Los personajes femeninos de Fanny Buitrago. La
mirada del Bildungsroman en
“Mammy deja el oficio” y “Salino de los amantes” [1]
Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia
Al analizar la
obra de Fanny Buitrago, se puede mirar desde diversos prismas, así como lo es
su escritura que cambia de situaciones geográficas y por ende, la
caracterización de sus personajes. Es una narrativa que busca acercarse a cómo
hablan realmente las personas, romper con los límites entre la literatura oral,
la erudita, la popular y la escrita. Buitrago en sus palabras nos dice lo que
es su oficio:
Escribir es cazar historias. Escribir es
contar historias. Yo quiero contar la historia de Colombia a través de las
historias que me cuenta la gente. Intento escribir como habla la gente. Pienso
que mi tarea de escritora es poder pensar y sentir cómo piensa y siente la
gente para contar sus historias, historias que me gusten o me horroricen… Para
mí ser escritora es ser muchas gentes, de todas las layas e intentar un
imposible fresco de la Colombia actual [3].
En su escritura se refleja la crítica a la
sociedad producto de los medios masivos de información, las formas
estereotipadas de comportamiento impuestas por la sociedad, las modelos, los
políticos corruptos, las culturas de abolengo y apellidos que hacen un
constructo de imitaciones de culturas extranjeras dominantes, las farsas sociales
que imponen reglas y juegos a sus ciudadanos, el declive de un país que se
encamina a una catástrofe política y social: la misma condición que condujo a
la escritora al exilio.
Las descripciones de Buitrago pueden ser de
un traje de paño oscuro en una cafetería bogotana en la madrugada, donde vemos
dos prostitutas hablando. A una de ellas se le acerca un hombre que es su
cliente, pero también fue su esposo, y los dos pertenecen a la ‘crema y nata’
del país, pero ella decidió dedicarse a lo que le gustaba, y su amiga
prostituta, la narradora del cuento "Mammy deja el oficio", nos dice:
Hay que convenir, que la profesión, para
Mammy, era más asunto de vocación que de necesidad… A Mammy le encantaba
corretear por San Victorino. Lucir el contoneo de sus altísimos tacones, en
compañía de las golfas furtivas de las carreras 7ª, y visitar los burdeles de
la peor estofa y tomar un refrigerio en La Puerta del Sol, un restaurante
frecuentado por borrachos y trasnochadores (Buitrago, 1973, p. 178).
Luego, podemos encontrar a los personajes
de Fanny Buitrago en San Andrés, en el Caribe, en medio de brujerías, de
chamanes, del calor, de la playa. Todo un abanico de posibilidades para recrear
situaciones que en ocasiones nos dejan un sabor irónico, un final que nos
sorprende, el saber que no todo es como parece, y que a veces esas voces
frívolas que escuchamos en su narrativa, también nos llevan a la crítica de la
sociedad.
En nuestro caso, abordaremos tres
personajes femeninos de Buitrago bajo la mirada del Bildungsroman,
en los cuentos "Mammy deja el oficio" y "Salino de los
amantes", con el fin de establecer si existe un dualismo entre lo que
quieren ellas y lo que la sociedad les impone, o si ocurre todo lo contrario,
que son representaciones de mujeres seguras de sí mismas, y con una fuerte
determinación y confluencia entre sus acciones y pensamientos.
Para acercarnos mejor a esta teoría, utilicemos
las palabras de Leasa Y. Lutes, quien afirma que “El eje central del Bildungsroman trata
el conflicto nuclear entre el derecho básico del individuo a la
auto-determinación por un lado y la exigencia social de complicidad por parte
de cada miembro de una comunidad por otro lado” (2000, p. 67). No es sólo que a
las protagonistas les exijan que se asimilen al medio, que actúen de acuerdo
con lo que la ‘ley establecida’ ordena, sino que entran en conflicto consigo
mismas al surgir la auto-determinación, lo que ellas realmente quieren hacer,
pero que está en desacuerdo con los códigos que la sociedad ha impuesto. Para
Leasa Lutes, aquí radica el eje central del Bildungsroman, ese
conflicto entre el yo y la comunidad. Es el enfrentamiento interno de las
protagonistas entre lo que dicta el ‘yo’ y la sociedad, de allí que algunas
terminen en la locura, como lo podemos ver en las protagonistas de algunas
novelas. Para citar dos ejemplos en Latinoamérica, entre muchos, lo podemos ver
en Nadie me verá llorar, de la escritora mexicana
perteneciente a la Generación del Crack: Cristina Rivera Garza; la protagonista,
Matilde, termina en un manicomio. Y en la narrativa colombiana lo observamos en Delirio,
de Laura Restrepo. Las dos protagonistas de estas novelas tienen
manifestaciones de locura, y por lo que se declina de la lectura de las
novelas, se debe a los enfrentamientos no resueltos entre su ‘yo’ y la
sociedad.
