Panorama de la
poesía colombiana. Entrevista con Jorge Cadavid.
Una visión a través de los
años hacia el futuro
Pensando en los retos por venir en
cuanto a la enseñanza literaria en el país y la importancia de que los
estudiantes terminen su educación primaria y secundaria con un bagaje cultural
que les permita hacer parte y tener una opinión acerca de lo que pasa en
Colombia en términos de manifestaciones artísticas, y viendo que hoy en día el
campo de la poesía es uno de los menos desarrollados dentro de los currículos
en comparación con temas como el cuento, las novelas, entre otros, Eleducador.com quiso
hablar con Jorge Cadavid, experto en el tema y representante por sí
mismo de la lírica colombiana, para acercarnos a la construcción de un panorama
de nuestra poesía que nos lleve a plantear propuestas para su enseñanza en
nuestras escuelas y colegios.
En
primer lugar hablamos con nuestro invitado acerca de la historia de la poesía
colombiana, sus exponentes más notables, el legado literario dejado generación
tras generación en nuestro país, entre otros aspectos; y estos son apartes de
su disertación al respecto.
Para
comenzar, Cadavid habló acerca de movimientos literarios y poéticos de la
primera mitad del siglo XX y su influencia en la creación actual, para a partir
de allí ofrecernos una línea de tiempo de la historia de la poesía colombiana
que incluye hechos y personajes relevantes sobre la segunda mitad del mismo
siglo.
Acerca
de movimientos literarios y poéticos “podría hablar del Postmodernismo y Los
Nuevos -asegura Jorge Cadavid- como
esos movimientos definitorios de nuestra
actual poesía. Pero me gustaría más hablar de nombres propios: León de Greiff
con todo su torrente barroco-culterano, Aurelio Arturo con su poema puro en el
paisaje andino y Luis Vidales con su entrada al vanguardismo, a la greguería y
al poema en prosa.
Sin
embargo, en medio de la “tradición de la pobreza”, se han logrado decantar los
siguientes grupos o generaciones nítidamente reconocibles por la historia misma
y recogidos en sus ensayos por Juan Gustavo Cobo Borda, Henry Luque Muñoz,
Rafael Gutiérrez Girardot, David Jiménez y Armando Romero, quienes rastrean su
influjo en las generaciones posteriores:
1. Los
modernistas (1910): encabezados por José Asunción Silva,
Porfirio Barba-Jacob, José Eustasio Rivera y Eduardo Castillo. Luchan contra la
solemnidad y la rigidez de un tardío romanticismo. Renuevan el lenguaje. Son
conscientes del atraso cultural. Intentan secularizar el mundo. Enfatizan en la
importancia de la lectura de la poesía parnasiana y simbolista europea.
Proponen una mirada hacia fuera, son cosmopolitas. Sin embargo, el resultado
fue un modernismo estético más que ideológico.
2. Los
Nuevos (1925): conformados por León de Greiff, Rafael
Maya, Luis Vidales y Jorge Zalamea. Introducen cierto espíritu vanguardista.
Entienden la poesía como autocrítica y cambio. Alternan la labor política con
la poesía. Su campo de acción lo encuentran en el periodismo. Suenan
timbres (1926), de Vidales, marca un nuevo derrotero en la lírica
nacional.
3. Piedra
y Cielo (1930): en este grupo están Eduardo Carranza,
Jorge Rojas, Arturo Camacho Ramírez y Gerardo Valencia. Les interesa más la
poesía como escritura, como texto puro. Gustan del preciosismo formal y cierto
academicismo. Con ellos, un tono neorromántico, de acento hispánico, vuelve a
nuestras letras. Encuentran en Juan Ramón Jiménez a un maestro”.
Siguiendo
esta línea, para la segunda mitad del siglo XX, tres movimientos se destacan
logrando resonancia a nivel nacional e inspirando a las generaciones venideras.
o Mito (1955):
poetas nucleados en torno a la publicación de la revista Mito.
Entre ellos están: Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus, Fernando Charry
Lara, Héctor Rojas Herazo, Álvaro Mutis, Fernando Arbeláez y Rogelio Echavarría.
