Si para el lector hubiera o hubiese la necesidad imperiosa de un autor, dada la no menos curiosa, divertida y espeluznante obsesión auto/biográfica de nuestros días, aunque tal venga de antiguo, es ahora cuando nos gobierna despiadadamente y parece que más nos gusta -porque, paradojas al canto, cómo sacarle el cuerpo a las palabras sin desaparecer en el acto-. Entonces, y sólo entonces, si el lector necesita de esto para satisfacer por completo el gusto o el disgusto de su lectura, écheme a mí la culpa de estos infelices versos que tiene entre manos. De lo contrario ni usted ni yo tenemos que saber quiénes somos, basta habernos encontrado y despedido así, anónimamente, junto a los restos mortales de un amor igual de hermoso que todos los verdaderos, el suyo entre ellos, aunque no se le haya ocurrido o no haya podido (des)escribirlo -de puro picao- cuando se le terminó.
IDoy aquí por inaugurado este epitalamio funestocuya divulgación sólo tiene fines didácticos2Una de las notas a pie de página de un poema presuntodirá: Cf. la versión de ella3Ayer de madre con tijerashoy tú me arrancas de tino sin razón, de la vidala pelaíta mañana, a todosles pasan estas tragediasyo no podía quedarme fuerade las graciosas movidasde tan insobornable destino2IHoy navego en la cama como en un ataúd por el mar tenebroso de la soledadcuando ayer no más era dorada nubeperfumadísima por un cielo todo quimera22A sangre y fuego te voy a sacarpaloma palomitai ay palomaide este pecho que ya no es tu nidoni nada que se le parezcasegún consta en el registro civily en mis profanas escrituras23La fidelidad es mi nueva tentaciónpero sería un terrible disparatesi no consigo un buen hagiógrafoque te la cante a los 4 vientos95Reich estaba en lo ciertomas no yo en aplicárselosin conmiseración alguna-ahí sí que me caí feo-a nuestro reñido himeneo