Si no se da esa libertad, si no se forma
un propio mundo, la locura y el suicidio son armas de las que se ha valido la
mujer para buscar otro mundo alternativo. Es parte del reconocimiento que
tienen las protagonistas de que no pueden llegar a influenciar lo suficiente en
el medio social que las circunda, después de que ya han sido lo suficientemente
autónomas como para criticarlo, juzgarlo; pero la locura y el suicidio son uno
de los medios para aceptar su derrota, al no poder cambiar la sociedad. Es lo
que nos explicita Leasa Y. Lutes en la siguiente cita:
Al mismo tiempo que el protagonista va
reconociendo la inautenticidad social, de modo que puede progresar hacia la
meta de la renovación, se está desarrollando como ser autónomo, como individuo
que existe en su propio derecho aparte del estado, capaz de juzgar la sociedad,
de criticarla. También se está despertando a su incapacidad de ejercer bastante
influencia entre las personas como para poder lograr esa meta (2000, p. 67).
No obstante, el suicidio es la forma
fácil, no todas las personajes recurren a quitarse la vida o a la locura al
percibir su incapacidad para cambiar la sociedad. Hay las que recurren a la
infidelidad como es el caso de Catalina de Ángeles Mastretta en Arráncame
la vida. Conocedora de que su marido seguirá siendo infiel y ejercerá su
poder sin escrúpulos, desde que está embarazada de su primera hija, decide
tener amantes, porque mientras se encontraba en este estado, su marido decidió
no tocarla ‘por no dañar al niño’. En sus palabras Catalina nos relata:
Pablo se encargó de quitarme las ansias
esos tres últimos meses de embarazo, y yo me encargué de quitarle la virginidad
que todavía no dejaba en ningún burdel. Eso fue lo único bueno que tuvo mi
embarazo de Verania. Todavía el domingo anterior al parto fuimos a jugar en la
paja. De ahí me llevó a casa de mis papás porque empecé a sentir que Verania
salía (Mastretta, 2001, pp. 50-51).
En el transcurso del tiempo de casada,
Catalina sigue teniendo amantes por temporadas; el mismo Andrés Ascencio, su
esposo, sabe de sobras las infidelidades de su mujer y ya cuando está enfermo
le dice: “—No me equivoqué contigo, eres lista como tú sola, pareces hombre,
por eso te perdono que andes de libertina. Contigo sí me chingué. Eres mi mejor
vieja, y mi mejor viejo, cabrona” (p. 357).
Así, Catalina es un personaje complejo,
era alguien muy diferente cuando comenzó la novela, era una niña de quince años
que se casó con Andrés y creía todo lo que él le decía, pero llegó a su propio
descubrimiento y a recibir la realidad por medio de ella y no cómo él se la
mostraba. El personaje de Ángeles Mastretta viene a cumplir aquello de que nos
habla Lutes: “Para tener una forma femenina de Bildungsroman, hay
que crear protagonistas mujeres adecuadamente fuertes como para poder mantener
el nivel de tensión necesario.”(p. 68). Catalina se le podía enfrentar a
Andrés, él la podía percibir como ‘hombre’. Ella cuestionaba el por qué tenía
que usar el apellido de su esposo con el ‘de’ y por qué él no.
