De dónde me viene la sombra y la súplicala racha de fuego que me consumeDe dónde me vendrá este hilito de luzque tarda en extinguirseque pasea por los rincones del almay se apuntala en el despunte del díaCómo haré para despejar los sonidos en el silenciopara la defensa de los espacios perdidossiempre por recuperarDesde dónde corre el aguaes pregunta extraña al saber quizá de la suerte del ríopara reconocer el otro camino que involucra la arena y la piedrael vuelo de la mariposa y el rasgueo del vientoDe dónde vendrá el recuerdo por lo ocurridosin padecimiento/ con el paso de los díasen torrente de voces diluidasy de miradas con receloDe dónde habrá salido el primer impulsoque no cesa*Las calles están aquejadas de luzAdentro de las residencias otra luz escaseaSon los mismos seres que deambulanpor unos y otros espaciosSe entrecruzan sin ni siquiera verse a los ojosmucho menos decirse algoCada jornada es igualy la suma de todas en un período amplioha dado con esta soledad que se cuelga en lo árbolesen los desolados por extensos paredonesy ondea en las pocas ventanas que se abren sin temoral viento ni al resplandor menguado de la LunaLas calles y los habitáculos se asimilanen esas condicionesa tejidos prefigurados por la imaginaciónde peregrinos que alguna vez cruzan por ese lugarquienes al llegar a sus destinos propiosbendicen la luz que titila/ el golpe del airesobre los rostros risueñosy las aguas que canturrean en los serpentines naturalesen los grifosY también festejan los asomos de cambio en la LunaDe recuerdo queda un golpe ligero seco y sostenidoen los rostros de quienes alguna vez fueron conducidospor aquellos lugaresGolpe ligero y sostenido que es el nombrede la nostalgia
(De "El titubear del candil")
Me contaban que descendiendo unos metros en el marlos colores bullían y la variedad de peces contoneabamanadaspor entre los cuerpos de los buzos de ocasiónLa placidez llegaba pronto y la sensación más increíblearropaba las almas que también flotansumergidas en la mar-océanoLos relatos no podían precisar nada y entonces asumíaquella condicióninocultable de sumergido en la ciudad*Manzana dorada en unos labios que trinancon el desespero de los saucesde los cocoterosde los alelíesManzana dorada con abandono de manos y de vocesconfigurada de quietud y de silencioen éxtasis*La luz del aposento padece el tono bajo y silenciosode voces ausentesEn el reposo de la mirada va quedando el sentido de lafugael de la lucha que no fue finalmente el pasode quienes no pudieron darlo por encima del abismoEsta luz que llega al aposento da todavía para percibirsombrasen el papel blanco/ en los muros blancosSombras que erige el recuerdo
(De "La tabla del náufrago")