POEMAS DE EDUARDO ESCALANTE Cómplices Saque la maleta que guarda en su closet, esa que contiene varios mundos suyos. Deje que le cuenten, los reales y los imaginarios, los guardados y los acribillados. Viven en convivencia a veces alterada, pero cómplices al fin. Podría ser esa tarde de amor ingenuo que cruzó incluso la noche que bien daría para una ópera : prominencias y suavidades o esa tarde triste en Valparaíso en callejuelas que esconden : sorpresas al acecho y claves de música realizando conjuros a las alambradas que niegan el placer o esas hermosas piernas en : sugestivo vestido que Manuel compró en una tienda de dudosa reputación. o el atardecer en que mostré el alma a una sombra, lo que pensé estaba llenó sólo era vacío. Al final del día, mantener la compostura es nada más otra clase de necesidad. Tal vez la historia es un error, dice el poeta, un error de la humanidad, dice el universo. El vértice de los pecados En algún punto habita una oscuridad En una mañana nublada La lluvia persiste y sigue encendida Sara ofreciendo a Agar como regalo Caín sacrificando vida Erinias en una noche de orgía Centuriones con pistolas de clavos Una bomba que cayó en Japón El buque anclado repleto de derrotas momentáneas Se sigue invitando serpientes al escenario Paseos por una esquina pecaminosa Descuidos reales e imaginarios De las huellas de las penas de las soledades, de la angustia de todos los tamaños, de las redes finas y estratagemas para atraparnos. Negaciones Amanece sin turbulencia Sella la noche calma Tuviste visitas cortas Mosaico de imágenes Se repiten se repiten Arriba de la mesa Sentada en una silla Cada puesta de sol Mirando desde la ventana Es ella, la sombra No digas que no pasa nada Punto final Caminas, te detienes, te das cuenta: El sendero de los sueños atascado Algo se enciende en ti troncos despiden humo negro negro hasta convertirse en cenizas ya no coleccionas tormentas Ideales La geometría de tu alma océano con múltiples ondulaciones acantilados dan lugar a mirar el glorioso espectáculo el viento norte acaricia tu rostro tejidos de emociones y pensamientos quieren salir de tu garganta y cantar tu historia tu cuerpo gira es hora de empezar Ilusiones Miras el cuadro gótico que has puesto en la pared Has dibujado pincelada tras pincelada Parecen definir los límites de tu historia Se cruza lo recto, lo oblicuo, lo diagonal Pareces que escuchaste versos de Dante u Homero En un rincón del cuadro alguien tiene una culpa Arrodillado sobre el agua una mano suave acaricia Como la piedra que lanzada hace ondulaciones Parten tus susurros heridos Te das vuelta ya no miras la pared de la cueva observas esa otra luz Accidente o maldición Un atardecer así, ya el sol burbujeando en el horizonte, te preguntas: ¿Es el amor un accidente, es algo que no contiene maldición? No se trata de las reglas de Virgilio ni de una épica en latín. Sino por lo que atraviesas, cuando te cae en la cabeza el cielo o el infierno. Ritmo de unas caricias todavía ausentes, crujan. Tiempo desesperado embaucado por juegos de amor. Cartas escritas a mano con el sudor de la sinceridad, no hay hojas en el suelo. Escrituras en un tiempo que se detuvo para luego seguir. Juegos de vejez, refugios de detalles, insolencias, y tropiezos. Pura vida sin las impurezas del habitar la soledad. Los labios a corta distancia. Crecen frondosas las palabras, no están rotos los troncos ni hay inclinación hacia otros. Lo que se ha perdido en un lugar, Se ha hecho nacer en otro sitio. La voz de lo imposible soportando lo posible, sin argumentos geométricos. No puede ser un accidente cósmico. | (Chile, 1942) Escritor e investigador, magister en Ciencias Sociales (Universidad de Gales, Gran Bretaña). Como investigador ha publicado artículos científicos en España, México, Nicaragua, Colombia, Perú, Chile, Argentina; poemas en las revistas Ariadna (España), Nagari (USA), Signum Nous (USA), Revista ciencia y cultura C2 (México), en sitios como Metaliteratura, (Argentina), Aurora Boreal (Dinamarca), Ómnibus (España), entre otros. |
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