Animales fantásticos Ilan Stavans
La fuca Aunque la fuca (del latín Phocidae), en parte foca y en parte mujer, es un animal híbrido amenazador que con características similares a la harpía (mujer y ave, del griego Άρπυια Harpyia) y la sirena (mujer y pez, del alemán Meerjungfrau y el inglés mermaid), no pertenece a la mitología sino a la realidad. Su fama la debe a la esterilización que efectúa con su vagina durante el coito, que lleva a cabo con humanos. Se dice que la fuca atrae a hombres lascivos que, según Georges Dumézil, “pierden la cabeza” (Mythe et Épopée [1968-1972]). Su cuerpo fusiforme, que manifiesta las estrategias adaptativas para la natación, cuenta con un par de extremidades anteriores cortas y aplanadas que terminan en uñas barnizadas que le sirven de aletas; las extremidades posteriores se bifurcan en pies con zapatos de tacón alto que adoptan una posición fija hacia atrás y no pueden retraerse. En la parte frontal alta tiene senos color púrpura con pezones y en la parte baja un orificio reproductor. Muestra nalgas, lo mismo que labios, cuerdas vocales y dentadura. Y tiene cabellera, que arregla en peinados diferentes. Su pelaje es denso y corto en la edad adulta, debajo del cual habita una gruesa capa de grasa subcutánea que representa hasta un cuarto de su peso total. Pero el órgano que le ha otorgado notoriedad en la historia es su vagina vengadora. En un acto conocido como “la fucofagia” (Mythe et Épopée, vol. 2: Types épiques indo-européens: Un héros, un sorcier, un roi, página 254), la fuca primero hipnotiza al hombre que la penetrarla y luego, en plena cópula, cercena con su vagina el órgano sexual masculino, incluyéndolo los testículos. Mientras el macho adolorido se contorsiona, ella escupe los genitales al tiempo que emite una melodía gutural. Si bien Homero se refiere a ella en la Odisea (XII, 39), y aparece en el relato “La ciudad de bronce” de Las 1001 noches (“una criatura que vive del libido y mata por él”), su existencia rebasa la antigüedad. Por ejemplo, una fuca fue vista el 16 de agosto de 2010, en San Carlos de Bariloche, provincia de Río Negro, dejando un saldo de 17 argentinos castrados.
El hugorila El gorila castrense (Troglodytes gorilla venezolanus), también llamado gorila bolivariano de Tierra de Gracia, y, más comúnmente, el hugorila, es un primate herbívoro que camina con cuatro patas, mide unos 1.75 metros de altura, pesa 200 kilogramos, manifiesta síntomas de paranoia avanzada y tiene propensión a las mujeres que han concursado en Miss Universo. Con una mandíbula protuberante que ostenta una dentadura feroz, su dieta consiste de tres o cuatro litros de petróleo diarios, salvo cuando devora a sus enemigos, a quienes descuartiza luego de ridiculizarlos en público. En el libro Mammal Species of the World: A Taxonomic and Geographic Reference (3ra edición, 2005), Don E. Wilson y DeeAnn M. Reeder afirman que el ADN del hugorila es 32% similar al humano y que tienen huellas digitales, lo que es único en el reino animal. El hugorila es pariente del gorila idiamín (Gorilla idiamei graueri) de las tierras bajas de Uganda. Este primate aparece registrado por vez primera en Anábasis de Alejandro Magno (libro VIII), donde Jenofote asegura que el explorador cartaginés Hanón el Navegante (circa 530 e.c.-450 e.c.) “zarpó desde Cartago y cruzó las Columnas de Hércules y surcó por el mar exterior con Libia a babor. Al pisar tierra [en la actual Uganda] encontró una criatura horrible, mitad bestia, mitad soldado, que sufre de un apabullante complejo de persecución que se alivia cuando destruye a sus contrincantes y rápidamente recibe una hembra velluda para saciar su sexo”. Jenofonte, en su conclusión, explica que en griego la palabra gorillai significa “que goza de mujeres peludas”. El traslado del hugorila de África al hábitat septentrional de América del Sur es relativamente reciente. Según Wilson y Reeder, el politólogo argentino Norberto Ceresole, amante de los primates, lo trajo subrepticiamente a Venezuela. “Justo cuando el virus del ébola decimó varios centenares de gorilas idiamín, el hugorila era catalogado por primera vez. Su aparición está relacionada al golpe de estado de 1992”. Pynchas Brener, en una columna en El Nacional, lo describe como “una modalidad de simio que sugiere un rey desnudo”. En Venezuela en la última década, el hugorila aparece frecuentemente en TV vestido con uniforme militar y describiendo a sus enemigos—a través de signos—como “sionistas asesinos”.