Es el primer grupo con resonancia continental. Ponen en crisis a toda la
tradición cultural colombiana. Sus lecturas renovadoras y subversivas
contribuyen a “desprovincializar” nuestra lírica dándole un tono cosmopolita,
de alcance universal.
o Nadaístas (1958):
generación liderada por Gonzalo Arango y que reúne voces como la de Jaime
Jaramillo Escobar, Mario Rivero, Eduardo Escobar, Jotamario, Armando Romero,
Darío Lemos y Amílkar Osorio. Repudian la tradición lírica colombiana y
reniegan de su solemnidad y purismo. Son tocados por la beat
generation. Aprovechan los medios masivos de comunicación para dar a
conocer su propuesta desacralizadora. El nadaísmo
alcanza mayor resonancia en
lo social que en lo literario.
o Generación
sin nombre o desencantada (1967):
agrupa a Elkin Restrepo, Jaime García Maffla, Darío Jaramillo Agudelo, Juan
Gustavo Cobo Borda, José Manuel Arango, Álvaro Miranda, Giovanni Quessep, María
Mercedes Carranza, José Luis Díaz-Granados, Henry Luque Muñoz, Augusto Pinilla
y Juan Manuel Roca. Unidos en torno a la revista Golpe de dados. No
es un grupo homogéneo, la indagación temática y formal es su principal
característica. Recuperan la figura de Aurelio Arturo como paradigma.
Habiendo establecido las raíces próximas
de la poesía colombiana y comparando la creación poética actual con los
elementos que históricamente han hecho parte de nuestra expresión lírica,
Cadavid nos da luces, a su vez, acerca de quiénes son los autores que en la
actualidad se consideran como ejes sobre los que se crean aportes importantes y
adelanta una docena de “rasgos de estas nuevas voces” que hacen parte de su
libro inédito Bitácora de la diáspora.
En este caso quisiera remitirme a la
reciente Antología de la poesía colombiana de finales del siglo XX que
hicieron Catalina Arango y Ana Isabel Correa para la Biblioteca Luis Ángel
Arango, por ser una selección rigurosa y exigente que se ciñe a los siguientes
criterios: poetas que hubieran obtenido premios en concursos a nivel nacional e
internacional, que contaran más de dos libros publicados y que hubieran sido
incluidos en las últimas antologías nacionales (entre ellas las compiladas por
Rogelio Echavarría, Henry Luque Muñoz, Fabio Jurado y Federico Díaz-Granados).
Impresiona
el número tan reducido de nombres: Horacio Benavides (1949), Piedad Bonnet
(1951), William Ospina (1954), Rómulo Bustos (1954), Víctor Gaviria (1955),
Gustavo Adolfo Garcés (1957), Alberto Vélez (1957), Fernando Herrera (1958),
Flóbert Zapata (1958), Orlando Gallo (1959), Jorge García Usta (1960), Joaquín
Mattos Omar (1960), Hugo Chaparro Valderrama (1961), Jorge Cadavid (1962),
Nelson Romero Guzmán, 1962), Ramón Cote Baraibar (1963), Óscar Torres Duque
(1963), Pablo Montoya (1963), Gloria Posada (1967), Juan Felipe Robledo (1968),
Pascual Gaviria (1962) y Felipe García Quintero (1973), Giovanny Gómez (1979).
Todos
estos poetas funcionan como individualidades aisladas, sin pertenecer a un
determinado grupo poético o generación y que dialogan a solas con la tradición
y sus influencias. Años de proliferación promiscua, los ha llamado Cobo Borda.
La polifonía en estaépoca rompe con una tradición de movimientos dentro de la
historia de la poesía colombiana.
La respuesta queda esbozada en mi
antología inédita Bitácora de la diáspora como una serie de ‘cánones
sueltos’, mapas móviles que vislumbran un relevo en la estética actual.
Distintos rasgos definen a estas nuevas voces:
1. Son
poetas que rinden homenaje a los maestros de las generaciones precedentes
(Mito, Piedra y Cielo, Nadaísmo, Generación sin Nombre), en tiempos donde al
unísono se habla de parricidio.
2. No
plantean una ruptura con sus antecesores, sino que por el contrario los
asimilan y realizan una lectura crítica de sus obras.
3. Son
voces plurales, en las que la experimentación e innovación se ligan a la
tradición: tradición de la ruptura.
4. No
existe una voluntad de grupo, generación o movimiento, sino que conscientemente
encuentran en la diversidad una configuración de mundos.
5. Son
autores que reflexionan sobre la poesía dentro de la poesía misma.
6. Su
actitud crítica se refleja en una desconfianza ante el lenguaje y cierta
tentación por el silencio.
7. Tienden
a una eliminación de nexos sintácticos, a una destrucción del discurso lineal
así como una ruptura del yo poético.
