Poemas de Los papeles salvajes de Marosa di Giorgio
QUÉ PAÍS FASCINANTE ES MI PAÍS.
Tan plano. Con los animales pintados en el
pasto. Y las casas, solitarias, a lo lejos, una verde, esa rosada, otra
celeste. Y hay una estrella en mitad de la tarde –no sé cómo–, un jazmín, de
corona de llama, y, por un instante, la estrella baja, y los animales huyen
aterrados; pero, la estrella torna a su sitio, y los animales vuelven a sus
sitios. Y la casa verde, mucho más allá (porque es la misma) ya es rosada, y
delante tiene un árbol o no tiene nada. Cruzan espíritus por aquí y por allá.
Huyen las lagunas y los cerros, los negros emponchados, y todas las cosas están
con alas.
A la noche empezó a soplar
viento; en verdad, eran jazmines que venían, y eso parecía el viento. A ras de
tierra, por el aire, a través de los árboles, puertas y ventanas; semejaron
eludirme, pero, uno me golpeó en el pie; varios, seis, se me acomodaban en la
cara, tal rápida corona (se deshizo). Yo estaba junto a la mesa, inmóvil,
trazada con un lápiz. Los Jazmines eran grandes y brillantes
como hechos con huevos y con lágrimas. Los familiares parecieron preguntarme
silenciosamente y con alguna ira: Aprendiste tantas cosas y ahora no puedes
explicar? Se inició alguna conversación en lo oscuro, varias conversaciones,
pero se interrumpían porque todo era inútil y nada podía detener a los
jazmines.
Y vamos a examinar los
jardines. Mata por mata, hoja a hoja, el
dondiego de noche, flores mágicas, azules y chiquitas. El alhelí celeste carmesí, los
claveles de miel y de papeles, cada una de sus vueltas, cuánta agua tomaron, la rosa
que en el ruedo de terciopelo lleva inscrito el nombre de mamá; benjuí y perejil. Debajo del orégano surge el
conejito de pana granate que los Reyes pusieron a mi hermana; era un juguete. Ahora,
está vivo no sé cómo, dice: Yo soy tu sobrinito. La retama amarilla, estrellada,
y las estrellas, floridas; cae un pliego, rueda por las ramas y se va al suelo, leo: No investigues, no preguntes, no
insistas. Dice: cuenta lo que viste. Apúntalo en las ramas.
Sólo me siento libre allá en el
prado, en las tardes inmensas y doradas, cuando yo era un pájaro, con el
envés color nieve, que, de pronto, daba un golpeteo y se iba, lejísimo,
a otra propiedad, pero, ¿quién hace caso de los pájaros? Lo más, dirían:
Mira, pertenece a otra chacra. O podría ser que me baleasen con un rifle;
se corre ese peligro, ¿se corre ese peligro? Fui gusano de luz; mi cabeza
era una antorcha; mi cuerpo, brillantes en cadena, navegué sobre los
siniestros higos. Me presenté amapola, curva,
deslumbradora, en un rosado como jamás se vio; algunos pétalos caían
sobre un gajo, tal si se me estuviese formando allí una mano; mi madre, al
asirme, me puso en el delantal, y me paseaba por los vericuetos del sendero,
pero, yo sacaba de entre sus vestidos, la cara de amapola
deslumbrante, que daba consternación, miedo, y creo que hasta envidia, a los
vecinos. Todo, allá, quedó, guardado en la blanca luna y en el viejo
sol.
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Marosa di Giorgio. Poeta uruguaya nacida en Salto en 1934. Desde 1978 se radicó en Montevideo donde inició su carrera poética en 1954 con su obra «Poemas». Su ascendencia italiana y vasca la convirtió en una poeta singular, cuya obra respondió siempre a las exigencias de su mundo interior, donde la naturaleza, la magia, la mitología y el misterio, se convirtieron en importantes protagonistas. El conjunto de su obra, reunida en «Los papeles salvajes», se amplió con dos volúmenes que incluyeron «La liebre de marzo», «Mesa de esmeralda», «La falena», «Membrillo de Lusana» y «Diamelas de Clementina Médici». Sus poemas y relatos fueron traducidos al inglés, francés, portugués e italiano. Recibió importantes distinciones entre las que se destacan la Beca Fullbright y el Primer Premio del Festival Internacional de Poesía de Medellín en 2001. Falleció en el año 2004.
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