Amparo Osorio Bogotá, Colombia. Poeta, narradora,
ensayista y periodista. Ha publicado los libros: Huracanes de sueños (Poesía), Ediciones La Catedral,
Bogotá, 1983-1984. Gota ebria (Poesía), Ediciones Embalaje, Museo
Rayo Roldanillo (Valle) 1987. Territorio
de máscaras (Poesía), Hojas
Sueltas. Bogotá, 1990. La casa
leída (Antología de autores
universales sobre el tema de la casa), Común Presencia Editores, Bogotá, 1996. Migración de la ceniza (Poesía), Cooperativa Editorial
Magisterio, Bogotá, 1998. Omar
Rayo, Geometría iluminada (Entrevista),
coautora, Ediciones Embalaje, Roldanillo (Valle), 2001. Antología esencial (Poesía), Colección Los
Conjurados, Bogotá, 2001. Memoria
absuelta (Poesía), Colección Viernes de poesía,
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2004. Estación profética (Antología
personal), Caza de Libros (Ibagué), 2010.
Es Editora General de la Revista Literaria
Común Presencia y codirectora de la colección Internacional de literatura Los Conjurados. Varios de sus poemas han sido traducidos al inglés, árabe, francés,
italiano, portugués, húngaro, alemán, rumano, ruso y sueco.
En la actualidad y desde 1989, está frente a
la Presidencia de la Fundación Literaria Común Presencia, entidad dedicada a la
investigación, recopilación y difusión cultural. Es cofundadora y asesora
periodística del semanario virtual Con-Fabulación. Es cofundadora del Día
Mundial de la Poesía (versión Colombia) instituido por la Unesco. Obtuvo,
entre otros, el Premio Literaturas del Bicentenario 2010, por su libro Grandes
entrevistas de Común Presencia, en el cual se encuentran sus conversaciones con
Cioran, Saramago, Sabato, Paz y Goytisolo...
De MEMORIA ABSUELTA
(2004)
Sólo imaginaste una
casa y la luna.
El fuego vacilante de
la llama.
alta en la soledad de
tus estrellas.
La sombra perfecta y fiel dictando
el paso de las
constelaciones.
Miras el tiempo de tu
cuerpo,
Basta que quisieras
dormir
sin pronunciar la
última palabra.
ya no mirar y desatar
los brazos.
Evocando
al príncipe Hamlet
Morir con una rosa en
la boca.
Nada pueden mis ojos
cambiar.
Ni las palabras
dichas o calladas
ni el rostro de la
muerte
inventariado en los
pliegues de la sombra.
Olvidos. Cientos de
olvidos
–guardianas de las
tumbas–
avanzan a pesar de mi
sollozo.
para mirar las
últimas estrellas...
que un adiós no es
así...
y las altas mareas de
la noche
confesar que entendía
los ocasos
y los ocultos
pliegues del deseo.
a la abierta ternura
de otros tiempos
por nuestro ayer de
músicas
que trastocaba todas
las corrientes.
se hundió en la noche
con cerrojo.
Y en lo alto de su
sombra
derrumbando del todo
mis palabras
Hoy la memoria evoca
las fisuras
para empezar a
caminar a solas.
para conjurar la
alerta roja de esa noche
y de las noches de
los años siguientes.
Hubiera bastado una
respiración
De Migración de la ceniza (1998)
El viento esculpe rostros
y tú que vigilas la hierba
desconoces ahora los indicios
sin que crezca la muerte?
El eco tañe su glacial estrella
la ceniza anticipa nacimientos;
mezclarse entre la sangre
cuyos ojos buscaron en los míos.
¡Y el astro muerto de la
Infancia!
Polvo que vuelve al polvo
en la embriaguez lejana de los rostros
aprisionado estuve por un rayo de miedo.
y vi pasar decapitados árboles,
¿Ves pasar la sonrisa encadenada
De naufragio en naufragio
tendremos algún día la soledad perfecta
y entonces el azul será el continuo.
Hemos vivido todas las edades.
Fuimos mañanas calcinadas,
noches de infinita violencia.
Pudimos haber leído los eclipses
pero había niebla en el corazón.
