Antonio Marín Albalate
ANTONIO MARÍN ALBALATE, POETA DESDOBLADO (1978-2014)
Por José Luis Abraham López
Los ojos del poeta, inmensamente pequeños, observan la paulatina demolición de lo real en pleno extravío. Apenas un parpadeo flotante restituye la belleza a un estado ritual, impetuoso, deslumbrante. Siendo el mismo signo ha cambiado la perspectiva. Somos rostro incomparable, definido en la tierra que pisamos…
Antonio Marín Albalate nace en Cartagena en 1955. Con apenas veintitrés años da a conocer su primer poemario, Apocalipsis en mí menor para bajo, a una sola voz. Desde esta fecha hasta la actualidad cerca de cuarenta títulos jalonan su bibliografía sin contar aquellos otros inspirados por su inquietud de hermanar otras artes con las letras; antólogo y antologado también en numerosísimas ocasiones.
A partir de 1974 publica con asombrosa regularidad. Quizás el medio a través del cual Antonio Marín más se ha prodigado haya sido el de los premios literarios desde que en 1980 se le concediera un accésit en el Certamen “Acequia Subirana”[1]. Otro medio natural lo constituyen las colaboraciones en revistas. La primera de ellas, la barcelonesa Autores Lectores. Luego vendrán el Suplemento literario de La Verdad, Línea (donde se le encuadra con los autores que trabajan una temática social reivindicativa)[2], Sudeste, Azahara, Postadata, Epigrama, La Torre de Papel, Empireuma, Agua, La Tertulia, Los Cuadernos del Sornabique, Thader, Cuaderno de Bitácora y un largo etcétera[3].
Delineante en la Mancomunidad de los Canales del Taibilla, autodidacta, en 1981 dirige la revista Arrecife y tiene en proyecto Nuevos paisajes para una abstracción, poemario sobre música y textos de Joan Manuel Serrat[4]. Con Una triste melena de invierno con Mahler de fondo obtiene el Premio “Murcia Joven” en su edición de 1985.
El año en el que nace Antonio Marín Albalate las novedades editoriales en España las forman En esta tierra de Ana María Matute, La catira de Camilo José Cela, Diario de un cazador de Miguel Delibes, Cantos Íberos y Pido la paz y la palabra de Gabriel Celaya. Cuando Antonio Marín publica su primer libro, 1978, los novísimos se encuentran en una segunda etapa. Pero el cartagenero, además de con estos, se siente cerca también de Rafael Alberti[5], Miguel Hernández[6], León Felipe[7], Antonio Machado[8]. Bien pronto la estética surrealista cala hondo y toma como referencia a Federico García Lorca[9], Pablo Neruda[10], César Vallejo[11] y los poetas malditos siempre de fondo: André Breton, Baudelaire[12], Rimbaud. Otro poeta importante en su trayectoria será Konstantino Kavafis[13]. En su acercamiento y aprendizaje de la retórica notamos la presencia de poetas españoles como José María Álvarez, Carlos Edmundo de Ory, Antonio Gamoneda, Leopoldo María Panero. La afinidad con el cartagenero Mariano Pascual de Riquelme[14] (a quien conoce en la década de los ochenta) le viene fundamentalmente de las imágenes oníricas –casi apocalípticas en éste– y de la obsesión por un sentimiento tan primitivo como la muerte. A pesar de estas influencias reconocidas las citas explícitas a estos autores tienen más de diálogo que de servidumbre. Estamos, pues, ante un poeta que nace con la autoconciencia de una Poética clara. La crítica aclara otros vínculos:
Respecto a las influencias o confluencias, sí estoy de acuerdo con Santiago Delgado en que en la obra de Marín Albalate hay un profundo conocimiento de la poesía del haiku, de Gustavo Adolfo, Petrarca, de César Vallejo […]
Mas quien en mi opinión deja una estela importante en la poesía de Marín Albalate es Jaime Gil de Biedma. El Gil de Biedma del sarcasmo, como ya hemos dicho, del amor, desgarrado, del erotismo sensual y atrevido. Del poema que engarza al poeta con el otro, con lo otro. […] También juega a veces Marín Albalate con un minimalismo y simbolismo a lo Henri Michaux, adentrándose en la aventura de encontrar la palabra precisa, la imagen renovada en sus poemas[15]
Aunque temas y técnica vienen repitiéndose la Obra de Antonio Marín Albalate toma visos de Total si consideramos cada uno de sus títulos como suma de recorridos anteriores, conexión de puentes siempre abiertos.
Para el poeta hay dos verdades indiscutibles: el Arte y la Vida. Sobre aquél se aplica Marín Albalate por retener de ésta su permanente transitoriedad y desfiguración, haciendo de su presencia una costumbre. Permanencia y fugacidad; piedra y aire entre los cuales situamos la poesía como representación de lo universal humano.
