Cartas a Galdós

Galdós, a propósito de “Miquiño mío”. Cartas de Emilia Pardo Bazán

 

Por Sylvia Miranda

Escritora y ensayista peruana

 

Este año 2020 que se va cerrando, y que muchos desearíamos que no hubiera comenzado, aludiendo al Covid-19, se conmemora también el centenario del fallecimiento del escritor canario Benito Pérez Galdós (1843-1920). El escritor más destacado de la novela realista española del siglo XIX. Para mí, su nombre estuvo siempre asociado a su novela Fortunata y Jacinta (1887), que pude leer de adolescente en Lima a principios de los años ochenta, en una edición popular. El recuerdo de esta novela, se me revela triste, las imágenes de una ciudad donde campaba la miseria y la desigualdad social, y unos personajes femeninos, en varios sentidos frágiles, llevados a situaciones extremas e injustas.

Es cierto, ahora que se habla tanto de la identificación de Galdós con Madrid, que él supo expresar una imagen profunda de la ciudad, de un pueblo más allá de las fronteras señoriales de la ciudad burguesa. Pero, el Madrid de Galdós, un siglo y medio después, ha quedado necesariamente reducido al centro histórico, lo que hoy llamaríamos el Madrid turístico. Como parte de la conmemoración del centenario, se ha publicado un itinerario del escritor por la ciudad con el que podemos pasear por los lugares que fueron importantes en su vida.

Sería una forma grata de pasear por Madrid con los amigos, como se ha paseado siempre en Madrid, bajo un sol luminoso y resueltamente, si no estuviéramos de nuevo en estado de alarma; aunque es cierto, se podría pasear en petit comité, enmascarados al estilo Zorro, pero con la mascarilla sobre los labios y recatadamente; lo que no fallará es el sol. El sol de Madrid que es la bendición de Madrid. Podríamos pasar por la Pensión de la calle de Las Fuentes, 3 donde vivió el escritor cuando llegó a la capital, o ir a la calle San Bernardo, 49 en la que se encontraba la Universidad Central y donde se matriculó en derecho, o poner pie en la calle Marqués Viudo de Pontejos, 1 donde vivía la dulce Jacinta Santa Cruz o, mejor aún, ir a la Iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas (hermoso nombre), Plaza del Dos de mayo, 11, esquina con la calle Palma, donde Galdós se citaba clandestinamente con la famosa escritora gallega Emilia Pardo Bazán (1851-1921).

Pero, a falta de la algarabía y la holganza callejera, quería proponer otra forma de acercarse a la figura de Galdós, una manera más íntima y muy ligada a Madrid también, a través de este espléndido libro que han editado y reeditado por tercera vez, y que se ha vuelto a agotar, que es “Miquiño mío” Cartas a Galdós. En él se reúnen todas las cartas conocidas que la Condesa Emilia Pardo Bazán le escribió a Benito Pérez Galdós durante los largos años de su relación afectiva.

Esta edición de Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández tiene el gran mérito, así comprendido por los lectores, de contar con un prólogo interesante y cercano, que aporta profundidad a la figura de ambos escritores, haciendo más accesible y más clara la correspondencia. Asimismo, nos acerca a un proceso minucioso en el que la investigación y sus azares se entrelazan para depararles a los editores una intensa experiencia de vida, al adentrarse en los entresijos de una relación de admiración, amor y fidelidad que descubren estas cartas.

Como ellos mismos comentan “en los objetos no permanece de su dueño más que lo que nuestra imaginación quiera añadir. La costumbre de conocer la casa de los escritores tiene que ver más con el visitante que con la indagación sobre la vida de los autores”(pp. 10-11). Me parece muy acertado, y esto se puede aplicar también a los investigadores, que con su mirada, con su apreciación personal, son capaces de otorgar una nueva visión del asunto, alumbrar una perspectiva singular. Creo que Parreño y Hernández se enamoraron de la figura de esta mujer excepcional para su época y llegaron a trasmitirnos, a través del comentario fino y de la organización tripartitade la correspondencia, una visión renovada de aquella relación que unió a Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós.

Hubiera sido maravilloso que las cartas de Galdós a Doña Emilia se hubieran conservado y publicado, quizás fueron destruidas como simples papeles viejos, eso nos hubiera dado la visión precisa de esta relación que se inició epistolarmente en 1883 con una carta de agradecimiento de Galdós a Doña Emilia y finaliza en 1915, con una misiva de Doña Emilia al escritor. Son 93 cartas, de las cuales sólo una, la que abre la correspondencia de este libro, es del escritor canario. Sin embargo, y eso es lo sorprendente, el epistolario basta para darnos no sólo una idea muy clara de las grandes cualidades humanas e intelectuales de Doña Emilia sino que también, a través de ella, de su intimidad con Galdós, nos permiten esbozar la figura del escritor, percibirlo a través de preocupaciones compartidas, anhelos, cambios y constancias. En las cartas de Doña Emilia, reverbera la voz de lo que no llegó a nuestros ojos; de la confianza y la intimidad de su relación emerge parte del ser humano que fue Galdós.

