En su casa hay un espejo igual al de mi casa. En su casa, hay una foto de un niño que es él: el niño se detiene en el espejo con la boca. Se besa.
En mi casa hay un espejo igual al de su casa. Mi madre guarda una fotografía en la que me doy besos en ese espejo: las piernas aún indecisas de soportar el cuerpo, con toda la debilidad vertical del primer año de vida, la cabeza apenas con cabello, la boca... La boca no existe, está sostenida en el espejo.
¿Me estás besando?
Yo me paro frente al espejo, tiro besos. Entro a mi espejo, salgo en el suyo. Conozco a su padre. Beso a su padre, concibo al niño que es él. Lo llevo en la lengua, regreso a su espejo, sin foto,sin niño, entro. Vuelvo a mi espejo. Me veo. Saco la lengua, la llevo al espejo. Lamo. Desde su espejo, el niño se detiene con la boca. Una boca es una boca hasta que ha sido besada. Él ha nacido. Lo acabo de nacer.
Elena Salamanca, El Salvador
Tragame luna
O aterrizá en este océano que soy.
Mirá que tengo la piel fosilizada de lenguas
y un abanico azul que golpea
desde mis trompas de falopio.
He acampado en la sangre del abismo,
he provocado la suntuosa apatía por los ocasos.
Mirá que busco los ojos del sur
y llevo en las manos
el paracaídas de la locura.
Escuchame luna,
la serpiente de la soledad
moldeó mi estatura rompiendo mis olas,
inyectando la dosis precisa de la seducción.
Mirá que me ha mordido desde adentro,
profundo,vaciando los restos de la nostalgia,
esa que se reproduce
en el inventario de las sorpresas,
me ha dejado intacta la incertidumbre
y esta reseña de manipular los géneros
a mi conveniencia.
He volado profundo tus cielos, luna,
mientras un hombre
ha deletreado mi arena más húmeda.
He comido de la catarsis de la investidura.
Trágame luna
o volvete caracol, velero, arrecife,
lo que querrás
pero volvé, acampá,
quedate.
Mayra Oyuela, Honduras
Landing
Se hace necesario volver. Volver de vez en cuando sobre una misma. Escuchar la saliva untándose en los labios, el tronar de su paso en los dientes, su desliz delicado bajo la lengua hasta que atraviesa la garganta y rompe el desierto.
Es necesario callar. Salir de este cuerpo de títere, romper sus amarras y lanzarse al naufragio. Hundirse en la profunda claridad que se teje al final de nuestra cueva interna y observar. Ser testigo del propio abismo.
Se hace necesario volver. Para revivir la tristeza y escuchar su paso aletargado detrás de las puertas de los cuartos apagados. Abrir el oído hasta que la angustia del trueno se deshaga y deje pasar los sonidos enanos de la calma.
Es necesario mirar. Ver cómo transcurren las sombras bajo el capricho de la luz para entender que no hay voluntad que no dependa de la luz de otra. Ver la sangre herida, envejeciendo en cicatrices anecdóticas, doblando al propio cuerpo, hasta quedar vencida por el tiempo.
Pero sobre todas las cosas es necesario volver a ti para que no se mueran las ansias, para no perder la poesía escurridiza en la engañosa rutina del día, en esta vida ordinaria, en esta calculada trampa.
Gema Santamaría, Nicaragua
Nada retiene el amor en su codicia. Nada en su pálpito aprendido. En su remojo de lástimas y credos. Nada se dice del amor sin reponerle enigmas y tareas. Y si bien es ésta la invención de su abandono, nada del amor nos recupera.
Alfredo Trejos, Costa Rica
Espera prolongada
Quizás nunca llegues
quizá el amor
sea precisamente esto:
horizonte luminoso
distante e inalcanzable.
Zingonia Zingone, Costa Rica
Troncos en vigilia por la espuma
Amargo rictus de la sombra de mis velas
Rémora infecunda en las lunas tiernas de mi rostro.
Somos maderamen anclado en las arenas
para arder
después de quemar el horizonte.
Vladimir Baiza, El Salvador
Cahuita
Ahí habían llegado los huesos de algunos tiburones a morir.
Allí se secaron algas y leños perdidos, y los ojos de algún pescador. Pero aquella noche solo estaba ella asustada, tirada en medio de una arena que debía ser rubia y que caía como lluvia de asteroides sobre Eugenia.
Entonces, solo la luz que bañaba sus muslos; solo un horizonte que devoraba el cielo oscuro.
Cangrejos mirones seguramente hicieron temblar ese mundo de olas, de animales y de presas; pero yo, simplemente, escuché el rugido de la luna, esa navaja que va cercenando sueños y los deja tirados como pedazos de carne muerta sobre el mundo.
