Susana Szwarc


Poemas de Decir la suerte

  Buenos Aires: Editorial ConTexto, 

Colección Radar en la tormenta, 2021



Definición

 

Alza el balde. Se pregunta

cuál pesa menos, un lleno

o un vacío. No alcanza

la respuesta porque ve

otros ojos.

 

 

El observador determina

que semejante situación:

la sequía, el calor, pero

sobre todo el largo trayecto

con baldes repletos,

es dramática para una mujer.

Mientras la mira

caminar con los baldes

le informa: es un drama.

 

 

-Pesa vacío. Lleno pesa menos,

dice, la del balde

y ofrece agua. Silencio.

 

 

Junta.

Envuelta en la mirada

que le avisó, su andar se hace

pesado. Tiene sed.


 

Bilingüe

 

Mecerse en el cálido pozo

de las ficciones

hasta paladear el ritmo

(lentísimo) de la infancia.

El dolor (sólo) por sus tramas.

 

He bebido agua, (agua)

donde posaste tus remos.

 

Es envuelta en lo ausente

(amado)

que alardea la presencia perpetua.

Los cielos arriman (entretanto)

un pueblo al otro.

 

 

Y no hablo -esta vez- de la revolución.

Hablo de la juntura de las lenguas.


 


Contemplación de algo que cae y fin de siglo

 

Cuando mis ojos se distraen de la densidad formidable

de la lluvia, y ya en el café se chocan

-indefectiblemente-

con el televisor, reciben las noticias.

Entonces me pregunto: ¿no habrán profanado también

la tumba de mi padre?

Él, que no había llegado a iniciarse en ningún arte

en medio de la guerra.

Él, que no había sido demasiado judío, sin embargo

contó números

en brazos de sus hermanos

afligidos.

Él, que rondó por mi locura

como pudo,

y vagó hasta aquí, hacia el futuro, sonriendo seguido y luminoso.

 

Como han profanado las tumbas

los muertos han salido a las calles,

mi padre otra vez me acaricia la cabeza,

y me dice al oído -despacio- que la vida

es siempre más bella que la historia.

  

 

Nebulizaciones 

“Nos abrimos para la cosa y la cosa se abre

para nosotros”

dice la soberbia de occidente

que pisa los talones

de mi propia soberbia.

Barrada hubiera sido si los árboles

descubrieran el bosque 

pero la barra se rompe

y yo, amigas, me caigo a pedacitos 

justo

en los intersticios de la historia

siempre ajena.

He ahí, digo, alguna ética

es decir, mi falta de principios

es decir, ningún comienzo

o “la libertad ésa que funda la verdad

y que a la vez –anuncian- la socava”.

De  lo que pacta el ser

sólo se escribe en otros cuerpos

mientras (el sombrero es de Beckett)

hablada por lo mismo

me reparto.


 

Grisines

 

¿El vidrio de los anteojos se habría

empañado si no estuviera así, lejos

de una cara?

 

Me desenlazo en la madrugada.

Un cuerpo, ni propio ni ajeno, deambula

por la esfera o por la casa.

 

Ahora, seco el vidrio, un verde resalta

sobre el mármol: ¿espejea a mis ojos

un efecto de error, de amor, sobre las cosas

del mundo?

 

En la trasnoche el hambre nos pertenece.

Muerdo los grisines que criquean como hojas

de este otoño. Ah!, las voces de los vecinos.

Refriegan sus manos, trancan

puertas.

 

Tiemblo.

Temo que este cric crac te quite el sueño.


 

Aguas de roer

 

En el último lugar, allí

donde el que ríe

ríe mejor

creció un río de antojos, caprichos,

vanidades, globos.

-Come chocolate pequeña sucia-

nos decían a cada una que

con barro mojado hacíamos caramelos,

tabletas, vasijas.

 

Mordíamos la tierra todavía

húmeda y con las panzas llenas

volvíamos a reír.

 

No aprendíamos (no prendíamos)

ni queríamos saber más

de lo sabido.

Tampoco nos sentamos

a esperar la lluvia

ni tus platos gomosos

sobre el asentamiento.

 

 

Andyamo

(o tres revólveres de Andy Warhol)

 

I

En esa bolsa: uno, dos,

tres los revólveres.

Re-vol-ver. Volver y volver y volver, así

muchísimas veces.

¿Se puede volver sin haberse una ido? Idas

a veces estamos y otras nos llamamos. Eh, sí

vos, revolvé la sopa con el revólver ahí,

en la otra bolsa, en el lugar común de la esquina.

 

II

Me ve cruzar. No hay nada que valga

la pena la revuelta, le digo con mi gesto.

Me dice, te llevo la bolsita, la tiro ahí.

No corazón, vos trabajaste más que yo

en este día.

 

¿Por qué le habré dicho corazón?

 

III

Andy, le digo a Andy, vamos

a revender este revólver.

 

Tengo  la mano entera

trabada en el gatillo

pero Andy:

no quiere.

Susana Szwarz. Escritora, Quitilipi, Chaco, 1954. En la actualidad reside en Buenos Aires.

Ha publicado libros de poesía y narrativa. Los últimos son: La mesa roja, (antología de 30 años), El ojo de Celan, La muertita o una novela que. Ha publicado también literatura infantil, Había una vez una gota y Tres gatos locos, entre otros.

Sus obras de teatro fueron representadas en Liberarte, El camarín de las musas y el Centro Cultural de la Cooperación. Como teatrista forma parte del Club del Kamishibai (teatro de papel).

Algunos de sus poemas y cuentos han sido traducidos a varios idiomas como el chino mandarín, el rumano y el inglés. Los libros de poesía Bárbara dice, al francés y El ojo de Celan, al italiano.

Ha recibido diversos premios como el de La fundación Antorcha y el Regional de novela por Trenzas (reeditado por Entropía, 2016), Premio único de poesía por Cultura Ciudad de Buenos Aires, Premio Unesco por poesía, Premio Internacional de cuentos Julio Cortázar.

Colaboró en distintas revistas del país y del exterior como Hispoamérica, Fórnix, Casa de las Américas, Tokonoma.

En el 2011 fue estrenado por el compositor Cristian Varela, el cuento dramático musical (ópera) “No camines en el barro”, basado en el cuento del mismo nombre del libro El artista del sueño.

http://susanaszwarc.blogspot.com.es/