Gonzalo Márquez Cristo

Bogotá, Colombia, 1963. Poeta, narrador, ensayista y editor. Autor de: Apocalipsis de la rosa (1988), la novela Ritual de títeres (ganadora de Beca Colcultura en 1990), El Tempestario y otros relatos (1998), La palabra liberada (2001), Oscuro Nacimiento (2005) y Grandes entrevistas de Común Presencia (Premio Literaturas del Bicentenario, 2010). Han aparecido tres antologías de su poesía: Anticipaciones (2011), Liberación del origen (2003), y El legado del fuego (2010). 
       Director de la revista cultural Común Presencia y de la colección de literatura Los Conjurados. Fundador y Director General del semanario virtual Con-Fabulación (Premio a Mejor Medio Digital 2011), que actualmente cuenta con 90.000 suscriptores. 
    Co-director del Día Mundial de la Poesía (versión Colombia) instituido por la Unesco. Obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Maurice Blanchot (2007). Es asesor literario del Festival de Poesía de Bogotá. 
    Varios de sus poemas y relatos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, árabe, italiano, portugués, japonés, afrikaans, gallego y braille; y figuran en 32 antologías. 
       Su obra ha sido comentada por importantes poetas y pensadores de nuestro tiempo como: E.M. Cioran, Roberto Juarroz, José Ángel Valente, Bernard Noël, Fernand Verhesen, António Ramos Rosa, Alfredo Silva Estrada, Claude Fell, Roger Munier, Olga Orozco, Antonio Gamoneda, Eugenio Montejo, Claude Michel Cluny, Martha Canfield, Franco Volpi…    

                                                                                                         E-mail: comunpresencia@yahoo.com           http://gonzalomarquezcristo.blogspot.com/

Fotografía Gonzalo Márquez Cristo © Alejandro Zenker




RESTITUCIONES

 Pretendo que todo lo perdido se convierta en poema.

 Las heridas como los huracanes tienen nombre. Y aunque ignoro por qué a mi alrededor nacen los abismos, desde el origen fui mancillado por la felicidad, por su cima inclemente.

 Las invasoras restas del recuerdo. La pugna de la raíz. La antigüedad del silencio...

 No pongo flores en el cementerio del sueño, pero continúo a pesar de todas las arenas movedizas del espíritu.

 La culpa que no te deja partir es el amor.

Y ahora la niebla, la lluvia, la ausencia...

 El desequilibrio llamado belleza, la terrible orfandad de lo sagrado, la rosa ígnea que me guía en la desesperación...

 Sé que el camino terminará por encontrarme.

 Como todo lo que se hace visible para morir.

 

   

 

            DESCENSO A LA LUZ

 La noche es mi regreso. Transito el museo de la ausencia.

 Todo sufrimiento es inútil para quien no persigue la poesía, para quien no alimenta con sus ojos a las águilas.

 Ejercito la sed. Amo tan sólo a quienes no pude salvar.

 Ya no existe una oscuridad que guíe nuestros sueños ni los fantasmas del deseo inconcluso; sólo el abyecto intercambio que ha remplazado al rito.

 Ya no busco, pierdo...

 Y ni siquiera encuentro lugar en el asombro.

 No puedo olvidar más. Ni pretendo saber las tres respuestas ocultas por la muerte.

 Aquí nadie carece del odio necesario para recobrar el paraíso, ni confiesa su ruda caída en el día.

 Debo ser sombra o grito. Retorno o nacimiento.

 Cada origen decretará la abolición del yo.

 Es entonces cuando la respiración será verde.

 Y aunque todo se lo deba al dolor... Avanzo: caigo. Elijo los caminos que no tienen final. Las voces que incendian las tinieblas. El poema.

 Tú lo sabes, cuerpo estremecido:

 No es en el tiempo donde he puesto mis palabras.

 

  

TESTAMENTO DEL AGUA

 A veces una página es la piel de las ausentes

 A veces en hojas de carne anoto mis silencios

 A veces escribo en los idiomas de la muerte.

 

 

 

 EL LIBRO DEL AGUA 

Nunca dejaré de perseguirte, sagrado delirio. Ni cuando advenga la paz de los injustos. Ni cuando despierte en la oscuridad entre escombros del deseo.

 No es en el fuego, ni siquiera en la tierra, donde ha escrito el tiempo: conozco su libro fugitivo.

 Todo lo que pretendo cantar no pertenece a la vida.

 La marea sigue preguntando y yo suscito oscuridades, hasta que alguien me entregue sus límites.

 Todavía busco lo que buscaba.

 No sé si el poema sirve contra el miedo. No sé si algún día existirá quien pueda amar a los que reinan. No sé si el hombre seguirá oficiando en altares devastados.

 Pero comenzaremos por cobrar todo lo que nos adeuda el silencio. Compartiremos nuestra sed.

 El verdadero despojamiento es el que conduce al origen. La luz es tan reciente...

 Mis palabras caen como semillas. Mis ojos ya han sido sembrados.

 Aquí a mi lado, en este desierto populoso, alguien desconoce la mano que se necesita para morir.

 

 

        OFICIO DE OLVIDO

         Una mujer se besa en el espejo, se oculta con su alma, el agua es su soledad.

         Un niño escondido en un armario intenta morir.

         Las lágrimas de un hombre caen en su taza de café.

         Una adolescente con el índice detiene la manecilla del reloj y se estremece.

         En el viento hay un mensaje que no comprenderemos.

         Tu sombra se rebela.

         Nos preparamos para huir de todo lo que amamos.

         Quien no parta será olvidado.

         El viento dialoga con el fuego.

         Espero mi voz.

         Viajar también es lo contrario a la muerte.

         Mientras la semilla engañe al pájaro no estaremos perdidos.

         Nos amaremos en otros rostros.

         Nadie se oculta en la memoria.

         ¿Vendrá alguien a enterrar nuestros nombres?

 


         DOMINIO DE LAS HUELLAS

         Volví de la noche: aún me escucho el corazón.

         Para construir en el abismo me entrego al resplandor que aniquila, que escalda mi rostro.

         Aquí sólo el fuego conoce los caminos.

         Hemos sido encargados de profanar el mundo, de seguir a quienes fundaron una progenie de espectros y de anunciar la llegada de los emisarios del terror.

         Cuando la sombra nos precede sospecho que el tiempo me vigila.

         Fui expuesto. Me acechan los inquisidores. El victimario sufre la tiranía de sus huellas y ese incesante sobresalto será nuestra única venganza.

         Somos los nuevos nómadas, los prisioneros del futuro, los de la mirada inacabable.

         Es en momentos aciagos cuando es oportuno renacer, conteniendo la respiración, sintiendo el miedo que aletea en la ventana.

         ¿Aún será posible expresar la primera sílaba? ¿Emprender nuestro retorno vegetal? ¿Recobrar el canto del agua? ¿Liberar a la raíz?

         Comprendí todos los regresos.

         La poesía se lee cerrando los ojos.

         Instigué a la flor para que se rebelara contra la primavera. Extravié mi sed.

         Oh noche, todo se ha creado en contra tuya.

 

 

        Escape de las sombras

         Antaño los muertos regresaban.

         Hoy vivimos en un mundo de espectros que a nadie atemorizan esperando una tormenta que lave nuestros sueños.

         Los más precarios ídolos controlan el terror.

         Aunque pájaros de piedra me buscan no soy de los que cierran los ojos para sobrevivir.

         La luna escribe la noche.