En nuestra opinión la piedra angular de la poesía de Antonio Marín radica en la experimentación, de hallar lo nuevo personal entre las estrechas fisuras de lo que creíamos conocer y, por este motivo, son frecuentes las sorpresas emotivas generadas a partir de un lenguaje fundamentalmente alusivo y visual. Su sinceridad ética está fuera de toda duda: sin contorsiones, el cartagenero proyecta la mirada hacia donde otros la vuelven y proclama lo que muchos pensándolo no se atreven a revelar. Por este motivo, Marín Albalate es un poeta ético pues todo en él se reviste de sinceridad y pasión, transparencia y deslumbramiento.
El estro de Marín Albalate integra la chispa, el ingenio, el hallazgo sorpresivo y vibrante, distinto del espectáculo o exhibicionismo rompedor de receta. Su propuesta lírica siempre convence porque es auténtica, como auténtica es su estirpe de poeta. Antonio es poeta que ha nacido, y se ha hecho a sí mismo buscando una expresividad que integra la propuesta breve, el discurso erótico, corporal y sexual como componente ciertamente básico; pero también la asunción de una perspectiva moderna, sin tabúes ni cortapisas, que roza y se interna a veces en el descaro, a la caza de la palabra nueva que signifique líricamente la modernidad que le ha tocado vivir[16]
Atento al contenido denotativo como al simbólico de la palabra un sentimiento de constante insatisfacción y de voluptuosa inocencia animan su primera hora cuando siente la poesía como conciencia de sí mismo. Esta línea la confirma a través de un tono angustiado y pesimista que «proviene de la casi imposibilidad física de romper los entramados que alienan y coartan al ser humano»[17].
A la par sus versos están cruzados por una inercia natural a lo oscuro. Los ojos del poeta, inmensamente pequeños, observan la paulatina demolición de lo real en pleno extravío. Sobre todo en sus inicios la poesía de Antonio Marín Albalate adopta una postura hacia el compromiso cívico. De la denuncia y el desengaño primeros la sombra de este último será la más alargada. Desengaño por el inexorable tiempo transcurrido –aquél que desfigura como aniquila– con en el tópico del ubi sunt? de fondo[18]. Tiempo irrecuperable pero, al menos, tiempo detenido cuando recordado.
Antonio ha sabido decantar ese ímpetu juvenil del primer poema dolorido, a través de los filtros de una adultez desencantada: la suya propia. Pero se trata de una decantación depuradora, no excluyente. Por ello, lejos de abandonar el treno del balbuceo adolescente que invoca a los manes del Averno para hacer exhibición de sus llagas anímicas, el poeta ahonda, cual insomne arqueólogo de sí mismo, en el atormentado yacimiento de su propio ser humano. Allí encuentra una veta de insatisfacción legítima, no ficticia o inventada por ninguna voluntad de estilo. Esta firmeza, de raigambre vallejiana, le lleva a adoptar una cierta expresión de surrealismo, bien que domesticada por el duro látigo de su fuerza literaria[19]
A este respecto mucho tiene que ver la relación del yo con la realidad, en un contexto social que al cartagenero le desencanta. La poesía constituye el agente que fija este sentir y salva al sujeto de un desasosiego más profundo. En estas coordenadas el espacio urbano (Poemas urbanos) encierra una paradoja: el sujeto reniega de la misma realidad que necesita (Baudelaire o el Rimbaud de Iluminaciones). El poeta, ante la soledad de la nada frente al todo de la muchedumbre, se desenvuelve en la tersa maraña de la ciudad.
El tópico literario de urbanismo y soledad en ayuntamiento, tiene aquí un claro epígono. A veces disparado por un lenguaje atrevido en metáforas y rabias, descoyuntando éticas salobres[20]
Sobre todo en el primer tramo de su obra, la literatura adquiere sentido como arma social. Casi a voz en grito el sujeto manifiesta la voluntad de ofrecer su poesía al servicio de un bien común. Ello adquiere mayor crédito cuando la subjetividad queda relegada en pos de un mensaje sin margen esta vez a la ambigüedad.
El grito oscuro y triste del
poeta debe estar en la calle
entre el cemento y el alquitrán,
para revocar la tristeza de tanto
gris inútil[21]
En la trayectoria poética de Antonio Marín se entrecruzan inquietudes puramente estéticas con otras de carácter social que atañen al hombre como individuo. Ese personal contacto con el mundo genera resortes de fino intimismo emparejado con una profunda conciencia social que deriva en una poesía más pragmática. Su inconformismo se irá suavizando como lo demuestra el lenguaje y las técnicas de composición.
Con este tema destaca el del erotismo[22]. El amor resentido por el distanciamiento o la frustración conducen a una mera ensoñación. El poeta o bien ensalza las virtudes carnales, se mistifica o, en última instancia, recurre al autoerotismo[23]. La fantasía se eleva como único consuelo.
[…] el erotismo de Marín Albalate no olvida su procedencia netamente verbal, como si el poeta cifrara el universo entero con palabras de fuego, y en ellas estuviera oculta la clave última del deseo[24]
Frente al desengaño el goce sensitivo, la exaltación del deseo carnal, el fetichismo, la incitación a la vida sin reservas llevan a una palpable materialidad: el poema como provocación. En definitiva, obstinado elogio de la belleza mostrándose el autor como un perfilado hedonista.
