Julián Nalber 


Una Bogotá con colmillos afilados



Reseña a Detective Santré. El caso Carranza (2021) de Julián Nalber

 

Granada, España: Editorial Mirada Malva, colección Mirada narrativa 27



Por Mauro Javier Hernández Ramos

Universidad Antonio Nariño, Bogotá, Colombia



La saga de las aventuras del detective Santré ha continuado y abre nuevamente sus puertas con un nuevo episodio. La incursión narrativa del autor con El caso Chang, me inquietó desde su primera aparición (en la actualidad tiene dos ediciones). La lectura de ese primer “experimento”, como el mismo autor varias veces lo ha mencionado en algunas entrevistas, mostraba un investigador privado peculiar, con algunas características tradicionales del género negro norteamericano, pero con rasgos distintivos que hacían del protagonista un individuo único. Me refiero a su condición parcial de profesor universitario, empobrecido, malviviente a pesar de su formación profesional, víctima de un sistema corrupto y espejo de una realidad palpable que se vive diariamente en cualquier país de América Latina, en este caso de la siempre querida pero golpeada Colombia. En esa novela inicial, se vislumbraban más cualidades que defectos, y como mencioné en una anterior reseña, el texto contaba con la dinámica de los antiguos tebeos que desde la primera página conquistaban el interés del lector y al finalizar la última cuartilla lo dejaban ávidamente esperando la aparición de la próxima. El caso Chang lo leí con la ansiedad y la impaciencia que una buena historia de este género contagia. Y desde allí mi curiosidad en seguir de cerca al autor y desde luego, esperar pacientemente la segunda entrega de su protagonista.


La lectura de Detective Santré, el caso Carranza deja varias conclusiones, todas ellas positivas, desde mi perspectiva de lector común alejado de la afectación presuntuosa, y muchas veces vacía, de la academia y de los circuitos tradicionales de la crítica literaria, que a veces se anidan entre los extremos de las conexiones, la lisonja o la defenestración del texto que se analiza e incluso del mismo autor. Las preguntas entonces sencillas que me hago, y que supongo son las que le deben interesar a los que lean esta reseña, son ¿por qué me gustó la novela?, ¿por qué recomendaría su lectura?, y quizá algo tan arriesgado como, ¿qué aprendí de ella?


Pues bien, en las siguientes líneas trataré de contestar tales inquietudes articulando mis observaciones con aspectos concretos del texto.


En primer lugar, la estructura es dinámica, se lee sola, es lineal y aunque la mayoría de los episodios son descritos en primera persona, también hay algunos que se argumentan desde la voz de un narrador en tercera persona que visualiza y cuenta lo que sucede en el desarrollo de la historia. Esa alternancia hace la lectura por momentos inquietante y con una perspectiva narrativa válida para este tipo de historias, pues por medio de esas voces, se brinda suspenso y cierto enigma a la aventura. Aquí el lenguaje es claro, no intenta perderse en supuestas revoluciones estéticas impostadas.


Valoro también la rapidez de la acción. Aunque toma tiempo desenredar la maraña propuesta al interior de la trama, el laberinto se va descubriendo con alguna aceleración. Esto hace que el texto no se vuelva pesado, parsimonioso, monótono, o que se pierda en disquisiciones que no vienen al caso. Esto último suele pasar no solo en este tipo de narrativas - sino en muchas - en las que frecuentemente los autores por estirar el misterio redundan en aspectos vagos y de poco interés para el lector y para la misma historia que pretenden transmitir. Seamos honestos en la novela de crímenes, el suspenso, el misterio y la angustia no se pueden negociar con dosis dobles o triples de información innecesaria con miras a darle vueltas a algunos hechos extras para confundir y de paso aburrir al lector. En otras palabras, el armazón en esta historia es simple pero convincente y cumple con el objetivo que exige el género.


En segundo lugar, la temática es atractiva y rastrea - aclaro, que no es el eje de la novela - un drama de mucha vigencia en Colombia, el monstruoso fenómeno de las ejecuciones extrajudiciales durante el mandato del presidente Álvaro Uribe. En alternancia con ese tema de tan alta sensibilidad en Colombia, surge la desaparición de un joven, la mafia, la trata de personas y algo que resulta bien pensado y que no es común en la literatura colombiana: la representación de personajes transgénero dentro del mundo del comercio sexual de Bogotá. Y aquí encuentro episodios sugestivos que pintan con realismo y mucha veracidad la vida de estas personas en bares del distrito rojo bogotano, su convivencia y el rechazo del que son víctimas.