Eugenia abrió la puerta y el cristal, donde hace mil años eran sostenidas las estrellas fijas, cayó sobre su sexo para que yo viera más grandes sus labios, sus pezones, su miel. Y aquellos pequeños seres fueron creciendo como se supone que son las dimensiones de un mar, de una playa, de un milenio.
Mauricio Molina, Costa Rica
Aquella mujer a la que le gustaban los poemas estuvo aquí alguna vez
(eso dice la lluvia). Empujé su cuerpo contra la pared, dice la lluvia.
Observé la forma de sus senos bajo su vestido de gitana. La mujer olía a humo y a tierra. Pensé aquella vez: Muerte.
También pensé: ha venido aquí para ser sacrificada,
este cuarto es un pantano y ha venido a hundirse, a ser devorada por mosquitos
y sanguijuelas. Ella pensó que aquí encontraría alivio.
Y lo encontró.
Lleva lodo en las manos, en los pies, entre los dedos,
lodo en la boca y en el vientre.
Lodo.
Mientras se vestía, pensé: Será su oficio lavar su cuerpo
con otros cuerpos,
perderá el cabello y se le caerán los senos.
Complacida, agarrada de mi cuello, sudorosa y ausente y nunca mía,
se vistió aquella mujer. Pensé: me olvidará, la olvidaré.
Pero no pude olvidar. ¿Y el miedo? El miedo es un lagarto
que asoma sus ojos. Un fantasma. Un pasado de corchos y noches. Ruinas.
La mirada es un crepúsculo. La mirada es milagro y nubes anaranjadas, y rojas, y amarillas. Las ballenas lo sabían, los delfines lo sabían, los otros pescadores lo sabían. Yo lo sabía, pero la lluvia, la lluvia.
Hoy sigue lloviendo.
Desde mi cuarto trazo el día, atravieso la noche y me hago enano entre las manos de alguien o algo (las manos del perro,
la perra, de la hormiga, de la lluvia, del gallo, del pozo,
del hermano, de la mujer desnuda, entregada y moribunda).
Entonces el puente se derrumba y los párpados caen.
La mirada es crepúsculo. Laberinto y línea recta, círculo y minotauro.
Algo me dice que aquellas bocas que añoro ya no volverán,
que los labios partidos ya no sangran. Ya no los veré.
La mirada es milagro. Vagabundos. Vagabunda la palabra.
Javier Medina Bernal, Panamá
Labial antes de dormir
Todas las noches, antes de dormir, me pinto los labios.
Mi madre dice que las cucarachas vendrán a comerme la boca.
Yo le digo que no, que nunca se sabe y algún día un príncipe
puede venir a besarme.
Hay que estar presentable.
Mi madre dice que es una locura, que solo vendrán las cucarachas.
Mi madre es tan ingenua.
Elena Salamanca, El Salvador
Hechos recientes
A: Mary Barrantes Cascante
¿ Para qué se juntan dos
en este mundo ?
Para destruirse.
Para mortificarse.
Para tener a la mano
con quien desquitarse.
Se hacen dos
para acallar las lenguas viperinas.
Tal vez para exhibirse
o hasta desenmascararse.
Se hacen dos
en el mundo
para ahorrar tiempo
y gastos.
O para ver la luz
como quiera que esto sea.
Uno se hace pareja
calculadora en mano
para aumentar ganancias
o mejor el currículo.
Uno se hace dos
para multiplicarse.
Para juntar dos ambiciones
se emparejan.
Un espectro busca a otro
para hacer la vida.
Un fantasma elige a otro.
Se hacen carne,
Se toman de la mano,
Aparentan ser felices,
Sabe Dios
qué motivos en el fondo operan.
Para que uno y uno
intenten una suma.
Parece la avaricia.
El Amor. No parece.
Joan Bernal, Costa Rica
Seis movimientos nocturnos
pero las sombras que tú creas no tienen derecho a la noche.
PAUL ELUARD
*
Allí estabas esta tarde cuando llegué amasando el olvido
y lo coloqué en tus manos.
*
Estás contenta porque el gato que admiras
lima asperezas arrumado en la noche
llamándote con un cascabel de gladiolas
ensañándose con tu ternura
recordándote cómo añoras volver a romper de un gemido la noche.
*
Cada vez que escucho los pasos del desierto
me como una planta y me bebo toda tu boca.
*
Pusiste olvido con un cubito de hielo en los vasos
y bebimos desconfianza.
*
Hoy escuché tu risa y fue escuchar el romper de las olas.
Quise volver al silencio
para ello tomé un puño de sal y otro de murmullo
y lo esparcí sobre mi fe.
*
Allí estabas cuando llegué a dejar el cascabel de gladiolas, el gato
y te ofrecí mi color
que sirve para adivinar la sombra que se esconde de tu nocturnidad.
