IRIS MURDOCH Y EL MAR, EL MAR Por Darío Ruiz Gómez Escritor colombiano De algún modo los rostros de Kathe Winslet y de Judy Dench dando vida a la Iris Murdoch joven y a la Iris Murdoch mayor, en el film de Richard Eire sobre la novela de John Bayley, se quedan en el recuerdo admirativo como los rostros de una mujer dotada de una gran agudeza mental guiada siempre por una desbordada afectividad hacia los otros, un sentimiento que no podríamos confundir con el amor en términos burgueses sino como bondad hacia aquellos que se colocaban enfrente de su inteligencia, que inconscientemente desafiaban su afectividad en medio del barullo de la llamada vida intelectual, de las pesadas reuniones alcohólicas de profesores y profesoras, de las estériles discusiones académicas. Hay fotos de la Murdoch que me emocionan por su insólita capacidad de demostrar que está viva aún y por recordarnos que, después de todo, lo más importante es para un escritor lo que en un brillante ensayo llamó ella la soberanía del bien. ¿Somos seres morales y podemos aspirar a hacernos mejores? “¿A qué aspira hoy en día señor Pavese?” Y Pavese respondió: a ser un hombre bueno. ¿Podemos entonces hacernos mejores y aspirar en el caso de una creadora a que su escritura se permee desde esta afirmación del bien? En su ensayo sobre Sartre va aclarando lo que para ella supone ser mejores como un compromiso personal del escritor con su escritura ya que, repitámoslo, si no hay escritura no hay escritor y en la escritura es donde se plantean los razonamientos éticos que configuran hasta en el más anodino de los personajes su paso por la tierra, su relación con los otros: ”Necesitamos una filosofía que pueda hablar consistentemente de Freud y de Marx, en la que el concepto de amor, tan rara vez mencionado hoy en día por los filósofos pueda volver a ocupar un lugar central” ¿No fue ésta la invitación de Marcilio Ficino en su escuela platónica de la Florencia renacentista? Esta premisa la llevó a escribir 27 excelentes novelas –ella reconoce la influencia de Raymond Queneau y de Samuel Becket- en las cuales la meditación, el aterre de cada personaje responden a situaciones de existencia determinadas por el agobiante marco de lo cotidiano, situaciones vitales definitorias que no son narrativamente aplastadas por los ladrillos “filosóficos” – como a veces sucede en la narrativa de Sartre- sino que brotan del frío sudor de los cuerpos, del desencaje de una resaca alcohólica y del desamor y la muerte como en El mar, el mar cuya primera edición en castellano hecha por Lumen en 2004 guardo celosamente. “El mal arte es el resultado blando o caótico y autocompasivo de una fantasía esclavizada” ¿Por qué se fracasa en una relación de amistad? ¿Por qué no logramos obtener lo que intelectualmente habíamos soñado con tanta arrogancia intelectual? Murdoch mediante su majestuosa prosa va describiendo interiormente cada personaje desde la perspectiva del amargado dramaturgo Charles Arrowby: los entretelones de una desencajada vida sentimental, la seca violencia emocional que acompaña a la constatación de un error, la vanidad de haberse llegado a creer un creador teatral en un universo empolvado de fantasmas que se abisman más rápidamente de lo que llegan a imaginar. ¡Ay las lágrimas solitarias en que llegamos a aceptar este fracaso! ¿Hemos sacrificado la vida por el mal arte? La aterrizada en la vida común, en un escenario de muebles cojos, de poltronas raídas, de cortinas deshilachadas , de fétidos olores, de mayonesa y kétchup baratos y el mar, el mar con su ritornelo pausado e hiriente para ir acercándose al horror de la existencia, pero también al deseo no confesado de encontrar la salvación. “¿Dónde y cómo entraba en todo ello el perdón? ¿Y la misericordia, la lealtad, el amor? ¿No estaría yo quizás entrometiéndome en algo terrible?” La búsqueda de la soñada liberación espiritual sin que el fracasado admita que logre aplastarlo el peso de las circunstancias, antes por el contrario, reiniciando, como en la nobleza de Kierkegaard, a partir de un vacío de vida constatado en un tropiezo amoroso, la búsqueda del bien. Estas ingrimeces es lo que va quedando de nuestra pedantería, de nuestros arrugados ideales estéticos. La maestría sin par de Iris Murdoch en cada una de sus novelas es que a pesar de recordarnos lo que biológicamente somos, la fragilidad de un cuerpo que se eleva sobre este condicionamiento fisiológico para encontrarse con los abecedarios de sentimientos surgidos a lo que consideramos ya situaciones existenciales, encrucijadas propias de la vida personal en nuestra época: la dura vida de simples vecinos, los helados pero resplandecientes inviernos, las calles bajo la grisura de los desalientos, los fantasmas en las cocinas mugrosas, y en este caso en esta obra maestra, el mar el mar tibia esperanza de partir sin dolor alguno hacia la nada, de confundirse con este ritmo de las aguas y las espumas con la música de los barcos fantasmas. De ahí su indescriptible grandeza al colocar su vida a la altura de su escritura. ¿Cómo celebrar su centenario si ella sigue acompañando las preguntas de quienes aún admiten la duda? Es solamente para quienes tienen dudas que el arte tiene respuestas. Darío Ruiz Gómez. Se graduó en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid en 1961. Estudios de Urbanismo y de Estética. Colaboró como crítico de arte y literatura en la revista Acento, fue director de las páginas culturales del periódico Hierro de Bilbao. A su regreso a Colombia ha sido colaborador de El Tiempo, El Espectador, El Colombiano, y actualmente es columnista de El Mundo. Fue durante treinta años profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Medellín. Miembro fundador de las Bienales de Arte. Tiene grado de Escritor de la Universidad de Iowa. Obra narrativa: Cuentos: Para que no se olvide su nombre, La ternura que tengo para vos, Para decirle adiós a mamá, En tierra de paganos, Sombra de rosa y vino, Crímenes municipales. Novela: Hojas en el patio, En voz baja. Poesía: Señales en el techo de la casa, Geografía, A la sombra del ángel, La muchacha de la leyenda, En ese lejano país en donde ahora viven mis padres. Ensayos: De la razón a la soledad, Proceso de la cultura en Antioquia, Tarea crítica sobre arquitectura, Tarea crítica sobre literatura, Tarea sobre arte, Literatura, historia y circunstancia, Diario de ciudad. Ha publicado numerosos ensayos sobre urbanismo, teoría del espacio. Poemas y cuentos suyos han sido traducidos al inglés, francés, árabe. |