A la preocupación tradicional del poeta por el tiempo le acompaña otra que fluye con semejante intensidad: la muerte en distintas manifestaciones: fallecimiento natural, suicidio[25], desenlace trágico, homicidio… En cualquier caso, su presencia cobra consciencia sobre la fugacidad de lo humano y ahora más que nunca la palabra frente al olvido, señal inequívoca de pérdida irreparable. En todo este entramado la muerte –parece decirnos– no resulta tan dramática como las circunstancias de la misma.
Hasta en estas composiciones el diálogo sensorial gana la batalla a lo racional. Ya Apocalipsis en mí menor para bajo, a una sola voz tiene a la muerte como eje aglutinador, pura obsesión por su presencia constante en la vida. En los poemas dedicados a su madre y a su padre, salta a la vista el elogio-añoranza de la infancia que imprevisible y rasante acude a la memoria. In memoriam, Ángel de tierra, Invierno y nadie dan fe de ello. Esta conciencia suele aparecer expresada más como un rasgo descriptivo.
Uno de los puntos que alinea a Antonio Marín con poetas de la generación de los 70 es el cultivo de la metapoesía: la preocupación desde el mismo ejercicio literario por la verbalización del proceso de escritura. Una de las reacciones a este aspecto es la creación de un espacio al poema (o el poema como espacio) que de esta manera se convierte y reafirma como única realidad.
En el plano formal el poeta se defiende contra los convencionalismos con un lenguaje que impone un sesgo trasgresor. A ello ayuda, sin duda, el uso de extranjerismos, neologismos, juegos de palabras, etc. rebelándose, pues, contra un lenguaje previsible y adocenado. Cuando no imaginar la realidad es la realidad de la imaginación.
La aparente anarquía arrastra consigo otra consecuencia: el poema libre de puntuación adquiere una forma a tenor del contenido, recuerdo del movimiento ultraísta y creacionista. De ahí el poema como objeto estético o, si se prefiere, el poema como un todo. Éste representa entonces un espejo sobre el que poner rostro a las ensoñaciones y realidades imaginativas del autor de modo que las condensaciones semánticas se multiplican. Apenas un parpadeo flotante restituye la belleza a un estado ritual, impetuoso, deslumbrante.
A propósito de La nieve toda el columnista de La Opinión afirma:
Es un poeta claro, directo, de expresión sencilla, pero de gran fuerza expresiva. En sus poemas puede intuirse cierto escepticismo pero todos, en el fondo, parten de una inevitable ternura. Sus composiciones se refieren a asuntos y sentimientos muy próximos, íntimos a veces, y deslumbran por una agudeza que surge de lo más simple, sin rebuscamientos[26]
Si múltiple en los temas (desencanto vital, talante social, erotismo, muerte, metapoesía) otro tanto sucede en los registros. La poesía encierra en sí misma una percepción acústica y un sentimiento. En Antonio Marín la palabra goza de una vida independiente, un sentido y un ser únicos.
Cuando el cartagenero emplea un timbre como el surrealista otro sello de identidad, la imaginación, cobra un marcado protagonismo. Los propios títulos resultan especialmente emblemáticos cuando imprimen un irracionalismo de carácter surrealista. No obstante, resulta verosímil en la medida en que es síntoma organizativo de un ser que vive con intensidad sus propias paradojas y así lo expresa el poeta con continuas antítesis.
En nuestra opinión el primer ejemplo de práctica del surrealismo en el cartagenero lo hallamos en Con el dedo en la llaga (1978):
Los horizontales gatos de la tardenpunta declinante
pacen tranquilos el oro meloso y vertical
que el sol ordenadamente regala por los tejados
de la indiferencia
De entre todos los símbolos presentes en la obra de Marín Albalate quizá el de mayor potencia y continuidad sea el de la nieve –eco de Antonio Gamoneda– hasta el punto de crear un ciclo bajo el título La nieve toda (2003).
En contraste con un acento imaginativo tenemos otro de corte narrativo y coloquial, muy cercano al collage que en sí esconde la fórmula del extenuante esfuerzo por la naturalidad en la expresión. Muchas referencias y asuntos poemáticos nacen de la anécdota y la experiencia rutinaria y se convierten, en suma, en material reflexivo. El poeta sabe que lo trascendental también nace y permanece en el acontecer cotidiano. Ahora bien, ni siquiera en este marco se desprende el cartagenero de la capacidad de abstracción superando la línea tangible de cuanto le rodea. En estas composiciones el tono más emotivo y directo, realista y sencillo multiplica el valor de lo cotidiano. Tiempo ahora real y concreto.
La literatura puede resultar puro divertimento como pone de manifiesto Antonio Marín en su gusto por el juego de palabras. Este aspecto en el que se prodiga con asombrosa habilidad presenta varios cauces de conformación. Sobre Barcaiar Pascual García resalta precisamente estas cualidades:
[…] poemario repleto de esa soberbia imaginación literaria de la que alguna vez ha hecho gala su autor: poesía sobria de versos contundentes como martillazos en el yunque del espíritu y, a la vez, un aluvión de imágenes turbulentas como jirones de un vendaval lírico.