En el cuento de Buitrago, "Mammy deja
el oficio" [4], Mammy no piensa
ni por un instante en el suicidio, ni denota alguna forma de locura. No opta
por la infidelidad como la Catalina de Arráncame la vida, sino algo
más allá. Encuentra una salida que va con ella misma, después de no ser
aceptada por la sociedad que la circunda y su familia, por su ‘gusto cursi’ y
sus vestimentas estrafalarias. Al enterarse de lo que pensaban sus hijas y su
marido de ella, y ante su desconcierto, que después de tantos años sólo
hasta ahora nota estas discrepancias, entonces reflexiona:
En ese momento me convencí de quién era yo
verdaderamente. Una señora gorda, frescachona, pintorreteada, embutida en un
sastre de color violento que la hacía parecer más jamona y más cursi de lo que
era en realidad. Me detuve a pensar en dónde podría destacarme con una figura
así. Sin pensarlo más hice mis maletas, cancelé mi cuenta en el banco y me
planté por aquí. Jamás me pudo ir mejor. Cuando una descubre para qué sirve, lo
mejor es oír el llamado de su vocación, y no quedarse como polla en un corral
de patos (Buitrago,
1973, p. 187).
La única frustración de la que se habla,
era cuando su padre, un viejo general, le quitó todas las manifestaciones de
sus gustos, porque consideraba que éstos no eran apropiados para una muchacha
de su clase. Sin embargo, la narración no se expande en este punto, es pasado
rápidamente como si no hubiera tenido tanto impacto sobre Mammy. Y de hecho,
cuando se entera de que entre sus hijas y su esposo pretenden quitarle la
libertad para decorar su casa, vestirse y hasta para hablar, entonces, decide
marchar inmediatamente. Sin remordimientos, con tristeza sí, pero con entereza
al saber que ha decidido de acuerdo con lo que ella era realmente.
En el cuento "Salino de los
amantes", Buitrago muestra a una pitonisa que está segura de lo que
quiere. Una mujer que le va a consultar y también tiene claro que no está de
acuerdo con lo que le dice la sacerdotisa. Y a pesar de todas las desdichas que
le muestra con el hombre que quiere retener, Lorenzo, sigue firme en creer que
María Lionza sí la puede ayudar. Quiere estar con él, aun cuando ella diga:
No me importa que en la calle tenga
ínfulas de vivo y seductor y sea el mimado de las turistas… Es el bello del
paseo, un premio de excursión, con derecho a sueldo y prestaciones. Me imagino
que de cama en cama (Buitrago,
2006, p. 61-62).
A pesar de que la adivina le dice a la consultante
que Lorenzo está casado, tiene hijos, es un jugador con vicio en las apuestas,
le ha quitado plata, tiene una tercera mujer, ella se empecina todavía más en
continuar con Lorenzo. Y ya comienza a enfadarse por todo lo negativo que le
cuenta la sacerdotisa, y reniega por haber ido allí, ya que es católica y no
debería estar en ese lugar.
Aquí ya comienzan a aparecer los
conflictos entre sus creencias religiosas y el consultar a una adivina. Sin que
realmente este aspecto afecte la historia, sino más bien los malos presagios
que le indica la adivina. Pero sigue constante en su determinación de continuar
con Lorenzo, decisión que iría en contra de lo que podría desear una mujer que
tiene dinero, una posición económica alta en la isla donde viven, y de
tradición de altos cargos en el poder y la política; de hecho, ella es la
directora de la Oficina de Turismo. No le importa lo que diga la sociedad, ni
siquiera lo menciona. Tampoco le importa que Lorenzo no haya terminado el
bachillerato. Lo que da a entendernos que no atiende a las reglas sociales que
marcan ciertos límites en cuanto a las mezclas entre parejas.
La mayor parte del cuento se desarrolla en
diálogos entre la visitante y la sacerdotisa, sus nombres nunca los conocemos.
Y Fanny Buitrago, sí logra aquello de poner a hablar a las personas de nuestra
sociedad, con sus tonos, a escucharlos aun cuando los estemos leyendo. Son
diálogos embrujadores, que marcan la obsesión de estas dos mujeres en retener
un hombre. Y a su vez, son un reflejo de ese medio social y real que Buitrago
nos quiere mostrar por medio de su escritura; dos mujeres que saben cómo es ese
hombre, y sin embargo, la testarudez las hace mantenerse enfrascadas en
mantenerlo a su lado. La pitonisa nos asevera: “Nadie va a robarme a mi hombre…
Si es necesario lo mantengo, y me lo aguanto o lo mato” (Buitrago, 2006, p.
68).
