Susana Szwarc
Poesía sobre la formación de lo real
Por Horacio González
Prólogo a Decir la suerte. Poesía reunida
Buenos Aires: Editorial ConTexto, Colección Radar en la tormenta, 2021
La obra poética de Susana Szwarc la componen meditaciones que se apoyan en coincidencias casuales entre palabras y en partes enteras ausentes del mundo, que se dejan presentir. Adivinanzas que no se declaran como tal, acertijos imposibles de congregar y enigmas que una fina amabilidad nos evitan que los hagamos tropezar enseguida con la tragedia. Poemas sobre la formación de lo real bajo el signo de la recombinación ilógica de situaciones que bordean un surrealismo involuntario. No están estos poemas para filiarse a corriente alguna, sino que ensayan una posibilidad: ¿puede el mundo armar nuevamente sus piezas desencajadas, sus diálogos despilfarrados, las frases que parecen haber pertenecido a un manual de la familia e historias organizadas y un soplido horrendo las dejó repartidas en distintos poemas?
Por suerte, ellos están ahí para capturar lo que pueda de esas frases que ahora son puro enigma y los sombreros que vuelan son la advertencia poética de que todo se transmuta. Los poemas de Susana Szwarc hacen proliferar sombreros. Indican que en un acontecimiento hay varios más, algunos llevan el sello de una tragedia mientras, entre los paréntesis, queda una sosegada indicación de asumir que la vida cotidiana persiste: recuerdos, aclaraciones burlonas, fragmentos de memorias súbitamente recuperados. Esos paréntesis hacen fluir el poema, rescatan sus cortes inesperados, el plano permanente de incógnitas que lo sostienen. Si se unieran todas las partículas de este ensayo dispersivo de sílabas, frases de antaño, proverbios revestidos con juegos gramaticales que ponen todas las líneas versificadas en un sustento abismal, aparecería la tragedia. Los poemas de Susana Szwarc son también trágicos. Pero su fuerza consiste en defenderlos de lo que los sobrevuela -esa impalpable materia trágica- con juegos oníricos y enlaces burlones entre las palabras.
Con una prudente ausencia de metáforas estos poemas salen a la vida. No obstante, es mejor decir que lo que parece comenzar con una metáfora, se deshace paso a paso, dando forma al poema. Su forma reside en la búsqueda de una forma. Nada mejor para exponerlo que el poema llamado Formales en “Bailen las estepas”. Allí contemplamos los dos planos que aluden a una descripción incierta de lo que le sucede a un “alguien” que se halla entre el rezo y las rodajas de pan. Entre los paréntesis, en tiempo presente, fluye la vida cotidiana como agua. O no hay metáfora o decidimos que el sentido que huye solo puede ser retenido con el enrejado metafórico. Esa indecisión que acontece en el cuerpo del lector es uno de los mayores logros con el que inquietan las poesías de Susana Szwarc.
Suele decirse que la esencia de lo poético hay que buscarla no solo en palabras pronunciadas antes -sombras idiomáticas aparentemente perdidas-, sino en cadencias que un sistema de palabras toma de algún otro lenguaje que le es forastero y sin embargo subyace en extraña disponibilidad. En las poesías de Susana Szwarc emergen palabras de guaraní y en polaco, que pueden significar un recuerdo infantil o el ritmo secreto que guía las palabras escritas en castellano. Todo idioma tiene libertades, se aparta de su origen, pero en su sentido último, que solo puede encontrarse en la poesía, en sus tardes de enigma se explica porque intenta superponerse a un ritmo anterior, una voz que parece obligada a un dictado porque estaba desde antes. ¿Qué es el castellano sino un refugio precario, y así con todas las lenguas, por más robustas que parezcan? Nde añamembyre, ¿mba ‘ ere piko ore reya?Es una línea inquisitiva de esta fruición poética, que, en otro momento, saltando poemas como maderos que reclamaban contemplación, permite que encontremos aaacotkitbá sháre búre óbed bá, un canto en polaco que toma la vestidura de la niñez y de una palabra que no permite que vayamos más allá de su inscripción irreversible en una hoja imposible de interpretar, en que se lee: la biblioteca de los hornos. Es posible concebir poemas de la desolación y de la felicidad, en tanto la primera sea un pasado que tolere el recuerdo y la segunda un ofrecimiento de sustentos en los que podemos confiarnos a medias, o en una medida -estos poemas de Susana Szwarc no lo establecen-, que sabemos que existe, pero no conocemos aún en qué porción nos alcanzará.