Con una preocupación muy particular por la palabra, el poeta se adentra en los territorios enigmáticos de la lírica y del sentimiento, sin despreciar a veces el recurso del juego. Pero este sentido lúdico no le resta en absoluto ni un ápice de profundidad, antes bien lo capacita para volver a nombrar las mismas cosas de siempre de otra manera, con un nuevo talante. El sentido del humor y una honda conciencia crítica del mundo convierten a este extraño libro en un pozo de sorpresas. Es una obra que aúna madurez y frescura […][27]
El ingenio muchas veces viene por la pareja formada por la alianza intencionada entre la realidad y la fantasía. Si nos atenemos a un significado normativo en Marín Albalate esta última apunta más que a ningún otro a esa facultad del ánimo para representar ideales en forma sensible o de idealizar las reales desembocando casi siempre en el tema de la identidad personal.
En su corpus poético el humor y la ironía se erigen en dos de las credenciales más sobresalientes. En ellas Antonio Marín encubre un talante trasgresor en un doble sentido: en el mensaje poético y en el rasgo visual cuando emplea signos de puntuación (guiones y paréntesis sobre todo) para entrometerse en el contenido semántico cuando no para crear como un doble texto. El humor ligado simultáneamente a la crítica y a la verdad subjetiva. Como vemos, siendo el mismo signo ha cambiado la perspectiva.
En otras ocasiones es la afinidad acústica la que sostiene el humor demostrando el autor una solvente inercia al juego léxico y a la reflexión sobre el medio expresivo que utiliza. Palabras comunes acoplan su sentido a un enfoque humorístico que persigue la sorpresa y complicidad en el lector. En cualquier caso, el desplazamiento de sentido no impide la comprensión del poema. La figura literaria más socorrida es entonces la paronomasia[28]. El parentesco otras veces se produce cuando algunos términos comparten contextos léxicos pero es el textual el que permite diferenciar entre sentidos semejantes[29].
[…] me considero un poeta que huye sistemáticamente de las palabras y frases sencillas, ya que bajo mi punto de vista existe un riquísimo léxico castellano que desgraciadamente se utiliza cada vez menos ante la inflación de frases sin contenido y de modos extranjerizantes[30]
Cuando el poeta se mueve entre el humor y el ingenio estos suman una condición humana, una forma de ser y de estar. Ambos llegan a su mayor cota en el poema “Treinta y cuatro” de Barcaiar. Aquí, su autor antepone el neologismo patuscrito por parentesco con manuscrito.
Los gatos no creen en Dios,
Ni tampoco en las pistolas.
No son paternidad de los gatillos,
(Aunque se piense lo contrario).
Los gatos fotocopian estrellas
De patuscritos azules
Como sus pisadas.
Los gatos son tan antiguos como el crimen y el hombre.
Se cree que un gato es un tigre reducido
A saltos.
Los gatos son tan altos como el misterio,
Y tan largos como un entierro.
Si un gato muere:
Su muerte se multiplica por 7.
En el espacio del texto “Llevo el carné de loco en la cartera” Antonio Marín recurre al sinsentido[31]. Valiéndose de la sátira y la ironía su autor atrae perfiles humanos excéntricos que conforman todo un retrato de tipos que representan la locura[32] y la realidad, la apariencia y la verdad. En esta línea Yo tampoco y tú sin embargo gira en torno al sema locura. Gran parte del conjunto se vertebra a partir de personajes reales tomados como objetos poéticos merced a alguna deficiencia o defecto moral como sucede, por ejemplo, en “Bienvenidos al circo”, lo cual incrementa el efecto humorístico. Ironía encubierta y tamizada por el eufemismo[33]. En el fondo su dardo va dirigido a un grupo de personajes y, para ello, el poeta evita el nombre propio en pos de uno común.
Como ya dijimos el título de las composiciones supera la mera expresión decorativa. En una ocasión, Marín Albalate obtiene un encabezamiento resultado de la combinación de la misma palabra con una doble categoría: adjetivo calificativo seguido de un adjetivo sustantivado. Es el que lleva por título “Tristes los tristes”. Como tendremos ocasión de comprobar a partir de la expresión coloquial “la tonta del bote”, por aproximación de registro y significado el cartagenero coloca otro semejante; en concreto, una locución verbal coloquial: “da la lata”. Lo vemos en este otro de Yo tampoco y tú sin embargo:
La tonta del bote, tiende a la tristeza
si el tonto no le da la lata.
La tonta del bote,
cuando consigue al fin recuperarla,
tira entonces con fuerza de la cuerda
donde lleva atado su cerebro,
y con muchísimo ruido
es insoportable oírlo
lo arrastra por estos pasillos.
Hasta que unas batas blancas se la llevan,
a su limbo de baba y mamellas.
Del aspecto físico ahora, en cambio, coge el testigo un estado emocional que pone de manifiesto la ingenuidad del personaje femenino.
La fisonomía completa de un poeta se gesta también en el cómo de la expresión. Si ensamblamos todos los acordes ya apuntados en vistas a definir un estilo diremos que la poesía de Antonio Marín Albalate constituye una aleación de ritmo (plegado a la palabra) y sugerencia (unida a la expresión). Y en todos los sentidos la metáfora nacida para retener la realidad que escurridiza apenas deja al sujeto posibilidad de explicación. A lo largo de su obra ocupa un lugar destacado el cruce de imágenes de gran efecto sensorial, siendo la vista y el oído los más atendidos.