La consultante, en un momento de rabia sí
asegura que podrá destruirlo, como él quiera casarse con la tercera
mujer, Sonia Casal: “[…] porque ese tipo no volverá a conseguir trabajo, lo
haré sacar del archipiélago. Total no es de cuna isleña, ni descendiente de
antiguo pañamán, sino de esa gente llegada a la hora de la nona” (Buitrago,
2006, p. 67).
El final del cuento nos sorprende y nos
dibuja una sonrisa: La sacerdotisa es la esposa de Lorenzo. A pesar de estas
claridades mentales, y de que las dos saben que tienen a un hombre que es
infiel y que nunca será únicamente para ellas, quieren permanecer con él a toda
costa. A la pitonisa ya desde hace tiempo dejaron de incomodarle los otros
romances que él tuviera con otras. Son mujeres que saben lo que quieren y no
muestran conflicto con la sociedad donde se mueven.
Lo anterior podría mirarse en dos sentidos
totalmente contrarios: por un lado, para la teoría del Bildungsroman,
significaría mujeres que no entran en conflictos entre su yo y la sociedad; y
por el otro, que Fanny refleja una parte de la sociedad caribeña, donde algunas
mujeres son capaces de pelearse entre sí por un hombre, y éste a su vez, está
con varias mujeres al mismo tiempo: “Está loca por él y decidida a
conquistarle. ¿Qué se ha creído? Primero le saco el hígado” (Buitrago, 2006, p.
65).
La comparación entre el cuento "Mammy
deja el oficio” y "Salino de los amantes", genera una construcción
del personaje de Mammy en evolución, un conflicto con el ambiente circundante,
y sus decisiones propias para llevar la vida que quiere. En "Salino de los
amantes", la pitonisa no logra una evolución, su decisión de continuar con
Lorenzo, a toda costa, se reafirma hasta el final de la narración. Para la
consultante sí hay un conflicto con lo que dice la sacerdotisa y lo que ella
conoce o cree de Lorenzo, y en un inicio sí quería seguir con él, después de
todo lo que escuchó en ese consultorio, refleja la venganza que podría realizar
si él se ha burlado de ella. Así, Fanny Buitrago sólo en estos dos cuentos ha
cumplido una parte de su propósito: “Para mí ser escritora es ser muchas
gentes, de todas las layas e intentar un imposible fresco de la Colombia
actual”.
BIBLIOGRAFÍA:
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Buitrago, F. (1973). La otra
gente. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura.
o
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despeina: historias de mujeres en busca de la felicidad. Bogotá:
Editorial Planeta.
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Femeninas, Vol. XXIV, Nos. 1-2. 37-48.
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(2000). Feminismo y Crítica Literaria. Barcelona: Icaria.
o Showalter, Elaine. (1987). Women's Time,
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o
Suárez Briones, B., Martin L. & Fariña
Busto, M. J. (Eds.) (1991). Escribir en Femenino. Barcelona:
Icaria.
[2]
Adriana Rosas Consuegra. Doctora en Literatura Comparada de la
Universidad Autónoma de Barcelona. Realizó estudios de cine en Buenos Aires.
Profesora universitaria por cinco años en literatura y cine, actualmente en la
Universidad del Norte.
Fundadora y Directora por tres años de los
Talleres de Creatividad Literaria: Caminantes
Creativos y Vista al cuento. Directora
del Club de lectura y escritura creativa,
en el Atlántico del Concurso de Cuento RCN-ASCUN-Ministerio de Educación. Ahora
incursiona en crónicas. Algunos de sus cuentos y artículos han sido publicados
en revistas y antologías en Colombia; y un cuento en México. Organiza
su primer libro de cuentos.
[3] Tomado de María Mercedes Jaramillo en ¿Y
las mujeres? Ensayos sobre literatura colombiana. Citada por Azriel
Bibliowicz y Rodrigo Parra Sandova,l en: “La literatura no es un hipopótamo”.
El Espectador [Magazín Dominical] 17 (10 de julio, 1983):12.
[4] Reunido en el libro La otra gente y
publicado por el Instituto Colombiano de Cultura, en 1973 cuando Fanny Buitrago
contaba con 28 años. Es de anotar, que Buitrago publicó su primera novela, El
hostigante verano de los dioses, cuando contaba con sólo 18 años.
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