8. Gustan
del empleo de metáforas herméticas, de difícil interpretación, con cierta
oscuridad deliberada.
9. Entienden
la poesía como un palimpsesto. Relacionan cada discurso con los precedentes, llegando
hasta la parodia, el collage o el pastiche.
10. Limando
las aristas políticas, los jóvenes poetas siguen siendo disidentes a su manera,
en especial de toda deshumanización, venga de donde venga.
11. Hallan
en la presencia desoladora de la poesía conversacional y coloquial una música
sombría, que no otorga optimismos.
12. Sus
posiciones ideo-estéticas aparecen catalizadas por el humor y la ironía. Creen
en el desprestigio de toda utopía (religiosa, política, filosófica,
científica).
Luego
de establecer estos rasgos, Jorge Cadavid se aventura a nombrar los autores que
en su opinión han marcado la pauta de la poesía en Colombia, bajo diversos
estilos literarios, a partir de la década de los ochenta.
Cinco corrientes dominantes se advierten
en esta novísima poesía: la primera y más notoria es la
tendencia crítica y autoirónica, en la cual el verbo descarnado y
el desenfado expresivo orientan su mirar hacia lo interior, busca al hombre
escindido y anónimo de la ciudad, los espacios urbanos y la enajenación del
cuerpo, los asuntos domésticos y la reflexión sobre la inutilidad de la
escritura. En esta línea de acción cabe mencionar especialmente a Eva Durán
(1976) y Andrea Cote (1981). La figura de Piedad Bonnet (1951) marca en este
grupo un derrotero.
La
segunda línea expresiva la constituyen los poetas de talante clásico.
Poetas que, según el crítico Óscar Torres, “Asimilan sus propios modelos, pero
dentro del vasto y muy suyo panorama de la poesía universal” (La poesía como
idilio, 1992). ‘Clásica’, aquí, puede entenderse como esteticista.
Se ubican en esta corriente: Miguel Ángel López (Vito Apüshana, 1964, cuyas
raíces se reconocen en la tradición épica Guajira, ganador del Premio Casa de
América), Luis Mizar Mestre (1962), Hugo Chaparro Valderrama (1961) y Ramón
Cote Baraibar (1963), el poeta más antologado y más internacional, ganador en
España del premio Casa de América (2003).
La tercera vertiente es la barroca, donde
el reino de la imagen prolifera en una descarga estilística de símiles y
retruécanos. En este apartado se incluyen a: Juan Felipe Robledo (1968),
ganador en México del premio internacional Jaime Sabines, especialista en el
Siglo de Oro español, y Gabriel Arturo Castro (1962). La sombra de Juan Manuel
Roca ha ejercido un “indisimulable sortilegio” en este grupo de escritores.
La cuarta tendencia que se deja apreciar
es la de carácter prosaico y narrativo. Cierta obsesión por la
cotidianidad lleva a estos poetas hasta los límites de la prosa, con un
lenguaje escueto, de corte coloquial (este giro prosaico se presta para
“sutilezas críticas”). La sensibilidad del rock toca a estos
poetas. Aquí se ubican escritores como: Óscar Torres (1963), Ricardo Silva (1973),
Juan Carlos Galeano (1958) y Carlos Patiño Millán (1961). La influencia del
trabajo cinematográfico y el corte narrativo de Víctor Gaviria (1955) es
significativa.
El quinto y último conjunto agrupa a los
poetas que intentan solucionar el poema mediante un discurso de corte
filosófico. La imagen poética sirve aquí para comunicar, argumentando, la
percepción que subyace tras las apariencias sensibles. En esta corriente
de extrañamiento fenomenológico, a veces metafísico o incluso
místico, se reconocen poetas como: Pascual Gaviria (1972), Jorge Mario
Echeverri (1963) y Felipe García Quintero (1973), ganador de varios premios
internacionales, entre ellos, el Pablo Neruda en Chile.
Por su parte, el catedrático Enrique
Ferrer Corredor plantea, en otros términos, estastendencias: la esencialista (“avanza
hacia la interrogación del ser”), muy cercana a la que he denominado de
corte filosófico; la transmoderna (“ha pactado con la
razón y con el progreso sin descontar las perversidades de la modernidad”), correspondería
a la corriente crítica y autoirónica; la cotidianista(“búsqueda
del símbolo de lo cotidiano y de lo elemental”) y del vértigo(“radicalización
de la ruptura de la vanguardia”), finalmente, se aproximan a la poesía de
carácter prosaico y narrativo.
