Elrecuerdo de Celeste PorYessica María Rengifo Habían transcurrido cinco años desde supartida a Tokio, y juro que regresaría. El pobre Joaquín renuncio a todas lasmujeres que conocía, amaba tanto a Celeste, que la esperaría. En un principiosus cartas eran fragmentos de amor, y en la llegada del otoño las palabras deamor se esfumaron. Su excusa se resumía a la cantidad de trabajos que launiversidad le asignara, no solo era eso. El japonés Haruki borro todos susrecuerdos, y Joaquín intentaba comprender por qué un extraño elimino sus remembranzas, y ella lo permitió. Enmedio del llanto, le reclamo a Celeste su ausencia, y falta de amor. Ella lecontó que durante años lo habíaamado, pero la distancia había quebradosu amor. Haruki se robó su corazón, consolándola en noches taciturnas, queextrañaba su vida en Colombia. Lo amaba, y acepto ser su mujer, la madre deesos niños que tanto añoraba. Joaquín estaba destrozado ante esas palabras, yno entendía como olvido su historia, quería maldecirla. Arrancar de su piel lahuella de sus besos, y sacar de su memoria el eco de su voz, ya no era suCeleste. Era la mujer que partió su corazón, y prefería la comodidad de unpaís, de un hombre adinerado, antes que la de un hippie soñador. Al colgar esa llamada que fragmento sucorazón, y un poco ebrio salió a buscarme al centro de la ciudad. Nosencontramos en Luvina, aquel café en el que solíamos cambiar el país, y elmundo. Bebió tantos coñacs, que intente llevarlo a casa, quería que descansara sutrago amargo de la soledad. En un comienzo se negó, y ante mi insistenciaacepto que debíamos ir a casa. Al llegara casa, las fotografías de Celeste inundaban el espacio. En verdad la amabademasiado, que sería imposible que pudiese amarme de esa forma, eso pensabadurante años. Esa noche cambiaría todo, Joaquín lloraba como un niñodesorientado y llamaba a Celeste. Ante ese llanto que acongojaba mi corazónintente calmarlo, y recordarle que solo era un mal capítulo, pasaría. Él tomo mi rostro y dijo; que era más dulce que la miel, y no entendíasu ceguera de tanto tiempo. Me beso, y desabrocho mi blusa color violeta, eintente evitar aquella situación. La pasión de Joaquín y mi amor hacia él,anularon toda posibilidad de raciocinio. Su boca recorrió mi frágil cuello, eseque se quemaba ante sus labios carmesí, su lengua endureció mis pequeñospezones, esos que tantas veces contemplaba en el espejo llenarse del néctar quesaciaría a Joaquín, y quizás a unos retoños. Sus manos danzaron en mi vientre, queno podría fragmentar la felicidad de mi agitado corazón. Al introducir su faloen mi esplendida mariposa, comprendí que aquel rojizo de las nubes, eran lasrosas de su alma. Estuvimos toda la noche sin hablar, solo entonado el himno denuestros cuerpos. A las cuatro de lamadrugada, Joaquín cerró sus hermosos ojos marrones no sin antes recordarme,que su decepción por Celeste trajo el mejor arcoíris a su ventana. Esaspalabras llenaron mi corazón de alegría, lo amaba. Pero estaba confundida noera la primera vez que estaba con un hombre, y pensaba que solo habíamos tenidoun momento de placer. Vaya, nada era así, Joaquín en realidadme quería. Los días posteriores a nuestro encuentro empezó a demostrármeloentre cartas, rosas, invitaciones a cenar, y unos celos dulces. En ninguno deesos encuentros sexuales nos cuidamos, y cada vez lo hacíamos con másfrecuencia, y un hijo no era una prioridad. Joaquín siempre decía, que un nenerobaría mis sueños de ser doctora en filosofía, y su tiempo. A los cuatro meses estaba embarazada, yno puedo describir la emoción que sentí al oír el corazón del bebé. Deseabatenerlo, quería ser madre, y quizás vivir en ese Buenos Aires que tantodescribía Joaquín. Estaba algo enojado, y no quería al bebé, pensaba que lehabía quitado su tiempo, y no era así. Era nuestra sangre, y los dos éramosresponsables de esa vida, que nos acompañaría siempre. No quería que borrara sus recuerdos,eran parte de su vida y eso lo entendía. Lo único deseaba era que amara albebé, y que no nombrara a Celeste cuando estábamos en la cama. Eso me afectaba tanto, que opté por noquedarme más en su casa, y ver crecer a mi bebé en mi pequeño departamento. Deeso hace cinco meses, Joaquín regreso de Buenos Aires al nacimiento de nuestranena, Matilda. Aprendió amarla como a los rayos del Sol, es su solcito. Surecuerdo por Celeste sigue, y mi amor se fue, en las lágrimas de su ausencia, ysus fantasmas del ayer.
¿Porqué no llegaste? Me hiciste comprar las violetas azules, Esas que pondrías en el jarrón de tumesa Y se marchitaron en el crudo invierno,que nublo mis ojos.
Dos chocolatinas con fresas Se derritieron en el bolsillo de micamisa, Mientras los niños se burlaban de mí, Que compre una barra de mentas, queperfumaría mi aliento. Regrese a casa por las calles nubladas,y solitarias Lleno de lágrimas, y el corazón partido ¿Por qué no llegaste? Rosa de Abril.
Jamás había tenido intimidad con unhombre, y no era por falta de ganas, simplemente que el amor no había llegado asu puerta. La mañana en que conoció al gaucho, sabría que todo cambiaría, ydejaría de ser la virgen de la que se burlaban sus amigas. El gaucho era untipo apuesto, y con un discurso tan exquisito, cualquier mujer se habríaenamorado de él. Empezaron a tomar cafés, y conversar Y una de tantas charlas,Eugenia supo que era un orgasmo en casa del gaucho, y hoy lo recordó bajo elsol. |
|
CREACIÓN >