Remedios Pareja López
Sueño azul
Por Remedios Pareja López
Un pájaro se acercó y se posó sobre la manta que cubría las piernas de Blanca, quien disfrutaba del cálido sol.
—¿Dónde has estado, Pip? —le preguntó Blanca al gorrión.
—Volé lejos, estuve detrás de las montañas —le respondió el pájaro.
—¿Qué hay detrás de las montañas, Pip?
—La ciudad, gente que camina muy rápido, el mar, interminable... —le respondió el gorrión agitando sus alas.
Blanca soñaba con salir algún día de aquel bosque donde se sentía como una prisionera, conocer la ciudad, visitar el mar... Pero su madre no quería que saliera del lugar debido a su estado de salud.
—¡Blanca, ya sabes que no puedes coger frío ni humedad, si no tus huesos empeorarán —le decía su madre mientras se dirigía hacia donde estaba la adolescente.
—¡Soñaba despierta, mamá!
—¿Otra vez con lo mismo? ¡Ya sabes que no podemos salir lejos!
—¡Tengo quince años y nunca he salido del bosque! ¡Hasta el médico me visita en casa!
Su madre no le respondió y siguió empujando la silla de ruedas hacia la casa, ya que se hacía de noche.
Una vez dentro de la vivienda, la madre de Blanca le puso dos pastillas y medio vaso de agua encima de la mesa, junto a la cena, y se fue para la cocina. Blanca estaba despistada pensando en lo que le dijo el pájaro y, entonces, volcó el vaso de agua encima de las pastillas. La envolvió deprisa medio derretidas en una servilleta de papel, para que su madre no se enfadase y limpió como pudo el agua derramada. Pensó que, si por una vez no se las tomaba, no pasaría nada, y se puso a comer. Después su madre la llevó hacia su habitación y la ayudó a ducharse y a meterse en la cama.
Blanca no lograba conciliar el sueño. Por lo visto, la medicación hacía que se durmiera enseguida. Llegó la madrugada y seguía sin pegar ojo, aunque los cerró cuando oyó el sonido de la puerta de la habitación. Unos pasos se acercaban hacia su cama...
—¡Maldita sea! —dijo su madre mientras recogía una jeringa que se le había caído al suelo.
La madre de Blanca la destapó, mientras ella seguía inmóvil. La joven sintió un pinchazo en el brazo, aunque se contuvo de gritar y, cuando su madre caminaba por la habitación, entreabrió los ojos y pudo ver cómo la mujer se inyectaba la sangre que le había sacado. Luego se marchó.
Blanca no entendía nada. Además de estar asustada de su propia madre, se pasó toda la noche dando vueltas en la cama ¡Ahora comprendía el porqué de sus moretones en los brazos! Su madre siempre le decía que eran debido a que tenía mal la circulación, pero estaba muy claro que había sido engañada.
Llegó el amanecer y Blanca tenía fuertes dolores de cabeza. Nunca había pasado una noche sin dormir. De repente, comenzó a sentir un cosquilleo por las piernas y los dedos de sus pies empezaron a moverse. Estaba claro que era porque a que no se había tomado los medicamentos la noche anterior.
—Pero, ¿por qué me hace esto mi madre? —se preguntó en voz alta.
Fue entonces cuando Blanca ideó un plan. No se tomaría más las pastillas y, si recuperaba la movilidad de sus piernas, huiría de aquel bosque.
Pasaron los días y Blanca dejó de tomarse los medicamentos. Por las noches siempre vivía la misma pesadilla. Su madre entraba en su habitación y le sacaba sangre de uno de sus brazos. Sus piernas estaban recuperando la movilidad, pero no tenía fuerzas suficientes para caminar muy lejos. A veces lograba levantarse de la cama, pero tenía que sujetarse contra algún mueble, la pared, y ella necesitaba estar fuerte para salir de aquel lugar, denunciar a aquella mujer y que la ayudasen a encontrar a su verdadera familia, ya que una persona tan malvada no podía ser su madre.
Una tarde, Pip se posó sobre las piernas de la adolescente.
—¿Cómo llevas tu plan, Blanca? —le preguntó el gorrión, al que Blanca se lo había contado todo.
—Aún no tengo fuerzas para salir de aquí, y necesito irme lo antes posible.
—Mañana reuniré a todos los pájaros del bosque y pensaremos en cómo sacarte de aquí —le dijo Pip.
—¡Muchas gracias, Pip!, nos vemos por la mañana. Ahora vete, ¡que no te vea esa mujer!
Al día siguiente, Blanca se levantó emocionada pensando en qué habrían ideado sus amigos los pájaros. Aquella mujer que decía ser su madre la dejó en el mismo lugar de siempre, al sol. Poco después llegó Pip.
—¡Buenos días, Pip! ¡Estaba deseosa de verte! Y, dime, ¿qué habéis pensado?
—Hemos pensado en tejer una red que sea bien fuerte, para que te sostenga. Entre todos te alzaremos al vuelo y te llevaremos detrás de las montañas. Vendrán mis hermanos los gorriones, los gavilanes, las águilas...
—¡Gracias, Pip! Entonces, mañana por la mañana, cuando esa mujer vaya al pueblo y me deje aquí, nos iremos.