Otro de los recursos íntimamente unido al ritmo es el de la yuxtaposición. Antonio Marín fija su retórica en largas enumeraciones simétricas, en ocasiones surgidas de la libre asociación de ideas a modo de fotogramas discontinuos que, a su vez, muestran un esquema de pensamiento. Pautas rítmicas a las que se unen anáforas y cláusulas parentéticas.
Y sigue con su estilo escueto y concentrado, con la transparencia de los días mediterráneos y con el juego sutil de la brisa marinera. […] Y continúa con su estilo seco, telegráfico y azoriniano, rondando la sombra de la tarde y la cintura de ausencia de quien fuera[34]
Como imagen en sí y por sí mismo en el poema destacan los signos de puntuación (paréntesis, puntos suspensivos, guiones) y la disposición versal, íntimamente vinculada al contenido. El divorcio entre lenguaje y mundo y su capacidad manipuladora del pensamiento determinan el rechazo del significado y la potenciación de la materialidad gráfica. Y como un emblema genuino por la libertad descarga el poeta toda su dinamita. Libertad que en Antonio Marín apunta a la emancipación del orden, del sentido literal, del lastre que impone el dogmatismo.
Entre la experiencia y su representación el poeta busca puentes, espejos, lazos que conecten, reflejen o unan la una a la otra. En Marín Albalate la antítesis por el camino de la antonimia, el contraste de ideas como de conceptos opuestos, monólogos dramáticos; y una perceptible sonoridad generada por resonancias acústicas impredecibles merced a un elemento tan modernista como la aliteración. Junto a éstas será frecuente el sarcasmo, las historias narradas en tercera persona, las citas implícitas, las paráfrasis, etc.
Así, pues, en síntesis, diversidad de perspectivas, de tonos y de voces que son un mismo ser, poeta desdoblado. Los seudónimos con los que Antonio Marín Albalate firma muchos de sus libros aportan un matiz nuevo al carácter ficcional de la Obra. Josep Tapies Segundo, Juan Cartagena en Sombra de lo siniestro y Tonino Albalatto a partir de Con todo el barro de la vida[35]. La conciencia creadora va paralela a la capacidad metamórfica del poeta como si éste nos dijera que somos rostro incomparable, definido en la tierra que pisamos. Simulaciones o máscaras que esconden la misma luz, la única posible: la de Antonio Marín Albalate.
BIBLIOGRAFÍA DE ANTONIO MARÍN ALBALATE HASTA EL AÑO 2014
Apocalipsis en mí menor para bajo, a una sola voz. Cartagena: Gráficas Boston, 1978. Cuadernos de poesía “El Cuervo”.
Con el dedo en la llaga. Madrid: Carlos Carballo Editor, 1979.
Poemas urbanos. Mataró: Agrupación Hispana de Escritores, 1980.
Una triste melena de invierno con Mahler de fondo. En: Murcia Joven 84-85. Literatura. Murcia: Consejería de Cultura y Educación, 1985, pp. 12-39.
In memoriam. Fuente Álamo, Murcia: Gráficas Álamo, 1991.
Oscura voz. Sevilla: Grupo Poético Barro, 1992.
La peligrosa magia de las nínfulas. Sevilla: Itálica, 1995.
Hasta encontrarme a mí. Miranda de Ebro, Burgos: Estío, 1996. Colección “Estío. Libros de Poesía”, n. 24.
Estación de la nieve. Béjar, Salamanca: Asociación Cultural “El Sornabique”, 1996. Colección “El árbol espiral”, n. 13.
Opúsculo. Málaga: Vizland & Palmart, 1996. Breviarios Vizland & Palmart, 11.
Barcaiar: (cuarenta poemas y un día). Álava: Diputación Floral, 1996.
El humo de las palabras. En: V Premio Internacional de Literatura Ateneo de Jaén. Jaén, 1996, pp. 31-72.
Escalera de palabras para bajar. Cartagena: Fundación Emma Egea, 1998.
La memoria del viento. Madrid: Huerga & Fierro, 1998. Colección “Fenice poesía”, 49.
Un mal día lo tiene cualquiera. Béjar, Salamanca: LF ediciones & el sornabique, 1999.
Donde acaba el horizonte… y un poema. Murcia: Nausícaä, 1999. Colección Bolardo, n. 1.
Todavía la nieve en la palabra. Madrid: Vitruvio, 2000. Colección Baños del Carmen.
Hebra de viento tibio. Cartagena: Áglaya, 2001.
Serrat en set cançons. Murcia: Nausícaä, 2001. Manuales de usura, 1.
En suma considerando. Premio Nacional de Poesía “Ciudad de Purchena” 1997, 1998 y 1999. Almería: Instituto de Estudios Almerienses, 2001, pp. 7-42.
Que nada importa. Barcelona: Emboscall Editorial, 2002. Ciclos, 8.