Surge también, como ruido de fondo, como anécdota, como detalle de circunstancia,  ese mundo decimonónico, de una España y de un Madrid, en particular, que se van abriendo a la modernidad a través de la literatura y de los criterios que sustentan la novela realista, de la intensa actividad periodística, del teatro y de las primeras luchas por la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres de la que fue pionera Doña Emilia; refleja también las mezquindades del mundillo intelectual y literario, y el ansia de descubrir Europa más allá de los Pirineos, dejándonos entrever ese siglo XIX de los libros de viajes, de los barcos, de los trenes, de las crónicas.

Pero, quizás, lo que más emociona está en que el libro nos revela, con donaire, la cultura y la modernidad del pensamiento de Doña Emilia, su fuerza vital, su personalidad arrolladora, su ternura, sus decepciones y tristezas; su gran amor por Don Benito nos permite percibirla hondamente como artista y admirarla más si cabe. La lealtad al amor y a la amistad, la entereza en reconocer sus errores, pero la firmeza y la ironía para defenderse frente a la doble moral masculina, perfilan bien sus convicciones y su temperamento.

Lo imposible y lo temible era que no nos viésemos, que suprimiésemos la comunicación, cuando nuestras almas se necesitan y se completan, y cuando nadie puede sustituir en este punto a tu Porcia. No deseo ciertamente que me hagas una infidelidad, no; pero aun concibo menos que te eches una amiga espiritual, a quien le cuentes tus argumentos de novelas. A bien que esto es imposible; ¿verdad, mi alma, que es imposible? (p. 116).

Por su parte, Don Benito, la acompasa con su carácter, que se percibe mesurado, reservado en muchos casos, pero en el que se presiente siempre su apoyo, respaldándola por ejemplo en lo que llaman “la cuestión académica”, o compartiendo criterios sobre la importancia de la masa popular como “cantera donde se reservan las energías nacionales” (p. 72) o comprometiéndola en proyectos, como aquel viaje furtivo que emprendieron juntos a Alemania y que ella recuerda de esta manera:

Hemos realizado un sueño, miquiño adorado: un sueño bonito, un sueño fantástico que a los 30 años yo no creía posible.- Le hemos hecho la mamola al mundo necio, que prohíbe estas cosas; a Moisés que las prohíbe también, con igual éxito; a la realidad, que nos encadena; a la vida que huye; a los angelitos del cielo, que se creen los únicos felices, porque están en el Empíreo con cara de bobos tocando el violín… Felices, nosotros. (p. 151).

También está la propuesta de Doña Emilia, llena de entusiasmo, para llevar Realidad al teatro. Cartas llenas de picardías, de alardes verbales, de sobrenombres amorosos, de preocupaciones por la salud, salpicadas también de situaciones más coyunturales, como la ayuda que le pide Doña Emilia y que parece brindarle Galdós para encontrar una casa en la que ella pueda instalarse cómodamente en Madrid. Lo bello de una correspondencia es que trasmite la vida en su plenitud, llena de energía y de locura, así, para el lector, todo vuelve a suceder como en un presente que ha quedado encerrado en unas páginas.

El libro está dividido en tres partes, que muestran el proceso de esta relación que duró cerca de 32 años, si nos ceñimos a las cartas pero que, en realidad, duró hasta la muerte de Galdós en 1920. Va desde los inicios de la amistad, pasando por la de la época del amor declarado y las citas disimuladas en “Palma street, junto a la Iglesia de Maravillas”, al que le seguirá el de la ruptura, la reconciliación y la última, la del distanciamiento de Don Benito y la fidelidad a la amistad de Doña Emilia que comienza a expresarse en estas líneas de diciembre de 1893:

Y V., ¿no experimenta también deseo de abrir su alma de artista, a alguien que no le envidie y que le entienda y le mire como cosa propia? Es posible que no; yo no me creo indispensable; nuestro carácter es distinto; V. se basta, por ser naturalmente reservado y porque gustó de la soledad antes que se la hiciesen grata las mil decepciones de este pícaro métier. Sea como sea: yo… le quiero mucho (no al métier sino a V.)”. (p. 205)

Este libro es, a su modo, también un homenaje a la figura de Galdós y una forma de celebrarlo en la intimidad de la lectura, que de nuevo se nos presenta como el acto que pese a todos los pesares nos hace libres, nos cuelga alas, nos lanza al vuelo.

Madrid, octubre de 2020

 

*Emilia Pardo Bazán, “Miquiño mío”. Cartas a Galdós, edición de Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández, Madrid, Turner Noema, tercera edición, 2020, pp. 231.

Sylvia Miranda

Sylvia Miranda (Lima, 1966) es poeta, escritora, traductora, doctora en Filología por la Universidad Complutense de Madrid. Reside en Madrid. Ha publicado Como todos anduve en el invierno, 1990; Zita y otros poemas (2001, Premio Tomás Luis de Victoria, Salamanca, 1994); su novela Memorias de Manú (1997, Premio Novela Corta del Banco Central de Reserva del Perú 1996);Poema del tigre y el mar con un grabado de Sylvain Mâlet (2004), La foudre demain, con pinturas de Sylvie Lobato (2012) y Tiempo de sol, (2014). Poemas suyos están recogidos en diversas antologías de poesía peruana e iberoamericana, así como sus artículos en revistas. Es autora del libro de relatos Las mañanas sagradas (2011) y de ensayos sobre la poesía de la vanguardia histórica peruana. Ha traducido al español Momentos marroquíes de Astrid Cabral, edición On-line y, junto a Nicole Bajon, Aprèstout la nuit / Después de todo, la noche… (2016) de Carmen Ollé.