Ramón
Cote resalta la influencia de grandes maestros en las nuevas voces: “Jorge
Cadavid (1962), Catalina González (1976) y Gloria Posada (1967) han hecho una
lectura provechosa de José Manuel Arango y Elkin Restrepo. Jorge García Usta
(1960), Joaquín Mattos Omar (1960) se beneficiaron en sus inicios con el
huracán de Raúl Gómez Jattin. Federico Díaz-Granados (1974) y Rafael del
Castillo (1964) le deben mucho de su trabajo a la obra de Héctor Rojas Herazo y
Mario Rivero. Luis Mizar (1962) y Felipe García Quintero (1973) a Giovanni
Quessep y William Ospina.”
Volviendo
al tema de los nadaístas y de otros movimientos creativos fuertes, quisimos
indagar sobre el nacimiento de nuevas corrientes que sean capaces de igualar el
fenómeno y la repercusión de estos poetas de antaño, especialmente sobre la
mentalidad de la juventud.
Nuestros tiempos modernos, postmodernos
o hipermodernos no permiten nuclear un conjunto de voces. Las épocas de las
generaciones, grupos o escuelas han desaparecido. Aún creo que la noción misma
de “género” tiende a desaparecer. Estamos permeados en esta “Era del vacío”,
como la llamó Gillles Lipovetsky, por un profundo individualismo, que no acepta
dioses ni dogmas, donde la figura clásica del autor muere: muerte del autor.
Estamos hablando entonces de obras abiertas, no unívocas, donde la
indeterminación y la fragmentación son las constantes. Estamos en una época de
atomización en la que el narcisismo es roto por un estallido en la
personalidad, fragmentación disparada del yo. Nuestras últimas generaciones
viven una fase desencantada de eclecticismo cultural. Hablamos del agotamiento
de las vanguardias yde los manifiestos grupales. Profundos procesos seculares
niegan los grandes meta-relatos, la dinámica técnica y científica rechaza toda tecnología
del yo: no hay individualidad válida enel poeta. Su narcisismo es un
anacronismo.
Sobre
este tema, Cadavid concluye y ofrece nombres de poetas tutelares para las
nuevas generaciones.
Poetas tutelares para las nuevas
generaciones: Giovanni Quessep, quien se ha convertido en el nuevo Aurelio
Arturo. Su mundo renacentista, el gusto por las rimas, su anacronismo sirven
como un paradigma para los que creen ver en la vanguardia más que un proceso
de renovación, un camino derecuperación. Otro paradigma en
esta época: Jaime Jaramillo Escobar (X-504), la figura rescatable del Nadaísmo,
con poemas de enorme extensión que van del salmo a la recitación, poesía en
versículos, cercana a la tradición portuguesa. En tercer lugar, el
recientemente fallecido José Manuel Arango (1937-2003). Su brevedad, su
exactitud y su carga filosófica. El cuarto poeta tutelar es Darío Jaramillo: su
tono confesional, su atrevido coloquialismo, la llaneza de sus poemas de amor
lo han convertido en una de las voces más influyentes de la poesía colombiana.
En quinto lugar, Mario Rivero y sus Poemas urbanos cercanos al
collage y la parodia. En sexto lugar, Raúl Gómez Jattin (1945-1997), quien supo
abordar su entorno geográfico y biográfico, cercano al Caribe. Sus poemas
chocan con cierta censura de la poesía colombiana frente a un erotismo
descarnado. Por último, se encuentra Juan Manuel Roca, con poemas donde el tono
de denuncia política se mezcla con el onirismo de sus imágenes al estilo
surrealista.
Como
segunda parte de nuestra conversación quisimos abordar el tema desde una
perspectiva educativa, con el fin de dar a los maestros y docentes alguna guía
en cuanto a la enseñanza de la poesía en la actualidad.
A
partir de la pregunta sobre cómo motivar a niños y jóvenes para que lean y se
animen a escribir poesía, Jorge Cadavid fue muy claro en establecer los
primeros pasos.