Cebollas azules para un blues. Arucas, Gran Canaria: Ediciones Tepemarquia, 2002.
La nieve toda. Murcia: Editora Regional, 2003. Textos centrales. Poesía.
Ángel de tierra. León: Instituto Leonés de Cultura, 2001.
Bajo whisky. Córdoba: Ateneo, 2003. Colección Arca del Ateneo, n. 33.
En claro oscuro. Murcia: Nausícaä, 2004. Manuales de usura, 3.
La bella y la palabra. Cartagena: Áglaya, 2005. Desatados de poesía, 1.
Del humo de los días. Milán: Alla pasticceria del pesce, 2006.
Sombra de lo siniestro. Madrid: Huerga & Fierro, 2007.
Caligrafía de la nieve. Murcia: Tres Fronteras, 2009.
Yo tampoco y tú sin embargo. Éxlogo de Luis Eduardo Aute. Madrid: Vitruvio, 2009. Colección Baños del Carmen, n. 205.
Yo poema esconde una canción de Ramoncín. Madrid: Huerga & Fierro, 2010.
Enclave de barro. Madrid: Huerga & Fierro, 2011.
Leopoldo María Panero: poema que llama al poema; prólogo Leopoldo María Panero. Madrid: Huerga & Fierro, 2012.
Invierno y nadie o Elegías del Reino de Hades. Madrid: Huerga & Fierro, 2013.
Panero, dame la mano que tengo miedo. Madrid: Huerga & Fierro, 2014.
Con todo el barro de la vida. Prólogo de Soren Peñalver. Murcia: Raspabook, 2014.
En boca ajena. Antología personal. Disco-libro. Madrid: Lemuria Music, 2014.
Poemas de cuerpo presente. Cartagena: sinnisbnedicion.es, 2014.
NOTAS
1 “El poeta Antonio Marín Albalate premiado”. En: Sudeste: periódico de Cartagena, 29 de noviembre 1980, p. 3.
[2] “Marín Albalate, un poeta en soledad”. En: Línea, Murcia, 18 de noviembre 1981, p. 29. Este interés del cartagenero por recoger o versionar letras de canciones de cantautores se extiende hasta el día de hoy.
[3] La Vieja factoría, La Puerta Falsa, Pasos, Octubre, Extramuros, Ágora, Nemeton, Luces y Sombras, Entre siglo, Sexo y Poesía, Papeles de Literatura contemporánea, Baquiana, Hache, Salamandria 18, Antaria.
[4] En: Anuario poético 1981. Mataró: Agrupación Hispana de Escritores, 1982, p. 121.
[5] En Apocalipsis en mí menor para bajo, a una sola voz (1978) encontramos la presencia del gaditano. En concreto, en el poema “Nocturno” (De un momento a otro): “¡qué dolor de papeles que ha de borrar el viento, / qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!”. El cartagenero escribirá: “que mis manos lloran. Qué pena de momento // que ha de barrer el viento sin que en tu sangre / se hinque, noche tenebrosa, amada mía”.
[6] De claro entronque con la “Elegía a Ramón Sijé” tenemos estos versos: “Y sin consuelo de nadie / sigo por él / esperando un golpe de mar o de aire / que me cambie / estado de excepción” que cierra Apocalipsis en mí menor para bajo, a una sola voz.
[7] Detrás de “Nada me levanta, ni me exalta para / cantar y contar lo que no puedo vivir” de Apocalipsis en mí menor para bajo, a una sola voz hallamos al León Felipe del poema “Qué lástima”: “Después… ya no he vuelto a echar el ancla, / y ninguna de estas tierras me / levanta / ni me exalta / para poder cantar siempre en la misma tonada / al mismo río que pasa”.
[8] Eco más que perceptible del Antonio Machado de “Yo voy soñando caminos”: “En el corazón tenía / la espina de / una pasión; / logré arrancármela un día: / ya no siento el corazón” en el poema que el cartagenero titula “[Esta noche todo es desolación”] de Apocalipsis en mí menor para bajo, a una sola voz: “me busco a mí mismo, yo el más desamado / de todos, y no me encuentro, condenado / en mi soledad. Ya no siento el corazón”.
[9] En Una triste melena de invierno con Mahler de fondo (1985) creemos reconocer similitudes con el comienzo del poema “El Rey de Harlem” de Poeta en Nueva York de Federico García Lorca: “Con una cuchara / arrancaba los ojos a los cocodrilos / y golpeaba el trasero de los monos. / Con una cuchara”. En el poema “Insomnio del alma” escribe el cartagenero: “Se atreve a dolerte el alma corazón como una calle / Abandonada en alta mar o como una línea señalada en los ojos / Por debajo de la cuchara que vacía las miradas”. Del mismo libro a partir del poema “Afirmación de tu imagen” podemos comparar “Tus manos volaban hilos de gasa sugerente / Y tu cuerpo ebrio gemía como una vaca perfecta” con “Me estaban buscando / allí donde mugen las vacas que tienen patitas de paje” de “Poema doble del Lago Edem”, también de Poeta en Nueva York.