Burbujas danzantes en la feroz oscuridad
convirtieron la noche en aquelarre.
galopó conquistando soledades.
Robó fantasmas al olvido.
la incesante canción de la amapola
La canción no es la misma.
habita el contrapunto de la ola
bella fatiga de los ahogados
que preludia la húmeda ceniza.
Y así como la lluvia anida sueños,
indaga soledades, nos traduce,
así luna, pacto de espejos tristes
del miedo en donde habito.
Pudimos ser y fuimos los despojos.
Sin orar aprendimos la batalla
y la réplica gris de la caída.
¿Dónde nace la flor de la quimera
El mismo río con rumor de sangre
Aguas teñidas de veloz ausencia
cuando alguien quiere saber el tiempo
que dormita en la orilla.
No la deja el río partir.
la enamorada de la noche sabe
que cuando huyan las sombras
si en la pequeña sombra donde cabe
tu aún más pequeño corazón
el cielo espía y se interpone?
Con la tristeza perdida de una estatua,
o que una danza de sombras
La impasible sonrisa de la momia
desafía tu propia oscuridad.
Una rama de ortiga para el miedo.
IV. EXPIACIÓN DE LA ERRANCIA
Ninguna en blanco. Ninguna
con su prueba de azul no te redime.
y traduciendo la oscuridad primera
peinas el viento de la tarde.
Si tus fantasmas logran perturbarte
Un pájaro de sombra te aprieta el corazón.
¿No fue acaso en los círculos del miedo
inventamos un dios para el hechizo?
y me centré en el vértigo.
Subí la desgarrada ola de la música
persiguiendo el festín de la tristeza.
¿Quién conocía el milagro
¿Quién tradujo su ciega profecía
al pequeño gestor de alumbramientos
para esconder los ataúdes
que preservan tus muertos.
que ataviada de signos cantas la derrota
mucho antes de encontrarte.
leídos por la estrella —que aunque muerta
al perdón de los ríos y su olvido
VII. MIGRACIÓN DE LA CENIZA
es besar en la boca a la tristeza
ésta y todas las heridas.
restituye la trágica certeza
El tiempo acumulando lilas en la boca
atiza el carnaval de las partidas.
desde el fulgor del tiempo,
De TERRITORIO DE MÁSCARAS (1992)
Vértigo
de la sangre congelada
¿en
qué innombrado paraíso te acogieron?
Debajo
de cada piedra escarbo
para
buscar la huella y el origen
indago
al viento que portó los hilos.
La
desmemoria transita ebria
de
uno a otro los pasajes del tiempo.
La
desmemoria no da claves. Calla.
Sólo
queda el vacío de otro cuerpo.
Tampoco el olvido te prestará ayuda.
De
una a otra por todas las estrellas
Que
quieren hoy llorar conmigo.
El
último deseo de los muertos?
Está
en blanco mi corazón.
Otra
dibuja un eco indescifrable.
Sombra!
y hundirme en ella
canjeando
las playas por los náufragos.
¿Qué
rostro en la avalancha
tatuó
las raíces de la piedra?
en
qué planeta incinerado
enterrabas
la luz de las antorchas?
Nadie!
no pasa voz ni eco.
Estoy insomne al borde del abismo.
En
el instante exacto del silencio?
Para
pulsar la tórrida agonía
O
simplemente cambiaré de rumbo
Para
la ceremonia del olvido
necesito
el silencio, y luego
que
alguien roce el cristal.
Que
giman en la lluvia las campanas
‑hablo
de las presencias-
presenciar
un suicidio de violetas.
sin
atreverse a mendigar memorias.
quel giorno sapremo anche noi
che sei la vita e sei il nulla.
Pero
cuántos días hemos sobrevivido
sin
que pases. Cuántas noches
penetramos
al sueño sin tu huella,
el
animal del miedo deshojaba canciones
cuya
rítmica muerte nos caía en el rostro.
Cuántas
veces habremos caminado
y
convertimos en humo nuestras manos.
¿Trascenderás
después de esta quimera?
Por
calles que no he sido
Y
mis pálidas aguas se perdían
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