POEMAS DE EDUARDO ESCALANTE Andamiaje Una machi me enseñó cómo retornar de las sombras desde eso que no se logró los tambores sonaron lejos millas lejos lejos las estrellas estaban demasiado esparcidas quedé desgarrado en el intento abundancia de direcciones hubo que terminar el día en sábanas anómalas para que magia fuera posible la noche quedó fatigada zozobraron tantas palabras avancé lento en algún momento la nube dejó pasar una gota de sol parecía una dendrita con demasiadas hilachas Rulfo le hubiera dado textura y matices que yo no puedo desconozco su fragancia anaranjada que pudiere /exprimir mi intelecto sólo espasmos triviales no se podrían respirar me quedaría sin espectadores aunque Neruda venga en ayuda. no basta condición amerindia para que la alfombra léxica /cobre voz aliada Lo dejo a la potencia del infinito observo de otra orilla No vaya a ser que me oxide en lo para mi dispuesto un punto en un espacio grande con una pluma que canta con intento de pintar las muertes que no he visto ahuyentando a los pájaros del mar que andan revoltosos pueden hacer de todo alquitrán mi lengua quede trabada /con mis ojos mirando a ningún lado y la poca ambrosía quede ilógica Tengo que dejar que una paloma baile con sus atuendos elegantes Para poder zurcir unas tribulaciones que imán del centro de la tierra atrae y los ojos pueden no ver porque estén llenos de lágrimas Queda tanto que colorear no sé si tendré suficiente tinta Aunque los siglos siempre terminan goteando. agua cristalina enciende al verso navega con sus dos remos /nada bloqueando Los secretos se desnudan sin vergüenza alguna los canto por las noches para mi mismo primero certeza para quien encuentre cada línea de esta sensibilidad versada. Letras de una historia (Cuando en las noches en la pantalla del cerebro los hechos marchan hacia todos los recovecos gramo a gramo cae cuerpo metálico humeante de historias) La aguja del compás giró memoria de lo finito sin sabor a oscuro ni abismo insaciable ni eclipses que vagabundean sosteniendo la palabra se quisiera nunca ojos de tierra seca ni ojos rotos ni lágrimas oxidadas qué sentido tiene enarbolar fragilidad siempre hay enigmas más allá del olor a incienso o soledad de ermitaño apegado a un amuleto demasiados trazos por recoger en finitud extensa historia envuelta en papel café y todo sin gritos ni escándalos la geografía tensa de filamentos se desprende y se ve debajo de la superficie el paso de una habitación a otra sin candelabros ni velas a tientas para salvar el rostro una puerta se pone rígida y golpe en la sien se ha vivido más allá de la necesaria sobriedad justo antes de la señal del sonido de la definición y de la oscuridad cuánto se deja atrás pensando que no tenía razón todo por hacerle caso a la sombra el mar se inquieta quiere rescate de material recordatorio: “así el día del casamiento hasta los vecinos se estremecieron sé bueno conmigo dijiste escríbeme en tus ojos” Se escoge lo esparcido en la brevedad de lo remoto, condenado al inmutable destino que nos arrima a un antiguo olmo líneas de una historia, hoy. Fue ayer. Frenesí digital Se han apagado las llamadas, dónde estoy, quién soy ya no sé más de mí. En el visor se aleja donde estuve, allí permanecí, aunque fuera un instante, el wi-fi transporta por ondas invisibles la carga digital momentáneamente atesorada. Golpeo tu ventana digital: soy yo. ¿Me reconoces?. Al otro lado se escucha ¡que rompe cabezas has armado! Un ring tone suena, clama clemencia, quiere ser escuchado. Cuántos pixeles de máscaras pestañean como luces pornográficas. Muestran lo que se ve y lo que se dice sin decirlo. Canturreos solipsistas acompañan el viaje. Frenética revisión de imágenes es el resplandor en medio del vacío. Lo instantáneo borra oscurece lo que podría durar. Nada más existe. No hay plazas con estatuas, la tierra ya no se conmueve, jardines florecidos no son el paisaje. Ya no hay viejos que se retiran a contarse su pasado. Viste, no estoy tan mal. Los recuerdos son destellos de la cámara. El espejo recuerda el pasado, ahora doble espejo. Te miras, me miran. Me veo verme. Sí, eres tú inapelablemente. Tú, no desde la oscuridad, sino del espectáculo que se hace. A lo mejor encuentro lo que quiero ser. No lo tuve, ahora lo puedo tener. Necesito un fragmento de mi existencia para detener lo que se desvanece en ritual interminable. Cámara lúcida, pretenciosa, a veces obscena por el detalle, punzas. Atestiguas el semblante, dices que hay algo, allí donde no hay. Uno a uno caen los retratos íntimos que colgaban de la pared de los secretos. Queda vacía. La prehistoria ha sido borrada. Con armadura digital se negocia el mundo desde lo visible. San Agustín tenía razón, lo visible y la nada van de la mano con pasión perversa. Palo extendido hasta el infinito y más allá, busca retrato con look gótico, el retrovisor recuerda: los objetos están más cerca de lo que parecen. El mirarse y el que me miren, el nuevo leviatán. La mirada no porta vergüenza, no habitan monstruos interiores. No es necesario que me busques para verme, te hago verme. |
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