[10] En “Islas y cuerpos” de Una triste melena de invierno con Mahler de fondo tenemos: “Los cuerpos / como racimos extendidos / Soñaron islas de un mapa prohibido / Por la violencia” en contraste con el poema XV de Cien sonetos de amor de Pablo Neruda: “eres cuerpo, racimo de segura sustancia, / tienes peso de acacia, de legumbre dorada”.
[11] Además de otras consideraciones anotadas en el corpus poético en “Cero al infinito” de Hasta encontrarme a mí (1996) para aludir al suicidio Antonio Marín recurre al título del conocido libro del poeta peruano: “Como un péndulo fatal, la soga, / Balanceando tu cuerpo sin vida. / Y los heraldos negros de la muerte / Los heraldos negros de la muerte”. En Poemas de cuerpo presente (2014) –último libro publicado hasta la fecha– hay dos referencias explícitas: "esta mañana de un domingo / en las claras ojeras de mis ojos, / como jamás escribiera Vallejo; / [...] Para estar en pie sigo levantado / De noche, con Vallejo y tu palabra" ("Poema de monólogos en el vacío"). La cursiva es del autor.
[12] Aparte el carácter de poeta maldito que el lector tendrá ocasión de comprobar, en el poema “Collage” de Una triste melena de invierno con Mahler de fondo Antonio Marín recoge la idea que Baudelaire, en “Hipócrita lector”, expone sobre el poeta-dios, representado en el albatros cuando sobrevuela pero vulgar cuando permanece en tierra: “Pequeño dios albatros tus manos ahogan lámparas”.
[13] Un botón de muestra. En poemas como éste de Oscura voz (1992): “No desprecies jamás / La maestría seductora de esos cuerpos / Que con tanta hondura amaste y sufriste / Ni cuanto de ellos has aprendido // Sabes que has vivido su conocimiento / Creyendo como nadie en la belleza”.
[14] A Mariano Pascual de Riquelme lo tendrá en buena y permanente consideración Marín Albalate mediante referencias explícitas y otras veladas. Le dedica un poema en Sombra de lo siniestro (2007). Además de José María Álvarez y Mariano Pascual de Riquelme, queremos consignar la presencia latente de Antonio Oliver Belmás en versos como éste: “Tú que sabes de la sombra encendida / De los motores que peinan” que recuerdan “los motores que mueven la colina”, del poema 23 de Tiempo cenital de Antonio Oliver. En Oscura voz encontramos: “Porque así lo deseas / Hoy te extravías / Dentro de su delgado secreto”, imagen parecida a la de Antonio Oliver en Tiempo cenital: “Nadie sabe el delgado secreto. / Ni los que penetran lo oscuro…”.
[15] VARO BAENA, Antonio. “La poesía melancólica de Marín Albalate”. Antonio Varo Baena. Entre la espada y la poesía II (y otros textos). Córdoba: Biblioteca Arca del Ateneo, n. 52, 2009. Este texto fue leído con motivo de la presentación, en la Feria del Libro de Córdoba en abril de 2004, del libro Bajo whisky, XVIII Premio Juan Bernier.
[16] DELGADO, Santiago. En: Cuaderno de Letras, n. 3, Septiembre 1998, p. 37.
[17] GARCÍA, Diego Manuel. “Entrevista con Antonio Marín Albalate”. En: Sudeste: periódico de Cartagena, 15 de noviembre 1980, p 21.
[18] Así queda patente en versos como “Este tiempo único e irrepetible // El placer que sentías / Definitivo // Dónde ahora” de Oscura voz.
[19] DELGADO, Santiago. “OSCURA VOZ. Antonio Marín Albalate. Barro. Grupo poético. Sevilla”. En: Monteagudo. Segunda época, n. 11. Murcia, Febrero de 1993, p. 63.
[20] HENARES DÍAZ, Francisco. Cartagena. Cien años de poesía (1907-2007). Cartagena: Ayuntamiento; Murcia: Academia Alfonso X El Sabio, 2007, p. 434.
[21] “Prólogo a Poemas urbanos” de Poemas urbanos.
[22] A nuestro modo de ver el punto de inicio lo constituye “Night club” de Una triste melena de invierno con Mahler de fondo.
[23] Este placer en solitario se deja ver en Con el dedo en la llaga, Poemas urbanos, Una triste melena de invierno con Mahler de fondo, Oscura voz, Hasta encontrarme a mí.
[24] GARCÍA, Pascual. “Palabras de fuego”. En: ABABOL de La Verdad, 25 de septiembre 1998, p. 2.
[25] El tema del suicidio lo hallamos ya en su primer poemario, Apocalipsis en mí menor para bajo, a una sola voz: “La claridad de mi pensamiento / por los hilos de la oscuridad / se ahorca”. También en el poema IX con el verso: “Verdugo prepara la horca”. Igualmente, en Poemas urbanos (1980): “Y sigues. Sigues muriéndote un poco / cada día, sin suicidarte del todo”. Y en “Transhumancia inorgánica (llegué, vi, me fui)”: “¡Qué espectáculo! / Ver allí, ahorcados, / sueños y manos…”. La misma presencia se detecta en Una triste melena de invierno con Mahler de fondo y en Hasta encontrarme a mí. A este tema le dedicaría Antonio Marín Sombra de lo siniestro. Invierno y nadie (2013) supone una memoria sentida de desaparecidos: familiares, amigos, artistas… A propósito del título Sombra de lo siniestro, Francisco Henares Díaz, con su habitual agudeza e ingenio observó el acierto de "elegir un tema así (tan de cine negro) y no resultar escalofriante". En: HENARES DÍAZ, F. Cartagena. Cien años de poesía (1907-2007), op. cit., p. 439.