La poesía es, entre los géneros
literarios, tal vez el más difícil de “enseñar” aun siendo la matriz de todos
los géneros literarios. Y esto es así, en parte, porque los mismos maestros no
son lectores de poesía y, por lo tanto, difícilmente pueden transmitir un
interés y una pasión por su conocimiento y creación. Sin embargo, la poesía
podría ser a la vez el género que mejor se acerque a los niños y a los jóvenes
porque propone jugar libremente con el lenguaje, la sensibilidad y los
significados. Es necesario desacralizar la poesía, quitarle su estigma
elitista. El maestro debe perderle el respeto y el miedo que la hace ver como
una forma hermética a la que sólo acceden los exegetas. Esto implica que el
maestro debe estar informado sobre lo que hacen los nuevos poetas, quienes ya
han roto con el tono grandilocuente, acartonado, retórico de la poesía de
finales del siglo XIX. La poesía hoy en día le habla al hombre común, se acerca
a las mass media, su discurso se aproxima a la comunicación
cotidiana y trata de lo que le pasa a cualquier ser humano. El maestro debe
hacer de la lectura de poesía una rutina diaria, leerles de forma oral a sus
alumnos, volver a los talleres de creación literaria, en la medida de lo
posible, invitar a los propios poetas a las clases, motivar a sus estudiantes a
entrar a los grandes portales de poesía en Internet, propiciar el desarrollo de
publicaciones escolares.
Sobre
cómo estructurar un currículo que incluya los temas más importantes para la
construcción del conocimiento en poesía agregó:
Es
necesario conocer a los grandes autores. Es importante enseñar distintas formas
de poesía, estilos diferentes, movimientos poéticos, escuelas. Pero también
enganchar a los alumnos con la poesía desde ejes temáticos como poesía de la
ciudad, de la muerte, del amor, de la naturaleza, etc.
Pensando en los maestros, además de leer
mucha poesía, yo recomendaría leer los ensayos de Juan Gustavo Cobo Borda reunidos
en dos libros: Historia de la poesía colombiana siglo XX (Villegas
Editores) y La historia portátil de la poesía colombiana (Tercer
Mundo Editores). Y, por supuesto, el libro editado por Casa de Poesía
Silva, Historia de la poesía colombiana.
También recomiendo las antologías de
Federico Díaz-Granados: Inventario a contraluz Antología de la Nueva
Poesía Colombiana (Arango Editores, 2001) y El amplio jardín
Antología de poesía joven de Colombia y Uruguay (Embajada de Colombia
en Uruguay, 2005). Son antologías que arriesgan nuevos nombres, que dan un
variado y curioso panorama de lo que están haciendo los poetas nacidos entre
los años setentas y ochentas, entendiendo que son “obras en progreso” y que
quizás muchos de estos poetas desistirán en su intento.
Para
terminar, quisimos recoger el punto de vista de Jorge Cadavid sobre el papel de
la industria editorial en la difusión de la poesía actual y la práctica de la
crítica literaria en Colombia:
Es
un hecho -afirma Óscar Torres- que es fácil reconocer el “círculo” que gravita
sobre cada una de estas publicaciones, pero eso es mejor a que no haya ningún
otro espacio para la publicación de los poemas, en un país donde, de cualquier
modo, son verdaderamente escasos los espacios para la publicación de poesía”.
Después de la desaparición de las colecciones Simón y Lola Guberek,
Magisterio-Ulrika y Norma, sólo la Universidad de Antioquia, el Fondo Editorial
Eafit, la Universidad Nacional y la Universidad Externado persisten en su
gestión divulgadora. No deja de ser curioso, por otra parte, que muchos poetas
se hayan convertido en narradores con gran éxito editorial. Sin embargo, es un
hecho que faltan casas editoriales que apuesten por la difusión de la poesía en
nuestro país así como una cultura lectora más desarrollada. Las editoriales no
apuestan a la poesía porque la poesía no se vende. Es un lujo en nuestro medio
que una editorial financie la publicación de un poemario y que su tiraje sea
superior a los mil ejemplares.
(…) Por otro lado, la crítica en Colombia es un
ejercicio limitado, poco cultivado. Nombres como Armando Romero, Henry Luque
Muñoz, Cobo Borda, Guillermo Linero o David Jiménez gravitan en solitario. Es
curioso, sin embargo, que nunca antes la poesía colombiana hubiese sido tan
editada en el exterior como en estos últimos años. Es como si la crítica fuera
siempre un paso atrás de la poesía, entendiendo que pensamiento crítico y
creación deberían ir de la mano, dos flores de un mismo tallo. Por eso no es
extraño que sean los mismos poetas los que asuman la tarea del crítico.
http://jorgecadavid.wordpress.com/2010/04/17/panorama-de-la-poesia-colombiana-entrevista-con-jorge-cadavid-una-vision-a-traves-de-los-anos-hacia-el-futuro/
- Agradecimientos a Jorge Cadavid por autorizarnos a reproducir este artículo