Círculos del Viento

Fulgencio Martínez *
(España)

   IGNICIÓN ESTÉRIL   (Fuera de tu  bosque)Era un cavilar a oscurassentenciado con otros esclavos.Un destello, a veces, que me hablabay no me suscita experienciacon que descifrar la fatalidad.No obstante, íntimo, celosamenteguardado entre las letrasde mi monogramao entre el polvillo con que firmocada día mis pensamientos.No obstante así testigo autorizadoque me busca las pulgas al descubiertodebajo de mi escafandra reglamentaria.Cuando se trataba de rubricar de orate,de firmar un pacto con ellos,era una pirueta continuamente forzada- esforzábame yoen un giro sobre mí mismo sin tema,sin fondo de cuadro, en la soledad más tristela sentida rodeado de supuestos amigossólo ataviados para el torneo verbal,sólo curiosos de una prudencia provisional,enana, aldeana, que me punzabaen la puerta del estómago como un veneno.Sublimar todo eso: escribir al preciode enterrar mi tirsopara retener mi hilván conmigo, eraexcesiva lana la que perdíaen la trapatiesta con ellos:al volver a mi monodia oía siemprela munición tardía de mis palabrasfuera de contexto, la pira difunta,la espinosa pira en la que oficiaba yo solorebatiéndome igual que ante el destino,arguyéndoles y expulsando sus toxinas.Una plasta estéril sobre la queuna grafía de retiradaiba poniendo yaen medio de otro asunto ponzoñoso.Me hubiera despreciado entoncesinteractivar con sus tentativas,sus dobles juegos, sus astrólogos,sus autohalagos dirigidos en sordina hacia mípara suscitarme picazones, y el finalhalago calculado que me dispensangeneroso viniendo desde su grada imperial,pronunciado, sin duda, sinceramentetratándose de una lisonja,pronunciado no dicho con calidez.
DESDE TU BOSQUE(dentro)Una ignición estéril... no era yofuera de tu bosque, aunque en el limenexterno donde aún sentíatu amor titánico y mi rival,tu ritmo desordenadoy el timbre de mi fiebre.Aquellos espectros de antesno contaban mucho ya- les di la suelta sólopara tamizar los verdaderamente feroces.Y ya en mi almendra siento el golpeagudo y penetrante de los celos.(En todas las sospechas y señales,en todos los nudos estás tú amor mío;contra más el hueso se vuelve cartónhe observado que arde con más deseo.Me he observado ardiendo en tu topecada día con más anhelada clarividencia,hasta cada vez más un tumultuoso extremoirregulable con metadona, irracional, optimista)
Me siento siempre como el castorque está a punto de arrostrar un infinitosalto de agua.    Donde esté,en otro día y en este díame viene al cuerpo una punzada(que me doy yo mismo)que es uno mismo y su amor la muerte,al otro lado del cristal.                         Una punzadaque no puede ser más despiertade gozos y de curiosidad,de nuevo tiempo para mí:Gozos de un coloquio en tersa compañíacuriosidad llana no vanidadpor conocerlo todotiempo regalado por los celestesque viven en nuestra misma esfera.
         TU BOSQUE DE LA SABIDURÍASe volvía duro aprender desde ti mismoun poco de educación sentimental.Casi siempre era a fuerzade horas y difícil estudiocomo aprendías algo,que luego era tan inútil como tuerto.Y, como siempre, volabas al marbuscando una  norma sencilla y clara;una mirada de aliento sagradoallí, donde todos los murosestaban en su sitio, y caídos.