[26] “Antonio Marín Albalate. La sencillez toda”. En: La Opinión, Cartagena, 28 de junio 2003, p. 32.
[27] GARCÍA, Pascual. “Para seguir huyendo”. En: ABABOL de La Verdad, 13 de febrero 1998, p. 2.
[28] Sirva como ejemplo el juego uva-ave-ubre-nube-uve y la aliteración de la oclusiva sonora /b/ en el poema que comienza “COMO fermento de uva” de Caligrafía en la nieve.
[29] “Y mirar / A Marte en jueves” de Caligrafía en la nieve.
[30] GARCÍA, Diego Manuel. “Entrevista con… Antonio Marín Albalate”. En: Sudeste: periódico de Cartagena, 15 de noviembre 1980, p. 21.
[31] “Yolanda: / El mundo está loco. / Yo tampoco” de Yo tampoco y tú sin embargo (2009).
[32] La atracción temprana de Antonio Marín por la demencia, la locura, lo psiquiátrico se deja ver ya en Oscura voz: “Y entre / oscuras camisas de plomo / La soledad del alma llorando / Boca abajo / Su eterna condena”. Por estas fechas, el poeta cartagenero ya conocía la obra poética de uno de sus poetas más admirados, Leopoldo María Panero.
[33] Véase, por ejemplo, “El Nene es la mirada torcida de quienes”.
[34] JIMÉNEZ MADRID, Ramón. “Racha. Antonio Marín Albalate. ‘Hebra de viento tibio’”. En: La Opinión, Murcia, 1 de junio 2001, p. 15.
[35] Su segundo poemario, Con el dedo en la llaga (1979), apareció firmado con el seudónimo de Josep Tapies Segundo.
JOSÉ LUIS ABRAHAM LÓPEZ. Diplomado en Biblioteconomía y Documentación por la Universidad de Murcia, Licenciado en Filología Española en la Universidad de Granada, Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Murcia. En la actualidad ejerce como Profesor titular de Lengua castellana y Literatura en Educación Secundaria.
Es autor del ensayo Antonio Oliver Belmás y las Bellas Artes en la prensa de Murcia (Cartagena, 2002). Se ha encargado de la edición crítica de Recuerdos del Teatro Circo; Recuerdos del Teatro Principal de José Rodríguez Cánovas (Cuadernos Culturales Monroy, 2005); de Poesías de José Martínez Monroy (Editorial Áglaya, 2008); Más allá del silencio; Los ojos de la noche; Viento en la tarde de Mariano Pascual de Riquelme (Huerga & Fierro, 2013); Poesía esencial de Antonio Oliver Belmás (Huerga & Fierro, 2014 con una subvención del Ministerio de Cultura, Educación y Deporte); Infierno y Nadie: antología poética esencial (1978-2014) de Antonio Marín Albalate (Unaria, 2015), de la plaquette Contra el olvido, palabras. Miguel Hernández, Adán solitario (Diván, 2010) y Los toros en la obra de José Rodríguez Cánovas: entre el periodismo y la literatura (Colegio de Periodistas de la Región de Murcia, 2017).
En el terreno educativo ha coordinado el volumen La Fábula: propuestas didácticas y educativas (Edisur, 2009) y Alfarería y Cerámica: un espacio para aprender y enseñar (del taller al aula) (Diputación Provincial de Córdoba, 2016), El olivo en la poesía de Miguel Hernández: hacia una práctica educativa interdisciplinar (Fundación Cultural Miguel Hernández, 2017), Palabras visibles y tiempo detenido: relatos sobre el acoso escolar (ViveLibro, 2020).
Es autor de la guía de lectura Por tierra, mar… y letras: Miguel Hernández y Cartagena (Editorial Raspabook, 2019). Ha elaborado Cuadernos de PMAR. Ámbito Lingüístico I y II (Editex 2016).
Además, como poeta ha publicado A ras de suelo (Palencia, 1996), Asuntos impersonales (Alcira, 1998), la plaquette Golpe de dados (Milano, 2005), el poemario Somos la sombra de lo que amanece (Madrid, Vitruvio, 2014) y Mis días en Abintra (Ediciones En Huída, 2018).
Algunos de sus poemas han aparecido en distintas antologías: La poesía que llega (Jóvenes poetas españoles (Huerga & Fierro, 1998), Primera antología del Mediterráneo. Poetas con el Mar (Librería Escarabajal, 2000), Murcia: Antología general poética (2ª ed.) de Santiago Delgado (Nausicaä, 2000), Antología del beso: poesía última española (Mitad Doble, 2009).
Colabora semanalmente en el periódico El Ideal con artículos de opinión y reseñas de novedades literarias.