrar entre quienes ejercen la caricatura , desde orillas ideológicamente libertarias, la defensa de este tipo de categorías y denominaciones, no sólo filológica e históricamente inexactas, sino también políticamente inaceptables, en la medida en que perpetúan la desigualdad entre nosotros.
Begoña Carbelo aporta una visión comprehensiva del humor que, en lo esencial, compartimos:
"Teniendo en cuenta las aportaciones de autores que han impulsado definiciones, los principales determinantes que a nuestro juicio posee el sentido del humor son los siguientes: el afectivo, es decir, que estar de buen humor favorece el sentimiento de satisfacción o bienestar; el cognitivo o interpretativo, o lo que se entiende por capacidad de percibir y disfrutar de lo cómico y divertido; y finalmente, el determinante conductual o comportamental, lo que se concibe por personas graciosas y simpáticas, capaces de hacer reír, disfrazarse o ser más juguetonas. Por tanto, podría hablarse en términos psicológicos de dimensión cognitiva, afectiva y comportamental, carácter multidimensional que está relacionado con otros aspectos de la persona."
"El humor se explora como equilibrio dinámico entre lo que sucede y la forma de interpretarlo, e incluye la percepción de la situación por parte del sujeto, la interpretación de lo percibido y una respuesta, en este caso divertida, que capacita a la persona para ser más hábil en adaptarse a lo que le sucede, pero de manera simpática y alegre. En este contexto, el humor se puede integrar en un conjunto de estrategias, habilidades y automatismos que ayudan a la persona a disfrutar de la vida, a mantener un espíritu alegre y a pensar en positivo, transmitiendo confianza, afecto y acercamiento."
Cuando Carbelo, enfatiza o adjetiva el término humor, basada en el estado de la investigación (state art) , ofrece a partir de su metacomprensión un nuevo y muy significativo matiz: El sentido del humor y lo precisa desde las valoraciones cognitivas y afectivas de los estímulos externos, colocando especial atención a las respuestas de índole positivo. Es decir que ya no tenemos sólo el humor como concepto, sino la valoración como sentido del humor, es decir una vivencia subjetiva de carácter positivo. Convirtiendo de paso esta metacomprensión en un nuevo matiz del humor como constructo general.
También desde los escenarios de la academia española, particularmente desde la disciplina de la Psicología, Hugo Carretero Dios, investigador de la Universidad de Granada, se ocupa de metacomprender los matices del humor y nos ofrece un fino análisis de la apreciación del humor, entendido como un nuevo matiz en el amplio campo del humor.
Para Carretero, la apreciación del humor es una dimensión del sentido del humor y hace referencia a aquello que un sujeto considera divertido y se podría sintetizar con la pregunta: "De qué nos reímos". A partir de este axioma, validado y ajustado mediante un consistente juicio de expertos, construye un instrumento para evaluar la apreciación del humor. De paso nos entrega dos certezas: primera, la investigación rigurosa del humor, más allá de los aspectos folklóricos que el término concita, no sólo es posible, sino verificable; segunda, el éxito de la investigación empírica sobre el humor y sus matices radica en la solidez y claridad de los constructos que se utilicen para abordarlo.
En su ejercicio académico, Carretero Dios repasa la complejidad del constructo humor enfatizando la necesidad, y también la dificultad, de precisarlo:
1. El sentido del humor es un mesosistema, integrado por varios microsistemas (apreciación del humor, producción del humor, etc-), que debe estudiarse desde un microsistema (disposiciones afectivas), y todos a su vez están influidos por variables sociales, culturales y temporales (megasistema).
2. Se asumen determinantes multivariados en la comprensión y explicación del sentido del humor y de las dimensiones que lo integran y se corrobora de nuevo el carácter multidimensional del constructo.
3. Estudiar el sentido del humor conlleva la diferenciación de variables, constantes, parámetros de persona, respuesta y estímulo, analizando la aportación diferencial de cada situación particular.