Susana Szwarc nació en Quitilipi, Chaco, que es la piedra movediza de su vocablo, para emplear una expresión retirada al azar de Olga Orozco. Algo de esas piedras que se confunden con la palabra sustituyen lo que imaginamos de un edén, y nos llevan hacia atrás para recorrer alfabetos que atravesaron nuestras familias olvidadas en los traspatios de la historia. Pero olvidadas no, quizás invocadas bajo una noción de peligro, porque al recordarlas en su perpetua infancia no hacemos más que recordar la muerte. Si Orozco envía prudentemente a Thoay, Szwarc a Quitilipi, ambas formas sonoras de los idiomas subterráneos de la poesía -siempre patria y siempre expatriada-, y ambos caminos de pulgarcito, dejando migas por el camino -cada una que cae es un posible quitilipi, verbo iniciático perdido-, llevan a lo sagrado, tomado en su fondo más severo en una, y en su irónica forma de hacernos soportar el pasado, en la otra.
Si un llamado poderoso convoca esta poesía a la “juntura de las lenguas”, en su reverso siempre está acompañado por vistazos distraídos a las imágenes de horror que se hacen cotidianas. El cierre del freezer por parte de quien lo abre sin saber que en vez de ver el congelamiento de la carne puede ver la sentencia última hecha ley. La heladera vacía también dice lo suyo. Pero si todo está a punto de declarar un compromiso social por medio de un grito dolorido, el grito que se escucha queda solo y el compromiso hay que imaginarlo. Queda detenido o congelado, ya se ha expresado sin que el lector de estos poemas lo haya percibido. Porque en estas poesías, que miran desde una palabra en guaraní o wichí, que sanciona las penurias de un territorio nacional, todo está construido sobre un silencio originario y dice procediendo a sustraer algunas piezas, que solo retiradas evocan nuestras propias vidas indescifrables.
En la poesía argentina contemporánea, la poesía de Susana Szwarc ha hallado el camino de sorprender las tragedias en algún mendrugo acostumbrado del habla -la contempla el ojo de Celan-, y deja que entendamos que apenas un suspiro puede mover el mundo. Ahora bien. ¿De quién es ese silbido? ¿Y cómo podrá sostener un mundo?
La poesía reunida de Susana Szwarc desde 1988 a 2018 fue publicada y presentada en la Feria Iberoamericana del libro realizada en octubre de 2021 en la provincia del Chaco, Argentina.
Publicamos lo que el escritor y sociólogo Horacio González, quien fuera Director de la Biblioteca Nacional, había escrito a manera de prólogo en el año 2019, dado que este libro saldría en el año 2020 y que, a causa de la pandemia se demoró un tiempo más (tiempo en que fue alcanzado por este virus al autor de dicho prólogo, una de las figuras predominantes del pensamiento en Argentina).
Horacio González, nacido en 1944, fue uno de los referentes intelectuales más importantes de la Argentina. Ensayista y sociólogo, González se encontraba al frente del departamento de publicaciones de la Biblioteca Nacional, institución que lideró durante una década, entre 2005 y 2015.
Autor de más de cuarenta obras, se destacan El filósofo cesante; Las multitudes argentinas; Restos Pampeanos; Filosofía de la conspiración; Historia crítica de la sociología argentina; La crisálida. Metamorfosis y dialéctica; Las hojas de la memoria. Un siglo y medio de periodismo obrero y social; Kirchnerismo, una controversia cultural, y Genealogías, Violencia y trabajo en la historia argentina.