En su casa hay un espejo igual al de mi casa. En su casa, hay una foto de un niño que es él: el niño se detiene en el espejo con la boca. Se besa.
En mi casa hay un espejo igual al de su casa. Mi madre guarda una fotografía en la que me doy besos en ese espejo: las piernas aún indecisas de soportar el cuerpo, con toda la debilidad vertical del primer año de vida, la cabeza apenas con cabello, la boca... La boca no existe, está sostenida en el espejo.
¿Me estás besando?
Yo me paro frente al espejo, tiro besos. Entro a mi espejo, salgo en el suyo. Conozco a su padre. Beso a su padre, concibo al niño que es él. Lo llevo en la lengua, regreso a su espejo, sin foto,sin niño, entro. Vuelvo a mi espejo. Me veo. Saco la lengua, la llevo al espejo. Lamo. Desde su espejo, el niño se detiene con la boca. Una boca es una boca hasta que ha sido besada. Él ha nacido. Lo acabo de nacer.
Elena Salamanca, El Salvador
Tragame luna
O aterrizá en este océano que soy.
Mirá que tengo la piel fosilizada de lenguas
y un abanico azul que golpea
desde mis trompas de falopio.
He acampado en la sangre del abismo,
he provocado la suntuosa apatía por los ocasos.
Mirá que busco los ojos del sur
y llevo en las manos
el paracaídas de la locura.
Escuchame luna,
la serpiente de la soledad
moldeó mi estatura rompiendo mis olas,
inyectando la dosis precisa de la seducción.
Mirá que me ha mordido desde adentro,
profundo,vaciando los restos de la nostalgia,
esa que se reproduce
en el inventario de las sorpresas,
me ha dejado intacta la incertidumbre
y esta reseña de manipular los géneros
a mi conveniencia.
He volado profundo tus cielos, luna,
mientras un hombre
ha deletreado mi arena más húmeda.
He comido de la catarsis de la investidura.
Trágame luna
o volvete caracol, velero, arrecife,
lo que querrás
pero volvé, acampá,
quedate.
Mayra Oyuela, Honduras
Landing
Se hace necesario volver. Volver de vez en cuando sobre una misma. Escuchar la saliva untándose en los labios, el tronar de su paso en los dientes, su desliz delicado bajo la lengua hasta que atraviesa la garganta y rompe el desierto.
Es necesario callar. Salir de este cuerpo de títere, romper sus amarras y lanzarse al naufragio. Hundirse en la profunda claridad que se teje al final de nuestra cueva interna y observar. Ser testigo del propio abismo.
Se hace necesario volver. Para revivir la tristeza y escuchar su paso aletargado detrás de las puertas de los cuartos apagados. Abrir el oído hasta que la angustia del trueno se deshaga y deje pasar los sonidos enanos de la calma.
Es necesario mirar. Ver cómo transcurren las sombras bajo el capricho de la luz para entender que no hay voluntad que no dependa de la luz de otra. Ver la sangre herida, envejeciendo en cicatrices anecdóticas, doblando al propio cuerpo, hasta quedar vencida por el tiempo.
Pero sobre todas las cosas es necesario volver a ti para que no se mueran las ansias, para no perder la poesía escurridiza en la engañosa rutina del día, en esta vida ordinaria, en esta calculada trampa.
Gema Santamaría, Nicaragua
Nada retiene el amor en su codicia. Nada en su pálpito aprendido. En su remojo de lástimas y credos. Nada se dice del amor sin reponerle enigmas y tareas. Y si bien es ésta la invención de su abandono, nada del amor nos recupera.
Alfredo Trejos, Costa Rica
Espera prolongada
Quizás nunca llegues
quizá el amor
sea precisamente esto:
horizonte luminoso
distante e inalcanzable.
Zingonia Zingone, Costa Rica
Troncos en vigilia por la espuma
Amargo rictus de la sombra de mis velas
Rémora infecunda en las lunas tiernas de mi rostro.
Somos maderamen anclado en las arenas
para arder
después de quemar el horizonte.
Vladimir Baiza, El Salvador
Cahuita
Ahí habían llegado los huesos de algunos tiburones a morir.
Allí se secaron algas y leños perdidos, y los ojos de algún pescador. Pero aquella noche solo estaba ella asustada, tirada en medio de una arena que debía ser rubia y que caía como lluvia de asteroides sobre Eugenia.
Entonces, solo la luz que bañaba sus muslos; solo un horizonte que devoraba el cielo oscuro.
Cangrejos mirones seguramente hicieron temblar ese mundo de olas, de animales y de presas; pero yo, simplemente, escuché el rugido de la luna, esa navaja que va cercenando sueños y los deja tirados como pedazos de carne muerta sobre el mundo.