4. Resulta fundamental la delimitación de los niveles de estabilidad y consolidación de los constituyentes del sentido del humor, al igual que la de los sistemas con los que son puestos en relación. Se asume un nivel fundamental intermedio del sentido del humor, y en algunos casos, hay estrechos lazos conceptuales, como puede ser en el de las manifestaciones conductuales.
5. Hay que seleccionar las dimensiones básicas, intermedias y situacionales que van ponerse en relación con la dimensión estudiada. Aquellas que estén en un mínimo plano, deben mostrarse más estrechamente relacionadas.
6. Para construir una herramienta de evaluación, tiene que considerarse en qué nivel de estabilidad está trabajándose. Para los niveles de consolidación-estabilidad intermedios y situacionales, las pruebas conductuales son una adecuada elección. En el caso de usar autoinformes, se manipulan las opciones de respuesta, modificando las frecuencias a las que se hagan referencia.
7. Se defiende el uso del análisis factorial, aunque con la necesidad de verse apoyado por otros procedimientos multivariantes, como por ejemplo, los modelos de ecaciones estructurales. (Carretero, 2006: 82)
Desde este horizonte de complejidad, Carretero encara su trabajo y lo acota en uno de los matices particulares del humor como constructo teórico: la apreciación del humor.
Consecuentes con todas estas aportaciones, comprensiones y metacomprensiones, en la presente investigación definiremos el humor como el conjunto de vivencias y manifestaciones biológicas, afectivas y cognitivas por el sujeto como respuestas a los estímulos externos. Estas respuestas biológicas, afectivas y cognitivas, son tanto manifestaciones de valencia positiva (funniness) como respuestas de valencia negativa (aversiness) (Ruch,2009). Tal metacomprensión está avalada desde el mundo de la episteme por estudiosos clásicos de la risa (Freud, Bergson, Stern) o por investigaciones de punta (Martin, Ruch, Carbello, Carretero, entre muchos otros) y sustentan la circunscripción del humor al ámbito del sujeto.
El humor, como vivencia particular de la risa simbólica en el ámbito del sujeto, se articula y puede ser explicada desde tres dimensiones básicas estrechamente relacionadas: la dimensión biológica, la dimensión afectiva y la dimensión cognitiva. De nuevo, es indispensable dejar constancia de que esta taxonomía no es excluyente y que ninguna dimensión es posible sin la coexistencia y la simultánea funcionalidad de la otra.
(*) Carlos Alberto Villegas Uribe. Gestor cultural, escritor y artista colombiano, Licenciado en Educación con especialidad en Tecnología Educativa, Magíster en Comunicación Educativa. Ha sido asesor del ICFES, la Alcaldía Mayor de Bogotá y el Servicio Nacional de Aprendizaje SENA en procesos de comunicación y educación. Docente de pregrado y postgrado en las Universidades del Quindío, Javeriana y Antonio Nariño. Miembro fundador de la Asociación Colombiana de Caricaturistas: El Cartel del Humor y Gerente de Cultura del Departamento del Quindío. Creó la cátedra Psicogénesis de la risa en la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana. Director las revistas Termita Caribe y del Boletín de la Red de Estudios Interdisciplinarios sobre la Risa -REIR-. Como artista plástico ha recibido premios y menciones en los salones regionales del Quindío. Entre sus obras escritas figuran: Sinfonía Escritural: Hoffmann, Hoffman, Hoffman (novela), El libro de las palabras innombrables (novela juvenil), Gracias por la Alas (Novela); Noticias de Grecia (Cuento largo); Bitácora de Ulises (poemario); Cartas a Pandora (Poemario); Tríptico de Portugal (Poemario); Desde Ítaca (poemario); Cantos y cuentos de Kantú Konto (poemario infantil); caricatografía en Colombia: Propuesta Teórica y Taxonómica (investigación semiótica), Caricatografía y Periodismo (investigación semiótica). Ha publicado en revistas nacionales e internacionales. Actualmente es becario de la Unión Europea en el programa: Becas de Alto Nivel para profesionales de América Latina -ALBAN- y desarrolla la tesis Psicogénesis de la risa, la risa como construcción de cultura para la obtención del doctorado La lengua, la literatura y su relación con los medios de comunicación en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.