 

La conexión palimpséstica que se puede establecer dentro de esos capítulos que dibujan ese universo me hacen recordar un cuento del autor caleño Andrés Caicedo, “Besacalles” (1998), otro de Mario Mendoza llamado “Esta es tu noche” (2004), e incluso un testimonio real recogido por el periodista Jorge Enrique Botero, “Espérame en el cielo” (2004). En la mayoría de estos acercamientos representativos se toca el infortunio y la tragedia a la que se enfrenta la comunidad transgénero dentro de sociedades aún machistas y conservadoras, en las que frecuentemente el único camino laboral que se le ofrece a esta colectividad es la prostitución callejera.


La novela gusta porque no es pretenciosa, no consume papel generando giros o vacilaciones ociosas para hacerla lucir sesuda o intelectual. Es directa, golpea fuerte y seco desde el principio, no le rehúye al encuentro con el lector. Va de la mano con las buenas obras del género. El protagonista es creíble, culto y callejero, conoce su ambiente, siente miedo y a la vez es arriesgado, eso lo hace más humano y menos ficcional.  Un hombre vicioso que además de detective es un profesor de literatura y que penosamente vive esperando siempre que le renueven el contrato en una universidad cualquiera para así poder llenar la nevera y malcomer.


 

Ya en una tercera instancia, la novela de esta saga de Nalber es tan recomendable como la anterior porque, además de sus logros literarios, le da luz a una ciudad latinoamericana y la muestra con sus cicatrices, sus cenizas nocturnas, la miseria de algunas de sus calles, sus noches eróticas y la presencia cada vez mayor de los inmigrantes venezolanos tan notorios en las últimas décadas. Es una pintura fresca de la Bogotá del siglo XXI que obviamente no se lee en una guía turística, es la Bogotá de los periódicos vespertinos sensacionalistas, la que a más de uno le encantaría conocer al menos por medio de una historia policiaca tan incitante como esta. En Nalber esta Bogotá degradada en tonos oscuros vive, palpita y convida a experimentarla.


Finalmente, responderé a la última pregunta que yo mismo indiqué al principio de esta reseña, en la que debo afirmar que al leer Detective Santré, el caso Carranza aprendí aún más acerca de las desapariciones de jóvenes de estratos marginales en Colombia, me interné en ese horror de las ejecuciones extrajudiciales en la época de Álvaro Uribe, el “innombrable” como se le conoce, hechos tenebrosos que aún se intentan esconder e incluso justificar. Además, por medio de la lectura, supe de la cotidianidad de las prostitutas transgénero de los barrios Santa Fe y Siete de agosto, sus dramas diarios y desencuentros repetidos e injustos por su condición. Igualmente, me sumergí en la migrancia de venezolanos rumbo a Colombia que dejan un país desolado y entran a otro tan deshecho como del que han huido.

 

Creo, entonces, que son varias los atributos de esta novela policiaca y pienso que todo lo consignado aquí tendría que ser una invitación concreta para degustarla, en particular pensando en los apasionados a este género negro. Sea esta una convocatoria no solo para leer una historia bien lograda que se lee con avidez, sino que es a su vez un tour por una ciudad tercermundista en la que confluye lo divino, lo humano y lo impredecible. Una urbe de más de 10 millones de habitantes que es el microcosmos de un país como Colombia, rincón del mundo que deja a la imaginación poco, poquísimo.  

Julián Nalber es el seudónimo de un docente colombiano que ha residido fuera de su país durante más de veinte años. Su trabajo siempre ha estado ligado al mundo académico de las Humanidades y las Ciencias Sociales. Nalber imprime su sello personal como autor de historias urbanas dentro del llamado género negro. Su prosa directa, veloz y sencilla, se lee con avidez desde el primer episodio hasta el último. Su protagonista es un detective que deambula entre las aulas universitarias, la vida mundana y los más intrincados y truculentos expedientes policiales de una ciudad tan cautivadora y temeraria como Bogotá.

Mauro Javier Hernández Ramos (Bogotá – Colombia)

Licenciado en Lenguas Modernas de la Universidad De La Salle (1996), especialista en Lingüística aplicada a la enseñanza del inglés de la Universidad La Gran Colombia (1998) y Magister en Educación con énfasis en didáctica de las lenguas extranjeras (2017).

Se ha desempeñado como docente a nivel escolar y universitario desde hace 30 años. 

Actualmente es profesor tiempo completo de la Universidad Antonio Nariño en Bogotá. Investigador independiente y tallerista en metodología del inglés para el Ministerio de Educación Nacional y el British Council.