II

VALE, ADIÓS, PÁJARO EN MANOTenías sólo que realizar un sutil movimiento que te costaba la vida.Habría sido suficiente, para comprender, dibujar un emblema. 	Casi un refrán.Y darle la vuelta,ya que la sabiduríagusta expresarse por enigmasy jeroglíficos tan sencillosde descifrar cuando te dan una clavecomo un pájaro en la mano.Allí dueño y preso de lo que posees.Habría sido suficiente, poco a poco,suavemente abrir la manoy entender, para salir de tu ignorancia,de ese penoso laberinto,y comenzar a educarte,desde tu juvenil pecholleno de entusiasmo y de afanes graves,en la verdad, en la libertad.
		EN LA CIUDAD DE MYRTIALas blancas sombras de nuestros amigos muertosaún manchan las manos que trabajan el cuero:la piel, la grasa de caballo,los utensilios que deforman el cuerpoestán llenos de vida.El banco del curtidor huele a membrillos,la tundidora tunde con aguardiente el invierno.Por los balcones la luzde todas las mañanas es alegrecomo un muslo de ave asadaque partimos con los dedosEl verde de los olmos, el verdede las moreras amarillento.La punzada del río llevando a sus márgenestropa de brisa a los sentidos...qué desnuda su corriente, qué ligera pasasin oír los trescientos sesenta y cinco golpesde los enterradores.
LAS FALDAS SERÁN CORTAS PARA EL VERANO          ILas chicas llevaban zapatosde tres en tresdos para el asfaltoy uno para la playael conjunto era un poco ridículoaquella tabla de surfy aquel par de zapatosaquella tabla de surf a un lado del pechopero en fin sus short eran azulesy tenían casi siempre un no sé quéde bisutería en los ombligosque les otorgaba un brillo de máscarasvenecianas desde luego que noacaso de lamparillas sobre la ceja de un muertoPorque venían pálidasde sus horarios laboralesde bibliotanques o de un amante absurdoque resumía a Kant y fumaba en pipamientras untaba las tostadasComo potrillos o como cacerolassalían las muchachas hacia la libertad         IIMontaban sobre elefantescon una urna que contenía un grano de trigoAbrazaban como nieve en su desnudezcada vez que un automóvil blanco las mojabaEran las primeras en reíry en acudir al bañojuntas como sombrasen la terraza de un magnateentre dos guardaespaldas negrosque jugaban al tenis playacon sus palasy bajo la maliciay la benignidad de PolidoroUn artista las hubiera pintadocon una túnica infinitacaída a sus piesy un vaso de menta-dónde-en la plenamar               adolescente         IIISonaban discordantes los relojesen nuestras habitacionesMentían las alarmasde tinta a cualquier horaNo era aún la hora para míDentro de un traje vacíome puse a recordarla oca de Eurídiceel afán extraño de sus manosrecortando esquelas de un periódicoy anuncios de trabajoy zapatos que estrenaban la modade otro tiempo de otro lugarsin vida pero con dulcesreclinatorios destellos semanasMiré mi cara vacía de carneen la seminconscienciadel despertary llorédentro de mi recuerdoVive dije vive aúnel castigo la violaciónY a mi recuerdo vino yatoda mi sangre de una vezEs una cuádrigaue se ha derramado de golpeque ha despertado en la pista borrada          IVDormían aquellas niñascon un pantalón de sedadonde acechaba el terciopeloUn oboe de jazminesal lado nuestro: su desnudocristal nos mordía las manosDormían en lugares desiertosy dormían aquellas niñasen una pompa oyendoun arpa de estrellasEn los entierros dormitabandaban signos de odiar a Orfeovomitando su sobredosis de lirismosólo yo me daba cuenta solo yoque eché a mis ojos la cremalleraleídos los indicios las pupilas con sangrefijé las actas en un poema de destrucciónamadas exequias duráis en míCuando nos narraban sus pesadillashirviendo el café de la mañanales poníamos un poco de azúcarpreparábamos una cucharitaen un vaso antes de salir el fuegoPero de repente nos quedábamos asombradoscorridos en la pista equivocada

* Fulgencio Martínez es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha publicado los libros de poemas, Trisagio, Libro del esplendor y Nueve para Alfeo entre otros. Dirige la revista literaria Ágora, que publica el Taller de Arte Gramático.


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15 de julio de 2005


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