Eugenia abrió la puerta y el cristal, donde hace mil años eran sostenidas las estrellas fijas, cayó sobre su sexo para que yo viera más grandes sus labios, sus pezones, su miel. Y aquellos pequeños seres fueron creciendo como se supone que son las dimensiones de un mar, de una playa, de un milenio.
Mauricio Molina, Costa Rica
Aquella mujer a la que le gustaban los poemas estuvo aquí alguna vez
(eso dice la lluvia). Empujé su cuerpo contra la pared, dice la lluvia.
Observé la forma de sus senos bajo su vestido de gitana. La mujer olía a humo y a tierra. Pensé aquella vez: Muerte.
También pensé: ha venido aquí para ser sacrificada,
este cuarto es un pantano y ha venido a hundirse, a ser devorada por mosquitos
y sanguijuelas. Ella pensó que aquí encontraría alivio.
Y lo encontró.
Lleva lodo en las manos, en los pies, entre los dedos,
lodo en la boca y en el vientre.
Lodo.
Mientras se vestía, pensé: Será su oficio lavar su cuerpo
con otros cuerpos,
perderá el cabello y se le caerán los senos.
Complacida, agarrada de mi cuello, sudorosa y ausente y nunca mía,
se vistió aquella mujer. Pensé: me olvidará, la olvidaré.
Pero no pude olvidar. ¿Y el miedo? El miedo es un lagarto
que asoma sus ojos. Un fantasma. Un pasado de corchos y noches. Ruinas.
La mirada es un crepúsculo. La mirada es milagro y nubes anaranjadas, y rojas, y amarillas. Las ballenas lo sabían, los delfines lo sabían, los otros pescadores lo sabían. Yo lo sabía, pero la lluvia, la lluvia.
Hoy sigue lloviendo.
Desde mi cuarto trazo el día, atravieso la noche y me hago enano entre las manos de alguien o algo (las manos del perro,
la perra, de la hormiga, de la lluvia, del gallo, del pozo,
del hermano, de la mujer desnuda, entregada y moribunda).
Entonces el puente se derrumba y los párpados caen.
La mirada es crepúsculo. Laberinto y línea recta, círculo y minotauro.
Algo me dice que aquellas bocas que añoro ya no volverán,
que los labios partidos ya no sangran. Ya no los veré.
La mirada es milagro. Vagabundos. Vagabunda la palabra.
Javier Medina Bernal, Panamá
Labial antes de dormir
Todas las noches, antes de dormir, me pinto los labios.
Mi madre dice que las cucarachas vendrán a comerme la boca.
Yo le digo que no, que nunca se sabe y algún día un príncipe
puede venir a besarme.
Hay que estar presentable.
Mi madre dice que es una locura, que solo vendrán las cucarachas.
Mi madre es tan ingenua.
Elena Salamanca, El Salvador
Hechos recientes
A: Mary Barrantes Cascante
¿ Para qué se juntan dos
en este mundo ?
Para destruirse.
Para mortificarse.
Para tener a la mano
con quien desquitarse.
Se hacen dos
para acallar las lenguas viperinas.
Tal vez para exhibirse
o hasta desenmascararse.
Se hacen dos
en el mundo
para ahorrar tiempo
y gastos.
O para ver la luz
como quiera que esto sea.
Uno se hace pareja
calculadora en mano
para aumentar ganancias
o mejor el currículo.
Uno se hace dos
para multiplicarse.
Para juntar dos ambiciones
se emparejan.
Un espectro busca a otro
para hacer la vida.
Un fantasma elige a otro.
Se hacen carne,
Se toman de la mano,
Aparentan ser felices,
Sabe Dios
qué motivos en el fondo operan.
Para que uno y uno
intenten una suma.
Parece la avaricia.
El Amor. No parece.
Joan Bernal, Costa Rica
Seis movimientos nocturnos
pero las sombras que tú creas no tienen derecho a la noche.
PAUL ELUARD
*
Allí estabas esta tarde cuando llegué amasando el olvido
y lo coloqué en tus manos.
*
Estás contenta porque el gato que admiras
lima asperezas arrumado en la noche
llamándote con un cascabel de gladiolas
ensañándose con tu ternura
recordándote cómo añoras volver a romper de un gemido la noche.
*
Cada vez que escucho los pasos del desierto
me como una planta y me bebo toda tu boca.
*
Pusiste olvido con un cubito de hielo en los vasos
y bebimos desconfianza.
*
Hoy escuché tu risa y fue escuchar el romper de las olas.
Quise volver al silencio
para ello tomé un puño de sal y otro de murmullo
y lo esparcí sobre mi fe.
*
Allí estabas cuando llegué a dejar el cascabel de gladiolas, el gato
y te ofrecí mi color
que sirve para adivinar la sombra que se esconde de tu nocturnidad.