El abscondo Que yo sepa, nadie jamás ha descrito al animal que Tomás Aquino, en Summa Theologiae (1265–74), refiere como Alis abscondo, y que Andrés Bello, en una carta a su amigo Alexander von Humboldt escrita luego de acompañarlo por América Latina en una expedición de 1800, en español (iba a decir en castellano pero la memoria de Bello me detuvo) llamó “el abscondo, dócil y feroz a la vez”. Dado que el animal es contenido sin forma, su característica primordial es la ausencia. “El atributo que distingue nuestro universo es la existencia”, dice Aquino en la página 734, “puesto que todo en él es presencia—salvo Dios (e.g., Deus absconditus) y el animal que vive detrás de las esferas luminosas”. Abusando de la misma metáfora, Borges, en El libro de los seres imaginarios (1967), cataloga al abscondo como “un animal esférico” que tiene “la capacidad de estar en todas partes sin dejar rastro” y “la facultad de girar alrededor del eje sin cambiar de lugar y sin exceder sus límites”. Yo lo he sentido en un sueño: era de noche y yo estaba en un bosque y él me tocaba delicadamente la sien mientras emitía un llanto horrible que ahora yo describiría como el rasgueo de las cuerdas de un violín con un peine. Tuve miedo del abscondo. En los sueños sabemos de las cosas no por lo que son sino por las emociones que despiertan. Hace años un coleccionista de arte turco me mostró varias imágenes del absocodo que había adquirido en un mercado de Estambul. El animal, me dijo, “está en todas ellas aunque no puede ser visto porque pertenece al ámbito de lo imposible”. Añadió: “Lo que nosotros conocemos siempre proviene de nuestra imaginación pero el absondo es inimaginable”. Le pregunté si estaba seguro que el animal habitaba en las imágenes que me enseñaba y si de hecho se trataba de un animal. “Nuestra definición de animal es amplia”, repuso el coleccionista. “Caben en la misma categoría los anélidos, las esponjas, los braquiópodos, los moluscos, los quinorrincos, los mamíferos y los gnatostomúlidos. ¿Por qué no incluir también al animal que es todos los animales y ninguno?” La malagua La malagua (Scyphozoa vespae), cuya existencia anotó fugazmente Hugh Chrisholm en su artículo sobre Chile de la decimoprimera edición de la Encyclopædia Britannica (1911), debe su reputación actual a un incidente, conocido como “La mamada de Pinocho”, que data de 1979. Según Heraldo Muñoz en su libro The Dictator’s Shadow (2008), el general Augusto Pinochet, al bañarse en una playa de Antofagasta, fue pinchado en el órgano sexual por este animal marino gelatinoso que los indios mapuche apodan “la medusa avispada”. A nivel morfológico, la malagua tiene la forma de una sombrilla compuesta por una zona oral cóncava denominada subumbrela y una zona aboral convexa llamada exumbrela, al borde de la cual cuelgan varios tentáculos—e.g., nematocistos—provistos de numerosas células urticantes típicas de los cnidarios. Pese a que los doctores recomiendan no frotar la zona afectada ni con una toalla ni con arena, y menos limpiar la herida con agua dulce, orina o alcohol, sino succionar el veneno con la boca para después aplicar hielo a la herida por un par de horas, ninguno de los presentes (que la prensa chilena a la postre describió como “los anti-mamones”) se ofreció a efectuar el rescate. Pinochet, cuyos enemigos apodaban Pinocho, salió rápido del mar. Su salud empeoró en los próximos minutos, sufriendo convulsiones y dificultad respiratoria, y cuando su estado manifestó alteraciones cardíacas, el militar fue llevado de emergencia a un hospital, donde se recobró luego de trece días. Acto seguido, Pinochet solicitó un recuento detallado de aquellos que presenciaron el incidente (12 hombres, 4 mujeres, 2 niñas y un guardia), arrestándolos inmediatamente. Tampoco desde el regreso de la democracia a Chile, los arrestados, ahora libres, han abierto la boca. Pero sólo en los últimos años se ha reconocido que la malagua, con una historia compleja que se remonta al pleistoceno, es un organismo con características extraordinarias. A diferencia de otras medusas, sus nematocistos están hechos no sólo de células urticantes sino también de víboras y hasta de micrófonos capaces de grabar sonidos cuyos cables están conectados a la subumbrela. Es probable que uno de esos micrófonos haya registrado al sensación de dolor—¿o éxtasis?—del general Pinochet cuando sintió el pellizco de su propio tentáculo.
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