—¡Está bien, Blanca! Ahora comenzaremos a tejer la red.
Llegó la noche, pero esta vez Blanca no podía dormir debido a la emoción que sentía. Pronto se acabarían todas sus pesadillas. Como siempre, la mujer entró de madrugada, se acercó a la cama de Blanca y se sentó a su lado.
—¡Sé que estás despierta! —le dijo a la adolescente al oído—. Has dejado de tomar tu medicación y eso te provoca insomnio.
Blanca temblaba y seguía haciéndose la dormida, pero la mujer continuó hablándole.
—Te preguntarás el porqué de todo, ¿verdad?
Blanca no pudo más y comenzó a gritar.
—¡Calla! ¡Nadie te escuchará! —le dijo aquella mujer.
—¿Por qué? —le preguntó la adolescente llorando.
—No es nada personal, querida, tan solo que tu sangre me devuelve la juventud, la inmortalidad. Digamos que eres como un conejillo de indias, ¡aunque siempre quise ser madre!
—¿Y mis piernas?
—¿Tus piernas? Tenía que impedir que te escaparas de aquí, aunque tampoco te sirven de mucho. Tus piernas son débiles, nunca has caminado. Estás conmigo desde que saliste del huevo, siempre estuve al acecho... hasta que logré llevarte conmigo. Desde que eras una bebé te estoy medicando para que sigas siendo humana.
—¿Cómo que nací de un huevo? ¿Que yo no soy humana, dices? ¡Estás muy enferma! Blanca lloraba sin consuelo.
—¡Lo que tú digas querida! ¡Ahora te vas a tomar la medicación y no saldrás por un tiempo de la casa!
Así fue como el plan de Blanca se vino abajo.
Pasaron los meses y Blanca dejó de hablarle a aquella mujer, a la que había llamado mamá desde que era una niña.
—No te tomes las cosas tan mal, sigamos como siempre, ¿acaso no te he cuidado como una verdadera madre?
Blanca miraba a aquella mujer, a veces sentía pena por ella, ya que estaba muy mal de la cabeza.
—Te veo muy contenta esta mañana, no tienes cara de malhumorada, como últimamente —le dijo la mujer a Blanca.
—No me queda más remedio que aceptar mi destino. Después de todo, eres como mi madre.
—¡Me alegro de que hayas recapacitado! Así es, yo soy la única madre que has conocido. Además, no toda la culpa es mía de que no puedas caminar. Tan solo quiero un poco de tu sangre todas las noches, para así, no envejecer, no morir. ¡Siempre estaremos juntas!
—¡Sí, mamá!
—¡Me has vuelto a llamar mamá! Hoy te sacaré a tomar el sol. Después iré a hacer unas compras al pueblo, no tardaré mucho.
Blanca había perdido toda la ilusión, ya no soñaba con salir de allí, tan solo con sobrevivir le bastaba, aunque algún que otro día habría deseado estar muerta, pero si no se oponía a nada... su vida sería como antes, ya que su “madre” parecía haberla perdonado.
—Hemos estado esperando mucho tiempo, Blanca —le dijo el gorrión.
—Ya nada importa, Pip.
—¡Tranquila, ahora vuelvo! —le dijo el gorrión.
Minutos después, todas las aves del bosque llegaron volando, sosteniendo una gran red. Blanca lloraba de la emoción, pero estaba indecisa.
—¡No te lo pienses más, Blanca! —le dijo una urraca.
Entonces, la adolescente se levantó como pudo de la silla, haciendo fuerzas con sus brazos y se tiró encima de la red, Los pájaros la sostuvieron y comenzaron a volar.
Blanca veía todo desde arriba y disfrutaba del paisaje. Pero la mujer que venía de vuelta en su coche, la vio, y siguió la ruta de los pájaros por la carretera.
—¡Jamás lo conseguiremos! —dijo Blanca.
—¡Claro que sí! ¡No te preocupes! —le respondió un águila.
—¡Blanca! ¡Blanca! ¡Ven con tu familia! —le decían unas voces que se oían en el aire, en el mar.
—¡Bajad la red! —le dijo la adolescente a las aves que ya sabían cuál era su destino, pues pasaban mucho tiempo por el mar y conocían todo de él...
La mujer había aparcado el coche y estaba en la orilla del mar. Después se adentró en el agua, se agarró a la red, intentando sacar a la chica de allí. Pero con la obsesión de perseguir a Blanca, se le había olvidado de que no sabía nadar y terminó hundiéndose en lo más profundo del mar.
—¡Volcad la red, amigos! —dijo Blanca.
Entonces, la adolescente cayó al mar y segundos después nadaba y saltaba con su cola de sirena.
Remedios Pareja López. Escritora. Nació en Málaga y reside en la Axarquía malagueña. Escribe con el seudónimo de Medi Parlop. Ha publicado “Lóbrego”, “Agapito por el mundo”, “Doce cuentos” y “Lobo”, que puedes adquirir en Amazon (https://www.amazon.es/Medi-Parlop/e/B07BCPXP5C). También escribe el blog Aura, con relatos sobre diferentes temas (https://mediparlopblog.wordpress.com/blog/). La literatura infantil y juvenil, fantástica, de terror–gótica y la poesía son sus preferidas. “Sueño azul” es su obra más conocida, de momento.