Centroamérica
es un territorio poéticamente selvático
Por Otoniel Guevara
A pesar de las tecnologías informáticas súper avanzadas, mucha de la buena
poesía que en ella se produce (aquí el término producir se debe ligar más al
hecho de un parto que al de una manufactura) no llegará a conocerse si uno no
se adentra en las cavernas más inhóspitas de esta geografía devastada. Por eso
son urgentes y necesarias las antologías como la que felizmente nos entrega la
poeta Zingonia Zingone, quien se ha atrevido a la aventura con excelentes
resultados.
En primer lugar, hablar de Centroamérica es un puro tecnicismo. No hay una
nación que pueda parecerse a otra en este cinturón estrecho de tierra y
pasiones. Belice, en primer término, no habla español. Al otro extremo, Panamá
se devana entre el centro y el sur, con una población cosmopolita procedente de
todo el mundo. A Costa Rica le pesa no poseer profundas raíces ancestrales, le
pesa no poseer ejército, le pesa su civilidad para semejarse al resto de la
región. Nicaragua cuenta con una revolución en su historia que la hizo más
diferente de lo que ya era, un tanto por Sandino, un tanto por Darío, un tanto
por un lago tan grande como su vecina El Salvador. Guatemala, con su población
mayoritariamente indígena y un pedigrí de capitanía general, muestra también
sus orlas de distinción. Honduras de cierta manera entre dos pueblos, los
caribes por el atlántico y los salvadoreños por el sur, muestran otra
idiosincrasia. Y El Salvador, surgido de las cenizas de un volcán que le cambió
el curso al planeta hace 1600 años, conforman una región altamente convulsa,
por terremotos telúricos y sociales, por conflagraciones y disputas, por épicas
hazañas de sus pueblos.
La poesía de esta región se parece a su historia y a su naturaleza. Ligada
amorosamente a la tierra, pasó de la ceremonia de la muerte a la de la
destrucción. Colmada de adioses, se aferra a los hijos y al maíz. Lo que hace
su mano atlántica nunca lo sabe su mano pacífica. La desigualdad y la
diferencia son lo que hacen de Centroamérica una identidad irracional.
De todo esto lo que sacamos es una Babel
intensa. Cada poeta habla lo suyo, pero lo dice bien. A veces podrá fallar la
técnica, pero salva la honestidad intelectual y la verdad descarnada. Esto es
lo poco que puedo comentar, entendiendo que este trabajo debe continuar, que
sólo es un comienzo, pero que se va desnudo en el intento, descalzo, resistiendo
el sol, la lluvia, los caminos escabrosos, la humillación, los colores, la luz,
la injusticia, las diversas lenguas y los matices de las voces, las picadas de
los zancudos, las picadas de los escorpiones y las picadas abruptas de la
muerte. Resistiendo.